Saltándome el guión

Lo habían planificado bien, pero yo tenia mis propias ideas.

Era la típica fiesta en la que no conoces ni a Dios. Yo estaba algo colgado después de haberme quedado sin novia y estaba empezando a volver a encauzar mi vida social. Pero era complicado, habían estado varios años emparejado y el mundo de la noche y del folleteo habían avanzado sin mi.

Así que aquella noche un buen amigo decidió introducirme en su red social. Al principio de la noche todo había ido medianamente bien, estaba con mi amigo y este me estaba presentando gente, poniendo mayor énfasis en las pocas solteras que había. Yo estaba ilusionado ya que estaba deseando echar un polvo con una mujer, y esto mi amigo no lo sabía, o un hombre.

Pero, ya fuera porque yo no tenía el día o porque estaba demasiado oxidado socialmente, cuando me di cuenta, estaba solo en una esquina. Y eso, como podéis entender, era bastante frustrante. Me jodía perder la oportunidad, yo siempre fui de los de aguantar por la noche hasta el final, porque nunca sabes cuando va a surgir el momento divertido o cuando va a aparecer un posible polvo, pero estaba pensando muy seriamente en irme a casa a conectarme un chat gay y pajearme. Porque, estaréis de acuerdo conmigo, en los chats de sexo nunca hay mujeres.

Cuando estaba apurando mi copa para irme me sorprendió una voz a mi lado.

  • ¿ Te pido otra ?. Yo voy a por una para mi.

Me giré y vi a una de las chicas que me habían presentado al comienzo de la fiesta. No recordaba su nombre porque, aunque estaba bastante buena, cuando me la presentaron lo hicieron junto con su marido, y claro no la marqué como objetivo y no presté la atención necesaria. Además soy bastante inútil con los nombres cuando lo intento, así que cuando no lo hago no os podéis ni imaginar.

El caso que me pilló por sorpresa y sin pensarlo mucho le dije que sí. Cuando ella se encaminó a la barra salí de mi estupor y la seguí para no quedar como un pasmarote en mi esquina mientras ella hacía lo que se supone que hacen los tíos. Invitar a una copa. Así que nos reencontramos en la barra y ella empezó a hacerme preguntas. Y menos mal, porque no me veía capaz de mantener una conversación y el responder a un cuestionario me ayudaba a no parecer medio gilipollas.

Porque era un cuestionario, y además sin demasiadas sutilezas. Las preguntas abarcaban temas que iban desde mi estado civil y sentimental hasta mi trabajo y familia. Cuando se hizo patente que yo no era ningún tirado, que no estaba atado a nadie y que estaba buscando relaciones esporádicas, fue cuando el tono de la ya conversación se hizo más normal y ella empezó el coqueteo. Nada demasiado exagerado del tipo de risas tontas y "aprovecho para apoyarme en tu hombro", y desde luego nada de roces y “arrimamientos”. Y era normal, ella estaba casada y su marido merodeaba cerca aunque con una sonrisa en la boca cada que podía ver cada vez que miraba para él, esperando que en cualquier momento se acercara a cortar el flirteo.

Ella me explicó que tampoco conocían a casi nadie en la fiesta, que hacía poco que se había mudado a la ciudad y que también estaban en fase de conocer gente . Y recalcó esta última frase y remarcó muy bien el plural contenido en ella.

Sin embargo al cabo de un rato, y cuando yo ya estaba imaginando situaciones muy explícitas con ella en el baño del bar o en cualquier rincón oscuro, se separó de mi y volvió al lado de su esposo. Cuando ella llegó él se separó del grupo con el que estaba y comenzó a conversar en voz baja con ella. A mi me pareció que, por lo menos, un par de veces el miró hacía mi. No estaba seguro porque yo hacía que miraba a otro lado y a otra gente.

El caso es que de repente me di cuenta de que estaba haciendo el imbecil allí. Estaba basando mis ilusiones en una casada calientapollas que quería poner celoso a su marido. Así que me di una vuelta por la fiesta a ver si alguien de repente descubría lo maravilloso que era y como, sorprendentemente, esto no sucedió, me despedí de mi amigo, que tuvo la decencia de insistir un poco para que reconsiderara mi idea, y salí del bar.

Estaba pensando donde podía localizar un taxi cuando vi que "mi" matrimonio abandonaba el local también. Ella volvió a presentarme a su marido sin reparar en que aun no sabía su nombre. Les conté que iba a coger un taxi y que si les iba bien podríamos compartirlo. Él me respondió que ellos tenían el coche aparcado ahí mismo y que estarían encantados de llevarme a casa. Yo protesté un poco pero me dejé llevar.

La sorpresa vino cuando llegamos a su lujoso coche, porque cuando me senté en la parte de atrás vi que ella se acomodaba conmigo y hacía una broma tonta acerca de que su marido tenia un poco pinta de chofer y que por tanto ella iría atrás conmigo. Yo no sabía que pensar, aunque desde luego, su marido tenía un poco de pinta de chofer. No de chofer estilo paseando miss Daisy, sino, más del estilo chofer guardaespaldas buenorro.

Cuando nos pusimos a circular (muy despacio) ella se pegó a mi y empezó a decir pijadas mientas ponía su mano en mi pierna muy, muy arriba.

Bueno, pensé, creo que ya voy dándome cuenta del juego de estos dos.

Pero lo que me intrigaba era hasta donde querían llevarlo. Porque estaba claro que los dos estaban de acuerdo, ya que él nos miraba a través del retrovisor y lo que yo podía ver en su cara era una sonrisa franca y cierto nerviosismo. Y esa sonrisa habló.

  • ¿ Te encuentras muy cansado?. Porque si no podemos subir a nuestra casa a tomar una copa. Una copa de verdad no como las del bar.

  • Porque no. - Dije.

Y según lo dije tomé conciencia absoluta de lo que estaban buscando y decidí que yo no iba a ser sujeto pasivo. Así que separé un poco mis piernas, con la consecuencia de que la mano de ella se apoyó en mi entrepierna. Ella no se alteró sino que sonriéndome paso su mano muy levemente por toda mi preciosa erección. Yo correspondí al gesto poniendo mi mano en su desnudo muslo, también muy arriba. Ella imito mi gesto de separar las piernas y mi meñique se encontró derepente rozando cálida piel. Pensé que estaba tocando su tripa cuando me encontré con un surco que la dividía.

¡¡¡ Iba sin bragas y totalmente rasurada !!!. Eso hizo que empezara a ponerme muy nervioso, aunque no tuve oportunidad de profundizar más ya que habíamos llegado a nuestro destino.

Nos metimos en el garaje de una urbanización que estaba en una calle de las más caras de la ciudad, y tras dejar el coche aparcado al lado del deportivo de ella, subimos en el ascensor hasta su ático mientras él me preguntaba que iba a querer beber porque, si quería, me podía preparar el mejor gin tonic del planeta. A mi la moda del gin tonic me tocaba un poco los cojones, pero en ese momento le hubiera dicho que si a casi cualquier cosa.

Me sentaron en un precioso sofá de su increíble salón mientas él preparaba sus fabulosos gin tonic, en un más que bien provisto bar, y ella se iba a cambiar de ropa para estar más cómodo. ¿Más cómoda?. - Me pregunté.

Él me sirvió una, hay que reconocer, riquísima copa y se sentó en un sillón situado a un lado del sofá frente a la misma mesa donde yo apoyaba mi copa. Hablamos de lo bonita que era su casa aunque el lo hacía más para señalar defectos, que no había, intentando mostrar su modestia.

Entonces ella hizo su entraba triunfal. Se había recogido el pelo y se había puesto un vestido fino casi totalmente transparente que no dejaba nada para la imaginación, y más cuando quedaba bastante patente que no llevaba ropa interior debajo. Yo tragué saliva y mire hacía él que también parecía sorprendido por la audacia de su mujer. Daba la impresión de que él pensaba que ella se había saltado un par de páginas de el guión que tenían establecido.

Y no sabía hasta que punto nos íbamos a saltar el guión esa noche. Todos.

Pero claro, pensé, él no se dio cuenta de los toques que hubo en el coche. Tanto ella como yo habíamos descubierto nuestras cartas y, aunque él no lo sabía, las suyas también. Íbamos un paso por delante.

En su defensa diré que se recuperó muy rápidamente y su rostro no expresó ninguna sorpresa o reticencia cuando ella de sentó a mi lado y literalmente se pegó a mi mientas echaba un brazo por encima de mi hombro y volvía a colocar su mano derecha en el mismo punto donde la tenia cuando estábamos en el coche.

El primer beso en el cuello me lo dio mientras el le servia una copa que todos sabíamos que no iba ni a tocar. Ese capítulo nos lo habíamos saltado. Ahora era el momento de saber cual era el papel del, aparentemente, indiferente marido. ¿Iba a participar?. ¿O por lo que parecía, se iba a limitar a mirar?.

Tuve que dejar de pensar en ello porque la mano sobre mi muslo había avanzado página y ya me tocaba toda mi entrepierna sin ningún rubor mientras su boca comenzaba a buscar la mía. Así que me volví hacia ella y mientras me metía su húmeda lengua en mi boca yo acariciaba suavemente su depilado y también húmedo coño. Porque igual que se habían terminado las sutilezas en ese sofá se van a terminar las mías al intentar narrar lo que allí sucedió. Porque todo fue demasiado explícito para intentar utilizar términos menos "llanos".

El vestido le duró puesto segundos. Que fue lo que tardó en quitárselo y encaramarse a mi frotándose contra mi paquete mientras me comía a besos. Y yo que en algún momento había pensado que ella podría estar haciendo esto obligada por su pervertido y dominante marido... Pero a menos que ya exista la viagra femenina que pudiera provocar que los pezones de los hermosos y pequeños pechos de ella se dispararan hacia arriba, y que la humedad de su coño estuviera ya traspasando el tejido de mis vaqueros, lo de ella era auténtica excitación.

Cuando se deslizó hacia el suelo y se arrodilló entre mis piernas, me reafirmé en mi intención de no ser un personaje no jugador. Así que mientras ella maniobraba para desabrochar los botones de mi bragueta, dirigí mi mirada hacia él. Pero no la encontré. El estaba muy atento a lo que hacía ella y desde el lateral en el que estaba sentado tenía una vista perfecta. Y me asombré de lo bien planificada que estaba la escena. Pero más me asombró el gesto del marido, ya se había quitado la careta de Gran Gatsby indiferente y ahora parecía disfrutar de lo que veía. Cuando noté que ella comenzaba a darme pequeños lametazos en la polla la sonrisa de él se ensanchó y pude ver que, aunque discretamente, se echaba mano a su propio paquete.

Un paquete que se abrió para dejar paso a su mano en cuanto su querida esposa se metió mi polla en su boca de una manera que contradecía todo el aspecto de pija delicada que tenía. Empezó a chupar con una energía y un ansia que me hicieron temer que no podía controlar la situación de la manera que yo quería.

Mirando para él fue cuando me di cuenta del por qué del pelo recogido de ella. Era la manera de que su cabello no tapase ni un milímetro el perfecto trabajo oral al que me estaba sometiendo para que su marido no se perdiera ningún húmedo detalle. Porque ya se trataba de una mamada en toda regla. Ella chupaba y lamia frenéticamente e incluso había momentos en que se la tragaba totalmente y sus labios llegaban a mi vientre.

Él se levantó y por un momento pensé que era para follar por detrás a su mujer. Pero no, tan solo dijo:

  • ¿ Porque no continuamos en el dormitorio ?. El Gran Gatsby había vuelto.

Así que cuando ella saco mi polla de su boca me incorporé y dejé que me desnudara por completo mientras de vez en cuando lanzaba su boca y su lengua hacia mis huevos y hacía mi pene. Cuando estuve desnudo me cogió de la polla y me llevó hacia la habitación de una manera que me gustó y que me apunté para reproducirla yo algún día con otra polla que no fuera la mía.

Cuando llegamos al dormitorio pude contemplar la puesta en escena del capítulo final. La cama era grande pero estaba tan solo con la sábana de abajo cubriendo el colchón. No había ninguna otra ropa de cama que pudiera molestar o que pudiera tapar algo. También había tres espejos repartidos por el cuarto, que si bien no lograban dar aspecto de picadero a la habitación, dejaban a las claras su cometido, que era mostrar la cama en todos los ángulos posible a una persona que estuviera ocupando cierto sillón tapizado con látex en el que nos esperaba totalmente desnudo y empalmado nuestro espectador.

Estaba claro que jugaban fuerte y reconocí que me lo estaba pasando genial, pero aun así decidí que yo iba a intentar llegar un poco más lejos de los que ellos hubieran planeado. Quería ver donde había puesto el límite. Así que me prometí, que como poco, sodomizaría a esa guarrilla.

Me dejé llevar por ella la cama pero cuando pasábamos por delante de él la detuve de espaldas a mi y comencé mi propia actuación besando su cuello a y tocando sus pechos mientras frotaba su culo con mi polla. Y lo hacía a menos de 40 cm de la cara de él. Luego la giré para que quedara mirando hacia él y le metí un dedo por su coño. Estaba tan cerca que podía haberlo salpicado con la humedad de ella, pero el no se inmutó, seguía mostrando el rostro GB y no el del salido que no se había perdido detalle de las virguerías orales de su esposa.

Cuando subimos a la cama la tumbé de espaldas y recorrí con mi boca cada centímetro de su piel deteniéndome en esos perfectos y duros pechos. Pasando mi lengua por los pezones y dándoles ligeros mordiscos que hacían que ella arquease su espalda mientras con su mano intentaba llegar a mi polla. Porque aunque mis toques le gustaban estaba claro que se trataba de una de esas personas que disfruta más dando que recibiendo. Aun así, continué besando su cuerpo bajando poco a poco hacia se su reluciente vagina. Nunca me había comido una depilada, así que estaba totalmente deseando dejar atrás su ombligo, pese a que las normas de "cortesía" imponían el ritual del poco a poco. Mientras me acercaba al objetivo miré a nuestro voyeur pero me encontré a GB. Un GB empalmado y que se masturbaba suavemente, pero que no al pervertido del salón. Fue cuando comencé a sospechar, y con esa sospecha, a planificar mi propio espectáculo.

Pasé la lengua por esa superficie totalmente libre de vello y en la que tampoco se notaba rastro de él. O se había rasurado hacia poco, y a conciencia, o bien se trataba de depilación láser. También pensé en ciertos casos de feminización testicular, pero en cuando mi lengua encontró su normalmente desarrollado clítoris se me despejaron las dudas que tenia sobre el género sexual de la persona que me estaba tirando. Su coño estaba húmedo, sabia bien, y aunque no se si es contradictorio, tenia una calidez fresca. Podía estar horas con mi boca enterrada ahí pero lo que hice fue lamer con cuidado y utilizar mis dedos para llegar lo más profundo que pudiera. Mientras comía ese glorioso coño  moví mi pierna para que mi erección quedase bien a la vista del marido sin necesidad de que usase sus espejos. Cuando hice esto, miré, y vi que había acertado. Él no miraba mi espléndido juego de lengua  y manos, él miraba mi polla y en su cara ya había más rasgos del pervertido que del sofisticado gentleman.

Saque mi cara de entre las piernas de la mujer y avanzando sobre ella le metí la polla en la boca. Ahora yo estaba casi sentado sobre su cara y me estaba follando esos labios que tragaban con una satisfacción indisimulada. Sus manos recorrían mis nalgas y hasta algún dedo de ella se aventuraba hacia mi ano con lo que el placer que yo estaba recibiendo era doble. El acierto de los espejos era incuestionable, girando mi cabeza a la izquierda podía verme reflejado follando su boca mientras ellas de masturbaba con toda su mano, y girando a la derecha podía ver a el pervertido ya en todo su esplendor acariciándose la polla con una mano y el escroto con la otra.

  • Fóllame. Me dijo ella.

Y eso hice. Me puse encima de ella y le levanté las piernas para poder metérsela sin que él se perdiera un detalle de lo que mi empapado miembro podía hacer. Se la metí despacio pese a que sus caderas suplicaban más. Me la follé despacio, sujetando sus tobillos en alto para que no se le cansaran las piernas. Podía sentir sus manos mezclándose con nuestros sexos. Me tocaba, se tocaba, se metía un dedo junto con mi pene, era toda ansiedad.  Y entonces se corrió. Se corrió de la manera más escandalosa que había visto en mi vida. Pero no por los jadeos o gritos, sino porque la humedad de ella salió disparada hacia mis huevos. Tuvo una eyaculación femenina de la que yo había oído hablar pero que nunca me había encontrado.

Eso no hizo más que calentarme y por un momento perdí de vista mi plan. La giré para ponerla boca abajo, la puse a cuatro patas y volví a metérsela. Esa es la mejor postura del mundo, tienes total control, y por que no decirlo, unas vistas magníficas a un magnífico culo. Pero cuando vi la ávida mirada de él sobre mi polla me calmé y me decidí a llevar adelante mi propio guión.

Me volví hacia él y le dije:

-¿ Quieres que me la folle por el culo ?

  • Si.- Dijeron los dos a la vez y con la misma carga de deseo en sus voces.

Y aunque sabía que se la podía meter por ese precioso culo sin necesidad de gel lubricante le pregunté a él si tenían. Se levantó y del primer cajón de la mesita de noche sacó un frasco totalmente nuevo, que (error) aun tenia el precinto de plástico puesto. Hubo un minuto de lucha mientras lograba desembarazarse del molesto capuchón de plástico momento que dediqué a jugar con el ojete de la señora deslizando uno de mis dedos a través de él.

Cuando se acercó para darme el gel fue cuando me la jugué.

  • Es más agradable para ella que una lengua comience a hacer el trabajo. ¿ No querrías hacer los honores?.

Le dije mientras mi mirada arrastraba la suya hacia el culo de su esposa donde yo había puesto pegado a él mi polla.

  • Venga. Anímate!!.

Mi polla no podía estar más cerca del agujero centro de mi deseo. Y el pervertido no podía quitar su vista de mi sexo mientras se pasaba la lengua por los labios. Me miró y se arrodillo a mi lado por detrás de ella.

  • Adelante. Cómetelo todo.

Me entendió perfectamente, se inclinó hacia adelante y comenzó a pasar su lengua por el culo de su mujer, e inevitablemente su lengua tropezaba con mi glande cada vez con más asiduidad. Yo sabia que el quería lo que yo le había propuesto no con demasiada sutileza, así que humedecí un dedo y lo puse sobre el ojete de ella intentando imitar el movimiento de una lengua. Él se paro y yo aproveché para sujetarle por le nuca y poner mi polla en su boca. No agresivamente, pues no quería estropear ese momento tan excitante, solo se la puse en los labios y el comenzó a chuparla con más avidez que ella, si es que eso era posible.

En ningún momento, ni tampoco lo pretendía, engañé a la mujer con mi dedo, y menos habiendo espejos que le daban cumplida cuenta de lo que estaba pasando en los alrededores de su trasero. Pero cuando crucé mi mirada con la de ella no vi ninguna sorpresa. Sabía las inclinaciones de su marido aunque él pensara que la tenia engañada.

Y él, que tampoco era idiota, dejo caer la careta del todo y se dedicó a disfrutar de mi polla. Pero yo no quería romper mi guión así que metí su cara entre las nalgas de su  mujer y le dije que comiera ese culo, que lo lubricara y dilatara para mi. Y mientras tanto fui yo el que me situé detrás de él y comencé a tocar su polla.

Hacia mucho tiempo que no estaba con un tío. Muchos años. Y me excite muchísimo al sentir esa caliente y dura polla entre mis manos. No tardé en inclinarme entre sus piernas y empezar a chupársela. El estaba disfrutando aunque, como su mujer, era más de chupar que de ser chupado. Paré, abrí el bote de gel y detuve su ataque oral sobre el culo de ella. Me eché gel en las manos y comencé a lubricar el culo de ella con una mano mientras que con la otra hacia lo propio con el culo de él.

  • Te la vas a follar por el culo, pero antes deja que te facilite el camino.

Me acerqué a ella y poco a poco fui metiéndosela por el culo, Ella jadeaba y empujaba. ¡¡ Dios!!, era una tía increíble y seguro que no decía que no a nada. Pensé que me gustaría tenerla para mi solo alguna vez. Fui acelerando mis movimientos y en un momento estaba sometiéndola a un enculamiento de libro. Y me habría olvidado de su marido si no fuera por que notaba como me tocaba el culo y como ponía su otra mano sobre mi polla cuando esta salía del agujero de su mujer.

Tuve que hacerlo muy despacio porque me podía correr en cualquier momento y todavía tenia que hacer muchas cosas.

Me salí.

  • Ahora tu.

El se acerco a ella, pero fui yo el que agarró su polla y la metió por el culo de su mujer. La tenia dura, y no creo equivocarme si pienso que fue cuando más dura la tuvo para ella. El comenzó a moverse despacio, momento que aproveche para llevar unos instante mi polla la boca de ella. Era muy morboso, se la acababa de sacar del culo y ahora estaba en su boca. Pero iba a ser más morboso hacérselo a él también.

Volví detrás de él y me puse a tocar su ojete y echarle más lubricante, porque no creía que tuviera las mismas facilidades que con el de ella. Me equivoque. Mis dedos fueros entrando uno a uno, y cuando tuve tres dentro y sus jadeos estaban en su punto álgido se la metí. sin contemplaciones. Apoyé mi glande en su ojete y empuje firmemente. El detuvo sus embates para sentirme bien dentro. Entonces ella se hizo a un lado y acomodó a su esposo a cuatro patas como había estado ella. Es más, le bajó la cabeza hasta el colchón para que la postura fuera aun más sumisa.

Comencé a follármelo. La sacaba casi entera y volvía a metérsela. A la vez, ella le estaba masturbando con la mano, pero mirándome a mi. Con un gesto le dije que pusiera su boca en mi polla. Quería sentir sus labios a la vez que el culo de su marido. Y eso hizo ella. Metía su lengua junto con mi polla y alguna vez me la sacaba para metérsela en la boca. Sorbía mis huevos y también lamia mi ojete. Se metía entre nuestras piernas y chupaba la polla de su marido. Todo era un frenesí salvaje.

El se corrió y ella se apresuró a chupar y lamer todo el semen que salía a borbotones de su polla. A mi me hubiera gustado también chupar todo aquello pero estaba a punto de correrme. Cuando ella se dio cuenta me dijo:

  • No. En su boca.

Así que me salí, me tumbé de espaldas y vi como ella llevaba la boca de su marido hacia mi polla. El se la metió entera y sin usar las manos me empezó a chuparla fuertemente aunque no demasiado rápido. Era perfecto. Tan perfecto que ya no aguanté más y me corrí dentro de su boca cuando más profundamente me la chupaba. El reaccionó como un profesional y se lo trago todo pese a que ella merodeaba buscando su ración. Al final tenia dos bocas terminando el trabajo y sumiéndome en una felicidad absoluta.

Cuando nos repusimos hablamos de repetir la experiencia. Y cuando ella fue al baño él me propuso quedar alguna vez, pero solo nosotros dos.

-       Sin distracciones dijo.

Le dije al Gran Gatsby que cuando quisiera.

De ella me despedí en la puerta de su casa con un largo beso, y de él cuando me dejó en la mía. Cuando su coche se había alejado miré la nota que discretamente la chica me había dejado en mi mano durante el beso de despedida.

Desde luego que iba a llamarla. Desde luego.