Salvando a mi madre 5

El meneo continuaba y los gestos de calentura, en el rostro de su madre aumentaban. Los ojos, totalmente abiertos, miraban con desesperación al vacío, los entreabiertos labios formaban un pequeño y fruncido círculo

SALVANDO A MI MADRE (V)

(Continúan las aventuras juveniles de mi madre, para una mejor comprensión del contexto revisar relatos anteriores, a mis amables lectores pido disculpas por la muy larga demora y su comprensión por las fallas que encuentren)

Pancho, sonriendo, seguro de que seguiría sus instrucciones, observó con lascivia el ingreso de Rita a la casa. Ya en la soledad de su dormitorio, la adolescente repasaba las indicaciones para ese fin de semana: Vigilar el comportamiento de sus padres en la privacidad de su cuarto.

Esa noche, a través de la puerta entreabierta del dormitorio, se afanó en escuchar y atisbar a sus padres, pero estos simplemente durmieron. Al día siguiente no bien su padre salió de casa y apenas escuchó correr el agua de la ducha que tomaba su madre, cruzó el dormitorio, para quitar el seguro de la puerta que daba al balcón, contiguo al suyo, y así conseguir un mejor lugar para su observación nocturna.

Cuando salía, a través de la puerta entrecerrada del baño, vio el desnudo cuerpo de su progenitora. A los cuarenta y seis años su madre presentaba una rotunda e impactante figura. Sorprendida por tales atributos, normalmente ocultos por la holgada y sobria ropa materna, pensó que a pesar de todo, las prendas no habían evitado que Pancho percibiera lo que ellas ocultaban.

Torneadas pantorrillas, que se marcaban nítidamente con cada cambio de posición, daban paso a firmes y grandes muslos, que rotundos exhibían pocas estrías en el nacimiento de un generoso trasero que era enjabonado cuidadosamente; mientras que unos sorprendentes pechos, bastante más voluminosos que los de Rita, oscilaban dejando distinguir pezones gruesos y oscuros.

La cintura un tanto gruesa, mostraba algunos rollos, que no disminuían la rotundidad y el esplendor que mostraba la figura materna. La angostura de la espalda hacía resaltar, los imponentes globos lácteos y el altanero tamaño de las ancas que se bamboleaban con firmeza.

Sin quererlo, pensó en el gozo que debía obtener su padre al poseer a su madre, y comprendió la calentura de Pancho por gozar de las delicias que el cuerpo de su progenitora mostraba. Sin embargo le costó imaginarse cómo sería el comportamiento de su madre, usualmente callada y seria, durante los momentos íntimos con su padre y mucho menos, se pudo imaginar como respondería al próximo asalto que el chofer intentaría. Con tales pensamientos abandonó el dormitorio y esperó ansiosamente a que la noche llegará.

Con la casa ya en silencio y desde una cómoda posición en el balcón, observó que sus padres se preparaban a acostarse. Mientras su padre se cambiaba en el baño, su madre, sin quitarse un calzón blanco de algodón que iba de la cintura hasta los muslos, liberó sus pechos del vasto sostén que los contenía, poniéndose rápidamente un holgado y largo camisón, cubriéndose bajo las sabanas, al poco rato, con un pijama corto su padre, apagando la luz de la habitación de la habitación, también se acostó.

Durante unos minutos no escuchó nada y pensó que al igual que la noche anterior sería una espera inútil. Sin embargo, su vista ya acostumbrada a la oscuridad, percibió que su padre, empujando uno de los hombros maternos hacía que su madre, dócil y rápidamente, se pusiera de costado, dándole la espalda, quedando ambos, con la cara vuelta hacia el balcón, desde donde eran ansiosamente observados.

Por el movimiento de las sabanas intuyó que su padre, había recogido el camisón y deslizado el calzón que cubría el sólido culo materno y que mientras una de sus manos recorría las rotundas piernas, la otra se entretenía magreando las inmensas tetas. Su madre se dejaba hacer: Entornaba los ojos con una naciente expresión de lujuria en su rostro, mientras acomodaba sus caderas entre las de su marido y mordía sus labios con desesperación.

Entonces el cuerpo de su padre se apretó más al de su madre, empezando un meneo que iba creciendo. La está ensartando, pensó Rita, sin poder evitar una oleada de morbosidad. El meneo continuaba y los gestos de calentura, en el rostro de su madre aumentaban. Los ojos, totalmente abiertos, miraban con desesperación al vacío, los entreabiertos labios formaban un pequeño y fruncido círculo, por donde deberían empezar a escapar incontables gemidos de placer, que sin embargo, para sorpresa de Rita, no se producían, mientras que ella con sólo observar la escena, empezaba a ser asaltada por una creciente y angustiante arrechura.

Imaginó que de ser ella, la que estuviera en lugar de su madre, gozando, como evidentemente lo hacía por las embestidas varoniles que cubrían sus caderas, de seguro gritaría y gemiría con toda su brama, como lo había hecho ante las caricias expertas del chofer. Excitada y sin dejar de observar a sus padres, introdujo una mano bajo su calzón, empezando a sobar con desesperación los labios de su calenturienta y ya mojada rajita. Un gozó creciente la invadía y desquiciaba, su rostro, al igual que el de su madre, delataba el ansia de sexo que sin clemencia la invadía.

Formaban un extraño reflejo una de otra. La hija, entregada a su propio placer, enardecida por lo que veía e imaginaba, se contenía mordiéndose los labios, a fin de permanecer inadvertida, mientras se tocaba afanosamente, buscando alcanzar los deleitantes espasmos que sabía no tardarían en llevarla a la gloria. Por el contrario, el rostro ansioso de la madre, sin dejar de traslucir el gozó que sentía, mostraba también contención por no abandonarse a él, a no dejarse llevar por el indudable ardor que la embargaba, por refrenar gemidos o exclamaciones, que delatarán los dulces ardores que la poseían.

Rita, aturdida por el placer que con su mano se auto infringía, sentía la picazón del deseo florecer en todo su cuerpo, el endurecimiento de los gruesos botones de sus pechos aumentando su sensibilidad, le trasmitían oleadas de gozo nacidas del simple hecho de rozarse con la tela de su pijama, mientras los vellos de todo su cuerpo erizados delataban el ansia de caricias que su piel reclamaba. Totalmente abandonada a su propia satisfacción, prestaba atención a sus padres, ya no para cumplir con Pancho, sino para satisfacer su propia arrechura.

La desconcertaba y enojaba que su madre no abandonara la compostura que la caracterizaba, y que su padre no la tomara más duramente, deseaba que arrojando las sabanas, sus cuerpos desnudos se revolcaran apretados sobre la amplia cama.

Anhelaba ver como su madre era penetrada por la herramienta paterna, quería escucharla gritar desesperada, denunciando y reclamando placer, mientras su padre sin dejar de mantenerla firmemente ensartada, mordiera y apretujara las ubres el culo o las piernas maternas.

Sin embargo nada de ello ocurría, su madre desconcertantemente se contenía y únicamente las fugaces pero constantes expresiones de impudicia que surcaban su rostro, oculto a la mirada de su marido, delataban el vendaval de placer y deseos que la embargaban y el evidente reclamo de su cuerpo por acrecentarlos.

La madre gozaba en silencio, con angustia, avergonzada de las sensaciones que la poseían, en tensión por la lucha entre la lujuria que la agobiaba y la voluntad de no evidenciarla. Por el contrario la creciente lascivia de Rita, encontraba desfogo en la introducción descontrolada de sus dedos, en su húmeda hendidura, así como en el magreo desesperado de sus erguidos pezones.

Contrariando la arrechura que mostraban sus gestos, el cuerpo de su madre se mantenía casi inmóvil, sacudido únicamente por las embestidas cada vez más rápidas de su marido, limitándose a tratar de que las acometidas recibidas no separaran sus caderas de las de su esposo. Pero aún este único gesto, de su rotunda anatomía, era realizado con cuidado, sin convertirse en algo más que un esfuerzo por facilitar las iniciativas de su acompañante, sin asumir un ritmo propio y sin buscar acomodarse a la obtención de un mayor placer que proviniera de su propio ánimo.

En un determinado momento, las sabanas se corrieron dejando al descubierto los senos maternos, al mismo tiempo que su madre parecía rendirse a las sensaciones que la enervaban: oscilando levemente la cabeza, con los ojos entrecerrados y apretando sus labios con fuerza, oprimió la mano que tocaba sus pechos, con el evidente afán de que su marido aumentara sus caricias, lo que sin embargo pareció ser entendido de otra manera, ya que abandonando su presa, la mano se dirigió más bien a sujetar el borde de la amplia cadera.

Evidentemente contrariada por lo ocurrido, sus ojos evidenciaron gran consternación y una difícilmente contenida desesperación. Muy imperceptiblemente para no delatarse, inició la tarea de acariciarse a sí misma, al principio y muy tímidamente fue recorriendo la superficie de sus anhelantes ubres, para finalmente, con el rostro totalmente crispado por el esfuerzo de no delatarse, concentrarse en la evidente turgencia de sus tiesos pezones.

Con los ojos agrandados por el evidente incremento de su placer, con los labios entreabiertos a punto de gritar su calentura y aumentando la fricción sobre sus duros botones, la mueca de su madre delató el increíble celo que empezaba a desbordarla. Rita a punto de alcanzar la propia cima de su clímax, intuyó que su progenitora no aguantaría más y daría rienda suelta a sus instintos, y con ese pensamiento empezó a estremecerse sin control, rebalsada por las oleadas de un largo orgasmo, cerró los ojos y gozó de su culminación, esperando en vano la brama de su madre, escuchó más bien una serie de gruñidos ahogados del padre, que como ella intuyó, acompañaban la expulsión del liquido masculino.

Abriendo los ojos captó que su madre, ante la inmovilidad paterna, suspendía las caricias que se prodigaba a si misma, al mismo tiempo que un evidente gesto de deseo insatisfecho emergía en su rostro.

Comprendiendo la situación que pasaba su madre, recordando experiencias anteriores de inconformidad y desesperación ante la falta de culminación de sus propios apetitos carnales, Rita esperó a que su padre, al igual que había hecho el chofer con ella, reanudará su accionar, satisfaciendo la evidente lubricidad que aún embargaba al cuerpo materno, pero no fue así, antes más bien su padre se dio media vuelta, dándole la espalda al macizo cuerpo que lo había acogido y al poco tiempo roncaba con satisfacción.

Su madre con expresión de inconformidad, y desilusión, se mantuvo despierta un poco más de tiempo, abandonada quien sabe a que pensamientos, para finalmente también dormirse. Desde ese momento no sucedió nada más en la habitación. Rita evidentemente extrañada por el comportamiento de su padres, y sintiendo lastima por la situación de su madre, se retiró de su punto de observación, pensando cuan diferente había sido su propia experiencia esa noche, anhelando el próximo encuentro con el chofer, se sorprendió pensando que le gustaría ver que desatará la calentura de su madre.

Al regreso del colegio y mientras Pancho conducía hacia un lugar a salvo de curiosos, Rita iba describiendo vividamente los detalles de lo que había observado en el dormitorio paterno, sin comentar lo que ella misma había hecho y sentido. Se complacía en el evidente interés y regocijo, que reflejaba el rostro de su amante, especialmente cuando describió la rotundidad del cuerpo materno y su comportamiento al tocarse ella misma los pechos.

Ingresando a un edificio que servía de estacionamiento, Pancho buscó el piso más vacío y el lugar más cubierto y se pasó hacia la parte trasera, donde Rita enardecida por su propio relato apretujaba sus muslos uno contra otro. No bien estuvo a su lado, sin decir palabra alguna el chofer la sentó frente a sí, entre sus piernas, cuidando que la falda quedara levantada, le hizo sentir la dureza que había provocado, el relato de lo ocurrido en el dormitorio de sus padres.

Sintiéndose trasladada al paraíso, Rita se acurrucó sobre el varonil pecho, a la vez que percibía el calor que emanaba del prominente aparato sobre el cual habían depositado sus fastuosas nalgas, sintiendo, orgullosa, que la dureza y las palpitaciones de la verga aumentaban, como rindiéndoles tributo.

Amo de la situación, Pancho se limitaba a acariciar sus cabellos y su cuello mientras le pedía repetir detalles de su relato, sobre todo lo referido a las expresiones de lujuria insatisfecha de su madre y de su esfuerzo por no demostrar y entregarse a su propia excitación.

ENTONCES TU MAMITA GOZABA

. SI PAPI ESTABA CALIENTE. ¿COMÓ TÚ MI NIÑA? SI PERO ERA COMO SI NO QUISIERA DEMOSTRALO.

PERO TU MAMITA SE QUEDÓ CON GANITAS.

SI ELLA QUERÍA SEGUIR, PERO MI PADRE NO LE HIZO CASO.

Respondía al interrogatorio contenta, sintiendo que con cada respuesta aumentaba su propio ardor y que el chofer se enardecía y multiplicaba las atenciones a su cuerpo. Entre la bruma del placer que la envolvía, empezó a comprender que ella podía pasar a manejar la situación y conseguir al fin, que el duro rollo masculino que sentía entre sus piernas invadiera al fin su intimidad. Sin dejar de menear el culo, mirando los ojos del chofer, desabotonó su blusa y bajando el sostén, liberó sus dos soberbios globos de carne, a la vez que describía, con el mayor detalle posible, la mayor magnificencia de los pechos de su progenitora: su pesado bamboleo en la ducha, el color y el tamaño de los pezones, y sobre todo la manera como su madre se los había auto restregado mientras su rostro se congestionaba por el placer de ser penetrada.

Asombrado e incitado por las imágenes que se le describían, el chofer se lanzó sobre las juveniles y grandes tetas, con dedicación y maña, las lamía, chupaba y acariciaba de un lado al otro. Sobaba con la palma de sus manos los empitonados pezones que parecían reventar, para luego chuparlos tirando de ellos. Su mente calenturienta pasaba de recrearse de la suavidad y el bamboleo de las dulces esferas que apretujaba, a imaginar anhelante lo que sería perderse entre los más grandes pechos de la madre.

Rita, cerraba los ojos y se dejaba hacer, con deleite empezaba a soltar gemidos de placer reclamando más atención. AGGHH, OHHH, SIGUE PAPI, AGGHHH, QUE BUENO, RICOOOO, MASSS, MAS, AUHHH. Enardecida por la atención que sus palabras provocaban sobre sus ubres, Rita continuaba relatando las escenas vistas, agregando incluso detalles de su propia imaginación. La frenética boca del chofer respondía, recorriendo sin descanso la totalidad de los mullidos senos, que se mostraban brillantes y enrojecidos, mientras sus manos se multiplicaban, amasando, estrujando, explorando los duros glúteos que se apretaban contra su ingle.

Te gustara, te gustaraaaa muchooo Papiii! Que me gustará reinita. EL CULO, EL CULO DE MI MADREEE! Estimulado por lo que escuchaba, Pancho aumentó la intensidad de sus magreos sobre el trasero, mientras ansiosamente lo levantaba a fin de liberarlo de la molesta bombacha, que una vez retirada dejó a su merced toda la intimidad de la muchacha.

Ansiosa por volver a sentir la dureza del mástil del que se había alejado, Rita se dejó caer, pero el chofer aprisionaba sus cachas desnudas, abrazándolas, mientras su boca continuaba agasajando sus pechos. Desesperada bajo la mano, buscando cuando menos palpar la dureza masculina, sobó con desesperación ansiosa la solidez palpitante del miembro, para proceder a liberarlo de su encierro. Bajando el cierre del pantalón, metió la mano debajo de la ropa interior, embriagándose al sentir desnuda, la caliente y mojada reciedumbre. ASUUUUUUU, exhaló mientras liberaba al gigante de su encierro, provocando un gruñido orgulloso del chofer.

Una de sus manitas dedicó toda su atención al tronco, recorriéndolo y palpándolo, una y otra vez, sintiendo toda su potente y gruesa longitud, deteniéndose especialmente en la suave y a la vez poderosa cabeza que respondía a sus mimos, cubriéndose continuamente de un pegajoso liquido, a la vez que se ponía más caliente. Su otra mano sostenía uno de sus senos, para facilitar que su pezón fuera succionado por los ávidos labios del chofer. Mientras luchaba inútilmente para vencer la resistencia de los brazos que la aprisionaban y bajar su cuerpo hacia el anhelado y palpitante instrumento que tenía debajo.

Segura de lo que debía hacer para lograr su cometido, empezó a susurrar al oído de su amante nuevas imágenes de provocación: “Mi madre es muy carnuda, sus nalgas son grandes y blancas, cuando se agachó en el baño se veían inmensas” Pancho agradablemente sorprendido por lo que escuchaba y cada vez más entregado a su propio placer, apretaba entre sus brazos el mullido culo colegial, prendido de las juveniles ubres, cerraba los ojos y se imaginaba acariciando a la madre, a la vez que recordaba la infinidad de veces que a pesar de la amplias y largas faldas con que eran cubiertas, había alcanzado a vislumbrar las desnudas pantorrillas e intuido las pesadas y rotundas nalgas que debían sostener.

Recordaba sobre todo la vez, en que ayudando a cargar unas bolsas, iba detrás de la señora, mientras subían las escaleras, gozó con el tremendo espectáculo brindado por la tenue y amplia oscilación de la tela del vestido, que permitía adivinar unas grupas poderosas, con cada escalón la tela se agitaba y pegaba levemente, marcando muy brevemente el perfil de los jamones debajo de ella, absorto en su observación recibió un regalo inesperado, la luz de una ventana trasparentó momentánea y muy ligeramente, la falda, pero fue suficiente para que pudiera apreciar el contorno de una voluminosas nalgas y la plenitud de los muslos portentosas, imagen que durante largo tiempo le sirvió para aliviarse con agrado.

Movido por el deseo y las imágenes que revivía, sin soltar su presa, una de sus manos empezó a acariciar, acompasadamente toda la intimidad femenina, desde el cerrado ojete hasta el botoncito del clítoris, provocando el desquiciamiento del juvenil cuerpo. Cachonda perdida Rita continuó con su provocación:

Agarra el culo a mi madreeee, muérdelo, apriétalo, ella quiere eso, le gustará muchoooo, AAHHHH PAPIIII (exclamo Rita cuando la mano acarició su clitorís)

Sí mi bebita lo agarraré como el tuyo, le haré de todo, ¿Pero como sabes que le gustará?

Mi padre la agarraba de costado, le apretaba las caderas y le sobaba las nalgas, mientras ella las sacaba para atrás, cerrando los ojos y mordiéndose los labios, la pobrecita se pegaba y acurrucaba como una niñita, quería más y mássssss”

“Princesa estás segura” “Si le gustó, le gustó ser tomada así desde atrás” “¿Papi la tomaras tú desde detrás, le agarraras su culote mientras la penetras y la haces gritar?”

La escabrosa escena descrita por la niña, las ansias de rendir a la madre y las caricias constantes que recibía su pinga, terminaron por hacerle perder la cabeza a Pancho, cuyo celo desbocado solo pensaba en saciarse.

Adivinando el estado al que había llevado al chofer, sin dejar de susurrar encendidas palabras sobre el cuerpo y el comportamiento materno, sintió al fin que su cuerpo resbalaba entre el brazo de su amante y se dispuso a sentir al fin la gloria. Poco a poco fue sintiendo la hombría acomodarse entre sus piernas, sus muslos recibían y apretaban aquel increíble palo de grosor palpitante, que empujado hacia abajo por la grupa desnuda que lo oprimía, se extendió horizontalmente hasta quedar aprisionado entre el canal de los anhelantes glúteos.

Sintiendo la dura barreta entre sus piernas, Rita empezó un meneo constante, acariciando con sus muslos, sus labios vaginales y su propio orto, toda su longitud del tallo portentoso, mojándolo con él sudor y los jugos que exhalaba su ardiente panocha. Orgullosa, sintió que el chofer la apretaba sobre sí y empezaba a acompañar sus meneos. De manera instintiva, se empezó a levantar, poco a poco, buscando un mejor acomodo y para su deleite el chofer la ayudó, levantando con sus manos su trasero, quedó de esa forma acuclillada, y moviéndose de atrás hacia delante, consiguió que el glande del viril falo, recorriera su ojete y entreabriera sus cerrados labios vaginales, estremeciéndose cada vez que rozaba su congestionada pepita de amor. Movía con dedicación su culo y su chuchita, agasajando con deleite al miembro que reclamaba para sí.

El chofer, que no tenía pensado cacharla todavía, para seguir utilizando su calentura a favor de la caída materna, empezó a tratar de evitar la penetración, pero ella hábilmente y dejando de lado los susurros exclamó con ansia: MI MAMÁ QUIERE UN HOMBRE QUE LA HAGA GRITARRR. ELLA QUIERE QUE SE LA CACHEN BIEN, ELLA SE QUEDA CON GANASSSS.

Olvidándose de sus intenciones y dejándose arrastrar por lo escuchado, Pancho respondió ¿ESTÁS SEGURA BEBITA, SEGURO QUE QUIERE GOZAR? SIIIIIII PAPITO, Respondió Rita, al tiempo que bajando sus piernas buscaba acomodar la punta del falo entre sus labios vaginales. ELLA NO QUIERE MOSTRARLO, SE CONTIENE, PERO AL FINAL SE APRETABA SUS PEZONES MORDIENDOSE LOS LABIOS. Extasiado y estimulado por las caricias que recibía su aparato, el chofer se dejó llevar ¿SE APRETABA SUS PECHOS, ELLA MISMA? SIII, ASÍ COMO YOOOO PAPITOOOOO.

Diciendo esto último, Rita empezó a ilustrar su relato jaloneando sus salientes y duros pezones mientras apretaba sus labios con verdadera lascivia. Esto provocó que se detuvieran los intentos de evitar la penetración y al fin pudo colocar su anhelante raja sobre la punta del glande, dedicándose a rozarla con hambre, su chuchita, totalmente remojada quería comerse totalmente aquella pieza, y poco a poco, los virginales labios vaginales empezaron a envolver con suavidad y calentura, la cabeza del aparato. Cerrando los ojos se apretó a su amante, volviendo a susurrar. ¿Te la comerás papito? ¿Le abrirás la cuquita con tu pinga? ¿La apretaras calata como yo? ¿Le harás sentir tu pingasaaaaaaa?

Las palabras y el dulce recibimiento de su glande por la húmeda cavidad del cuerpo que tenía entre sus brazos, enardecieron totalmente al chofer, que sin pensar en nada más que calmar sus ardores y con la imagen de la matrona que pronto asaltaría, empujo hacia arriba sus caderas a la vez que llevaba fuertemente hacía abajo las voluptuosas caderas que aprisionaba.

AGHHHHHHHHHHH, OOOHHH, ARGGHFFHHH, PAPITOOOOO, MIAAAAAAA. Gritó Rita abrazándose a su amante, al recibir la embestida del espolón. La esperada penetración, la enloqueció se sentía plena, invadida, desgarrada, por el grueso falo que se abría paso entre sus carnes.

Dejándose caer, quiso aumentar la introducción, pero a pesar de la fuerte lubricación, sentía que el miembro viril se atoraba y que entre el placer aparecía el dolor. Asustada intento levantarse, pero su amante la mantenía aprisionada de las caderas, DUELE PAPI; ASÏ NO, POR FAVOOR. ABRETE MAMITA, TE VOY A ROMPERRRR, ESO QUERÍAS AGUANTA YA FALTA POCO, ASI LA VOY A ATORAR A TU MAMÁ, CON ESTA TRANCA LA VOY A HACER GRITAR.

En medio del dolor y de las lagrimas que empezaban a invadirla, la imagen de su madre entre las piernas del chofer, con los glúteos al aire, mientras era ensartada por la pinga que ahora estaba en ella, la excito y abriéndose de piernas intentó sentir menos dolor, pero eso aceleró la invasión y al fin la tranca logró abatir el duro himen que frenaba su avance, introduciéndose de golpe y completamente. Hasta los huevos, pensó Rita, mientras exhalaba un profundo gemido AAHHHHHHHHHHHHH Totalmente ensartada por los 32 cm del grueso tallo, empezó a sentir el chofer acariciaba su congestionada pepita y el dolor daba paso nuevamente al placer. Sentía su vagina ya plenamente llena, el garrote que la había hecho sufrir, ahora la hacía sentirse satisfecha. Se había comido todo el motivo de sus ardores e instintivamente recordando el meneo de sus padres empezó a hacer lo mismo, ayudada por el chofer.

MIOOO, ES MIOOOOO, GRANDEEEEE, GRANDEEEEEE, DAMEEEE MASSSSSS, HAZME LLEGARRRRRR, SOY TUYAAAAAAAA, TUYAAAAAA.

La sensación era sorprendentemente diferente a todo lo que hasta entonces había sentido, toda la satisfacción que había conseguido al ser acariciada por los dedos del chofer o por los suyos propios, no era nada, comparada con la Que obtenía al sentirse poseída por el grueso miembro de un macho. ASI DAMELO, PAPI, DAME MI PALO, NO SEAS MALO HAZME LLEGARRR. NO QUIERO QUEDARME COMO MI MAMÁ. ROMPEMEEEEEEE, DAME TODOOOOOOO.

Totalmente entregada a su placer, seguía incitando a su amante, que tornaba más duras sus estocadas y que desesperado ya no sólo chupaba los portentosos senos sino que empezó a mordisquearlos. Mientras sentía que su pinga, arropada por la estrecha abertura empezaba a alcanzar la cima de su congestión.

Rita intuyó lo que iba a pasar y apresuro más sus movimientos, instintivamente contrajo sus músculos vaginales para sostener y dar más placer al cetro que la acometía. Sintiendo que a pesar de su dedicación, su amante amainaba su meneo, como si quisiera abandonar el acto, exclamó desesperadamente su apetencia de macho: NO SEAS COMO MI PADRE, HAZME LLEGARRRRR!!!! NO SEAS MALOOOOOOO, HARE LO QUE QUIERASSSSS, PERO HAZME FELIZZZZ. Eso acabo por derrumbar el poco razonamiento del chofer que reanudo el ritmo y aumento la furia de su penetración. Entregados sin reserva a sus mutuas ansias de obtener la satisfacción, apresuraban su copula, besándose, apretándose, mordiéndose, acariciándose con deleite, olvidándose de ningún cuidado y del sitio donde se encontraban, hambrientos del cuerpo del otro, encerrados cada quien en sus propias sensaciones, tratando de acrecentarlas sin descanso.

Ella concentrada en entregarse a los increíbles efectos que el vaivén del falo producía, mientras rememoraba las escenas del silencioso sexo de sus padres. El sintiendo la húmeda estrechez que congestionaba y daba placer a su miembro, imaginando que poseía a la suculenta madre. A punto de alcanzar el clímax, tornaron sus gemidos en exclamaciones:

MALO TU PAPÁ, DEJA CALIENTE A TU MADRE. SIIIIII ES MALOOO, MUY MALOOOO

NO SEAS COMO ÉL, ROMPEME MÁS, POR FAVOR, LO QUIERO, DAMEEEE, YA NO ME AGUANTO MASSSS, PAPIIII, DAME MÁS FUERTEEE

LO QUIERES MAMITA.

SIIIIII LO QUIEROOO, DUROOO Y CALIENTE, NO SEAS MALOO, ¿MALO CÓMO TU PADRE? , SIIIII NO LE DA A MI MADRE LO QUE QUIERE.

¿QUIERO HACER GRITAR A TU MADRE, HACERLA FELIZ? SI HAZLA GRITAR COMO YO, ELLA QUIERE GRITAR, PERO NO LA DEJAN, ROMPELA TAMBIEN, HAZLA GRITAR, DALE PAPIIII, DALE, HAZLOOOOO.

SI MI PEQUEÑA LA TOCARÉ, LE CHUPARÉ LAS TETAS Y LE METERÉ PINGA, HASTA QUE SE VUELVA LOCA Y ME PIDA QUE SE LA META POR ESE INMENSO CULO QUE SE MANEJA Y QUE TU PADRE NO SABE ATENDER.

Con esa última imagen, el culazo de la madre ensartada por su mástil, pidiendo placer a gritos, el chofer empezó a temblar a la vez que jadeando soltaba su leche. La tibieza de los chorros que recibía su vagina y que tornaba más agradable el roce con sus entrañas, y la imagen de su madre atorada por esa misma pinga, fue demasiado para Rita que jadeando y gimiendo sin control, alcanzó un largo y delicioso orgasmo que la llevo a pensar que se moría, mientras gritaba RICOOOOOOOOOOOOOOOO.

¿Continuará?