Samanta y Nicolás, hermanos y algo más.

Una joven narcisista descubre que las caricias de otra persona son más excitantes que las que se da ella a si misma

Samanta medía casi un meto ochenta y tenía 22 años, su cabello rubio era largo, sus ojos azules, su nariz pequeña, sus labios gruesos, sus tetas grandes, su culo redondo y respingón, su cintura estrecha y sus caderas anchas. Sería la mujer perfecta si no fuera porque era una narcisista, una narcisista que vivía cómo una reina con papá y mamá, o sea, que no daba un palo al agua.

Respecto a los hombres, el deseo que sentían por ella se lo pasaba por el coño. Para Samanta su pareja perfecta era ella misma.

Samanta tenía un hermano, se llamaba Nicolás y tenía 19 años, era moreno, de ojos azules, más alto que ella y macizo.

Un sábado por la noche que Nicolás regresó de estar con sus amigos y pensando que su hermana aún estaría con sus amigas, fue a su habitación a ver si dejara alguna braga en el cesto de la ropa sucia, ya que Samanta era la musa de sus pajas. Al abrir la puerta vio en la pantalla del ordenador una foto de su hermana desnuda, era una foto de cuerpo entero donde mostraba todo sus encantos. Su hermana estaba sentada de espaldas a él en una silla giratoria con los pies descalzos encima de la mesa del ordenador. No veía si se estaba tocando o si simplemente estaba viendo fotos en las que estaba desnuda. A la primera foto que había visto siguió otra en una posición más atrevida, y otra y otra... En todas estaba arrebatadora, tanto que Nicolás quitó el teléfono móvil del bolsillo y comenzó a hacer un video con las fotos, fotos que después le valdrían para menearla... El caso fue que no pudo esperar, sacó la polla y empezó a masturbarse mientras en la pantalla del ordenador pasaban fotos y más fotos de su hermana desnuda... Algunas eran pornográficas. Samanta no oyera entrar a su hermano en la habitación, pero al rato olió su desodorante. Bajó los pies de la mesa, giró la silla y lo vio con el teléfono móvil en una mano, con la polla en la otra y exclamó:

-¡Nico!

El pobre Nicolás tuvo que guardar la polla y se le jodió la paja. Vio que su hermana estaba desnuda, eso quería decir que se estaba masturbando. Nicolás mirando cómo se tapaba las tetas con un brazo y el coño con una mano, le dijo:

-Lo siento.

Samanta tenía cara de enfadada cuando le dijo:

-No esperaba esto de ti.

Tuvo que mentirle.

-Es que venía a decirte...

Lo interrumpió.

-No me importa lo que me vinieras a decir. Se llama antes de entrar a la habitación de otra persona, y encima grabaste y te masturbaste... ¡Eso ya es el colmo!

-Es que en las fotos te vi tan bella, tan sensual, tan apetecible...

El tono de voz de Samanta dejó de ser de reproche.

-Ni que fuera una un pastel.

-Estás más rica que un pastel, un pastel a tu lado es algo amargo, y hoy... ¿Puedo decirte algo?

-¿Qué me quieres decir?

-Que así, sin maquillaje y con los labios sin pintar, estás increíblemente hermosa.

A Samanta le gustaba que le dieran cera. Cogió la camiseta del piso y se la puso.

-Sí, lo cierto es que cuando está sin arreglar es cuando se ve la verdadera belleza de una mujer.

Poniéndose la camiseta Nicolás vio sus gordas tetas con areolas rosadas y finos pezones.

-¡Que maravilla! Tienes razón, en las fotos no se puede apreciar la grandeza de tus tetas.

-Yo siempre tengo razón.

Se abrió de piernas y cogió las bragas blancas del suelo. Al ver su coño, Nicolás sacó la polla y empezó a menearla.

-No te las pongas aún, por favor, no te las pongas aún.

Samanta estaba en su salsa. Ya sonreía con picardía.

-Suplícamelo de rodillas.

Nicolás se puso de rodillas y le suplicó.

-Anda, deja que te lo vea un poquito.

-¿Tanto te gusta mi chochito?

-¡Ni te puedes imaginar cuanto!

Samanta se abrió de piernas y dejo que su hermano le viese el coño en su totalidad, un coño rasurado, gordo y con un pequeño corte, ahora abierto que mostraba sus labios rosados. Con voz seductora, lo provocó:

-¿Te gustaría meterla aquí dentro?

-Me moriría de placer si metiera.

Separó los labios vaginales y le enseñó el agujero de la vagina.

-Lo tengo muy estrechito.

Sintieron llegar a sus padres y luego cómo hablaban en la sala de estar. Samanta ya estaba demasiado caliente cómo para dejar marchar a su hermano. Puso un dedo en los labios, lo miró, sonrió, caminó en la punta de los pies hacia la puerta de su habitación, cerró con llave sin hacer ruido, se volvió a sentar en la silla giratoria, y en bajito le dijo:

-¿Qué darías por volver a ver mis tetas?

-Sabes que cualquier cosa que me pidas.

-¿Lamerías mi culo?

-Cuando quieras, cómo quieras y donde quieras.

-Sabes que me daría asco que lo hicieras.

-¿Y por qué me lo preguntaste?

-Era solo por saber hasta donde llegarías por ver mis tetas.

-Legaría hasta donde quisieras.

Samanta se quitó la camiseta blanca y Nicolás vio sus gordas tetas con areolas rosadas y con finos pezones, y le dijo:

-Hazme un striptis.

-Tus palabras son órdenes, princesa.

Samanta cogió el teléfono móvil y puso muy en bajito la canción Lady Marmalade. Nicolás, que vestía una camisa negra, un pantalón negro y unos zapatos a juego, arrimó su espalda a la pared y comenzó a bailar moviendo las caderas al tiempo que movía la pelvis hacia delante lo que hacía que su polla empalmada hiciese un tremendo bulto en el pantalón, bulto que aparecía y desaparecía para volver a aparecer... Luego se fue bajando los pantalones y la polla hacía el bulto en sus calzoncillos. Se quitó el pantalón y los zapatos y los calcetines negros y sin dejar de bailar moviendo las caderas y la pelvis hacia delante y hacia atrás se desabotonó la camisa. Con ella desabotonada y enseñando tableta se bajó los calzoncillos, luego cogió la polla tiesa y comenzó a masturbarse mirando para su hermana. Samanta ya estaba que echaba por fuera. Mirando para su hermano se abrió de piernas, echó las manos a las tetas y las amasó dejando que sus largos pezones saliesen entre los dedos. Luego bajó la mano derecha al coño y con dos dedos frotó su clítoris hacia los lados y alrededor. Nicolás se puso tan cachondo que fue junto a su hermana y quiso besarla, pero Samanta se creía demasiado importante para dejarse tocar, le dijo:

-No, a mí no me toca nadie.

Nicolás meneando la polla a pocos centímetros de la boca de su hermana, le dijo:

-Cierra los ojos, reina mía.

Samanta pensando que se la quería meter en la boca y le dijo:

-No se te ocurra rozar mis labios con tu polla.

-No lo voy a hacer, aunque creo que para mi polla sería cómo rozar los labios a un ángel.

-No, no sería cómo rozar los labios de un ángel, sería mucho mejor.

Samanta cerró los ojos y Nicolás le chupó la teta izquierda. Abrió los ojos. Su cara no era de enfado.

-Eres un falso. Te dije...

Por su tono de voz supo que quería más.

-Vuelve a cerrar los ojos y disfruta.

-Soy demasiado botín para ti.

-Lo sé, princesa, pero, ¿no podrías cerrar los ojos un poquito?

-Pídemelo por favor.

-Por favor, princesa, cierra los ojos.

Samanta cerró los ojos. Nicolás le lamió los pezones y le mamó las tetas, Samanta le preguntó:

-¿Esto es lo que le haces a tu novia?

Le susurró al oído.

-No tengo novia, tú eres mi inspiración. ¿Quieres que te haga todo lo que te hago en mis fantasías?

Samanta iba a resolver el misterio de la desaparición de sus bragas sucias.

-¿Eres tú el que se lleva mis bragas sucias?

-Soy. ¿Quieres que te haga esas cosas?

-Puedo maginar lo que me haces, y no, no quiero que me hagas nada. No me gusta el trasvase de flujos.

-A mí me encanta comer un coño

-Qué mal suena la palabra coño, suena vulgar.

-¿Te lo como?

-No, no se hizo la miel para la boca del asno.

-Solo una lamidita a ver si te gusta.

-Ni una ni media.

Le volvió a suplicar.

-Por favor, por favor, por favor.

-Vale, pesado, pero solo una lamida.

Se agachó delante de su hermana, le puso las manos en las rodillas, Samanta se abrió de piernas y cuando sintió la lengua lamer su coño mojado, le dijo:

-Ay, ay, ay que me corro, Nico, ay que me corro.

Con media docena de lamidas se corrió cómo una fuente en la boca de su hermano.

Al acabar de correrse Samanta, Nicolás, se puso en pie.

-Levántate que quiero que me folle una diosa.

-¿Diosa? Me siento cómo una puta.

-Pues actúa cómo tal.

Samanta se levantó, Nicolás ocupó su lugar en la silla giratoria y la invitó a que se sentase sobre su polla erecta. Samanta se sentó y la polla le entró hasta el fondo, apretada, muy apretada.

-Me gusta sentirme así.

-¿Cómo?

-Cómo una puta.

Samanta iba a olvidar su narcisismo un tiempo, durante el cual le comió la boca a su hermano y lo folló cómo una auténtica perra. Tan perra fue que a veces sacaba la polla, le daba las tetas a mamar y después le ponía el coño y el culo en la boca para que se los comiese. Cuando ya estaba buena de ir, se levantó, se dio la vuelta y dándole la espalda lo folló a romper hasta que corriéndose cómo una loca,  echó hacia atrás, le puso un brazo alrededor del cuello, lo besó, y luego susurrando le dijo:

-Tu diosa se corre para ti, Nico.

Al acabar de correrse se levantó. Por el interior de sus muslos comenzaron a bajar los flujos de su corrida, Nicolás los vio y se los lamió, Samanta le echó la mano a la nuca y le llevó la boca al coño. La lengua de Nicolás al deslizarse por aquella pequeña piscina nadó entre sus jugos, jugos que no pararon de salir de su coño a cada lamida de labios, a cada lamida de clítoris, cada vez que la lengua entraba en su coño... Al rato Nicolás mojó en el coño el dedo pulgar de su mano derecha y se lo metió en el ojete. Follándoselo le lamió el clítoris cada vez más aprisa y Samanta tapando la boca con una mano y con un ligero temblor de piernas se corrió, fue cómo si de su coño saliese una diminuta catarata.

Cuando acabó de gozar, Nicolás, hizo que se sentara de nuevo en la silla y le puso la polla en los labios. Samanta seguía cachonda, pero chupar una polla, cómo que no iba con ella.

-Puede que vomite si me la metes en boca.

Nicolás no quiso arriesgarse, hizo que se levantara, que se apoyara en el respaldo de la silla, le separó las piernas, la agarró por las teas y se la clavó hasta las trancas. Le dio caña brava, pero al estilo perro, o sea, caña brava de la salvaje, se la dio para correrse él, pero la que se corrió fue ella y al hacerlo la silla fue a tomar por culo. Si Nicolás no le tapa la boca con una mano y no la agarra con la otra Samanta también se va a tomar por culo con la silla y con el grito que pega se enteran sus padres de la movida. La corrida fue brutal y todo su cuerpo tembló una cosa mala.

Al acabar de correrse y darse la vuelta vio que su hermano seguía empalmado. Le dijo:

-Tengo que ser justa contigo.

Se puso en cuclillas, cogió la polla, le pasó la lengua por el capullo y se lo mamó. No hizo falta que hiciera nada más, ya que Nicolás se corrió cómo un pajarito. El primer chorro lo echó fuera, pero después de conocer su sabor se tragó el resto de la corrida. Cuando se puso en pie, le dijo Nicolás:

-Eres mi ángel de amor, Sam.

-Y tu putita también, Nico, y tu putita también.

Quique.