Salomón la consumación
Por fin pude acostarme con Salomón. Y la verdad que si no estuviese casada con José me plantearía tomarle como pareja.
*Esta es la continuación del relato sobre Salomón, por lo que doy por sentado que la primera parte ya la has leído. Si no es así, te aconsejo hacerlo para no encontrarte perdido en alguna parte de la lectura.
En la extensa plática con Daniela, a primera hora de la mañana, conseguí de primera mano, las increíbles descripciones de su diversión con Salomón. Me propuso que comiéramos juntos los tres. Cuando acepté, me rogó que yo eligiera restaurante y que lo dejara en un mensaje el sitio y hora. Ella estaba esperando a que Salomón despertase. Según me dijo, hablaba conmigo desde la terraza del dormitorio, contemplando el cuerpo de él, desnudo, boca arriba.
“No te imaginas el utensilio que tiene en reposo, hija. Qué maravilla. No debes perdértelo en acción. Además me ha confesado que está coladito por ti”.
Después de haber follado toda la noche. Estaba agotada y me pedía que me hiciera cargo del madurito. La propuesta era tentadora. La curiosidad me pudo y acepté el reto. La verdad es que a mí me encantaba Salomón. Su trato, su charla y ahora, desde la descripción de Daniela, su poderío sexual.
“¿Qué has pedido a Carla que comamos los tres?” Preguntó al despertar gratamente sorprendido cuando se lo dijo Daniela. Desde que nos presentó en la fiesta no había dejado de pensar en mí. Y aunque sus ideas religiosas se lo prohibían se había masturbado imaginando como me penetraba cabalgando sobre él, mientras me comía los pezones.
"Ya te lo he dicho” insistió Daniela “acabo de recibir la dirección del restaurante que ella ha elegido, tal vez necesites comenzar a hacerte a la idea… Ya me entiendes". Daniela rió maliciosamente.
En su charla por teléfono Daniela me había dejado ansiosa por llegar a nuestra cita, así que la impaciencia provocó que aterrizase allí con más de quince minutos de adelanto. Dejé el Mercedes en el aparcamiento del asador y les esperé en la barra del bar.
Salomón se había duchado y preparado un batido de frutas para tomar una pastillita de esas que favorecen la erección. Se temía que el día iba a ser movidito.
Daniela le besó antes de salir del piso. “Ha sido mi mejor noche de sexo en toda mi vida”
“También la mía Daniela. También la mía”
Ya en el coche le preguntó: “¿Estás nervioso, supongo?”
“¿Tú qué crees? Indefenso, con un par de hembras como vosotras. ¿No te parece normal que esté algo inquieto? Y más después de lo de anoche. Si mi esposa me viese se moría de furia”.
“Siempre estás a tiempo de enviarle unas fotos eróticas. Si quieres nos hacemos un selphie erótico, puedes ponerme una mano en la teta, y se lo envías al móvil”
Daniela y Salomón rieron ante la idea y eso le relajó algo.
Daniela conduce como un piloto de rali. Apura los semáforos y culebrea entre el tráfico como si estuviese en una carrera. Siempre ha sido buena conductora, pero el día que se la pegue acaba en silla de ruedas. Ha tenido mil paradas por la policía local, pero pone voz de niña mimosa y desabrocha su escote antes de que el poli llegue a la altura de la ventanilla. Se ha librado de más de una multa por las tetas.
Llegaron al restaurante asador en el que teníamos reservada una preciosa mesa para tres. Muy íntima según las indicaciones de Daniela. Era casi un privado, con una mampara que impedía ser vistos por el resto de comensales.
"Maldita Daniela conduces como un murciélago ebrio" Se quejó al llegar Salomón. “Al regreso tomo un taxi”
“Bueno, eso será si no quieres venir con nosotras”-
"Bueno, afortunadamente hemos llegado sanos y salvos. ¿Qué coche tiene Carla?
"Ese es su auto” dijo Daniela señalando a mi coche, un precioso Mercedes blanco de dos puertas".
"Wow, no me jodas ¿qué diablos hace para ganarse la vida? El gimnasio no creo que dé para tanto"
"Vende pisos de lujo, ya sabes, a comisión. Y es buena vendedora. No me extrañaría que ponga en juego todas sus habilidades. Y cuando digo todas es todas, ya me entiendes. Ella no acepta propiedades en venta de menos de un millón. Con una venta al mes tiene de sobra. Imagínate".
"Seguro que es buena vendiendo". Rio Salomón.
Salieron del auto de Daniela y entraron al restaurante. Yo les estaba esperando en el bar tomando un cóctel. Me levanté cuando los vi y abracé a Daniela primero y luego me abracé y besé a Salomón.
"Encantada de verte de nuevo, supermán. Ya me ha contado Daniela que anoche pasaste el examen con nota” Le dije sonriendo maliciosamente. Salomón se ruborizó imaginando las descripciones que me habría hecho sobre aquella loca noche de sexo.
"Tomemos algo y vayamos a nuestra mesa. Tengo hambre. "Dijo Daniela. Cambiando de tema.
Una exótica joven, que parecía universitaria, con el brazo lleno de tatuajes cogió tres cartas de menús y nos acompañó a nuestra mesa.
“Síganme, si son tan amables”.
La zorrita tenía un buen culo. Prieto y embutido en una falda negra de camarera, medias oscuras y camisa blanca, sensual y transparente que dejaba adivinar el sujetador de encaje negro que llevaba debajo. Los tres la seguimos con la mirada en sus nalgas, la zorrita sabía caminar para hacer que su culo luciera sensual y Salomón no disimuló en absoluto.
Una vez que estuvimos junto a la mesa, Salomón sujetó mi silla y luego la de Daniela y finalmente se sentó él. Daniela pidió un vodka y Salomón y yo estuvimos de acuerdo en tomar otro. La cosa no empezaba mal, pensé. Mientras ojeábamos la carta, el vodka y las aceitunas rellenas de anchoa iban provocando un calorcillo agradable en el vientre y un sopor dulce en las neuronas.
Pasamos algunos minutos hablando del calor y del cambio climático. Temas recurrentes hoy en día. Pero nos reíamos como chiquillos por cualquier tontería y mi silla comenzaba a resultarme muy caliente.
Decidí que ya estaba bien de tonterías e ir al grano. Suelo ser muy directa y no tengo pelos en la lengua, como buena escritora porno que soy, resolví abordar directamente al tema del sexo. ¿Para que andarse con tantos remilgos?
"Daniela, seguro que todavía no me lo has contado todo sobre vuestra noche “damore”, me gustaría escucharlos con Salomón presente, porque tú eres un poco mentirosilla y siempre exageras un poquito"
Salomón callaba con las cejas arqueadas por la sorpresa. Se le notaba en la cara que no esperaba aquel cambio de tercio tan descarado, ni se encontraba preparado para afrontar tan rápidamente el tema erótico. Pero no se le notaba apesadumbrado. En su fuero interno había llegado a la conclusión de que tanto Daniela como yo éramos dos zorras impenitentes y lo peor era que tenía más razón que un santo.
Daniela hizo una pausa, como pensando como decirlo sin herir sensibilidades. Finalmente me dijo, "Bueno, aquí donde lo ves, nuestro amigo es un fuera de serie. Ayer me sorprendió como no te puedes imaginar. Hizo temblar mis cimientos de arriba abajo, con un poder que no esperaba. Tuvimos cinco o seis orgasmos, ¿no Salomón?” dijo mirándole “yo perdí la cuenta, antes de la ducha. Y allí, en el baño, contigo tuve dos más. No lo niegues” Daniela miró a Salomón a los ojos. “Hijo mío, tienes una herramienta digna de la mejor película porno y eres todo un artista en tu forma de usarla. Y en la forma en que tratas a una hembra. Sabes cómo ponerme a mil. A mí por lo menos.
¡Eres simplemente maravilloso! "
“¿Es cierto lo que dice Daniela?” dije mirando a la cara a nuestro acompañante.
Se le notaba confuso y sorprendido por el nuevo rumbo de nuestra charla. Le costaba iniciar su conversación, pero se le veía inflado como un pavo real por lo que acababa de escuchar.
“No me gusta hablar de mí. Lo que hiciera ayer, mejor o peor, y como lo hiciera, se debe a lo maravillosamente atractiva que es Daniela. A esas carnes de infarto y a su manera de tratarme. Perdonar si estoy un poco colorado pero no acostumbro a hablar de estas cosas y menos con dos bellas mujeres jóvenes y bonitas”
A Daniela se le abrieron las carnes al escucharle. Se levantó y se dirigió junto a la silla de Salomón, inclinándose y besándole en la boca con lengua, lamiendo sus dientes y su paladar mientras furtivamente colaba una mano hasta sus pantalones y le regalaba un apretón dulce, tentador sobre el pene y los testículos.
Salomón había tomado su viagra y aquello puso tieso al chico en dos segundos. Cosa que Daniela agradeció pellizcándole la erección. Él sonrió. Empezaba a encontrase a gusto entre nosotras. Yo estaba a su derecha y Daniela a su izquierda. Él, sin embargo, estaba aún algo intimidado por la situación. Le parecía surrealista que dos hermosas mujeres estuviesen hablando de su destreza sexual como la cosa más natural del mundo y que una de ellas se hubiese levantado y le hubiese provocado de aquella manera semejante dureza en un sitio público.
En este punto, la camarera vino y nos tomó nota. Nos decidimos por el menú intermedio. Tenía tres, uno baratito, el nuestro y otro más caro, pero que a mí no me acabó de convencer porque llevaba ostras, y no las soporto.
Tomaríamos bistec grande con champiñones salteados y brócoli al vapor, ensalada de la casa y aderezo de salsa barbacoa. También un plato de champiñones rellenos con queso cabrales como aperitivo y un arroz con leche al anís de postre.
Lo que no perdono es comer con un vino malo. Pedí a la zorrita del tatuaje en el brazo y el culo prieto la carta de vinos y me decidí para la carne por un Matarromera Tempranillo edición limitada 2010. Salomón me pidió la carta de vinos, tras mi elección y se quedó blanco al ver que el precio de la botella era de 400€. Aunque no dijo nada, una gota de sudor frío recorrió su frente al imaginar cómo podría pagar la factura si era él el que debía hacerlo. Me van a salir cara al final estas dos putas, pensó.
La cocina de aquel asador es tremendamente buena, en especial la carne. La traen desde Ávila, de una cabaña propia, de vacuno. Terneras y bueyes criados en libertad y con pastos frescos. Hasta le ponen música para dormir y despertar. No sé si eso es muy común en la ganadería moderna, pero no he probado carne como esa, más tierna y tan sabrosísima.
Cuando la camarera se alejó, Daniela volvió a preguntar a Salomón cómo se había sentido la noche anterior.
“Ahora habla tú. Explícale a Carla lo de ayer”
Salomón había sido invadido por el más tremendo erotismo de repente. Se expresó sin tapujos, envalentonado por las caricias de Daniela.
"Bueno… primero gracias por tu maravilloso cumplido sobre lo de anoche, Daniela. Pero ya he dicho que eres una maravillosa y dulce amante. La hembra más caliente a la que he hecho el amor. Una mujer tan deliciosa que tiene entre las piernas lo más dulce que he probado en mi vida”.
Daniela estaba sonriendo de oreja a oreja. Cuando Salomón le devolvía la sonrisa, de repente, sintió mi mano acariciando los pantalones encima de su muslo, por debajo del mantel. Me miró y me vio sonriendo como en una especie de complot. La caricia le estaba causando una excitación mayor aún. Su pene se había endurecido definitivamente debajo de la servilleta. Acerqué un poco mi silla hacia él para permitirme un mejor acceso a su entrepierna.
Estábamos en un rincón del restaurante y nadie podía vernos. El Matarromera estaba exquisito, a la temperatura justa, e hizo efecto en la pastilla que había tomado Salomón, proporcionándole una erección tan poderosa que temí se fuera a correr allí mismo.
Mientras degustábamos el menú, pregunté: "¿Cuáles son vuestros planes para los próximos días?"
"Bueno, yo cedo mi puesto. He tenido bastante por hoy” Respondió Daniela “Esta vez te toca a ti Carla. Tú debes ser la protagonista. Yo tengo libre, no tengo nada en mi agenda, si más adelante queréis algo, me llamáis. Pero de momento me vuelvo a casa a dormir. Aún no estoy recuperada".
“¿Y tú?” pregunté a Salomón.
“Yo estoy a tus órdenes, Carla” Mi dedo meñique acariciaba sus testículos en aquel mismo instante. ¿Cómo iba a responder otra cosa?
"Estupendo. Después del almuerzo hago un par de llamadas con relación a unas ventas que ya he cerrado y a por el fin de semana”.
Yo seguía acariciando la polla dura como una roca a través de los pantalones de Salomón. Se le estaba poniendo casi dolorosa la erección por mis delicadas y maravillosas caricias. Jugaba a coger la punta, sobre la tela y enroscaba las yemas de mis dedos en el capullo. Él me miraba sin hablar y casi sin creerse que estuviese siendo manoseado por una hembra semejante, en un restaurante lleno de gente, aunque no nos vieran. Era la primera vez que hacía algo parecido.
Salomón llamó por teléfono. “He de pedirle a mi jefe un par de días, suelo trabajar en fin de semana”
Sin dejar de tartamudear, a causa de mis tocamientos, tuvo problemas para conseguir los días libres, pero al final puso la escusa de que algunos amigos de la promoción universitaria habían llegado a la ciudad para la celebración quinquenal y que necesitaba los días urgentemente. Su jefe le dio el tiempo libre, pero le dijo que al fin de semana siguiente tendría que doblar las horas. Él aceptó y colgó el teléfono con gesto triunfal.
“Ufff” dijo “Me ha costado. Mi jefe es un tacaño irreductible”
Yo reí sabiendo lo que le había costado mantener la conversación mientras acariciaba su polla.
Cuando pedí la segunda botella de Matarromera la camarera sonrió alucinada. Era la primera vez que ponía dos botellas de vino en una comida con casi mil euros de precio. Salomón tragó saliva, pero pensó, “de perdidos al rio” y “a lo hecho pecho”. Jamás iba a verse, ni se había visto antes con dos putas de semejante caché.
En ese momento llegó el plato principal y todos comimos con apetito. La verdad es que todo estaba delicioso. La carne como siempre lo mejor.
Me dirigí a Daniela, " voy a llevarme a Salomón a mi casa. Así que supongo que tendrás que irte solita en tu coche. No te imaginas como tiene el rabo ahora mismo”.
Salomón parecía dispuesto a escuchar cualquier burrada y Daniela rió algo escandalosamente.
"Está bien. Estaba pensando que tomarías posesión de mi hombre en cualquier momento. Disfrútalo”.
Salomón pensó que hablábamos de él como una simple mercancía, pero no le importaba.
"Sí. Es todo mío hasta el lunes, por lo menos”. Dije mientras mil ideas y pensamientos daban vueltas por mi cerebro.
Cuando terminamos de almorzar, cogí la factura y saqué mi tarjeta de crédito para pagar. Salomón protestó un poco, exhibiendo su orgullo de macho herido por que una mujer pagara la factura, pero insistí en que él era “mío” y durante los días siguientes yo me encargaba absolutamente de todo. Le pellizqué en el moflete.
“Eres mío, ¿te enteras?” Él asintió, pero aún hizo un tímido intento, temeroso de que fuera aceptado.
"¿Estás segura Carla? Tengo dinero y estoy dispuesto a pagar ese vino ".
"No vuelvas a hablar del tema. Le ordené tajante. Pagarás cuando yo lo diga, sólo que no creo que lo hagas con dinero en efectivo, sino con ese aparejo que tienes entre las piernas".
Ya fuera del restaurante, Salomón le dio un beso de despedida a Daniela y nuevamente le susurró, durante el beso, cuánto había gozado aquella noche. Daniela le regaló un beso apasionado y le dijo que me tratase igual a mí. Rompieron su abrazo y ella subió a su mini, saludando con la mano a través de la ventanilla según se ponía en marcha.
Quedamos solos Salomón y yo.
“Sígueme” le ordené. Lo hice como si se lo dijera a un perrito, para ver su reacción. Él adoptó una actitud sumisa, caminando detrás de mí hasta el Mercedes.
Guardó silencio mientras conducía hacia el destino que tenía en mente. Con mis ojos en el tráfico, imaginé que su polla ya estaría dolorida después de hora y media de caricias y erecciones en el restaurante. Salomón me sonrió tímido y callado. De repente, giré bruscamente a la derecha hacia el estacionamiento de mi oficina. Sabía que a esas horas estaría vació. Salomón se sobresaltó un poco cuando pasé la tarjeta abriendo la puerta mecánica y llevé el coche a la zona más remota y oscura del aparcamiento. Una plaza tenebrosa entre dos paredes. Tras aparcar apagué el contacto. Extendí mi mano, abrí la cremallera de sus pantalones y extraje aquella verga, dura aún. Estaba babeando y los calzoncillos empapados. Natural pensé.
Agarré firmemente el leño y extendí con la yema del dedo gordo el aceite que manaba del ojo hinchado. Comencé a masturbar lentamente, arriba y abajo, abajo y arriba. Él solo me miraba de vez en cuando, sobre todo cuando aceleraba y apretaba más duro. Cuando la miré a los ojos, le sonreí y comencé a inclinarme muy lentamente hacia su entrepierna, abrí la boca, moví la cabeza para apartar mi pelo, abrí la boca y engullí el falo con ansia. Jamás había deseado comerme un rabo como en aquel momento. Llevaba dos horas toqueteando aquella magnífica polla.
Salomón comparaba mi felación con la de Daniela, pero no notaba diferencias. Lo sentía igual de delicioso. Sus ojos se ponían en blanco por el placer mientras mi boquita y mi lengua lamían delicadamente, más acariciando y ensalivando que chupando. Todo tan dulce y delicadamente que el pobre gemía incrédulo.
"Carla, me voy a correr. Deberías retirarte “
Le miré negando con mi cabeza y metí la tranca en mi boca con tal pasión que provocó la venida inmediata de su leche.
Mientras eyaculaba, mis manos amasaban sus pelotas que se pusieron rígidas por el orgasmo. No dejé que una sola gota escapara de mi boca. Él gimió para hacerme saber cómo estaba disfrutando. Cuando se agotó aquel río de esperma, me incorporé para darle un beso con el sabor de su orgasmo. Sintió mi lengua entrelazarse con la suya. Podía saborear la salinidad de lo que acababa de vaciar en mí. Me abrazó con fuerza y me preguntó, "¿Me dejas a mí ahora?"
Le respondí tajante "de ninguna manera, tendrás la oportunidad de devolver el favor, pero no ahora, nos tenemos que ir".
Después de unos minutos, me detuve en el estacionamiento de una tienda de lujo, de ropa para hombres. Me miró atónito. Pero le dije:
"Necesitas ropa nueva para este fin de semana". Él protestó:
"Tengo buena ropa. Si vamos a mi casa cojo lo que haga falta".
"Tal vez tengas buena ropa, pero eres mío, no lo olvides. No vuelvas a protestar y haz lo que te digo". Me satisfarás haciendo todo lo que te pida. Lamerás lo que quiera que lamas, chuparás lo que quiera que chupes, y follarás lo que yo quiera que folles. Me perteneces todo este fin de semana, ese es el juego. ¿Lo entiendes? Y si no estás de acuerdo puedes irte cuando quieras”.
Por primera vez vi el pánico en la mirada de Salomón. De ninguna manera estaba dispuesto a terminar allí con su increíble aventura.
“Puedes comprometerte a partir de este momento o podemos separarnos ya. ¿Qué dices?"
Él estaba emocionado. Nunca se había visto sometido a una mujer y la idea de hacer lo que yo quisiera y dijera, en cualquier momento le resultó emocionantísima. En cierta forma yo estaba usando la misma táctica que usa conmigo mi primo Jacobo cuando quiere dominarme.
Era mi pequeña venganza sobre el género masculino.
Salomón respondió: "Haré lo que digas. Simplemente no estoy acostumbrado a que nadie quiera tomar el control de mi voluntad, así que discúlpame si cometo fallos. Sólo quiero decirte que me excitas más que cualquier otra persona con la que haya estado en toda mi vida”.
Sonreí enternecida con su humillación y le dije: "Bien. Baja del coche y sígueme a la tienda. Anda dos pasos por detrás de mí. Las dependientas están acostumbradas a que acuda con otros esclavos. No se sorprenderán. Mira al suelo y no hables ni opines sobre la ropa que yo elija para ti.
Ah, por cierto, a partir de ahora me llamas de usted y delante de otras personas me dirás “señora. ¿Entendido?”.
“Sí. Señora”
Sonreí hasta la entrada en la tienda, orgullosa y satisfecha de mi dominación. La jefa de la tienda me saludó efusivamente. Sabía que aquella tarde haría caja. Ella me susurró algo en voz baja que Salomón no pudo escuchar. Cuando dejó de hablar, tomó una cinta métrica y se acercó a mi esclavo. Comenzó a tomarle medidas. Primero sobre los hombros, a lo largo de mis brazos, luego alrededor de su cintura, y finalmente en la entrepierna. Sacó media docena de trajes. Nos los trajo y le ordené:
“Vete probando y sales que te vea” Claudia, la jefa, no pudo reprimir un gesto de risa, ante la humillación que recibió Salomón. Él aguantó estoicamente. Comprobé que estaba hecho para ser dominado. Al cabo de un rato apareció con el traje negro.
"Me gusta” dije “Claudia, ponle algunas camisas a juego".
Otro traje más elegante, para la noche y dos conjuntos completos de sport, zapatos calcetines e incluso ropa interior. De alguna manera, él sabía que iba pagar caro por todo aquello, pero se limitó a sonreír mientras conducía hacia mi casa.
“Saca tu pene, quiero verlo mientras conduzco” Obedeció sin rechistar. Disfrutaba como una loca con aquel dominio.
“Ponlo duro” Se tocó hasta que el pene erguido apuntaba hacia el techo del Mercedes.
Subí mi falda y dejé que viera mi tanga de hilo azul claro.
“Uffff, Carla, no me hagas sufrir”
“Te he ordenado que no me tutees”
“Perdone señora”
“Además no debes hacer peticiones. Si deseas algo debes humillarte, insultarte y suplicarlo”
“Soy un cerdo inútil, no me haga sufrir, por favor señora”
“Así está mejor, mucho mejor” Mi dominio sobre Salomón comenzaba a ser insultante.
Cuando llegamos a mi casa, quedó alucinado. Mi casa es una verdadera mansión. Tiene dos pisos inmensos. Pulsé un botón sobre el espejo retrovisor de mi Mercedes y una de las puertas del garaje comenzó a abrirse.
Le dije: "Vamos. Quítate los pantalones. Quiero follar ahora mismo He estado esperando todo el día y ahora harás lo que te diga, fuera pantalones y calzoncillos”.
Cuando se desabrochó el cinturón, yo me quité el tanga azul claro. El pene de Salomón estaba de nuevo duro, de forma instantánea. Me senté a horcajadas sobre su regazo. Su cipote estaba tieso como un mástil. Y Salomón pudo oler mi sexo almizclado, sentir mi cálida humedad mientras me abría el coñito con su hombría. En un solo movimiento me empalé la tremenda polla de acero. Apreté hacia abajo, llevando todo mi peso sobre él y empalándome todo lo profundo que me fue posible, hasta sentirme totalmente llena de falo. Estaba salida, caliente y mojada rellena de aquella maravillosa sensación. Salomón me besó apasionadamente, nuestras lenguas se entrelazaron y bailaron en la boca del otro. Nunca me había follado a mí misma con tal ansia. Mi orgasmo y roció todo su regazo. Él empujó con más vehemencia y entro metió dentro de mi coñito el doble de leche de la que había volcado en mi boca en el aparcamiento de mi trabajo. Gemí ruidosamente mientras seguía culebreando sobre Salomón. Sentí otro orgasmo "Me corro Salomón. Sigue. Lléname de polla".
"Oh señora, me encanta follarla. Nunca antes me había sentido tan bien en mi vida. Es usted única y maravillosa”.
Estaba sonriendo, jadeando y disfrutando de cada segundo de nuestras increíbles sensaciones. Seguí pegándome a él tan fuerte como pude. Él pudo sentir mi orgasmo, las contracciones de mi coño contra su pene, como si le apretaran unos dedos golfos. Yo grité con todas mis fuerzas, sabía que en mi casa no había nadie más y me sentí libre de desahogar todo aquel placer en forma de alaridos de zorra.
Sentía el cuello de mi uterino engullendo la cabeza de su polla mientras yo la empujaba más y más dentro. Hice un charquito en su vello púbico, follábamos como dos perros en celo. Después de un par más de orgasmos, me sentí exhausta. Me derrumbé en su pecho. Ambos cuerpos estaban empapados de esperma y sudor.
"Señora, tal vez deberíamos salir del auto e ir a la ducha. ¿Qué opina?"
"Bien esclavo, vas a tener que llevarme en brazos, estoy muerta".
Me tomó de la cintura para subirme en brazos. Yo me agarré a su cuello. Salomón es un hombre alto y fuerte. Además de mi peso llevaba en la mano las bolsas con la ropa recién adquirida.
Le fui indicando. Llegamos a mi dormitorio y me dejó sobre la cama. Le ordené que dejara las bolsas en el suelo. Sé quedó mirándome, desnuda sobre la cama. Le parecía la mujer más hermosa del universo.
Mientras Salomón me preparaba un baño de sales y espuma en el jacuzzi, me llamó Daniela por teléfono.
"Hola. ¿Dónde te has metido? ¿Cuéntame, que habéis hecho? Ella me hablaba con algo de impaciencia. ¿Qué, cuenta? Me tienes en ascuas"
Suspiré."Hemos follado en el garaje de mi trabajo y en el de casa. Y antes le he comprado ropa. Me gustaría que le vieras con el traje negro. Está para comérselo. Fuimos a la tienda de Claudia y le compré varios trajes nuevos, varias camisas, un par de cinturones y dos pares de zapatos. Lo mejor ha sido cuando llegamos aquí a casa, al apagar el motor me quité el tanga y me subí la falda. Sentada en su regazo, me empalé con su gran verga y comencé a cabalgar. He tenido varios orgasmos, creo que te he ganado”
Daniela rió al otro lado del teléfono.
“Qué envidia me das zorra” Nos despedimos y colgamos.
Salomón estaba impaciente por saber mis planes para el fin de semana.
“Había planeado llevarte a una fiestas de sexo. Tengo unas amigas que organizan para el sábado una gran reunión. Serías el éxito de la fiesta. Las mujeres te follarían esa linda verga sin parar. Sin embargo, ahora me doy cuenta de que me sentiría celosa de ver cómo disfrutas del sexo con otras mujeres. No estoy diciendo que no pueda, pero mis sentimientos me hacen dudar. "
Me incliné y comenzó a acariciar su polla hasta volver a tenerla erecta. Lamí el líquido transparente que brillaba en la punta y lo extendí con la lengua sobre la cabeza y el tronco de su incansable pene. Salomón llevó sus manos hacia mi coño. Acarició mi rajita deslizando suavemente un dedo entre los labios. Me escuchó gemir y mi respiración comenzó a acelerarse. Aceleré el ritmo de acariciar su polla ahora completamente henchida. Con la otra mano comencé a acariciar sus testículos. Él estaba haciendo todo lo posible para evitar explotar demasiado rápidamente. Para frenar el proceso, se concentró en mi coño, ya muy mojado.
Me sacudió un potente orgasmo y él sonrió y se puso de rodillas colocándose entre mis piernas. Me agarró por los tobillos y los puso sobre sus hombros. Colocó su verga entre los labios de mi coño. Lenta y suavemente empujó la cabeza de su pene dentro de mí. Con una lentitud exasperante, que me hizo sentir cada milímetro de la verga entrando. Gemí fuertemente. Con las piernas sobre sus hombros se sentía más intensamente la penetración. Empujó hasta alojarla dentro del todo y comenzó a follarme suavemente. Podía sentir las paredes de mi vagina apretarse alrededor de su herramienta y de repente, me tensé de nuevo y él sintió mi humedad acudir en un orgasmo poderosísimo. Olía a sexo intensamente. Salomón me besó con pasión y cariño. Luego volvió a la postura y siguió follándome hasta venirse. "Señora, voy a correrme". Antes de que pudiera terminar la frase, su pene explotó en mi interior volcando su leche con abundancia. Mi coño apretó aquella verga con todas mis fuerzas y le susurré al oído que no estaba dispuesta a compartirle.
"Señora” me dijo “tal vez sea demasiado pronto para decir esto, pero siento que me estoy enamorando de usted."
Sus ojos se llenaron de lágrimas y una rodó por su mejilla. Me incliné hacia adelante y besé la lágrima. Había sufrido tanto con su divorcio y ahora al sentir la felicidad del sexo conmigo, no pudo reprimir un sentimiento de congoja que me enterneció infinitamente.
“Sabes que estoy casada Salomón. Pero no dudes de que puedo y voy a dejarte un hueco en mi corazón y en mi ajenda”.