Salón premium, un sauna serio
Un cliente de un salón de masajes accede al servicio "Premium" donde además de recibir el masaje convencional atendido por dos mujeres, podrá satisfacer sus deseos sexuales con ellas, penetrando un culito joven y elástico y una vagina jugosa.
Esta no es una historia real (aunque me hubiera gustado que lo fuera), pero está basada en situaciones y personajes verdaderos, a los que sólo les cambié los nombres y algunos lugares, como para guardar el secreto...
Aquellos que hayan leído mis relatos anteriores, ya me conocen, y no hace falta que les agregue mucho más. Hoy les voy a contar una historia que me sucedió cuando todavía vivía en Buenos Aires, y trabajaba en el centro de la ciudad.
Durante un tiempo, yo me había hecho adicto a ir a una casa de baños que quedaba en pleno microcentro; para no ser demasiado explícito, la llamaré "La casa de las abejas". No quiero ser muy claro, ya que siempre se consideró un lugar serio, sin querer mezclarse con salones de prostitución, ni nada por el estilo. Como verán más adelante, tan serios no son.
Como les decía, yo empecé a ir buscando algo más que masajes, pero eso fue todo lo que encontré desde un principio. El local está ubicado en el medio de la city porteña, y al entrar uno se encuentra con una recepcionista que le da varias opciones; entre ellas el salón VIP.
En aquella época, uno ganaba mucho en dólares, así que los precios no parecían tanto; hoy resulta mucho más caro. En resumen, el uso del salón VIP, con media hora de masaje costaba 80 dólares; y con una hora de masajes, 100 dólares.
Las primeras veces que fui, todo resultó igual, y aunque no me daban lo que yo había ido a buscar de movida, seguí yendo, porque el lugar era fantástico. Cuando uno entra al VIP, pasa por un mostrador donde una señorita coordina los horarios de masajes. Uno elige qué chica se los va a dar, y fija una hora. Fuera de eso, uno puede permanecer allí todo el tiempo que quiera, hasta que cierran.
Luego uno pasa al vestuario, donde se quita toda su ropa, y le dan unas ojotas, un toallón y un short de tela blanco, bien amplio. Cuando se pasa al salón, hay un espacio grande, con sillones tipo reposera; televisor color donde pasan películas comunes (no condicionadas, como yo hubiera supuesto); y además están las chicas masajistas, mientras no trabajan.
Ellas visten normalmente una malla de baño, medias de nylon y zapatos, solamente. En general se ven muy buenas niñas, bastante apetecibles. A un costado del salón, está el sauna; bastante pequeño, pero que pueden entrar unas diez personas supongo.
Enfrentado al sauna, las duchas, con recintos cómodos, e inclusive un banquito para ducharse sentado si hace falta. Ese es todo el salón VIP, claro que si uno quiere, puede hacer uso de todas las demás instalaciones, que son para todos los clientes.
Hay servicio de peluquería, podología, bar, una piscina grande, con hidromasaje a los lados, baños turcos y ducha escocesa. Todos estos servicios son comunes para los clientes del VIP y para los demás.
Las dos o tres primeras veces que fui, como no conocía a ninguna de las masajistas, no elegí demasiado. Caí con la que me tocó, y mucho no me quejo. Después de un rato en el sauna, me pegaba una ducha y me tiraba a descansar en una reposera. Leía revistas porno (de esas sí había), esperando el momento del masaje.
Los cubículos para masaje estaban en la planta alta, que en realidad era como una galería todo alrededor del salón principal, con barandas hacia éste. Los recintos eran pequeños, donde apenas entraban una camilla, una mesita, una silla y algo de espacio alrededor. No tienen puerta ni cortina, por lo que se ve adentro cuando uno pasa por la galería.
Uno subía detrás de la masajista, aprovechando para observar su cola, envuelto en el toallón, y con el short puesto. Al llegar la primera vez, la chica me indicó que me sacara todo excepto el short, y me acostara boca arriba en la camilla. Así lo hice, y enseguida ella empezó con el masaje.
Para ello no se quitó nada de ropa (yo esperaba que sí), y lo primero que hizo fue tomar los bordes de mi short y arremangarlos. Al hacerlo, rozó apenas mi verga, por encima del pantaloncito; pero alcanzó para que se me parara. Ahí comenzó el masaje desde los pies.
Tal cual les conté, nunca me tocó la pija directamente. A lo sumo cuando terminó con las piernas, me volvió a rozar al poner en su lugar el short; y cuando comenzó a masajearme la parte de arriba, me lo bajó un poco; rozándome nuevamente la verga. Pero de ahí no pasaba.
Yo no sabía cómo encarar la cosa, pero quería más. Cuando ella se ponía al lado de la camilla, a la altura de mis manos, yo intentaba toquetearla, pero enseguida me corría los brazos nuevamente para adentro. Al masajear mis manos, logré rozar sus pechos, pero apenas.
El masaje por detrás, me dio alguna alegría, pero para mí no era suficiente. Al dedicarse a mis piernas, volvió a levantar el pantaloncito, y cuando masajeaba mis muslos llevaba sus manos entre mis piernas, acariciando mis testículos, aunque siempre por encima del short.
Y así pasó la hora de sesión, que terminó con un masaje en los hombros, mientras yo estaba sentado en la camilla. Se despidió con un beso en la mejilla, y yo me quedé más caliente que nunca. Me fui al baño a hacerme una paja, que no me satisfizo en lo más mínimo.
Pensé en no volver más por allí, ya que había pagado por nada. Después lo pensé mejor, y llegué a la conclusión que no la había pasado mal. Si me lo tomaba como lo que era, y no lo que yo había ido a buscar, la cosa era diferente. El masaje fue excelente, como nunca me lo habían dado; el ambiente relajante y se podía disfrutar por mucho rato; y el precio no muy caro para la época.
Así que decidí volver. La segunda vez fue igual que la primera; salvo que me dediqué a disfrutarlo. Para no llegar tan caliente al masaje, me llevé al sauna una revista bien porno, y cuando salí de allí ya estaba recaliente. Antes de la ducha, pasé por el baño y me saqué la calentura con una paja en honor a las chicas de Playboy.
Así cuando llegué a la masajista, estaba un poco más calmado. La chica que me tocó (por si conseguía algo mejor, no elegí la misma de la vez anterior) estaba muy buena; y bastante más despojada de ropa, ya que sólo tenía un bikini pequeño, sin medias y sólo sus zapatos.
El masaje fue similar, y los roces con mi pene y mis testículos no pasaron de allí. Sólo una vez tocó mis bolas por dentro del pantaloncito, ya que esta vez yo me puse a propósito uno que me quedaba bien grande. Le acaricié apenas sus pechos, pero no pude hacer lo mismo con su conchita, ya que como era muy alta, no quedaba al alcance de mis manos.
La gran diferencia fue que esta vez me dediqué a disfrutar de la caricia de sus manos. Mi imaginación voló, y no hizo falta mucho, para que me fuera en seco mientras me masajeaba. No lo podía creer, pero había logrado que acabara sin tocarme la pija. Lo disfruté muchísimo; y por supuesto, decidí seguir yendo.
A la cuarta o quinta vez, me tocó María (ya que cambiaba siempre). María no era justamente la mejor de todas, ya que tenía una linda cara, pero era algo baja y entradita en carnes. Pero con ella las cosas fueron diferentes.
Cuando me subió las piernas del short, acarició sin ningún reparo mi verga. Luego, al comenzar el masaje en cada pierna, primero me la cubría con aceite hasta arriba. Al hacerlo, metió sus manos dentro del pantalón, acariciándome la pija al pasar.
Esto produjo que se me parara al instante, y apenas podía esperar que se acercara a donde descansaban mis manos, para ver qué podía hacer. Cuando soltó las piernas del short, volvió a acariciarme, como al descuido.
Al bajar un poco el elástico del pantaloncito, para masajearme el vientre, mi pija estaba tan parada, que se escapó la punta por arriba. Ella no dijo nada, y sólo la tomó, y levantando un poco el elástico, la acomodó dentro. Luego la rozaba cada vez que llegaba allí con el masaje.
Yo volví a mi táctica de dejar las manos contra el borde de la camilla, y cuando ella estaba a mi altura, apoyó su conchita contra mi mano, dejándola allí; sin decir nada. Sólo atiné a acariciarla un poco con el dorso de mi mano, y nada más. Sí fui más adelante cuando le dio masaje a mis manos, y con la punta de mis dedos acaricié sus pechos, siempre sobre la malla.
Como me había ido bien con ella (me despidió con un beso liviano en mis labios), la siguiente vez pedí directamente por María. Durante un par de sesiones las cosas siguieron igual; a lo sumo yo me ponía mas atrevido, y la tocaba un poco más, pero ella no cambió.
Un día que yo trataba de meter mis manos en su malla, ella me dijo que eso era más caro. Me hice el que no entendía, y me explicó que si quería algo más, tenía que darle una atención a ella aparte. En resumen, arreglamos por otros cincuenta dólares, pero yo no sabía qué me daría.
En realidad lo que conseguí fue que me dejara manosearla, tanto la concha como la cola. También acaricié sus tetas, todo esto ya por debajo de su malla. Tenía unas tetas pequeñas pero bien duras, y su cola era magnífica.
Pero ella también hizo algo más. Cuando fue a masajearme el torso, hizo el elástico del short más abajo de lo acostumbrado, dejando salir al aire mi pija. Ella estaba de espaldas a la puerta, de forma que tapaba lo que se pudiera ver desde afuera.
Me hizo una buena paja, hasta que acabé parte en su mano, y parte en mi panza. Me limpió con el toallón, y se chupó su mano, mostrándome como se lamía mi semen. Fuera de esto, también fue más audaz al momento de masajear mis muslos, ya que se dedicó un ratito a sobarme las bolas, por dentro del pantalón.
Nos despedimos con un buen beso, mientras me indicaba que le mandara la plata con el encargado del vestuario, un trolo de aquellos. A partir de allí, siempre volví a María; y tuvimos otras tres o cuatro sesiones parecidas.
En la última de ellas, al despedirnos me preguntó si estaba conforme con lo que recibía. Tuve que reconocer que me iba muy satisfecho, pero que siempre quería más. Mirá - Me dijo. Como ya te convertiste en un cliente de la casa, creo que podés pasar al salón Premium.
¿De qué se trata? - Pregunté. No me quiso adelantar nada, sólo que me costaría doscientos dólares, pero que tiene todo incluido. Cuando pase por caja avise que viene por el servicio Premium, y ya le van a cobrar como corresponde. A la chica del salón avísele que se va a atender conmigo.
Así lo hice, pagué en la caja y me dieron una ficha distinta que las anteriores. Pasé al salón VIP, y pedí con María. La chica me miró con cara asombrada, pero no dijo nada. A partir de allí, todo se desenvolvió como siempre; hasta que llegó la hora del masaje.
Cuando llegó el momento y me llamaron, me sorprendió no ver a María al pie de la escalera, como siempre. Me esperaba otra de las chicas, muy mona ella, que preguntó si yo era Guillermo; a lo cual asentí. Seguime - Me dijo. Por favor. Y así fuimos hacia la planta alta, como de costumbre.
Yo iba con mi pantaloncito como siempre, y el toallón sobre los hombros. Pasamos por delante de los puestos de masajes, hasta que llegamos al final de la galería. Allí abrió una pequeña puerta, y me hizo pasar. Pasá y ponete cómodo - Me dijo. Ya va a venir María a buscarte.
Cuando entré cerró la puerta detrás mío y se marchó. Una vez que acostumbré mis ojos a la semipenumbra, vi que estaba en algo parecido a un bar, pero muy pequeño. Había algunas mesitas, con sillones a su alrededor, que estaban todos vacíos. A un costado una pequeña barra, detrás de la cual había una morocha que rajaba la tierra. Pelito corto, estilo Daniela Cardone (los argentinos saben de qué les hablo), carita pequeña pero de facciones perfectas, con una tez oscura y rasgos medio indígenas.
Los pechos los llevaba al aire, y eran pequeños, al igual que las aureolas, pero con unos pezones bien puntiagudos; que me apuntaban directamente. ¿Deseas tomar algo? - Me preguntó desde detrás de la barra. Le solicité algo fresco, ya que no quería tomar alcohol.
Cuando levanté la vista, me encontré con la grata sorpresa que verla delante mío, con una bandeja en la mano, pero totalmente desnuda. Al estar detrás de la barra no me había dado cuenta de ello. Por debajo de sus exquisitos pechos, tenía un vientre plano, con la cintura muy chiquita; que se expandía en unas amplias caderas.
Su monte de Venus estaba totalmente depilado, permitiendo ver unos labios vaginales bien carnosos. Las piernas no desentonaban con lo demás; delgadas, pero bien torneadas. Dejó la copa sobre la mesita, y se retiró de nuevo al mostrador. Al irse lo hizo contoneando las nalgas, que de hecho, eran magistrales.
Su culo era amplio, pero duro y respingado, con las nalgas bastante separadas, permitiendo ver casi el agujero del orto. Lo movía con mucha gracia, y me quedé adorándolo mientras ella se retiraba.
Tenía a medio tomar mi gaseosa, cuando apareció María. ¿Cómo estás? - Me preguntó, mientras yo la miraba. No sabía qué tipo de ropa querías que me pusiera - Dijo. Así que preferí no ponerme nada. Y en realidad así era, la tenía delante mío, por primera vez completamente desnuda.
María era tal cual me la imaginaba; ya que si bien nunca la había podido observar desnuda, entre lo que tenía visto y lo que había tocado, tenía una idea bastante aproximada. Unos pechos muy generosos, pero firmes, a la vez; casi sin cintura y de caderas también generosas (después supe que tenía tres hijos). Su cola estaba algo caída, pero con un buen volumen.
Ahora vamos a pasar al salón de masajes - Me dijo. Voy a ser yo quién te los dé. Por otra parte - Continuó. Yamila fue seleccionada para los servicios adicionales - Dijo, señalando a la morena de detrás de la barra. Si no te gusta, dímelo, y cambiamos por otra de las chicas.
Me mostré totalmente conforme con Yamila, pero no pude sacarle nada acerca de los servicios adicionales que había mencionado. Me hizo pasar a una salita cerrada, donde había una camilla similar a las anteriores, un sofá bastante cómodo, una mesita en el rincón, con bebidas y una lámpara que daba la única luz del lugar; por cierto, bastante tenue.
¿Cómo querés que me vista? - Preguntó María. De masajista - Le contesté. Con un guardapolvo o algo así. Pero que no tape mucho. Y se fue, dejándome solo en la sala. Me tomé un trago de gaseosa, como para calmarme un poco, y me acosté en la camilla, boca arriba como siempre; y aún con el short puesto.
Cuando volvió María, venía con un guardapolvo blanco, abotonado adelante. Era muy corto, y apenas le tapaba la cola, cuando no se movía. Por el frente sólo se había cerrado un par de botones, a la altura del ombligo, dejando ver sus tetas y su concha, sin problema.
Acá no hace falta usar el short - Me dijo; mientras se ponía a mi lado y lentamente me lo fue quitando. A medida que me bajaba los pantaloncitos, fue acariciando mi pija, que se ponía cada vez más dura. Cuando terminó de sacarlo, me dijo que para esta sesión me iba a poner un antifaz, tapándome los ojos.
Es para que puedas sentir más libremente - Me aclaró. Confiá en mí. Me cubrió los ojos, y luego sentí como iniciaba una sesión de masajes, igual que las que me tenía acostumbrado. Comenzó por mis pies, a los cuales luego de masajearlos conscientemente, les beso uno por uno los dedos.
Luego esparció aceite por una de mis piernas, llegando hasta la ingle, donde sobó un poco mi pija. En ese momento ya estaba que estallaba, pero me contuve un rato más.
En eso sentí que me acariciaba nuevamente la ingle, pero me desconcertó, ya que seguía sintiendo sus manos en mi pierna. Tardé en reaccionar y comprender que había otra persona en la sala, y que no podía ser otra que Yamila. Me fue acariciando hasta llegar a mi pija, la cual tomó suavemente entre sus manos.
La sobó lentamente, hasta que se dio cuenta que iba a estallar. La dejó quieta un ratito, y luego comenzó a lamerme a conciencia. Estuvo algunos minutos pasando su lengua de arriba abajo, sin metérsela nunca en la boca. Lamió todo el tronco, el glande, y también los testículos, los cuales se chupó uno por uno, con delicadeza, pero firmemente.
Se puso ambas bolas en la boca, y jugó con ellas con su lengua. Me hizo una mamada de huevos como nunca había recibido en mi vida; nunca nadie se había detenido allí con tal exquisitez. Parecía como si mi mundo comenzara y terminara en las bolas; como si no existiera nada más.
Luego pasó de nuevo a la verga, no sin antes dejarme descansar un minuto, lo cual hizo que me calmara un poco, antes que siguiera. Mientras ella comenzaba a dedicarse a mi aparato, noté nuevamente la presencia de María, que había terminado con una pierna, acariciándome los huevos mientras Yamila se dedicaba a la pija.
Así las cosas, Yamila se tomó su tiempo para lamerme el glande. Le pasó la lengua varias veces, y entremedio se metía toda la cabeza en la boca, sacándola despacito, mientras jugaba con la puntita de la lengua en el ojo de mi verga. Cada vez que se la sacaba de la boca, lo hacía lentamente, pero haciendo presión; de forma tal que yo sentía milímetro a milímetro como la iba dejando en libertad.
Cuando se cansó de la cabeza, y empezó a tragarse todo el tronco, sentí como María dejaba mis huevos, y enseguida comenzó a masajear la otra pierna. De esta forma quedó toda mi pija a disposición de Yamila, la cual le hizo todos los honores.
No tengo idea de cuánto tiempo estuvo chupándome la verga, pero fue un crescendo espectacular. Cada vez que se la tragaba, le entraba por completo en su boca. Primero lo hizo lentamente, y a medida que pasaban los minutos, incrementaba el ritmo.
Me masturbó sin utilizar sus manos sobre mi pija. En realidad, las tenía ocupadas sobándome los huevos. Esta vez ni pensé en contenerme; dejé que mi orgasmo se fuera formando y subiendo a través del tronco de mi verga, hasta que llegó solo y sin previo aviso.
El primer chorro de esperma le llenó la boca, y se lo fue tragando despacito. Luego sacó su boca y el resto de semen fue a parar a su cara. Enseguida sentí una boca distinta en mi pija, y supuse que era la de María, que por primera vez me la chupaba. Limpió todos los restos de semen que me chorreaba, tragándoselos a continuación.
Luego sentí los ruidos como que chupaban otra vez, y no me costó mucho imaginar que se trataba de María, ahora limpiando el semen de la cara de Yamila. El sólo imaginarme esa escena me volvía a hacer subir la presión; y ellas lo notaron, porque enseguida sentí sus manos nuevamente en mis genitales.
A continuación María continuó con el masaje de la parte superior de mi cuerpo, y no supe mientras tanto qué hacía o dónde estaba Yamila. El masaje en mi pecho y mis brazos me ayudó a relajarme nuevamente; y la falta de estímulos directos hizo que mi pija descansara nuevamente.
Cuando me indicó que me diera vuelta, casi no podía moverme; estaba totalmente laxo. Comenzó a masajear la planta de mis pies, y cuando tocaba ciertos puntos, yo sentía que me calentaba nuevamente.
Luego siguió con mis piernas, no sin antes cubrirlas con el aceite perfumado, y acariciar mucho mis testículos, al llegar a la parte de arriba. Se pasó un buen rato sobándome las nalgas, y metiendo entre ellas mucho aceite. Cada vez que bajaba por el canal, llegaba hasta mis huevos y le daba unas caricias.
Al comenzar María con mi espalda, sentí como Yamila se metía entre mis piernas abiertas. Se arrodilló entre ellas, sobre la camilla, y las fue acariciando con sus dedos, en una forma suave y sensual. Fue subiendo de a poco hasta mi cola, produciéndome varios escalofríos.
Llegó a mis nalgas y les dio el mismo tratamiento; cuando pasaba sus dedos cerca de mi cintura, sentía que me derretía entre sus manos. En momentos reemplazaba sus dedos por su lengua, lo que me ponía más loco aún. Ya estaba por acabar nuevamente, sin que se arrimara a mi pija.
Enterró su lengua entre mis nalgas, jugando con el agujero de mi culo; hasta que lo comenzó a penetrar con su lengua. Nunca antes había sentido esa sensación; y aunque parezca mentira, no me molestó para nada, sino todo lo contrario. Inclusive cuando reemplazó su lengua por un dedo, no sentí nada de dolor, y sí un placer inmenso.
Tanto fue así, que bastaron pocos segundos para que acabara nuevamente. Me fui en seco, manchando toda la camilla y mi vientre, ya que seguía boca abajo. Para entonces María terminaba con el masaje en la espalda; y me dejaron descansar un poco.
Luego me hicieron sentar en la camilla, como siempre, y María comenzó con el masaje de mis hombros. Yamila se acomodó en cuclillas delante mío, y se tomó su tiempo para limpiar con su boca el producido de mi acabada anterior. Mientras también aprovechó para lamerme nuevamente la pija y los huevos, aunque no consiguió pararla de nuevo tan rápido.
Cuando terminaron ambas, me quitaron el antifaz negro y pude apreciar directamente el cuerpo de Yamila delante mío. Su piel morena (más bien cobriza) estaba cubierta de sudor, lo que la hacía brillar y parecer de bronce. Estaba preciosa.
Bueno - Dijo María, a mis espaldas. Yo ya me voy. Espero que hayas disfrutado del masaje y vuelvas - Completó. Ahora quedás en manos de Yamila, hasta que tengas ganas. Me dio un beso en la boca y se fue.
Yo soy tu servicio especial - Me dijo Yamila, aunque a esa altura no hacía falta que lo aclarara. Hasta acá llegamos con el masaje, ahora sos vos quien decide cómo seguimos - Completó.
A esa altura yo pensaba que ya habíamos terminado, pero evidentemente con Yamila la cosa recién empezaba. Me habían pasado la pelota, y debía decidir qué hacer. Esto era muy difícil, ya que con semejante mina a mi disposición, no sabía por dónde empezar.
Logré tomarme un par de minutos de respiro, de la locura que estaba viviendo, y pensar qué me convenía. Evidentemente no iba a poder durar mucho tiempo ni muchas acabadas más, así que decidí alargar la cosa, pero en forma tranquila.
Primero me voy a dedicar a vos - Le dije. La hice acostarse boca abajo en la camilla, y me senté encima de su cola, acomodando la verga entre sus nalgas. Así comencé un masaje en su espalda y hombros, que la fue relajando poco a poco. Luego me fui corriendo hacia abajo, hasta tener las nalgas a la altura de mis manos, y les hice un buen masaje.
No sé si mis masajes fueron buenos, o a ella le pagaban muy bien por simular. El tema es se notaba como se iba calentando, y los jugos que comenzaban a emanar de su concha no eran ficticios. Los fui tomando, mientras acariciaba sus labios desde atrás; y llevándolos hacia su ano.
Y esto es una historia aparte, ya que a pesar de su evidente experiencia, su orto se veía bastante cerradito, como si pocas veces hubiera sido penetrado. Ahí fue cuando decidí que mi próximo polvo tenía que ser en su culo. Para ello lo seguí lubricando bien con su flujo.
Mientras tanto, seguía acariciando su cola y su conchita, lo que hacía que cada vez temblara más; hasta que inesperadamente llegó a un orgasmo. Sacudió su cuerpo para todos lados, aunque no gritó, sólo gimió un poco más fuerte. Parecía que se contenía.
Mi pija volvía a tomar un tamaño razonable, pero yo no me sentía en condiciones aún de lograr otra penetración completa. La hice darse vuelta en la camilla, quedando boca arriba y con las piernas abiertas. Me puse entre ellas, apoyando la punta de mi pija ya bastante erecta en la entrada de la concha.
Entonces me dediqué a sus pechos de miel. Esos largos pezones, apenas rodeados por su pequeña aureola, me sabían al paraíso. Los chupé primero, para después pasar a mordisquearlos, apretarlos entre mis dedos, y volverlos a mi boca. Cuando le chupaba los pechos, me entraban completos en la boca.
Sentía como se iba calentando nuevamente, y su flujo corría por las piernas. Cuando le pegué un buen mordisco en un pezón, pegó un grito que supuse de dolor; pero no era así. Estaba acabando nuevamente, pero esta vez en forma más violenta. Se sacudió para todos lados, mientras yo volvía a tomar el pezón entre mis dientes, dejándoselo todo marcado, cuando se calmó.
Volví a meter mi mano en su concha, para llevar todo el flujo que pude hacia su ano. Ante esto ella reaccionó continuando con su orgasmo, que parecía no acabar nunca.
Mi pija ya estaba al mango otra vez, y lista para la lucha. Tomé sus finas piernas, y las subí sobre mis hombros. Luego la penetré por la vagina, produciéndole más y más saltos. Parecía que no iba a acabar nunca su orgasmo. Le refregué el clítoris con mi verga, y una vez que estuvo bien mojada, la arrimé a la entrada del culo.
En la misma posición, y mientras con una mano le sostenía las piernas, con la otra tomé su clítoris y se lo fui apretando, acariciando y zamarreando, mientras comenzaba a penetrarla por el culo.
Me tomé mi tiempo para metérsela por el orto. No es que me costara mucho, ya que aunque era muy estrecho, también era muy elástico. Se fue adaptando a mi medida, mientras la penetraba. Pero lo hice despacio, para poder disfrutarlo más.
Cuando mis bolas chocaron con sus nalgas, y ya no podía entrar más, ella tuvo otro orgasmo, que coincidió con un nuevo pellizco a su clítoris. Al ella empezar a zarandearse en medio de su orgasmo, yo comencé un pone y saca en su culo, que me llevaba desde lo más profundo, hasta casi sacársela, dejando sólo la cabeza adentro.
Antes que ella terminara de saltar y gritar, yo estaba alcanzando también mi clímax. Le dejé todo el semen que pudo salir, dentro de su ano, y mi pija adentro también. Luego de un rato recién le bajé las piernas, y dejé que mi fláccida verga se fuera saliendo de su culo.
Me quedé un rato acostado sobre ella, con mi boca jugueteando en sus pechos; e inclusive creo que me dormí unos minutos. Cuando volví en mí, tenía la pija semierecta nuevamente, y apenas introducida en su vagina. Cuando ella lo notó, me atrajo más hacia arriba, hasta que nuestras caras quedaron a la misma altura; lo que produjo a su vez que mi pija entrara algo más en su vagina.
Juntamos nuestras bocas en un beso, mientras con mis manos jugaba con sus cortos cabellos. Nos besamos con pasión durante un buen rato; en el que nuestras lenguas se trenzaron en una batalla sin fin.
Mientras mi pija seguía creciendo dentro suyo, y para cuando separamos nuestros labios, casi estaba en condiciones de más guerra. La refregué bastante en su concha, para luego sacarla y levantarme de la camilla. La última es para tu boca - Le dije, sabiendo que era mi última oportunidad de acabar esa tarde, pues estaba exhausto.
Me recosté en el sofá, y ella se acomodó a mi lado. No hizo falta decirle más; con muchísima clase, y mucha dedicación, comenzó a mamarme. En poco tiempo había conseguido parármela de nuevo, pero le llevó bastante trabajo que alcanzara mi orgasmo.
Cuando terminé, lo hice en paz, sin demasiado movimiento, pero lo disfruté muchísimo, ya que no tenía ningún apuro. No sé cuánto semen haya largado, pero supongo que ya no mucho. De todas maneras, no pude apreciarlo, porque se lo tragó todo, sin dejar escapar nada.
Nos besamos nuevamente, como despedida, y no podíamos separarnos. Aunque no me creas - Me dijo. Es la primera vez que gozo de esta manera; ya sea con un cliente o con cualquier otro hombre. Gracias - Continuó. Nunca pensé que iba a gozar así.
Yo también la pasé muy bien - Le respondí. En realidad, excelente. Espero nos podamos volver a ver pronto. Volví a besarla, con mucho cariño, y tomando mi toallón me fui para el vestuario y las duchas.
Lamentablemente, no volví. Al poco tiempo me había mudado a Neuquén, y ya no pasé más por "La casa de las abejas". Después de varios años volví, pero por un lado pregunté por María y Yamila y me dijeron que ninguna de las dos estaban trabajando allí.
Cuando quise preguntar por el servicio Premium, me dijeron que no existía ningún servicio con ese nombre, ni había existido en el pasado. Evidentemente no era así, pero no podía discutir mucho, y tampoco estaba en condiciones de comenzar todo el proceso de familiarización de nuevo.
Por lo tanto, me fui, para nunca más volver. Aunque sí lo hago en el recuerdo, ya que me quedó una sensación muy linda de aquella época, y siempre me acordaré de ellas con mucho cariño.
Y así terminó mi historia en esta "seria" casa de baños, espero les haya gustado.
Un abrazo,
Billy billyarg@yahoo.com