Salvando mi matrimonio
Dos relatos en uno unidos por un hilo común.
"Salvando mi matrimonio" son dos microrrelatos presentados conjuntamente al tener en común la misma circunstancia argumental.
Me rasuro.
Mi marido me ha acusado a veces de no cuidar nuestro matrimonio. Le amo y no le reprocho esa idea, quizá tenga razón. Me ha explicado cien mil veces que el sexo es importante para él, que me esfuerce en complacerlo como él me complace sinceramente en otras cosas. Es así, con él no me falta de nada de lo que deseo, de modo que es justo que yo le complazca, al fin y al cabo no le falta razón cuando dice que tampoco pide tanto.
Una de sus peticiones es que me afeite el coño de vez en cuando para hacer el amor. Nunca lo he hecho y he decido esta tarde hacerlo finalmente para esta noche darle una sorpresa; sin embargo la primera sorpresa me la he llevado yo. Esto de pasarse la maquinilla de afeitar por el chumino es sumamente placentero, tanto que me están dando ganas de masturbarme nada más termine de rasurarlo y limpie la espuma. Hace tanto que no me masturbo Todo, por salvar mi matrimonio.
II.
Hábil con los pies.
Hace un tiempo mi matrimonio anduvo mal y peligró su consistencia. Tuve la ocurrencia de introducir algo nuevo en nuestra relación. Las cenas fuera, las vacaciones, el estar más tiempo juntos no solucionaban las cosas, así que probé con revolucionar un poco los hábitos sexuales, apartado al que nunca habíamos dado el suficiente cuidado.
Mi marido nunca había sido exigente en cuestiones sexuales, pero a los hombres el sexo les gusta en todas sus dimensiones. Acudiendo a manuales de sexología llegué a la conclusión de que raro es el hombre que no se montaría un trío con dos mujeres. Entonces, ni corta ni perezosa el día de nuestro duodécimo aniversario de boda con unos ahorros que tenía decidí pagar los servicios de una prostituta, pero una prostituta de lujo y de origen oriental.
Todo fue maravilloso, hasta a mí me sedujo aquella chica, dejando a mi marido estupefacto cuando la fulana me hizo gozar haciéndome un cunnilingus. Pero el disfrute de mi marido llegó cuando aquella sorprendente mujer lo masturbó utilizando los pies. Yo voy aprendiendo a hacerlo cada vez mejor y llegará el día en que emplee esa técnica casi igual que la prostituta. Todo, por salvar mi matrimonio.