Salvando a la abuela

Una mujer desesperada que hay que salvar...

SALVANDO A LA ABUELA

Un día de tantos en aquella vida loca que llevaba por los veinte años, en que mi vida era un desastre. Por los amigos, la escuela, todo lo que yo hacía en contra sobretodo de mi mismo. Mi vida iba a un lugar muy peligroso, tal vez, mirándolo hora, con los ojos de ahora y de todo lo que sucedió para zafar de aquel estigma que guiaba mis días.

La cuestión es que un día de aquellos mi madre me llama y me habla firmemente.

__¡Mira hijo, voy a hablarte con franqueza, quiero que escuches…tu abuela…está pasando un momento bastante malo…tu sabes que mi padre ha muerto hace unos meses y la abuela no logra recuperarse…está muy bajoneada y sola…sobretodo sola…quiero…no mejor, necesito que vayas con ella…quiero que la acompañes, estés con ella, a ver si se reanima, yo en cuanto pueda iré al pueblo, sé que es un lugar demasiado tranquilo para ti, pero bueno, créeme que te hará bien y de paso ayudaras a la abuela…!__ así que de un día a otro hice mis maletas y allá marché al pueblo a vivir con mi abuela.

Cuando llegué a la casa del pueblo, ella me esperaba, apenas entré por la puerta su sonrisa, en una gran bocaza apareció brillando en el cielo y abrazándome un rato, acarició mis cabellos y así estuvo un momento oliendo mi cuerpo. Debo confesar que me estremecí.

__¡Estas hecho un hombrecito!__ exclamó fuertemente ella como hablaba siempre que nos veía.

Debo confesar que no la vi para nada como mi madre me había contado. No estaba triste o no lo parecía. Pero pensé que era tal vez por mi llegada, que estaba actuando, que se yo.

Los días pasaban y mi abuela me atendía a cuerpo de rey. Siempre atenta y cariñosa.

__¿Que quieres comer hoy mi angelito?__ preguntaba y me acariciaba las mejillas.

__¡Lo que tú quieras abuelita!!__ decía yo, porque en realidad comía cualquier cosa, aunque ella cocinaba muy rico.

Fue por aquellos días en que vi realmente a mi abuela. Quiero decir, como mujer. Era muy bella. Elegante, exquisita. Siempre olía bien y fresca, parecía que siempre estaba recién salida de la ducha.

Un día de esos fui hasta el almacén de don Pedro. Estaba en la esquina de lo de mi abuela.

__¿Y cómo anda esa mujerona?__pregunto el gallego medio bruto

__¿Mi abuela?__ me hice el inocente

__¡Si, es muy linda esa mujer y esta solita!!

__¡Bueno solita solita no…estoy yo…!__ dije un poco celoso

__¡Pero me refiero a que no tiene un hombre en su cama, tu entiendes verdad!__ dijo en tono intimo aquel bruto. Me marche medio ofuscado, pero a la vez el hombre aquel me había dado una señal de alerta.

Abuela andaba de aquí para allá como mariposa. Vital. Inclusive se veía más joven. Como que hubiese tomado algún elixir. La vi de muy buenas formas. Con un culo importante y vistoso. Las tetas eran de un tamaño prominente. O sea la abuela tenía curvas importantes. Un cuello delicado y agradable con unas pocas arrugas que le daban un toque interesante y sabroso. Me gustaba cada vez más y ella se sentía muy cómoda conmigo.

Alguna tarde la espié mientras se bañaba, debo confesarlo, lo que vi era una mujer desnuda, fresca, hermosa y depilada por completo. Que de paso acarició sus tetas y se hizo una paja urgente y muy caliente que hizo que mi verga se pusiera como barra de metal y mas que enloquecidamente tuve que masturbarme de manera salvaje.

Una  mañana me había quedado dormido un poco más de la cuenta. Ella había entrado a la habitación y me miraba sentada en el borde de la cama , mientras yo  al principio no sabía si era un sueño o era la realidad. Ella sonreía y yo no me daba cuenta que estaba desnudo y con la verga como fierro.

__¡Buen día dormilón!¿Has soñado algo bonito y caliente?__ preguntó sugestivamente alterada.

__¿Qué dices abu?

__¡Digo por tu compañerito!__ intente cubrirme sonrojado pero tan caliente

__¡Oh no…es tan bello…me gusta verlo…se nota tan duro…¿Puedo tocarlo?

__¡Abuela!¿Te parece?

__¿Que no te gustaría?__ yo balbuceé pero notaba que mi pija se engrosaba y cobraba más vida a cada palabra de aquella mujer que era mi caliente abuela. Sus dedos rozaron mi caño.

__¡Ohhh esta duro de verdad….oh es hermoso tu vergón, eres todo un hombre!!__ tragaba saliva la abuela mientras hablaba y agarraba el garrote fuertemente. Sus ojos largaban chispas y sus manos eran tan calientes como mi propia dureza. Estaba a su merced y la verdad es que me encantaba.

__¡Mira que he estado con hombres…pero tú eres tan sabroso, tan lindo y tu sexo es tan maravillosos y joven…oh dejame disfrutarlo!__ recitaba ella roncamente caliente. La mano de la abuela me pajeaba y yo gemí muy afiebrado.

__¡Ohhh abuela estoy tan caliente!__ gemía y gruñía y me aferraba a las sábanas y las estrujaba entregado por completo a las fantasías y ganas de aquella mujer que se suponía debía estar deprimida y llorando en una cama.

Bueno en una cama estaba pero sobre su nieto y sobre la verga de este. Mi madre no tenía idea de lo que había provocado.

Con uno de sus dedos acariciaba mis bolas, en ese entonces tenía poco vello, bastante raleado, y  por el ojo de  mi pija ya salían varias gotas pegajosas lo que hacía que la mujer se enardeciera un poco más.

__¡Sabes que cariño!

__¡Ahhh, qué abuelita!!!

__¡Me gustaría afeitarte…quitarte todos los pelitos!

__¡Lo que quieras abuela, ahhh, voy a acabar en cualquier momento!!

__¡No, no aguanta, espera!!__ dicho esto dejo mi bicho saltando y babeando y se retiro unos minutos para volver con espuma y una maquinita de afeitar, unas tollas secas y otras  húmedas.

Dejo las cosas en el borde de la cama. Y antes de hacer nada, se quito el vestido mirándome a los ojos y quedó en ropa interior. Un corpiño de color crema y un tanguita que marcaba los labios de su vagina que imagine húmeda y exquisita. Se acercó a mí. Y lentamente ,me paso una toalla húmeda mojando la zona. Mi verga se había semi desinflado, pero al contacto de sus manos y la toalla buscaba levantar. Roció la espuma. Y con paciencia y cuidado fue quitando mis vellos, mientras yo gemía como un chancho y me mordía aguantando para no acabarle en la cara allí mismo.

De vez en cuando ella le daba unos lengüetazos como jugando a mi verga erecta y elástica. Pasaba la lengua por mis bolas gordas y ricas.

__¡Ahhh abuelita…no te abuses, ohhh, que rica eres!!__ gemía yo y ella en tanto pasaba un poco la afeitadora dejándome sin vellos, reluciente, y acto seguido le daba unas chupadas y unos besitos a mi poronga enloquecida y excitada.

Al fin terminó su labor dejando brillosa y limpia mi verga y mis bolas, parecía más grande

__¿Te gusta como quedó?__ preguntó abuela

__¡¡Si claro mujer, ahhh, me encanta!!__ gemía yo en tanto ella mamaba ya mi verga con furia y se metía las bolas de a una en su gigantesca boca calenturienta y hambrienta por demás.

Era una mamada exuberante de una forma hambrienta y frugal. Despiadada. Sus manos acariciaban mi garrote babeante y lleno de saliva . Ella fue dejando mi arma y con sus labios fue besando mi vientre, llegando a mis tetillas erectas y duritas, a mi cuello, mientras con sus manos iba masajeando mi poronga, hasta llegar a mi boca y allí nos fundimos en un beso interminable, nuestras lenguas se chocaron de manera salvaje y urgente.

El deseo, la fantasía que carcomía mi alma desde hacía días se convertía en realidad. Pronto aquella mujer, que era mi abuela, bajo nuevamente por mi cuerpo y con sus tremendas tetas atrapó mi vara y la envolvió masturbándola rítmicamente.

__¿Te gusta lo que te hace abuelita hijito?__ preguntaba la putona mujer

__¡Ohhh sigue abuelita, me gusta mucho, ahhh!__ ella le daba fuerzas a sus pechos grandes apretando en medio a mi pija que estaba dispuesta a largar la leche, aunque ella parecía tener todo bajo control y cuando y parecía el inminente final dejaba mi estaca, y me volvía a buscar la boca para comernos a besos profundos y húmedos.

Condujo mis manos y mis dedos hacia su conchita húmeda, de labios hinchados y protuberantes, totalmente depilada y sensual, caliente. Yo metí mis dedos y ella vibraba rogando que no pararse. Tenía un orgasmo tras otro, era una calentona desquiciada.

Lleve mi boca y chupe su vagina abierta, metí mi lengua de forma definitiva, sorbiendo sus jugos que salían en cantidades increíbles y luego ella se montó en mi.

Cabalgó fuertemente, mordiendo mis labios y pellizcando mis pezones a morir. Cuando la llene de leche creí que me moría. Tal placer no lo había sentido nunca hasta aquel encuentro con mi querida abuelita, tan puta, y lujuriosa.

Desde ese día supe que había salvado a la abuela de la soledad, del hastío que le producía el estar en aquel lugar.

Todos los días cogimos a partir de aquella vez. Ella me enseño todo lo que pude aprender en materia sexual. No tenía el no en sus respuestas.

Mi madre nunca supo la verdad de porque la abuela estaba tan vital y alegre. Es más dijo que nunca recordaba a su madre con tal vitalidad y juventud encima.

Yo me fui y volví. Siempre volví y me quedaba largas temporadas con mi abuela en la que disfrutábamos de nuestros cuerpos a rabiar.-