Salomón el incio

De cómo conocía a Salomón y de la aventura que tuvo con mi amiga Daniela

Conocí a Salomón más de dos años después de su divorcio. Él no estaba interesado en salir con nadie, ya que la ruptura de su matrimonio con Encarna le volvió bastante solitario, introvertido y con cierta tendencia a la depresión.  Salomón y su esposa habían sido novios desde el instituto y terminaron casándose bastante jóvenes.  Si cabe, la acritud de su carácter, se vio aumentada debido a que Salomón había crecido en una familia muy religiosa. En su credo estaba contenida la idea de que el matrimonio debía durar para siempre. Los abuelos  de Salomón, por ejemplo, estuvieron casados ​​durante más de 60 años hasta que el abuelo murió por un cáncer.  Salomón había soñado tener un matrimonio así de duradero, por lo que  Encarnación le había roto el corazón el día en el que le comunicó que había solicitado el divorcio.

Ahora, pasado el tiempo, estoy convencida de que fue gracias al divorcio la vida para él cambió definitivamente. Sobre todo en el aspecto sexual, llegando a vivir experiencias más allá de sus fantasías más salvajes. Salomón tenía 40 años cuando nos conocimos, yo era mucho más joven, 25 años, pero me gustan los hombres mayores que yo.

Fuimos presentados en una fiesta por una amiga común. En ese tiempo mi figura era esbelta porque en aquella época trabajaba de monitora en el gimnasio. La mayoría de los clientes y algunas clientas, se me insinuaban con frecuencia. Yo pesaba poco más de 55 kilos,  la piel clara y el pelo tintado en negro azabache que me llegaba hasta la cintura. Jamás he tenido tabúes ni  miedos al hablar sobre cualquier tema. Pero Daniela me había advertido de que Salomón era un pesado con el tema religioso y me aconsejó no dejarle enrollarse en ese aspecto.

Más adelante el mismo Salomón me confesó que había quedado prendado de mi hermosa sonrisa.

Tras presentarnos Daniela nos dejó solos. Era un salón grande y estaba lleno de gente. Se celebraba la despedida de soltero de un chico amigo de Daniela con el que solíamos salir a menudo.  Salomón se puso un cubata y me preguntó si me apetecía algo. Le pedí un ron con coca cola. Le tenía hipnotizado, no esperaba causar tal impresión en él y aquello satisfacía mi vanidad. Me miraba como un tonto mientras ponía las bebidas.

Me senté en un extremo del sofá de cuero negro. Él se sentó junto a mí, para impedir que otro ocupase aquel sitio. Yo llevaba una camisa de franela, sin abrochar, dejando el canalillo de mis pechos totalmente visto. Había atado la camisa con un nudo justo debajo de mis pechos, mi ombliguito desnudo, dejando ver mis abdominales bien formados y los pantaloncitos más cortos que jamás él hubiera visto. Charlamos durante casi una hora antes de que nuestra amiga común Daniela, la que nos había presentado, se acoplase en el sofá junto a nosotros. Daniela sonrió y nos dijo que estaba muy feliz de ver lo bien que nos llevábamos.

Sonreí y guiñé un ojo a Daniela diciéndole: “gracias por traer a Salomón, es realmente genial y me encanta hablar con él". Daniela nos devolvió la sonrisa y se levantó, pero antes de dejarnos se inclinó hacia él y le dijo que las mujeres hermosas como yo nunca se consiguen solas. Él no pareció entender lo que quería decirle, pero Daniela se alejó sin aclarárselo.

Daniela y él se conocen desde hace años y creo que en el fondo ella ha sido la principal razón de que el pobre no se suicidara a causa de su  divorcio. Ella se mantuvo cerca de él durante el pleito y había sido la tabla de salvación a la que Salomón se había agarrado para no naufragar. Daniela es atractiva, pero mucho más gruesa que yo. Posee un apetitoso par de ubres y una trasera como la de una hermosa mujer negra, pero con el cuerpo de una jovencita blanca y rellena. No es tímida a la hora de mostrar su cuerpo, así que sus elecciones de ropa (o mejor dicho de poca ropa) siempre son más que intrépidas.

Daniela me había contado que más de una vez, cuando él estaba en sus peores momentos, arrastraba a Salomón hasta algún bar y disfrutaba jugando ambiguamente con él. Por un lado le consolaba y animaba, pero por otro se insinuaba. En principio lo hacía como terapia para intentar superar la obsesión de él por el divorcio, pero la zorra le dejaba dormir en su casa cuando se había pasado de copas el bueno de Salomón.

Era entonces, con el invitado durmiendo en el sofá cuando a Daniela se le desataba el libido. Sabía que las copas obligarían a Salomón a visitar el baño pronto. Él se despertaba para ir a orinar, con la vejiga hinchada por las copas y la encontrarla en el baño. Abría la puerta y allí estaba Daniela saliendo de la ducha completamente desnuda, apenas cubierta con una minúscula toalla. Sus hermosos pechos brillaban mojados. Ella no hacía ningún intento de cubrirse y se limitaba a encogerse de hombros y reír, diciéndola al pobre Salomón:

"¿Te asustas? como si nunca hubieras visto a una mujer desnuda antes".

Durante aquellos meses en los que su corazón se había refugiado en la compañía de Daniela, él siempre había tenido en alguna parte de su mente la fantasía de que ella fuese su primera experiencia sexual después de lo de su esposa, pero hasta la primera noche en que la vio totalmente desnuda, siempre había alejado aquella idea de su cabeza y se limitaba a tener fantasías con ella mientras se masturbaba sólo en el sofá.

Tras encontrarse varias veces con Daniela desnuda o muy ligerita de ropas, un día, decidió no seguir siendo tan mojigato. Otra vez Daniela estaba en el baño y él sacó su polla, levantó el asiento del inodoro y comenzó a orinar. Ella ironizó después de quedar alucinada con el tamaño del cipote de Salomón, diciendo que bajara la tapa al terminar, con mucha ironía,  y él le prometió que lo haría, observando los ojos de Daniela mirando su hermosísimo pene.

Ese día Daniela le pidió que fuera a la cocina y le preparara algo fresco de beber, ya que se sentía acalorada. Él llenó una copa con agua helada, pero antes de que terminara de llenarla Daniela le gritaba ansiosa y él contestó:

" ya voy, mujer"

Ella esperaba en su dormitorio,  así que él llamó a la puerta.

"No seas tonto y pasa ya"

"Sólo pretendía ser cortés. Aquí tienes tu agua"

Daniela agotó el contenido en dos segundos, estaba seca. Y Salomón se sorprendió cuando  al terminar Daniela le pidió:

"Salomón, en lugar de dormir en ese sofá, tan incómodo, como haces siempre, ¿por qué no duermes hoy aquí conmigo? No te niegues, no seas tonto"

Salomón se había negado otras veces por sus ideas religiosas. Pero esta vez aceptó

"Esta vez sí, pero………."

"Ni pero ni nada, venga. Pero debes saber que me gusta dormir desnuda. Espero que eso no te ofenda ".

"Mmmmmm. No. Si es tu costumbre lo acepto. "

Aunque Salomón pretendía mentirse a sí mismo, diciéndose que no iba a pasar nada. Las mejillas se le ruborizaron cuando Daniela le dijo aquello y su pene no pudo evitar ponerse rígido como un tronco.

"Vamos, desnúdate y ven".

Salomón se quitó la ropa, los zapatos y los calcetines de espaldas a ella. A Daniela le resultó encantadoramente enternecedor. Ella le sonrió diciendo: "Ya te vi orinando, ¿no te acuerdas? No seas tonto".  Pero Salomón tenía la verga dura como una roca e incluso adornaba su glande con una pequeña gota de líquido preseminal. Así que no se atrevía a mostrarse así. Los testículos le hormigueaban y sentía electricidad en su miembro. Podía sentir hasta el movimiento del aire.

Se dio la vuelta tapándose con las manos, pero le polla sobresalía por encima de los dedos. A

Daniela  le invadió de nuevo un calor que llevaba meses sin sentir. La timidez de Salomón le enternecía. Allí tapadito. Era mucho peor que si se hubiese mostrado descarado. Aquello le ponía mucho más cachonda. No pudo remediarlo y se incorporó en la cama y sin aviso previo y comenzó a acariciar la polla de Salomón. "¿Cuándo fue la última vez que te han hecho una buena mamada"?

Salomón apartó sus manos y dejó los gorditos dedos de Daniela tentar el brillante falo, desde los huevos hasta el capullo. Sintió como acariciaba y pellizcaba y por un momento pensó que iba a correrse. Los dos años sin Encarna su pene no había sido tocado por ninguna mujer. Y cuando estaba casado su mujer lo hacía con algo de asco. Algo totalmente distinto al placer que Daniel mostraba.

Salomón tartamudeo: "Um, nunca me han hecho una mamada, a Encarna no le gustaba el sexo oral. Yo a ella sí, pero ella a mí jamás consintió en hacerlo".

"Eso hay que solventarlo ahorita mismo, recuéstate, llevo mucho tiempo deseando este momento. Pero ser la primera que vaya a comerte la polla es un regalito que no esperaba.

¿Sabes una cosa Salomón?” Daniela aferró el pene como se agarra la barra del autobús, con firmeza.

“Dime” contestó  sin atreverse a mirarla a los ojos.

“Me encanta el sabor del semen de un hombre cuando se corre en mi boca”.

Salomón estaba aturdido, casi mareado. La mano de Daniela apretando el cilindro de su pene le infló el capullo con una presión y un brillo definitivo. Comenzó a babear y sintió ganas de correrse. Nunca una mujer le había hablado así mientras le tenía cogido por el pene de aquella manera.

Daniela tiró del pene hacia la cama. Él comprendió pronto y se tumbó boca arriba. Daniela abrió sus labios y comenzó a lamer y acariciar su leño. Sabía que era la primera en dar semejantes mimos en aquella entrepierna, así que estaba decidió ejecutar una obra de arte. Salomón inclinó su cuerpo para acariciar el suave culo de Daniela. Le pasó un dedo arriba y abajo por el canal del culo pero sin apretar con el dedo en su recto. La esposa de Salomón jamás le había consentido sodomizarla ni siquiera le dejaba tocar siempre el ano. Daniela estaba en lo cierto cuando  pensó que iba a correrse. Sintió los testículos de Salomón que comenzaron a endurecerse.  No pasaría mucho tiempo antes de que explotara.

“¿Vas a correrte en mi boca?”

“Si tú quieres Daniela”

Cuando sintió que el orgasmo se estaba a punto de venirle se lo dijo a ella que le puso de rodillas, le agarró por el culo apretando los glúteos  y llevó la polla de nuestro amigo  hasta lo más profundo  posible dentro de su garganta.

Salomón gritó mientras eyaculaba y Daniela tragó todo el rió de leche y se relamió los labios mientras limpiaba la polla con la lengua.

Aquello era más de lo que nunca hubiese soñado, así que Salomón, al llevar tanto tiempo sin tener sexo, y viendo a la rellenita Daniela lengüetear su falo de aquella forma impidió que se le bajase el rabo, que continuaba tan erecto como antes de empezar.

Daniela no esperaba aquello. Sonrió, se acostó en la cama, apoyó la cabeza en la almohada, aún con Salomón de rodillas erecto, y separó las piernas para mostrarle el coño delicadamente afeitado. Salomón comenzó besando suavemente sus grandes tetas. Lamía y chupaba sus pezones. Se abrió camino hasta el interior rosado de su coño parando antes un par de minutos para lamer y besar suavemente su ombligo. Siguió trabajando el coño, concienzudamente,  hasta provocar una increíble humedad en el coñito abierto. Suavemente frotó su clítoris con el pulgar y movió sus otros dedos arriba y abajo, recorriendo sus labios hinchados. Metió un dedo dentro de ella y lo sacó con sus jugos femeninos haciéndolo brillar.  Lo chupó degustando su humedad. Volvió a follarla con el mismo dedo.

Todo lo hacía sin decir una palabra, ella no creía que Salomón fuera a comportarse de aquella manera,  así que gemía excitada como una puta, disfrutando la sorpresa que Salomón había supuesto para ella.

Él Inclinó la cabeza de nuevo hasta el coño, para oler aquel maravilloso perfume femenino. Comenzó con pequeñas lamidas, lentas y rítmicas. De repente, sintió las dos manos de ella en la parte posterior de la cabeza, atrayéndole más fuerte hacia su raja. Recibió el mensaje de que había terminado el trabajo delicado y juguetón. Ella quería la lengua más profundamente incrustada, así como la metió tanto como pudo, dejando su nariz pegada al clítoris y la barbilla contra el ano.

“Le comías el coño así a Encarnación”

“Sí. Eso si le gustaba”

“Será puta. Me jode decírtelo Salomón, pero Encarnación es una puta egoísta”

“Ya lo sabía”.

Salomón estaba más dispuesto que nunca a complacer a una mujer.  Comenzó a rozar y sorber su clítoris con los labios, consiguiendo que el botoncito se enervase y creciese. Insertó a la vez primero uno y luego dos dedos en su coño mojado, pero lentamente,  jugando a meter y sacar, provocando las ganas de ella por ser penetrada. Le pareció que ella comenzaba a aproximarse a un orgasmo, por la forma de sus gemidos y su manera de arquearse, meciéndose adelante y atrás, arriba y abajo, con la boca de Salomón aferrada como una lapa y los dedos y lengua haciéndole ver todas las constelaciones del universo. De repente, ella explotó en su boca. Y Salomón bebió cada gota limpiando con la lengua.

"Fóllame, cógeme ahora”.

No era necesario que se lo dijera dos veces, así que se puso de rodillas en el colchón, atrayendo a la gordita Daniela por las caderas. No necesitó acercarla demasiado por la gran longitud de la polla que parecía la de un guerrero senegalés. Cabeceó cogiéndose el pene con la mano, jugando con el capullo en la entrada de su agujerito de amor. Al principio empujó la cabeza contra ella suavemente, pero ella le agarró de las caderas con sus uñas pintadas en fucsia para recordarle que estaban teniendo sexo y no "haciendo el amor". Empujó más profundamente en ella hasta que sus pelotas tocaron sus nalgas, con un empujón soberbio en el que Daniela emitió tal alarido que Salomón temió que los vecinos fuesen a llamar a la policía.

"Me corro, estoy tan mojada". "Hazme tu perra".

"Maldita sea, Daniela, me tienes de nuevo duro como una roca y esta vez voy a soltar todo lo que tengo dentro de ti".

Eyaculó profundamente en su útero. Ella gritó de placer otra vez arañándole la espalda con sus uñas. Él sintió dolor en su espalda, un dolor que en lugar de apaciguarle las ganas, le hizo soltar el resto de la poca carga que ya le quedaba en los huevos.

Pensó que Daniela era una criatura increíble. Cuando terminaron, le sugirió un baño para dormir un poco. Ella aceptó a regañadientes y ambos se incorporaron del tálamo y se dirigieron al baño.

Después de la ducha, la secó con una toalla para pasar unos minutos lamiendo y chupando de nuevo sus increíbles pezones, ya que eran sorprendentemente suaves y grandes. Cuando bajó a su coño con la toalla ella me dijo que debería tener cuidado o encendería el fuego otra vez. Salomón sonrió y se encogió de hombros pensando que ella solo estaba bromeando. Sin embargo, ella se giró, se inclinó sobre la cintura y mostró su culo abierto, separando las nalgas con las manos. Salomón frotó su polla dura de nuevo deslizándose a lo largo de su ano y de su coño.

"No, en el coño no, te quiero en mi culo Salomón”

Él le había confesado que Encarna jamás le había dejado ni lamerle el ano, y ahora Daniela le pedía que le diese por culo.

"¿De verdad?, gracias Daniela. ¡Este es uno de los regalos más dulces que alguien me haya hecho en mi vida! “

Salomón escupió en su polla para asegurarse de tener suficiente lubricación para no lastimarla. Ella le dijo que usara el aceite de bebé que había en el rebajo de la ducha. Una vez más, haciendo lo que le decía, cubrió su polla dura como la piedra y el pequeño orificio anal de ella, apretado con el aceite de bebé. Al principio, metió un dedo y luego dos. Finalmente tres. Ella gemía ruidosamente, agitándose tanto que era muy difícil atinar en aquel culo inquieto.

"¡Deja de jugar conmigo ya, Salomón y pon esa polla en mi ano yaaaaaaa!"

Se acercó y puso la punta del pene en su esfínter. Dejó la polla quieta y fue Daniela la que empezó a empujar su culo con fuerza contra su ingle para meterse  la verga tan profundamente dentro de ella como le fue posible. Continuaron follando duro y rápido durante varios minutos, los orgasmos pasados provocaron que aquella follada anal en la ducha durara más del triple que la de la cama.

"Me corro, Daniela", dijo en voz muy alta.

Tras una nueva ducha, esta vez sí quedaron dormidos profundamente hasta que el despertador volvió a poner en sus recuerdos de amaneceres nuevos las escenas de la noche anterior.

Mientras Daniela estaba en el baño, orinando, aquella mañana, Salomón le preguntó por mí.

"Daniela, ¿a qué te referías la noche de la fiesta cuando dijiste que te alegrabas de que Carla y yo charlásemos tan amistosamente?"

"Bueno, querido” le dijo Daniela “Le juré guardar el secreto. Espero que no se moleste. Carla y yo hemos hablado largo sobre ti. Ella quería conocerte. Le afectó mucho el relato que le hice de tu divorcio y lo triste que estabas. Ella es la criatura más sexual con la que he estado en mi vida. Es insaciable, escribe relatos porno con el seudónimo Geishablanca en Todorelatos. Está casada con un tío mucho mayor que ella, cornudo consentido.

Creo sinceramente que Carla es una enferma del sexo”.

Salomón escuchaba anonadado.

“¿Crees que Carla tendría sexo conmigo?”

“Creo no, afirmo” contestó Daniela sintiendo algo de celos por la forma en que se notaba el entusiasmo de Salomón.

“Recuerdas cuando te dije en la fiesta al oído que las mujeres tan hermosas como Carla nunca van solas”

“Si. Y aún sigo sin entender qué cosa me quisiste decir con aquello”

“A Carla le encantan los tríos. ¿Te gustaría dormir con las dos a la vez, con Carla y conmigo?”

Cuando Daniela me contó todo esto, me dijo que Salomón casi se desmaya al recibir la propuesta.

Me hubiese gustado estar allí para ver su cara.

Espero que no te pierdas la segunda parte de este relato. El encuentro de Daniela y Salomón conmigo.