Salvando a mi madre
Un adolescente tiene celos de su primo y descubre que su madre es una mujer deseable.
Cuando ocurrió mi madre tenía 40 y yo 14, ella era una mujer usualmente seria y de un humor inconstante; por eso aquel día me sorprendió escucharla reír, estábamos en la casa de mis tíos y quien la hacia comportase así era uno de mis primos, que acababa de salir de la milicia y que a sus 19 años era todo un golfo.
Sorprendido, me acerque despacio y pude ver desde una esquina que ella se encontraba lavando ropa y que él se encontraba muy cerca de ella, no alcanzaba a escuchar de que hablaban pero ella estaba alegre, en un momento cuando ella le dio la espalda y se agacho a recoger una escobilla que se le había caído, note que mi primo le miraba con descaro el culo, que resaltaba por el apretón que se producía en la falda al estar ella en asa posición, fue sólo un instante pero pude distinguir claramente los bordes de su calzón, el alabastro de sus rodillas y sus gruesas y torneadas pantorrillas.
En ese momento ella se levantó, y mi primo, acercándose más le seguía diciendo cosas, y ella se quedo como indecisa. No se que pasó por mi mente pero en ese momento le grite desde donde estaba, a que hora iba a terminaba de lavar porque tenía hambre. Ella, sorprendida y confusa, se volteo a verme y pude percibir que mi primo me miraba con encono, enojado volví a reclamarle a gritos su descuido con el almuerzo y ella, pasando de la sorpresa al enojo me grito a su vez amenazándome con castigarme por mi comportamiento en casa de mis tíos.
Finalmente, tirándome parte de la ropa que se encontraba ya seca, me mandó para nuestra casa pero yo no me moví y ella dándome un empujón salió con el resto de la ropa, yo la seguí sin saber que me había impulsado a actuar así, lo único que sabía era que me sentía sumamente molesto. El almuerzo fue en silencio y ella estaba claramente enojada conmigo, finalmente hacia las seis de la tarde, me mando a que fuera a la casa de mis tíos a decirle a mi primo que viniera a acompañarnos durante la noche, ya que mi padre se encontraba de viajes y había habido muchos robos en los caseríos durante la última semana.
En ese momento mi confusión y rabia creció, pero no atine a decir nada, ella insistió para que saliera a dar el recado y ante mi desobediencia se dispuso a salir para personalmente dirigirse a la casa de mis tíos, ella se encontraba ya cerca de la puerta cuando reaccionando corrí y abrazándola por la espalda simplemente le dije que por favor no fuera, que no quería que mi primo viniera a acompañarnos. Ella simplemente se detuvo, quizás sin comprender que ocurría, mientras yo la abrazaba aún más fuerte, por el temor de que ella se soltara, entonces por primera vez en mi vida mi cuerpo fue tomando conciencia de la cercanía de su calor corporal, de la robustez de sus caderas y de la morbidez de sus brazos, si rostro empezó simplemente a perderse en sus cabellos a enterrarse en ellos, implorando por favor no lo hagas, a la vez que mis manos pasaban de sus hombros, desde donde la había detenido, hacia sus desnudos brazos para terminar posándose encima de sus manos y apretándolas sobre su regazo.
Pasamos así un largo momento, en el que mi cuerpo tomaba cada vez más conciencia de su cercanía y de la redondez de sus formas, ella simplemente no se movía, finalmente mi rostro resbalo de sus cabellos y sin siquiera pensarlo llegue a su cuello, sentí en ese momento que ella se estremeció y asustándome de lo que ocurría aflojé mi abrazo, ella se dio vuelta lentamente y quedamos mirándonos a los ojos, yo avergonzado sólo atiné a decirle que no necesitábamos a nadie y que yo sólo podía proteger la casa.
Ella aparentemente confundida por la situación sólo atinó a preguntarme porque le había gritado y a recriminarme lo avergonzada que la había dejado frente a su sobrino. La mención de mi primo, volvió a traerme a la memoria las imágenes de la postura agachada en que se había encontrado mi madre y eso sumado a la tibieza de su aliento cercano me produjo una reacción parecida a la tumefacción con que a veces me mi miembro viril me despertaba por las mañanas. Sin pensarlo siquiera, simplemente le dije que yo era suficientemente hombre para cuidarla y que no necesitaba buscar a nadie.
Ella, a pesar de que ya había soltado mi abrazo continuaba aún muy cerca de mí y estaba claramente sorprendida, lo que yo aproveche para tomarla de la mano y conducirla a la sala, donde le pedí perdón por mi comportamiento en la casa de mis tíos, prometiéndole que en adelante nunca más lo haría. Ella me dijo que me perdonaba y que confiaba en que yo era suficientemente fuerte para cuidarla.
Así las cosas volvieron aparentemente a la tranquilidad y ella se dedico a ordenar las cosas en la cocina, en tanto yo pasaba revista a todos y cada uno de los momentos que habían transcurrido durante mi abrazo. Que en el momento inicial de mi abrazo, por la fuerza de mi impulso y por la sorpresa con que ella se detuvo, sentí claramente que una de mis rodillas se introdujo entre sus piernas, abriéndose paso entre sus apretados muslos, sintiéndolos calidos y duros. Que durante el forcejeo inicial sus nalgas claramente cachetearon mis ingles aún inertes, la larga tibia e inquietante desnudez de sus brazos mientras mis manos se deslizaban por ellos, la calidez y suavidad que presentaba la piel de su cuello y el breve atisbo que tuve del nacimiento de sus senos, la urgencia dura de mi sexo con el recuerdo de su imagen agachada y el brillo nacarado de sus rodillas y el breve retazo de sus pantorrillas que hacían imaginar unos muslos gruesos y rudos.
Mientras recordaba esto seguía escuchando los ruidos de su trabajo en la cocina y sin pensarlo siquiera, en un momento determinado me encontraba en la puerta, observando que de espaldas ella se afanaba lavando y acomodando los trastes de la cocina. Recordé la mirada libidinosa de mi primo y empecé a mirarla fijamente. Su pequeña estatura se veía compensada por la armonía de sus formas, sus espaldas eran algo anchas lo que de alguna manera me hizo pensar en que sus senos deberían ser necesariamente grandes, su pelo largo terminaba a media espalda y se movía levemente con sus movimientos, la cintura, aunque un poco gruesa se apreciaba claramente debido a la rotundidad de sus caderas que efectivamente caí en la cuenta, eran anchas, llevaba una falda azul con cierre detrás que le cubría por debajo de las rodillas y que permitía observar sus firmes pantorrillas y la elasticidad de su piel, no alcanzaba a notar bordes completos de su calzón salvo en determinados momentos en que al agacharse sobre el lavadero ella acentuaba el escorzo de su cadera.
Ahora sentía que la rabia que había sentido era en realidad celos, había tenido celos de mi primo de la manera como la miraba, de la forma como ella había reído con él, entonces pensé que de yo haberlos sorprendido y de haber venido esa noche, posiblemente él hubiera intentado abordarla, porque mi madre sin ser bella era una mujer deseable, la mujer que todo adolescente desearía tener entre sus brazos, no para enamorarse de ella, sino para gozarla, y empecé a imaginar que le hubiera podido hacer mi primo (Continuará).
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