Salvando a su mascota

Tres hombres entran en una casa para robar. Un pequeño perro despierta a su dueña y alerta a los hombres. Ella pagará un alto precio para evitar que sea robado.

Desde que Laura se cambió su piso por aquella casa de dos plantas se sentía mucho más sola. Su marido, viajaba frecuentemente, y tan solo solían estar juntos los fines de semana.

Ese fue el motivo por el que la mujer decidió comprar un pequeño perro de compañía, una mascota, un cachorro de caniche blanco, al que puso como nombre Boby.

Había pasado ya más de un año. El perro llegó a su tamaño de adulto, que apenas superaba los 4 kilos. Laura que no tenía hijos, en parte suplía su ausencia con Boby y pasaban casi todo el tiempo libre que tenía la mujer.

Laura tenía 42 años. Era un mujer atractiva. No demasiado alta, en torno a 1.60, rubia, de media melena, con abundante pecho, bonitas piernas, un cuerpo cuidado. Se la podría definir como una atractiva ama de casa.

El verano estaba llegando a su fin, y eran los últimos días de calor. Laura dormía en el dormitorio de matrimonio, situado en la planta de arriba de la casa. Boby tenía una pequeña cama para perros a los pies de la de su dueña.

Aquella noche, la mujer, acompañada por su mascota se fueron a la habitacion en torno a las once y media de la noche. Se puso un camisón negro de raso y se desprendió del sujetador como hacía antes de irse a dormir.

Dos horas después se oyeron ruidos en la parte baja de la casa. Laura no los escuchó puesto que se encontraba profundamente dormida en esos momentos. Sin embargo, Boby, al notar algo extraño empezó a ladrar de forma sonora.

Los ladridos del perro despertaron a Laura, que se asustó al oír al animal que hacía ademán de salir de la habitación aunque sin atreverse.

 ¿Qué ocurre, Boby?

Laura salió despacio de la habitación y efectivamente oyó ruidos. Avanzó lentamente, pero alguien, desde atrás le tapó la boca y le enseñó una pistola. Al observarle, vio a un hombre con la cabeza tapada por una máscara.

 Vuelve a tu cama, y no te pasará nada.

Asustada se dirigió al catre y con las sábanas se cubrió hasta el pecho, intentado así taparse de la mirada del hombre.

Al instante, dos personas más, también con su cara tapada, aparecieron en la puerta de la habitación.

Uno de ellos parecía el jefe de la banda, que fue quien la habló Por su aspecto, parecía tener unos cuarenta años, mientras que los otros dos aproximadamente unos diez menos.

 Que te hayas despertado ha sido un contratiempo que no esperábamos.

 Por favor¡¡¡ No tengo nada. Hay algo de dinero en el bolso y una caja con algunas joyas en el cajón.

Uno de los jóvenes se dirigió a los dos lugares que había indicado Laura. Abrió su monedero del que sacó unos 100 euros y algunos abalorios de un pequeño joyero que había en el cajón que les había indicado.

El jefe les dijo que se llevarían los televisores, el portátil y las menudencias, según él, que habían obtenido del bolso y del joyero.

El perro comenzó a ladrarles. Los tres hombres rieron. Lo cierto es que el pobre animal no intimidaba lo más mínimo con sus ladridos, aunque si les incomodaba.

Uno de los jóvenes tomó a la mascota de su arnés y lo levantó mostrándoselo a su jefe.

¿Qué hacemos con el chucho, jefe?

No sé, nos lo podemos llevar. Es un perro caro. Tal vez podamos sacar algo por él.

No, por favor. Llevaos lo que queráis, pero dejar a Boby conmigo.

Todos rieron ante la actitud sumisa de Laura que acaba de dar a entender lo que significaba el animal para ella.

¿No quieres que nos lo llevemos? El botín que vamos a sacar aquí no será muy abundante.

Laura se limitó a llorar y a pedir que dejaran a Boby con ella. Sus súplicas abrieron los ojos a los tres delincuentes.

¿Harías cualquier cosa para que no nos llevásemos a tu perrito, verdad?

La mujer asintió con la cabeza. El encapuchado que ejercía el rol de jefe se acercó a ella y retiró la sábana que cubría su cuerpo, quedando recostada en la cama, sólo con su camisón negro de raso, corto, hasta la mitad de sus muslos.

Nos vamos a presentar. Como no podemos decirte nuestros nombres reales, yo seré "Jefe", el que lleva una camiseta negra, pues "El Negro", y el otro, por el mismo motivo, por su chaleco verde, El Militar. ¿Tú cómo te llamas?

Laura. – Respondió temerosa ante las amenazas.

¿Y el caniche?

Boby.

Laura. Vamos a ver hasta dónde eres capaz de llegar por quedarte con tu perrito. Tienes unas tetas grandes. Dime ¿Qué talla de sujetador usas?

La mujer tardó en contestar. Sabía que la pregunta llevaría probablemente el malsano deseo de tener que enseñar sus pechos.

Uso una talla 110.

Vaya, no está mal¡¡¡Bájate los tirantes del camisón y enséñanos esas maravillas, que por lo que podemos apreciar, han de ser enormes.

Pero¡¡¡¡¡¡. Por favor. Soy una mujer casada—Se explicó entre triste y humillada.

Tendrás que elegir entre hacer lo que te pidamos o perder a tu perro. Tú eliges.

Sola, sabiendo que nadie acudiría en su ayuda aceptó complacerlos y sacándose los tirantes del camisón, bajó este por debajo de sus pechos dejándolos al descubierto, ante la mirada lujuriosa de los tres hombres.

Buenas domingas, sí señor.—Dijo el jefe al ver los espléndidos pechos de la mujer.

¿Puedo volver a colocarme el camisón?

Negro, seguía con el perro entre sus brazos. Ahora el animal estaba más tranquilo, incluso parecía que se sentía a gusto con su nuevo compañero.

 No puedes, me gusta contemplarlas, además, tienes unas buenas piernas, ¿verdad? – Afirmó el jefe con complicidad. – ¿Cuantos años tienes, Laura?

 42 – Contestó de mala gana.

 Tu cara aparenta la edad, pero tu cuerpo es de una veinteañera. Enséñanos tus muslos¡¡

La mujer se encontraba recostada en la cama, con su camisón bajado por debajo de los pechos. Sus muslos, estaban cubiertos hasta la mitad.

Temerosa de lo que pudieran hacer a su mascota, subió su camisón llegando hasta el inicio de sus bragas.

 Queremos verlo perfectamente. Sube el camisón por encima de tus caderas. Que te llegue a la cintura. Que se junte con la parte de arriba.

Sabiendo de antemano donde estaba la mente de los hombres hizo lo que le ordenaron, colocando el camisón, hecho un gurruño a la altura de su ombligo para darles una visión de sus muslos.

 Laura. Dime una cosa. ¿Te quitarías las braguitas y nos enseñarías el coño o nos llevamos a tu perrito?

La mujer negó con la cabeza a la vez que comenzaba a sollozar.

 No entiendo la respuesta. ¿Dices que no te vas a quitar las bragas o que no nos llevemos a tu perrito? Tienes que decidir entre una de las dos.

Estaba atrapada en los caprichos del jefe de la banda. Llevó sus manos a la cintura y comenzó a bajar sus bragas, mostrando su sexo, como le habían pedido.

 Tengo mucha curiosidad en saber hasta dónde llegarás por evitar perder a tu Boby. Sin duda, viendo lo bien depilado que tienes tu coñito, se nota que eres una mujer que se cuida.

Laura iba prácticamente depilada del todo. Tan sólo, una pequeña línea de pelo, casi imperceptible partía desde la parte alta de su sexo. Dejó durante unos segundos que la contemplaran para después bajar ligeramente su camisón y taparse.

¿Qué pretendéis de mí? ¿Hasta dónde vais a llegar? Soy una mujer casada. Ya me habéis visto desnuda. Marchaos ya, por favor.

Sólo queremos pasar un rato divertido ya que el botín que nos vamos a llevar no será muy grande. Por eso puedes elegir entre ser complaciente con nosotros o quedarte sin perro.

Por favor. – Dijo sollozando. Boby es muy importante para mí. Le quiero como a alguien muy allegado. Tengo hacia él sentimientos de persona.

¿De persona? – Rió el jefe. ¿Qué tipo de persona? ¿Un hijo, un hermano, un padre…….?

Ahora ya no contestó, quedando la habitación en silencio.

Vamos a seguir jugando. Ahora te tocaremos, pero puedes negarte. No te violaremos, todo será consentido. Dinos si podemos hacerlo.

El llanto se apoderó de Laura, que tiró de las manos hacia atrás dando a entender un ok obligado ante las circunstancias.

Negro dejó a la mascota y se acercó a uno de los lados de la cama. Militar se puso al otro lado. Ambos se tumbaron y tomaron a destajo cada uno de los pechos de Laura.

 Yo le voy a comer el coño. Es precioso. – Dijo el jefe.

Sus pezones y su sexo se mojaban por las lenguas de los tres tipos que abusaban sin piedad de su cuerpo. Sus piernas, su estómago, su cara, también eran víctimas de los obscenos deseos de los hombres.

Por su parte, el perro también se encontraba sobre la cama, observando detenidamente lo que aquellos malnacidos estaban haciendo a su dueña.

Caricias, besos, lametones y todos los tocamientos deshonestos fue lo que sufrió Laura en esos instantes. Lloraba desconsoladamente ahora.

 ¿Habéis visto como la mira el chucho? – Comentó irónicamente el Militar.

 Tengo una idea¡¡ – Añadió el Jefe. – Militar, ¿has traído hoy las esposas que sueles llevar en tu chaleco?

 Siempre las traigo. Aquí las tienes.

 Laura. – Le habló el jefe cogiendo al animal por su arnés, mostrándoselo a ella – Ahora vamos a esposarte y a seguir disfrutando del momento. Pero por favor, ante de atarte las manos a la espalda, quítate el camisón. Total¡¡¡¡¡¡¡ Para lo que tapa.........

Laura sólo quería terminar con aquel calvario. Tenía que hacer lo imposible por evitar que se llevasen a Boby. Era consciente que aunque tuviera chip, nadie se molestaría nunca en buscar y comprobar la titularidad del animal.

Después de varias insistencias, risas, amenazas y humillaciones verbales, la mujer se desprendió del camisón quedando ya totalmente desnuda. Acto seguido con un brazo cubrió sus pechos y con la otra mano tapó su sexo.

Militar se acercó y le pidió que colocase las manos a la espalda. Algo que hizo sin rechistar, esperando ahora ser abusada sexualmente. Pero los asaltantes tenían otras ideas previas a ello.

Jefe, que se había ausentado unos segundos volvió a la habitación. Llevaba en la mano un bote de leche condensada. Sacó un cuchillo, y de un fuerte golpe levantó parte de la tapa.

 Es para Boby............. Echadme una mano.

Los dos chicos se agarraron los antebrazos de la mujer mientras que Jefe vertió una gota del leche sobre el ombligo de Laura. Boby, de forma instantánea comenzó a lamerlo.

 Vamos a ver ahora a ver como haces de mamá del bebé…......digo de Boby.

 Noooooo. ¿Qué vais a hacer? Hijos de puta.........

Echó dos chorros de leche condensada sobre cada uno de los pezones. El perrillo, de inmediato sacó su lengua para intentar rebañar todo.

Laura se intentaba revolver pero los hombres la agarraban fuertemente los pechos para que Boby procediera a lamer toda la leche que allí se encontraba.

Hicieron lo mismo con el otro pecho. Todos los juegos provocaban sonoras risas en los tres hombres y quejidos, lágrimas y súplicas en la mujer.

Ahora tu perrito hará de novio. – Dijo Jefe.

Ahora sus dos compañeros abrieron las piernas de Laura para que pudiera untar su diáfano sexo de leche condensada. Para que el perrillo hiciera más a su gusto el trabajo, pasó el dedo rellenando sobre todo su clítolis y la cavidad vaginal.

Ella se movía y se quejaba. Intentaba zafarse de sus captores pero no podía hacer nada. Hasta intentó hablar con su perro.

Boby, por favor, no lo hagas.

Laura, estás a punto de caramelo. Nunca será más cierta esta expresión.

El animal, ajeno a lo que aquello suponía para su dueña, se limitó a intentar llevarse a la boca la leche condensada, ayudándose de su lengua que se metía en todos los pliegues del sexo de la mujer.

Entre risas de unos y llantos de ella, Jefe abría con sus manos los labios vaginales para que el animal pudiera satisfacerse.

Cuando terminó, ella quedó tumbada. Las piernas cerradas, su cuerpo torsionado hacia un lado y su cara oculta ente las sábanas, boca abajo, llorando en silencio.

Laura, después de este espectáculo tan original con Boby te soltaremos las esposas, no sin antes darte una pequeña ducha y que te encuentres limpita para recibirnos dentro de ti.

La mujer hizo oídos sordos a todo lo que le explicaba el jefe de la banda.

Venga chicos, levantadla y llevadla a la ducha.

Los dos hombres levantaron la tomaron de los brazos y la llevaron a la ducha. Gimoteando, con la cabeza baja para no mirarlos, se dejó llevar hasta el baño que se encontraba dentro de la habitación.

La ducha no era muy grande, pero en un instante, Jefe consiguió quitar las puertas que la cerraban, de tal forma que todos pudieran acceder a ella. Boby les acompañó hasta la puerta pero no pasó. Abrieron el grifo y tomaron el teléfono de la ducha. Cuando Laura notó el agua fría dio una fuerte sacudida. Los tres hombres rieron, y esperaron a que el agua se templase.

Situaron la ducha sobre el cuello de Laura y el aguar cayó sobre todo su cuerpo. Los dos jóvenes echaron jabón en sus manos y comenzaron a frotar los pechos, sobre todo los pezones, intentando quitar la leche y limpiando los restos del resto del cuerpo.

La hicieron separar las piernas y dirigieron el chorro a su sexo. Las manos de los dos hombres frotaban y refregaban sus manos en la entrepierna de la mujer.

Por su parte, ella mantenía ligeramente flexionadas las rodillas, miraba fijamente al techo, llorando abundantemente. Lejos de tener piedad , disfrutaban duchándola y manoseándola.

Cuando terminó la ducha la situaron en el centro del cuarto de baño. Tomaron dos toallas que había colgadas y empezaron a secarla cuidadosamente, sobre todo por los mismos lugares donde se habían esmerado antes cuando la enjabonaban. Le agarraban los pechos para pasar la toalla por sus pezones haciendo que absorbiesen las gotas de agua. Militar se agachó e hizo lo mismo con sus piernas, hasta llegar a su sexo.

Cuando consideró que habían terminado la llevaron de nuevo a la cama donde procedieron a soltarle las esposas.

 Laura, hasta ahora hemos jugado y pasado un rato con un bonito espectáculo por tu parte. Ahora tendremos sexo. Después de todo lo que has hecho para conservar la propiedad de tu mascota, no creo que te importe.

Hundida, Laura se recostó en la cama situándose en posición fetal. Ahora procederían a tener sexo con ella, más explícito que hasta ese momento.

 Tus movimientos me han puesto a mil y puesto que soy el más veterano y el jefe, seré yo el primero.

Jefe se desnudó de cintura para abajo. Los otros dos jóvenes aguantaron pacientemente su turno.

 Entiendo que sigues aceptando el juego y no quieres que nos llevemos a Boby. Si es así, empieza a chupar. .

El hombre apuntaba con su miembro a su cara. Ella se giró ligeramente para que, llevándoselo a su boca, aceptó su peaje. Lo introdujo de forma lenta entre sus labios y comenzó a masajearlo con su lengua.

Jefe se iba excitando poco a poco. Quiso evitar correrse tan pronto por lo que la ordenó parar. Pidió que se colocase sobre la cama, con los brazos hacia atrás y las piernas abiertas. De esa forma comenzó a penetrarla.

Con sus brazos apoyados conseguía mantener su cabeza alta y poder ver el cuerpo desnudo de Laura. La dureza de su miembro permitía que la penetración fuese fácil. Se tomaba su tiempo. Entraba y salía del sexo de la mujer. No pudo evitar empezar a excitarse más, y comenzar a besar sus pechos y meter la lengua dentro de su boca. Algo que no consiguió.

La excitación fue a más y dando unas fuertes embestidas llenó su útero de leche. El hombre relajado, quedó tumbado sobre ella durante unos segundos. Tan sólo, el sonido de la nariz, el hipo por sus lloros, le hicieron reaccionar. Se levantó para dejar paso al siguiente.

Imitando a su jefe, Militar procedió a explicarle lo que iba a hacer con ella y a pedirle permiso para ello, aunque de forma más brusca.

 Laura, tienes dos opciones. Me permites que te de por el culo o nos llevamos al puto chucho.

La mujer sabía que le tocaría tener dos relaciones más esa noche, con los jóvenes del grupo. No llevaba mal que su marido la sodomizase, pero aquello era distinto. No obstante, aceptó sin decir nada, colocándose en la cama, apoyando sus rodillas y las manos en el colchón y ofreciendo su pequeño trasero y dando el ok al acuerdo para salvar a Boby.

Militar se colocó detrás y llevó su miembro a su ano. También, imitando a su jefe, lo hizo de manera lenta y parsimoniosa. Un pequeño grito de incomodidad hizo ver que la sodomización había comenzado.

Los enormes pechos de Laura se movían al ritmo de las embestidas y la penetración de Militar. Le daba azotes en su trasero. Le acariciaba la espalda, o mejor dicho, la sobaba. Con sus manos intentaba llegar y tocar su depilado sexo.

Negro, agradeció que su compañero no se entretuviese demasiado y terminase enseguida. No sabía que hacer con ella, le apetecía todo.

 Quiero que me la chupes, que me lamas los huevos.

 Has de pedirle permiso, como hemos hecho nosotros – Le recriminó el jefe.

 Puta, ¿Me vas a lamer los huevos y hacer todo lo que te pida o prefieres quedarte sin perro?

Una vez más la mujer no hizo comentario alguno y se dirigió hacia el aparato del joven. Sacó su lengua y empezó a lamer su pene y después sus testículos.

El joven notaba que se correría en breve, por lo que decidió mandarla parar.

 Ahora un quiero probar un poco de tu coño

Con desgana, sumisa y despacio se tumbó en la cama y abrió sus piernas. De forma torpe, encontró el conducto e introdujo su miembro. Fueron sólo unas pocas embestidas para que el caprichoso muchacho, temiendo eyacular y terminar su turno, le volvió a ordenar un cambio de posición.

 Voy a correrme en tu bonito culo. Es de los más bonitos que he visto, digno de las mejores modelos.

Laura sabía que todo iba a terminar ya y deseando que fuera pronto se situó al igual que lo había hecho con Militar.

El joven ahora no tuvo consideración, y fue de un fuerte golpe que hizo chillar y llorar más fuerte a la señora. Ahora no se contuvo. Unos fuertes azotes en el culo, unos golpes y antes de soltar su semen sacó el miembro para hacerlo sobre las cachetadas de la mujer.

Ahora lloraba sin consuelo. Jefe le explicó que se llevaría al perro y lo dejaría en la entrada, pero que no saliese de la casa hasta pasados unos cinco minutos.

Ella imploró, no confiando en el hombre que la había ultrajado, pero no tenía otra solución.

Los tres se vistieron, y en compañía de Boby salieron de la casa.

Laura miraba el despertador contando el tiempo para poder salir a buscar a su mascota. Cuando se cumplió el tiempo, vestida con tan solo una bata, abrió la puerta de la casa. Boby estaba allí, esperando a su dueña, moviendo su corto rabo y feliz de volver a entrar en su casa.