Salvación
La historia de Dante.
Salvación
Mi nombre es Dante, me pusieron ese nombre en honor a mi fallecido abuelo materno. Mi madre nació en un precioso pueblo Italiano y su nombre era Carina, yo sentía adoración por ella. A mi padre le quería, pero nuestra relación era más fría y lejana, él estaba más interesado en su trabajo. Mama tenía una enfermedad en el corazón irreversible, podía operarse, sin embargo, tenía muchas posibilidades de no salir viva de la operación.
Ella decidió no operarse para pasar el tiempo que le quedara al lado de su familia, cuando me entere de su enfermedad fue un palo muy gordo para mí y saber que un día no volvería a ver a mi madre me entristecía muchísimo, por eso pasaba el mayor tiempo posible al lado de mi madre. Yo salía con Irene, nos conocíamos desde que éramos unos críos y hacía un año que empezamos a salir. Fue un gran apoyo cuando a mama le diagnosticaron la enfermedad, me hundí y de no ser por Irene, seguiría en ese oscuro pozo.
Este fin de semana era el cumpleaños de mi madre, ella quería ir a ver una película que se estrenaba en el cine, de esas románticas. Se supone que tendría que haber ido con mi padre, pero este como siempre estaba demasiado ocupado. Mi madre se puso muy triste, yo llamé a Irene para cancelar nuestra cita. Esperaba que no se enfadara, últimamente nos veíamos poco por culpa de mi trabajo. Irene se lo tomo bien, demasiado bien diría yo. Eso me dio que pensar, pero enseguida se me paso cuando vi una sonrisa de alegría en el rostro de mi madre.
Cuando llegamos al cine, fuimos a comprar las entradas y como era día de estreno se habían agotado. La cara de tristeza de mi madre me partió el corazón, eso que intentaba disimularlo poniendo buena cara. Yo la abracé y le expresé que en cuanto llegáramos a casa compraría las entradas por Internet para el día siguiente, eso animo a mi madre. Pasamos por una heladería y se le antojó un helado, era mediados de enero y hacia un frió que pelaba, sin embargo, allí estaba mi madre comiéndose un helado la mar de feliz.
Cuando llegamos a casa había luz, me pareció raro porque papa nos dijo que esteraría en su despacho de la empresa hasta la hora de cenar. Lo primero que pensé es que habían entrado a robar, me acerque con mucho sigilo hasta la puerta de la entrada y me cercione que la cerradura no estaba forzada y después me cercione que todas las ventanas estaban intactas y cerradas. Todo esto me empezó a dar muy mala espina y tenía la sensación de que el día no acabaría bien.
Entramos con mucho cuidado de no hacer ruido, una vez dentro empezamos a escuchar los típicos ruidos de dos personas cuando están follando. Toda mi sangre ardió al suponer que mi padre le estaba siendo infiel a mi madre, sin embargo, la realidad supero a la ficción. Abrí la puerta del dormitorio de mis padres de una patada, para descubrir que la mujer con la que mi padre estaba engañando a mi madre no era otra que Irene. Ver a Irene me cortocircuito el cerebro durante unos instantes.
Irene se intentaba tapar y mi padre intentaba hablar, sin embargo, decidió callarse. Que excusa podía decir que sirviera para explicar lo que estaba ocurriendo en esa habitación, de repente vi como un cuerpo caía redondo al suelo. Era mi madre, le costaba mucho respirar y se sujetaba el pecho con fuerza. Cogí mi móvil y llame a una ambulancia, mientras lo hacía mire a mi padre y mi ya exnovia con mucho rencor. Al llegar la ambulancia mi padre quería ir con ella en la ambulancia, yo le corté.
• Yo iré con mama en la ambulancia, ¡tú ya has hecho suficiente!
Mi padre no discutió, agacho la cabeza y vio como la ambulancia arrancaba hacia el hospital. Cuando llegamos se llevaron a mi madre a hacer unas pruebas y yo me quede en una sala de espera, mi padre e Irene no tardaron en llegar. Mi padre me miraba con cierto temor, Irene no lo comprendía y le pregunto a mi padre.
• Parece que tienes miedo a tu hijo – dijo Irene.
• Y con razón - dije yo.
• ¿Por qué? – pregunto Irene.
• Recuerdas que cada vez que me preguntabas por mi trabajo, yo te decía que no podía hablar de él.
• Sí.
• Pues era porque aquí mi padre, me convirtió en una máquina de guerra perfecta, fui su conejillo de indias en una nueva división que había creado dentro del ejército.
• ¿Eres un asesino? – pregunto una asustada Irene.
• No, en esta división hay escudos y lanzas, yo soy un escudo, eso no significa que sea letal cuando tenga que serlo.
Mi padre me mando callar, según él estaba hablando demasiado. Yo era un escudo como le había dicho a Irene, mi trabajo consistía en proteger a las personas y eliminar cualquier peligro que pudiera atentar contra sus vidas. El adiestramiento al que fui sometido fue tan duro que estuve a punto de morir en más de una ocasión, cuando termine mi adiestramiento era capaz de enfrentarme a cualquier situación y salir bien parado.
Mientras pensaba en aquellos días entro una doctora preguntando por la familia de mi madre, nos levantamos todos y nos dispusimos a escuchar lo que nos tenía que decir. El diagnóstico no pudo ser más devastador, la impresión sufrida había ejercido tanta presión en su corazón que lo había deteriorado hasta el límite. Según nos dijo la doctora, mi madre no viviría más de dos días, cuando esta se fue y nos dejó solos en la sala de estar mire a mi padre y le dije.
• Corre y no mires para atrás, escóndete bien porque en cuanto esparza las cenizas de mama te encontraré y te mataré – con lágrimas en los ojos.
Mi padre estaba aterrorizado, cogió su chaqueta y quiso llevarse a Irene, pero esta se soltó de su brazo. Irene seguía quieta como una estatua, mi padre como buen cobarde no espero más y salió corriendo, yo me quede mirando a Irene y está temblando me pregunto.
• ¿Vas a matarme? – temblando y comenzando a llorar.
• No, no te are ningún daño, puedes estar tranquila.
• ¿Seguro? - pregunto Irene muy nerviosa.
• Seguro.
• Lo siento Dante – dijo Irene.
• Yo también, has matado el amor que sentía por ti, ya no siento nada ni amor, ni rencor, ni odio.
Irene se marchó y yo me quede en esa sala de espera, mi madre estaba en cuidados intensivos y no podría verla hasta el día siguiente. A la mañana siguiente me despertó una enfermera me había dormido en uno de los incómodos asientos de la sala de estar. Me comunico que a mi madre le habían pasado a planta y me indico el número de la habitación, al entrar mi madre estaba muy pálida. Parecía que estaba tranquila, seria por los sedantes, me senté en una de las sillas que había y cogí su mano con fuerza. Necesitaba transmitirle que no estaba sola que yo estaría con ella hasta el final.
Mi madre despertó el tiempo justo para poder despedirse, poniendo su mano sobre mi mejilla. Me pidió que fuera fuerte y perdonara a mi padre, que me quería mucho y que siempre velaría por mí. Después su respiración se fue apagando hasta que su corazón se detuvo para siempre, yo me quede petrificado, me venían a la mente las imágenes del día anterior. A mi madre comiéndose un helado con una cara de eterna felicidad, luego bese su frente y apoyando mi cabeza en su pecho me desgarre por dentro.
Llore como nunca había llorado en mi vida, llore hasta que mis lágrimas se secaron. Deje todo preparado, la incineración y el funeral. Llame a la familia de mi madre, no los había vuelto a ver desde que era pequeño. Escuchar el llanto de mi tía fue desgarrador, me dijeron que vendría ella al funeral en representación de la familia, al día siguiente fui a buscarla al aeropuerto. Cuando la vi era igual que mi madre, parecía como si mi madre se hubiera reencarnado. Nos abrazamos y no pude evitar ponerme a llorar, ella aguantó un poco más que yo.
La última voluntad de mi madre siempre fue que echáramos sus cenizas en un lago que quedaba cerca de la casa donde vivía su familia en Italia. Mi tía me acompaño durante todo el tiempo que mi medre estuvo en el tanatorio, en un momento dado apareció mi padre acompañado de Irene. Nos saludó desde la distancia, pero pude notar que entre mi padre y mi tía había mucha tensión.
• ¿Tía Alessia, porque esa mirada que te ha echado mi padre?
• Tu madre pertenecía a la familia Santoro, en el pasado fue la familia más poderosa Nápoles, ahora somos una familia con una empresa familiar que intenta sacarla hacia delante, tu padre nos sigue considerando mafiosos.
• ¿Y lo sois?
• No, tu abuelo se encargó de redimir nuestro apellido y desde entonces somos honrados y tenemos los típicos problemas como las familias normales.
Creí a mi tía, en mi adiestramiento me enseñaron a detectar la mentira y mi tía no mentía, me acerqué a donde estaban mi padre e Irene, no tenía por qué ser descortés.
• ¿Has venido a cumplir tu promesa hijo?
• Te dije que no te haría nada hasta que esparciera las cenizas de mama, todavía está en cuerpo presente.
Mi padre me miro preocupado, pero respiro tranquilo, yo miré a Irene y le pedí que saliera fuera conmigo. Irene se puso nerviosa, yo suavicé mi gesto y le dije.
• ¿Me sigues teniendo miedo Irene?
• Sí.
• Ya te dije que no te haría ningún daño.
Irene se relajó un poco y entonces le hice la pregunta.
• Porque, engañarme con mi propio padre, ¿te hice algo para que me odiaras tanto?
• No me hiciste nada Dante, la primera noche que me invitaste a cenar para conocer a tus padres, me quede prendada de él.
• ¿Cómo?
• Era la versión adulta de ti, en ese momento me di cuenta de que te quería, sin embargo, no te amaba.
• ¿Y por qué no decirme nada?
• Claro, como podía decirte que me había enamorado de tu padre como una tonta.
• Te voy a dar un consejo Irene, si mi padre engaño a mi madre, podría hacértelo a ti.
Yo me dispuse a entrar, Irene se quedó afuera por un rato, lo que le dije la dejo pensativa. Irene se había enamorado de la persona equivocada, para que odiarla si ella misma terminaría sufriendo el dolor de la traición en sus propias carnes. Cuando entre mi padre y tía Alessia estaban discutiendo, me metí entre los dos y les dije que ya era suficiente, mire a mi padre y le dije que a mi madre ya le había faltado el respecto suficiente.
• ¡Hijo la familia de tu madre no es de fiar!
• Aquí el único que ha demostrado que no es de fiar has sido tú, además sabes que sé defenderme bien solito, tú te encargaste de eso.
El funeral pasó y tía Alessia y yo montamos en un avión rumbo a Nápoles, nunca había estado en Italia y quería conocerla. El pueblo donde nació mi madre estaba a las afueras de Nápoles cerca del monte Vesubio, cuando llegamos ya estaba anocheciendo. Llegamos a su casa y allí me estaban esperando mi tío y mi prima a la que no conocía, se llamaba Bianca. Me cayó muy bien, tenía una actitud muy amable y me hizo sentir querido en esa casa desde el principio, mi tío me dio el pésame y me dijo que me sintiera como en mi propia casa.
Mis tíos aparte de la empresa familiar tenían una cafetería, a la mañana siguiente antes de ir a esparcir las cenizas de mama fui a tomar el desayuno allí, cuando me desperté con los primeros rayos del sol. Mire por la ventana, se veía una visión preciosa del Vesubio. Parecía mentira que estuviera frente al volcán más peligroso del mundo, me duche y me dirigí a la cafetería. Cuando entre una chica joven me dio los buenos días con una sonrisa, yo le pedí un café con leche bien cargado. La chica empezó a preparármelo, entonces entraron unos individuos con malas pintas. La chica cambió de semblante a uno mitad miedo y preocupación, entonces vi como uno de ellos se acercaba a ella y le decía.
• Esta cafetería es de la familia Santoro y tiene que pagar lo débiles que se han vuelto, ya sabes los que me tienes que dar.
• No te pienso dar nada, la señora Santoro no me ha dado indicaciones en ese sentido.
La pobre chica estaba aterrada, pero demostró una entereza encomiable y decidí ayudarla.
• Que tal si salís de la cafetería antes de que alguien salga herido – dije de forma calmada.
• A ti quien te ha dado vela en este entierro, si no te callas acabaras mal – mientras movía un cuchillo delante de mi rostro.
No le dio tiempo de acabar la frase, agarre su muñeca con fuerza con un brazo y con el otro le estampe la cabeza contra la barra de la cafetería fracturándole la nariz, el maromo lagrimeaba por el dolor que le producía su nariz rota. Los demás se pusieron en guardia, entonces entro en la cafetería la mujer más hermosa que jamás hubiera visto. Sería más o menos de mi edad unos veintiocho años, pelo rojo como el fuego ojos de un verde realmente hermoso y con una cara de cabreo que asustaba.
Miro a todos lados, me miro a mí, después miro a los hombres del maromo que mantenía incrustado contra la barra. Ella me miro y me dijo que lo soltara que esos indeseables ya se iban, posteriormente vino hacia mí. Seguía con la misma cara de mala leche, por suerte la fue relajando.
• ¿Gracias por ayudar a mi hermana, como te llamas? – pregunto la chica pelirroja.
• Dante García Santoro.
• ¿Tienes algo que ver con la familia Santoro? – pregunto la chica pelirroja
• Si Alessia Santoro es mi tía, mi madre se llamaba Carina Santoro.
• Llamaba – pregunto.
• Mi madre falleció hace poco.
• Lo siento – dijo ella.
• No me has dicho tu nombre.
• Si lo siento, mi nombre es Antonella Fiore y ella es mi hermana Chirara.
La hermana movió su mano en forma de saludo detrás de la barra mientras sonreía, nos sentamos los dos a tomar un café, el mío se había quedado frió y Chiara me saco otro. Antonella me contó que esos hombres pertenecían a la familia Fiore, la intención de su familia era hacerse con todo el poder de la familia Santoro.
• ¿Me puedes explicar que hace un miembro de la familia Fiore trabajando en una cafetería de la familia que quieren destruir? – pregunte totalmente intrigado.
Antonella me contó que Chiara no estaba de acuerdo con la manera de actuar de su familia, la declararon una traidora y la echaron de la familia, ella quería mucho a su hermana pequeña y la siguió para protegerla. Como no tenían nada, empezaron a vivir en la calle y robar. En una ocasión las pillaron y tía Alessia les dio trabajo en la cafetería y les cedió la casa que estaba encima de la cafetería para que vivieran.
Antonella me ponía muy nervioso, era incapaz de sostenerle la mirada sin ponerme rojo como un tomate, eso a ella le hizo mucha gracia. Al poco rato aparecieron mis tíos entraron en la cafetería preocupados y mi prima Bianca se abrazó a Chiara llorando, entre estas dos tenían una relación y mi prima se llevó un susto enorme. Chiara le contó lo que había pasado y Bianca se acercó a mí abrazándome llorando, dándome las gracias.
• Gracias, primo, por defender a mi novia – decía una emocionada Bianca.
• No hay de que prima.
Me fijé que mucho de los clientes de la cafetería no veían con buenos ojos esa relación, que les importaba a ellos si Bianca y Chiara eran lesbianas, lo importante era que ellas fueran felices y velaría para que eso seguiría siendo así. Tía Alessia y tío Carlo me miraban preocupados, no entendían como podía estar tan tranquilo después de lo pasado. Si ellos supieran por las situaciones mucho más peligrosas que pase en el pasado se asustarían.
• Estás bien sobrino – dijo tía Alessia.
• Si tía, no te preocupes.
• Estás seguro – me pregunto tío Carlo
Me quite la sudadera y me saque la camiseta, todos pudieron ver las cicatrices que adornaban mi pecho y espalda. Con eso les dejé claro que lo de esta mañana había sido una minucia, Antonella no podía evitar mirar mis cicatrices. Esta vez era ella la que no podía evitar desviar la mirada, tía Alessia llevaba las cenizas de mama. Ya había llegado el momento de cumplir su deseo y esparcir las cenizas en el lago, Antonella y Chiara nos preguntaron si podían venir con nosotros, yo les dije que por mi bien. Llego la policía para que prestáramos declaración y una vez terminados los trámites fuimos al lago.
Yo me di cuenta de que lo de la policía no fue más que un formalismo y estos no harían nada. Llegamos al lago y era un sitio muy hermoso, el día estaba gris y aun y todo no afeaba el paisaje. Cogí la urna y me dirigí hacia el agua, no pude evitar llorar mientras las cenizas de mi madre se iban posando en el agua, entonces note como alguien me cogía la mano. Al mirar vi que era Antonella, el calor y cariño que irradiaban sus ojos me envolvió. Desde que mi madre murió volví a sentirme bien por primera vez, decidí quedarme en Italia con mi familia, la Familia Fiore no se quedaría quieta y necesitarían de mi ayuda. Algo me decía que Antonella era una mujer de armas tomar, algo que me gustaba en una mujer era que tuviera mucho carácter.
Durante las siguientes semanas quede con Antonella todos los fines de semana, en el último la invite a cenar en un buen restaurante que me habían recomendado mis tíos, el dinero no era problema. En mi anterior trabajo me toco proteger a políticos y dictadores forrados de dinero, a más de uno me dieron ganas de dejarlo morir. Estos pagaban verdaderas fortunas porque alguien les mantuviera con vida a toda costa, esa noche Bianca saldría con Chiara y les dejaríamos la casa libre para ellas, tía Alessia y tío Carlo decidieron ir al cine.
La cena fue fantástica y después nos fuimos a tomar una copa a un local de moda, a Antonella le encantaba bailar, a mí no se me daba nada bien. Creo que le destroce los pies en más de una ocasión, cada vez nos acercábamos más al bailar y paso lo que tenía que pasar, nos besamos. Antonella me cogió del brazo y salimos del local mientras nos besábamos, estábamos tan absortos el uno con el otro que no nos dimos cuenta de que nos estaban vigilando. Antonella y yo terminamos en su casa, según entramos se desabrochó el vestido que llevaba, no llevaba ropa interior. Eso hizo que mi polla despertara, yo también me desnude. Antonella se acercó y después de darme un beso en mis labios, empezó a descender pasando su lengua por todas mis cicatrices, eso me hacía cosquillas y me daba placer a la vez. Cuando llego a mi polla y se la metió en la boca, tuve que agarrarme al respaldo del sillón. Nunca había sentido tanto placer en mi vida, tuve que pararla para no correrme en ese instante. Antonella se sentó en el sillón con las piernas abiertas, su sexo estaba brillante por la humedad. Metí mi lengua y empecé a jugar con su clítoris, Antonella tenía mi cabeza entre sus manos y me la apretaba contra su coñito.
Antonella no pudo contenerse y termino corriéndose, su respiración era agitada, pero su mirada destilaba felicidad. Cuando se recuperó me sentó en el sofá y se empezó a meter mi polla en su coñito, creo que ese fue el instante en el que me di cuenta de que me había enamorado hasta el tuétano de esa mujer. Hicimos el amor de forma pausada y acompasada, mi polla entraba y salía de su encharcado coñito. Nuestras miradas se entrelazaron y acto seguido nos besamos hasta que llegamos a un intenso orgasmo, de no haber sujetado a Antonella se habría caído hacia atrás. Después nos tumbamos en el sofá a descansar.
Al rato sonó mi móvil, al contestar me di cuenta de que era tía Alessia.
• ¿Qué ocurre tía? – pregunte
• Bianca y Chira no están en casa y la puerta ha sido forzada – dijo mi tía.
Antonella me miro al ver mi cara de preocupación, le dije a mi tía que enseguida llegaríamos a casa.
• ¿Qué ocurre Dante? – pregunto Antonella.
• Tu hermana y Bianca han desaparecido, la puerta ha sido forzada.
• Eso es cosa de mi familia – dijo una furiosa Antonella.
• ¿Crees que les harían daño? – pregunte
• Son capaces si, mi hermana es una traidora para ellos y tu prima es una Santoro.
Cuando llegamos a casa la policía estaba haciendo preguntas a mis tíos, estos miraron con odio a Antonella, esta me dijo que la policía no haría nada, la mayoría estaba en nómina de su familia. Yo tenía la llave para encontrarlas, pero me era imposible pedir ayuda a esa persona. Antonella se dio cuenta de que estaba absorto y me pregunto, yo la mire y le dije.
• Hay alguien que podría encontrarlas, sin embargo, ahora mismo lo odio con toda mi alma.
• ¿Quién es?- pregunto Antonella.
• ¡Mi padre!
• Dante, en algún momento tendrás que personar a tu padre, ya has perdido a tu madre y ella no querría que sentirás ese rencor hacia tu padre – dijo tía Alessia.
Tenían razón, debía dejar mi orgullo y resentimiento a un lado, la vida de Bianca y Chiara dependía de ello, cogí el móvil y llamé a mi padre.
• ¿Ya ha llegado mi hora hijo? – pregunto mi padre.
• Déjate de chorradas, necesito tu ayuda.
• Mi ayuda para que, ¿si se puede saber?
• Han secuestrado a Bianca y a su novia Chiara.
• Bianca, ¿mi sobrina?
• Si, ¡nos vas a ayudar o no!
• Claro que os ayudaré, se lo debo a tu madre – dijo mi padre.
Escuchar esa frase de la boca de mi padre me cabreo, me dieron ganas de estrangularlo en cuanto lo viera. Me dijo que en unas horas estaría en Nápoles, esa era la ventaja de poder disponer de los aviones del ejército. Como dijo se presentó en casa de mis tíos a las pocas horas, por primera vez no vi desconfianza en los ojos de mi padre, sino preocupación.
• Seguro que las tienen en alguna de las propiedades de esa familia, sabéis cuáles son - dijo mi padre.
• Sí, dijo Antonella.
Mi padre sacó una especie de maletín, desde él podía controlar un satélite y con este rastrearía todas las direcciones que Antonella le había dado. En una de ellas se veían huellas térmicas de varias personas, las habíamos encontrado. Me dispuse a vestirme para ir a por ellas, Antonella me dijo que no podría hacerlo solo y que me acompañaría.
Yo la miré y le dije que eligiera las armas que quisiera, me estaba poniendo el chaleco antibalas. Cogí mi katana, mi arco y flechas, kunais y shurikens. Antonella me dijo que porque un arco y flechas, yo le conteste que mataban igual y hacían menos ruido. Además, que yo tenía un ángel de la guarda que velaba por mí, nos montamos en el coche y nos dirigimos hacia esa fábrica abandonada. Por el camino no hablamos nada, los dos íbamos preocupados, entonces le dije.
• Antonella tú abres camino mientras yo las protejo.
• ¿Las proteges? – pregunto Antonella.
• Soy un escudo humano, mi cometido es proteger a una persona aunque me cueste la vida, utilizando los medios necesarios.
• Muy bien yo abriré camino – dijo Antonella.
Cuando llegamos, había hombres apostados en puntos estratégicos, no había muchos, pero sería muy difícil que no nos vieran. Entonces me coloqué un pinganillo y dije.
• Papa, todo tuyos.
Antonella y yo vimos como iban cayendo uno detrás de otro, cuando todos los vigilantes cayeron, nosotros nos movimos con sigilo y entramos por una de las ventanas. Nos pusimos detrás de una columna, las chicas estaban sentadas en mitad de una gran sala atadas a las sillas. Yo me moví hacia la izquierda y Antonella hacia la derecha, yo cogí a uno de los hombres del cuello por detrás y le apreté hasta que perdió el conocimiento. Antonella hizo lo propio con el otro, solo quedaban sus dos hermanos que apuntaban cada uno a una de las chicas. Yo me acerqué a Antonella y le dije si estaba segura, al fin y al cabo eran sus hermanos.
• Han hecho daño a Chiara y a Bianca, ellos han dejado de ser mis hermanos.
Salimos de nuestro escondite y nos pusimos delante de ellos, los hermanos de Antonella estaban muy nerviosos. Cualquier movimiento en falso y las chicas podían morir, yo le hice una serie de señales a mi padre para que abatiera a los dos hermanos de Antonella sin matarlos.
Mi padre era tan buen tirador, que los abatió a los dos en un instante. Yo me dirigí a desatar a las chicas, mientras Antonella se acercaba a sus hermanos con un arma en la mano. Chiara le gritaba que no lo hiciera, Antonella estaba a punto de apretar el gatillo cuando le detuve.
• Antonella no merece la pena – le dije.
• Y me lo dices tú, que quiere matar a su padre.
• Ya no lo quiero matar, eso destrozaría mi vida y destruiría todo lo bueno que tengo en mi vida.
• ¿Cómo? – pregunto Antonella.
• Si lo matara, sé que los remordimientos acabarían conmigo y con nuestra relación, mi padre tendrá que vivir con lo que hizo el resto de su vida.
Antonella tiró su arma y uno de sus hermanos le llamo débil, le callé la boca de una patada que le hizo perder el conocimiento. El otro hermano prefirió quedarse quietecito y más importante calladito.
La policía no pudo hacer la vista gorda y casi toda la familia Fiore fue detenida, los únicos que se libraron fueron los padres de Antonella y Chiara y porque fueron ellos lo que llamaron a la policía. Fueron conscientes que sus hijos habían ido demasiado lejos, las asperezas entre la familia Fiore y Santoro se fueron limando y llegaron a la conclusión de que era más provechoso hacer negocios que intentar destruirse.
Yo me quede en Italia con Antonella y me matricule en la facultad de Arquitectura, ese siempre había sido mi sueño y estaba en el país idóneo para cursarla. Antonella terminó trabajando en la cafetería con su hermana y con el tiempo se la compraron a mis tíos, pensé que no me recuperaría de la muerte de mi madre, pero gracias a mi nueva familia miro al futuro con optimismo y soy muy feliz
EPILOGO
Ya han pasado cinco años y me encontraba en el lago con mi recién adquirida licenciatura en forma de diploma para enseñárselo a mi madre, Antonella sujetaba su mano con la mía y en ellas se podían ver sendos anillos. Hacía unos meses que nos habíamos casado y tenía otra noticia que darle a mi madre, Antonella estaba embarazada.
Chiara y Bianca, formalizaron su relación y se fueron a vivir juntas, ya no se escondían de nadie para demostrarse su amor y les importaba poco o nada lo que pensara la gente, ellas eran felices y eso es lo que importaba.
Tía Alessia se había quedado embarazada a los cuarenta y cinco años, tanto mi tía como mi tío estaban felices pero también preocupados por la criatura y por la salud de mi tía. Yo tenía un pálpito de que todo saldría bien, la familia seguía creciendo y eso nos hacía felices a todos.
Mi padre e Irene empezaron una relación por la insistencia de esta última, mi padre aunque no lo exteriorizaba se sentía culpable por la muerte de mi madre y eso condiciono la relación. Un año después recibí una llamada de una destrozada Irene diciéndome que mi padre se había suicidado, dejo una carta donde expresaba que no había podido superar el dolor que había causado a las dos personas que más había querido en su vida.
Irene necesitó ayuda sicológica, la muerte de mi padre la destrozo profundamente. Antonella y yo intentamos ayudarla, pero poco a poco se fue encerrando en sí misma hasta que se convirtió en un vegetal. Me entristeció profundamente que tanto papa como Irene terminaran como terminaron, sin embargo, cada uno toma sus decisiones y tiene que vivir con ellas.
Al final decidí perdonar y expulsar ese rencor que me estaba consumiendo por dentro y esa fue mi salvación, ahora me encuentro sentado al lado de la cama de hospital donde Antonella tiene a nuestra hija en brazos y yo no puedo dejar de llorar de felicidad.
FIN.