Sam

Mi vecino es un buen jardinero.

Sam

Frente por frente a mi casa vive, durante algunos meses al año, una familia escocesa. No faltan nunca los veranos. Los dueños de la casa son una pareja ya mayor con los que tenemos, mi familia y yo una buena relación de vecindad, a pesar de la barrera del idioma. De una manera continuada van apareciendo temporalmente los hijos y los nietos de dicho matrimonio. Por lo que se puede decir que es raro verlos solos; siempre o casi siempre tienen a alguien con ellos. Durante los últimos tres o cuatro veranos el que más permanece con los abuelos es Sam.

Me sería difícil decir que edad tiene Sam, podría estar iniciando la adolescencia o a un paso de la juventud, ya que este verano lo he visto bastante mas hecho. Ante todo decir que no es mi tipo, es relativamente gordito, con un culito bastante redondeado, la piel muy, muy blanca, el pelo color zanahoria o panocha, la cara muy redonda y totalmente llena de pecas. Quizás y sin quizás lo que más llama la atención de Sam, sea sus ojos más que azules se puede decir que son trasparentes. Total que no puede negar que es escocés.

Sam tiene un trato agradable, y aunque no nos entendemos muchos, trata de ser correcto y de saludar siempre que nos encontramos. Como con su abuelo nos entendemos más por gesto que mediante el lenguaje. No me preguntéis el porqué pero lo que está claro es que Sam me pone. No es guapo, no tiene un cuerpo estilizado sino todo lo contrario, la cara es una pura peca, tampoco me gusta la piel tan lechosa, quizás lo que me atraiga sea su culo. Pero lo que está claro que a pesar de todo, Sam me excita. Vamos que lo veo y la polla y los huevos toman vida propia, la polla empieza a palpitar y noto un cosquilleo en los huevos, Siento un vacio en el estomago y , aunque esté feo decirlo, se me abre el culo nada más verlo. Está claro que me pone a cien.

Así que me he dedicado a estar pendiente de él cuando sale y cuando entra, cuando sale a jugar al baloncesto con otros chavales o cuando se pone a pelotear con esos amigos ocasionales del verano en la calle. Por supuesto que no es el más atractivo de todos, pero a mí me gusta verlo, mejor dicho disfruto viéndolo.

Desde mi casa se ve la fachada de la casa de Sam que tiene un amplio ventanal y dada la costumbre que tienen de no echar las cortinas, puedo ver la familia cenar. Cenan muy temprano, Sam se sienta pegado a la amplia cristalera y puedo ver como mientras come se toca con frecuencia la polla por debajo de la mesa. Ese toqueteo es algo que hace a lo largo de todo el día, quizás es que le estorbe el tamaño que está tomando la cosa. Siempre me ha excitado ver como los chavales se tocan como si tal cosa y sin ningún pudor. Sam esto lo practica como algo normal. A veces. Incluso se mete la mano dentro de los pantalones y se coloca bien el instrumento.

No hace mucho estuvo pasando unos días un primo de once o doce años y desde la ventana de mi estudio que está en el primer piso, vi como estando de espalda a mí y en el pequeño jardín que tiene la casa delante, Sam se sacó la polla para que su primo viera el tamaño que había adquirido o quizás le estaba enseñando la cantidad de pelos que tenia en los huevos. Esto lo hacían entre susurros y risas. Está claro que ambos están en la edad en la que el sexo comienza a tener una gran importancia y sienten una total inhibición con todo lo referente a él. Otras veces los he visto revolcarse y metiéndose mano descaradamente, dándose golpes en los huevos, pegándose unos sobeos indisimulados. Pero lo mejor fue una tarde que mientras cenaba la familia, el primo de Sam le tocaba el bulto por encima de los pantalones, pero esta vez recreándose en el toqueteo, mientras se reían. Sam incluso se sacó la polla y su primo pudo jugar con ella un rato hasta que terminaron de cenar, alternado el tenedor con el instrumento de Sam, que permanecía al aire esperando las caricias que le tributaba la mano del primo. Está claro que esto hizo que mientras veía el espectáculo terminé por masturbarme allí sentado delate de la ventana, oculto tras los visillos y deseando ser unos de los actores de la trama. Algo que no tardó mucho en llegar.

Otro día vi como se duchaba. Desde otra habitación puedo ver la ventana del cuarto de baño de los vecinos. No es una ventana demasiado grande. Todos los ocupantes de la casa cierran para reservar su intimidad cuando entran en el baño. Todos no, Sam no lo hace siempre. Así pude ver como se duchaba no hace mucho. Solo se le veía la cabeza y poco más. Así pude ver como, debajo del chorro del agua y por la expresión de su cara y por el movimiento de su cuerpo me percaté que Sam se la estaba cascando. No pude ver más ya que encajó la ventana, pero yo me podía imaginar como era aquello de masturbarse en la ducha. Para mí era uno de los mejores placeres que había puesto en práctica desde muy jovencito.

Lo que también hace con frecuencia Sam es ayudar, sobre todo a su abuelo, en el jardín de la casa. Este no es muy grande pero tiene alguna variedad de planta no muy corriente y que se ven poco por la zona. Aunque es un jardín bastante mediterráneo, esto es, no tiene césped, la familia le dedica bastante tiempo y mimo. Así que no es difícil ver, sobre todo a los abuelos y con la ayuda del nieto, estar muchas horas cuidándolo. Sam se dedica sobre todo a regar, aunque como digo el jardín no necesita mucha agua. Ver al chaval con la manguera en la mano, me alteraba el pulso. Según la perspectiva, a veces parece que se dedica a echar una larga, placentera y abundante meada. De siempre me ha gustado ver a los varones, sobre todo los más jóvenes, en ese íntimo momento y viendo a Sam de culo, con las piernas abiertas y saliendo de él tan lindo chorro, la verdad es que hace que se dispare mi parte más libidinosa.

Una tarde que salí a pasear, me acerqué a un descampado que los chavales utilizan para jugar al futbol. Está a las afueras del pueblo y sólo es frecuentado por los que van a jugar allí. Cuando llegué Fernando, otro de mis vecinos, me pidió que jugara con ellos ya que les faltaba uno. Aunque no soy muy bueno, hago bulto y sobre todo como defensa no me porto del todo mal. En el otro equipo jugaba como delantero Sam. No se puede decir que sea Messi, sino más bien un joven delantero del Celtic o Glasgow Rangers, con un centro de gravedad bajo, unos rotundos muslos, muy fogoso pero poco hábil con el balón en los pies. En los cuerpo a cuerpo que mantuvimos, yo parecía un pulpo y en el fragor de la pelea le metía mano por donde podía, incluso más de una vez le agarré los huevos. Él no protestaba pero me miraba arqueando una ceja, como preguntándose si aquella manera que yo tenía de defender mi portería no se pasaba de la raya.

Cuando terminó el partido, la verdad es que no se si ganamos o perdimos, Sam se retiró del grupo y, debajo de unos árboles se puso a mear. Yo que le había adivinado la intención lo seguí y me puse en paralelo a él, de modo que podía ver el grueso y potente chorro de orina pleno de juventud que, ahora sí era de Sam. Al verme a su lado se giró para que yo pudiera verle la polla y me preguntó:

  • Do you like my hot dog?
  • Más que una salchicha parece por el color una butifarra catalana, pero si que me gusta. Tiene un buen tamaño.

Mientras se la sacudía me miraba sonriendo. Estaba claro que había entendido el mensaje que le había mandado en el campo de la batalla durante el partido de futbol. Por ello se demoraba con la polla en la mano y así pude ver aquella butifarra blanca coronada con un no muy abundante vello color prácticamente naranja. Él apenas si miró la mía estaba más interesado en enseñármela. Nos la guardamos casi al unísono y creo que en los dos se cumplió el teorema de Tolomeo que dice "que por mucho que se escurra la última gota siempre cae en el pantalón".

De vuelta nos unimos al grupo y nos enfrascamos en una animada discusión sobre el partido. Más que hablar, yo escuchaba y observé los adelantos de Sam con el idioma de Cervantes, ya que participaba activamente en la conversación. De vez en cuando se sobaba la polla y buscaba mi mirada sonriendo y con aquellos ojos tan celestes llenos de picardía. Así el grupo se fue desperdigando y quedamos los últimos Sam y yo. Cuando estábamos delante de su jardín el abuelo me dijo en un mal español:

-Tienes que llevarte unas cañas de bambú que tu madre quiere plantar en tu jardín.

-De acuerdo- Contesté

Fui a entrar en el jardín, pero él me dijo que mejor me las mandaba con Sam y que el jovencito me ayudaría a plantarlas, porque él sabía como hacerlo. Así que nos despedimos y le dije a Sam que cuando quisiera que yo estaría en mi casa esperándolo para sembrar las cañas. Él me sonrió, seguro que además de plantar podríamos hacer algo más provechoso.

La tarde del día siguiente apareció en mi jardín el vecino de enfrente. Venía con un pantalón corto blanco, con deportivas y con una camiseta roja del Aberdeen. De manera que no era ni del Celtic ni del Rangers, sino que era del tercer equipo escocés en discordia. Le sentaba muy bien aquella vestimenta tan deportiva, yo diría que estaba hasta guapo. Fuimos a la parte de atrás a buscar el lugar no muy lejos del ciprés, donde mi madre, antes de irse, me había dicho que quería que plantáramos las cañas.

-Has traído alguna herramienta a parte de esta- le dije dándole un toque en la polla.

-No comprendo.- Me dijo sonriendo

Pero si que traía una pequeña azada. Y pronto nos pusimos a la obra, él por un lado y yo por otro. Pronto hicimos un hoyo en la tierra blanda del jardín e introdujimos las cañas. Tras el esfuerzo los dos estábamos bastante sudados. Sam estaba resplandeciente, muy rojo, casi tan rojo como la camiseta que se había quitado dejando al aire un torso bastante infantil, pero que yo no desaproveché la ocasión para acariciarlo dada la corta distancia que nos separaba. También pude olor su sudor fresco, del momento.

-Ya está, ya hemos terminado- dijo aplastando la tierra con los pies-Me voy a mi casa a ducharme estoy muy sudado.- Todo esto en un español trufado de errores gramaticales, pero que me sonaba a música celestial.

-Si quieres te puedes duchar aquí, yo te dejo ropa para cambiarte.

-Vale- me contestó sin pensarlo. Estaba claro que esperaba la invitación. –Mis abuelos han salido.

Así que pasamos al interior. Estábamos solos, no había nadie en la casa. Le enseñé donde estaba la ducha y mientras yo subía a por la ropa limpia escuché como el calentador se prendía, Sam ya se estaba duchando o por lo menos había abierto el agua, me lo imaginaba debajo de la ducha. El cuarto de baño era más bien pequeño y lo que tenía era un plato de ducha, un bidé, un lavabo y una taza de váter.

-¿Te estás duchando ya?, te traigo la ropa y la toalla- dije golpeando la puerta con los nudillos.

Sin esperar respuesta entré. Me imaginaba que Sam no habría echado el seguro. Así era, me lo encontré debajo de la ducha. Se estaba enjabonando la polla, que con el masaje que se estaba dando, la tenía casi empalmada, si no estaba en plenitud, el tamaño era bastante considerable. Seguía sobándosela y me dijo:

¿Por qué no te duchas conmigo? Y así me enjabonas la espalda.

No lo dudé, me quité la poca ropa que llevaba y entré en la ducha. Sam me dio la espalda ofreciéndome la esponja. Comencé por los hombros y fui bajando por la espalda. Me demoraba el contacto con su piel me fue enardeciendo. Al llegar a las nalgas pude ver como Sam se abría de piernas. Apoyaba las manos en los baldosines de la pared de la ducha. Dejé la esponja y fui masajeando aquel culo que tanto me había atraído desde el principio. Poco a poco fui abriéndole las nalgas y acariciaba la raja de arriba abajo. Sam comenzó a suspirar y a decir palabras ininteligible, se veía que estaba en la gloria. Subió el tono cuando apliqué mi dedo corazón en el botón del ano. No fue difícil introducirlo poco a poco en tan estrecho túnel. Sam ya llegaba casi al grito.

-Fackin my. Follamé por favor. Please- O algo así, mi ingles no es nada bueno. Pero para lo que estábamos haciendo no necesitaba saber idiomas.

Me agaché y el culo de Sam me quedaba a la altura de la cara. Abrí los cachetes y allí estaba el sonrosado ano, rodeado de unos tenues pelitos de un rubio pálido. Le apliqué la lengua en forma de flecha introduciéndola todo lo que podía. El sabor no era nada desagradable, ya que el agua que seguía cayendo sobre nosotros me traía el sabor y el olor del gel que Sam estaba utilizando. El chaval ya gritaba. Para evitar que nos escucharan desde la calle, le di la vuelta, me levanté y le puse la mano en la boca. Él entendió que no debía de formar tanto escándalo. Cerré el grifo y nos quedamos frente a frente respirando de una manera acelerada. Chorreando como estábamos, me senté en la tapa del váter, lo atraje hacia mí y me metí la polla tan blanca de Sam en la boca y comencé a succionar como si fuera un biberón. Sam volvía a estar a cien, pero ahora se mordía los labios para no gritar. En suelo se estaba formando un charco de agua de la que caía de nuestros cuerpos mojados. Aquel chupar aumentó de ritmo. Alternativamente le lamia los huevos que aún estaban sin pelos. Mientras se la chupaba le metía hasta dos dedos en el ano.

Las exclamaciones aumentaban. -Ohhhh, Ahhh, Ahiiiiiiii.-

Ahora Sam ya estaba a punto. Me levanté volvimos a meternos en la ducha Sam volvió a abrirse de piernas, apoyó las manos en la pared alicatada de la ducha, sacó el culo de forma exagerada. Mi polla apuntaba directamente a tan dulce diana. No sin trabajo traté de metérsela. Pero antes la paseé de arriba a bajo recorriendo su raja. Sam me pedía entre susurros que se la metiera que no me demorara más. Por fin se la enfilé y poco a poco fue entrando mi empalmada polla, hasta rozar mis huevos con sus nalgas. Nos quedamos un rato parados. Lo abracé, nuestras respiraciones se acompasaron. Le besé en la nuca, después bajé la mano y le agarré su suave capullo y comenzamos un ritmo al principio lento. Mientras lo masturbaba aumentaba el ritmo del bombeo. Así estuvimos un rato hasta que Sam me quitó la mano y fue él el que empuño su herramienta. El ritmo ya era frenético. Los dos ya no podíamos contenernos, aquello ya no tenía vuelta atrás. Sam gemía, yo también. Era la gloria.

-Aaaaahhhhhh- Fue un grito a dos voces.

Nos corrimos al unísono derrumbándonos sobre el plato de ducha. Así nos quedamos un rato abrazados.

Poco a poco la respiración se fue normalizando. Nos levantamos y ahora sí nos duchamos, juntos nos enjabonamos el uno al otro. Nos enjuagamos. Nos secamos. Nos vestimos. En nuestras miradas había un mucho de complicidad.

La tarde ya comenzaba a declinar. Había sido una tarde magnifica. Ni Sam ni yo la olvidaríamos fácilmente.

Fue la primera vez, pero ya buscaríamos otra oportunidad antes de que Sam volviera a Escocia.

Así fue, hubo que plantar alguna planta exótica en el jardín y Sam vino ayudarme, era un magnífico jardinero. La verdad es que nos ayudamos mutuamente y poco a poco fuimos descubriendo nuevas sensaciones dentro y fuera del jardín de las que disfrutamos juntos.

Sam ha vuelto a su país pero sus abuelos esperan que vuelva pronto. Yo también