Salobre (Segundo día)

Experiencias en el club.

En el segundo día las medicaciones para potenciar la sexualidad me estaban llevando al borde de la locura. Me levanté con el único objetivo de localizar a la esclava 235. Pero el varón que ayer me amenazó le lamia el coño mientras que ella bebía agua de uno de los beberos del corral. Ninguno de los esclavos del corral se acercaban a ella. Y quedaba dos hembras mas... Pero claro, ambas eran excesivamente obesas y muy poco atractivas. Nadie se acercaba a ellas. En cambio yo curioso gateé cerca de ellas, y comprobé que eran quienes peor olían. Al ser visto cerca, noté algo de hostilidad en sus miradas. Desde entonces supuse su homosexualidad.

Bebí agua del bebero muy cerca de 235, y me tuve que conformar con una mirada amable mientras ella sentía la lengua de ese cretino. Pronto el varón dominante del corral decidió montarse sobre ella, y el ritual que vi ayer empezó a repetirse hasta que el grito de una de las cuidadoras les alertó a ambos.

Zass!!!

No tarda en llegar su fusta para ambos.

Esta vez no era Samanta era una mujer con el doble de edad. A mi no me quedó mas remedio que observar la paliza en un rincón con las gordas y el resto de varones.

Al finalizar el castigo me di cuenta de que Samanta esperaba con los brazos cruzados sobre la verja. No se bien que fue lo que me pasó, pero me fui decidido a besar sus botas de agua posados en uno de los huecos de las rejas. Era solo la puntera pero yo lo besé con devoción para sorpresa de Samanta.

  • Será mejor que te prepare antes de que te reclame Patricia.

Samanta trabó la correa en mi collar, y la mujer de antes preguntó.

  • ¿Y por que te llevas a ese?

  • ¿Dolores, no vez que no lleva numeración?. Ayer me despisté y lo dejé en el corral.

Samanta pasó sus manos por todo mi cuerpo para comprobar si tenía alguna mordedura y terminó de explicar su error. Aliviada al ver que no sufrí ataques tiró de la cadena y la seguí hasta los chorros y duchas de la nave.

Solo el agua a presión era suficiente para limpiar la tierra de mi cuerpo. No importaba el olor. Un spray de aroma fuerte era suficiente para cubrir.

Todavía era muy temprano cuando llegamos a la oficina de mi adiestradora. Samanta para no entrar con las sucias botas de agua dio un aviso a una tal Paula que no dudó en acercarse.

  • Hola Samanta, ¿Puedo ayudarte?

  • Buenos días Paula, era solo para que dejaras este esclavo en la oficina de Patricia.

  • Ella no ha llegado, pero no te preocupes, yo me encargo.

Unos pies bonitos forrados con tan solo varias tiras negras ante mi vista despertó en mi el deseo de besar el cruce de los hilos entre su dedo gordo y el resto. Y así lo hice... Mi lengua quería recorrer la tira que iba a su tobillo para luego perderse por los gemelos, pero me resigné. Me conformé con el tímido beso sobre su empeine.

Paula no se ofendió y sentí como la cadena pasaba de manos de Samanta a Paula. Ese momento despertó en mi una emoción y cuando se dieron sus primeros pasos, la seguí hipnótico sin perder de vista el brillo de sus talones desnudos. Tras ella podía ver unas perfectas y bronceadas piernas. Su atuendo jovial con tan extrema falda corta, la hacía mas interesante. La falda negra y el polo blanco ajustado se insinuaba como una colegiada traviesa. Pero Paula era lo suficiente bonita y joven para ser considerada un ángel sin malas intenciones. Podía ir tan descubierta y no parecer golfa. Su dulce voz y educación era el arma ideal para que el club confiara en su puesto en la administración.

No era las oficinas principales donde la señora Yurena me dejó ayer con Patricia. En la sala todo era mas informal. Se trataba de unos salones con algunas oficinas para las adiestradoras, donde tenían todo lo necesario para nuestras fichas y los accesorios como las fustas colgadas en casi todas las paredes. Consciente del calor no dudó en ir con esa falda sobre los muslos, y casi que parecía que iba ir tarde o temprano a las piscinas. Sus piernas eran el centro de atención de otros adiestradores que la saludaban algo nerviosos. Y por fin llegamos a la que reconocí como la oficina de Patricia.

  • Quieto aquí, ahora vuelvo!

Paula desenganchó la correa de mi cuello y salió por unos pocos segundos al exterior del cuarto. Luego volvió con un mobil en la mano y...

  • Patricia?!. Muchacha, soy yo. ¿Vas a venir hoy o que?.

Supe que llamaba a mi adiestradora, y sin poder controlar mi emoción, salté hasta sus pies en esas bonitas sandalias para lamer y chupar todos esos cordones.

Ella no puso resistencia, y con toda la excitación al límite, me atreví a lamer sobre la piel de su empeine. No le molestó. Todo lo contrario, mientras comunicaba a Patricia mi presencia, ella levantaba sus deditos cada vez que mi lengua se acercaba a ellos. Así que los tomé como pude quedándome con todo el aroma y el gusto que pude. Pero todo acaba, y ella nada mas colgar, se va cerrando la puerta de la oficina de Patricia en mis narices. Entonces me quedé solo en su interior.

Con esto aprendí aprovechar cualquier oportunidad. Si me hubiera cohibido no hubiera sabido del tacto al lamer su calzado y pies. Normalmente todo el personal y cliente del club nos ignora. Si no fuera por las gracias y las adoraciones, igual apenas hubiéramos tenido tacto con ellos. Todo reside en que depende de lo casual. Que alguien te acaricie y que beses sus pies depende mucho de nosotros. Mi comportamiento bien atado al protocolo es muy importante para evitar el dolor de la fusta y recoger el placer del tacto, que es lo que mas anhelamos ante la indiferencia. Por desgracia Paula no me ha tocado ni acariciado, pero al menos supe del sabor de su pie y su olor fresco. Ahora solo me quedaba esperar a la llegada de Patricia.

¿Y Harumi?, ¿cuando podría ver Harumi?, ¿Ese día podría tener su visita como prometió?. No lo sabía. Tan solo ha pasado un día en Salobre y no era tanta la tristeza. Y digo que no era tanta por que sabía que pertenecía a ella, y ya con eso estaba tranquilo. Lo que pasaba es que la curiosidad del lugar y el verme metido en un experimento cada vez mas agradable, me animaba a seguir los seis días que me quedaban.

Estaba muy animado gateando al rededor de el escritorio de Patricia. Olisqueaba el suelo en busca de su rastro pero... No nos engañemos, no soy un perro de verdad. La espera se hacía larga, y larga era mi erección que buscaba golpear algo o rozarse en algo. Con las manos enguantadas apenas podía frotarme como si alargara plastilina. Se me hacía complicado masturbarme en su oficina. Dios, ojalá entrara cualquier persona!

La puerta se abrió y un tipo con un casco de moto en su brazo entró. ¿Dije cualquiera?. Ah no, con este que parecía ser un mensajero me escondí debajo del escritorio. Por suerte el no me hizo caso y nada mas dejar el sobre se marchó.

La puerta se quedó abierta y no dudé en asomar mi hocico al exterior. Nada mas asomarme, vi a Paula sentada tras un pequeño mostrador. Sus piernas cruzadas asomaban en un lateral dejando que disfrute de la vista. Ella se dio cuanta de mi careto asomado por la abertura de la puerta abierta y rápidamente se levantó enojada con una fusta en su mano.

  • Pero... ¿Quien te ha dicho que salieras?

El golpe en mi costado hizo que cayera dando vueltas de mi costado hasta quedarme bajo el escritorio de Patricia.

  • Ven aquí!

Salí, y otro golpe hace que me removiera en el suelo de dolor. Gemí y gemí en llantos buscando besar sus sandalias planas. Cuando lo conseguí, ella por fin me perdonó y sus golpes cesaron.

  • A ver quien te dijo a ti que salieras de aquí... ¿Quieres orinar? ¿Caca?.

Mis ladridos y gemidos era todo lo que podía dar como mensaje. Ella tuvo que entender mi excitación en mi respuesta que al final trabó la cadena en mi collar.

  • Vamos fuera!

La seguí a tiro de cadena y salimos de las salas. Pronto estábamos fuera, y con tan solo rodear las piscinas con poca asistencia en la temprana mañana, ya paseábamos por los mismos caminos de ayer con Patricia.

Sacaba la lengua cansado por la velocidad que imponía Paula. ¿Donde íbamos?. Me preguntaba por que ya habíamos dejado muy lejos la nave granja del club. Pronto se detuvo en lo alto de una loma para señalar el lugar idóneo para orinar. Gateé entre unos arbustos por el lateral del camino hasta donde la correa me permitía. Entonces ella dejó el mango de la correa en su muñeca como si de una pulsera se tratara y con la otra rebuscó en un pequeño bolso una cajetilla de cigarrillos. Tomó uno y se lo encendió al mismo tiempo que yo defecaba sobre los bajos matos al pie de una palmera.

Se quejó, hizo una queja de desagrado en cuando el olor nos envolvió.

  • Joder, que asco!

Tiró fuerte de mí y me sacó del lugar con medio desperdicio apunto de caer. Al final calló antes de tomar camino, pero seguía orinando sobre mis muslos.

  • Vamos, anda!

Sus pasos fueron mas rápidos hasta llegar a una especie de lava pies como los que se ven en las playas. Pegué mi costado en el muro y Paula pulsó el pulsador del chorro. El agua fría me alertó pero tibió pronto en cuando ella lo tomaba con sus manos para sacudírmelo encima. Estaba claro que no se atrevería a limpiarme el ano con sus manos pero hacía lo posible para que el agua penetrara. Luego como sorpresa sentí su dedo índice y pulgar atrapar mi glande para moverlo en repetidas sacudidas en agua.

  • Listo!

Volví gatear tirado por ella por el mismo camino que venimos, el mismo que tantas veces recorrí con Patricia. Llegamos de vuelta a las oficinas y allí estaba Patricia con dos esclavos a gatas a sus pies en espera.

  • Patricia!, Tuve que sacarlo hacer sus necesidades al ver que tardabas.

Parecía culparla de eso. En cambio Patricia sonrió a la vez que tomó el mango de mi correa.

  • No te preocupes. ¿Quieres ayudarme a sacar estos tres?. Zulia se encarga de 454, dice que nos coge de camino. ¿Te importa si te encargas del nuevo?

Paula se dio cuenta enseguida de quien era el nuevo. Tomó su correa y se agachó para acariciarlo.

El nuevo era un chico de apenas 20 años, que a pesar de su silencio, expresaba mucho miedo. Paula apenas algo mayor que el, tomaba las riendas acariciando su sexo recién anillado. Su matrícula era 512 y no tardó en calmarse ante las caricias. 454 y yo fuimos tirado de nuestras correas por Patricia...

  • Vamos Paula! Nos sentaremos cerca de la fuente hasta que llegue Zulia.

Patricia llevaba un polo blanco parecido a la de Paula con la diferencia de unos jeans ajustados. Esa vez no calzaba sus deportivas de montaña, mis ojos se clavaron en unas náuticas que dejaban ver mejor algo del empeine y el tobillo desnudo. Cuando iba besar su talón, casi me doy de dientes contra el suelo ya que andábamos hacia adelante. 454 y yo pelábamos por estar a su derecha. Buscábamos rozar nuestros costado en sus jeans. Pero la pelea iba a peor cada vez que aminoraba el paso al hablar con Paula. Era el momento de lamer sus náuticas y nos enredábamos con las correas. Patricia enfadada nos atizaba con su fusta cada vez que pasaba eso.

El nuevo 512 seguía a Paula del tiro de correa con toda tranquilidad. Sus mirada no veía otra cosa mas que las sandalias de su guía. El a pesar de su evidente excitación no buscaba lamerla, su timidez era el peor aliado para sus deseos. No hacía mas que mirar embobado los bonitos pies de Paula en cada paso. Ni en en las frecuentes paradas aprovechaba para besarlos.

Castigado por la fusta de mi adiestradora no me resistía en expresar mi excitación. Aún no había conseguido besar su calzado y la frustración me marcaba. 454 gemía mas de la cuenta y se mostraba todo un veterano del club. Su gateo orgulloso era contagioso para mi ya que imitaba sus movimientos. Y así seguimos hasta llegar a una plazoleta con una fuente algo triste. Era el lugar de encuentro para la llegada de Zulia.

Ambas adiestradoras se sentaron en el muro bajo para nuestra alegría. Patricia estiró sus piernas y 454 y yo tomamos cada uno un calzado estirado al suelo. La devoción podría ser causa de un posible paro cardiaco ya que ambos estábamos muy excitados. Lamíamos la piel azul marino del náutico con tal desesperación, que Patricia se conmovió de pena por nosotros.

Paula mira a al nuevo y...

  • ¿Y tu que? ¿No vas atender mis sandalias?

512 sonrojado bajó su hocico a sus pies.

  • Refresca me los pies con tu lengua, perro!

La lengua de 512 empezó a lamer las uñas, dedos, tiras de cuero de la sandalias, y empeine con toda su energía, y Paula satisfecha retomó el tema de conversación con Patricia.

Ambas hablaban mientras Paula se fumaba un cigarrillo en una mañana despejada. El sabor en mi boca a piel de calzado era embriagador. Muchas veces besaba el empine descubierto, y notaba por sus huesos que movía sus dedos dentro de las náuticas. Dos esclavos, uno en cada pie de Patricia, era todo un espectáculo ante los primeros paseantes de club. Los dos devotos ante una diosa con las erecciones bien marcadas tras nuestras nalgas. Yo sentía eyacular al aire si no ponía remedio. Serán los medicamentos, no lo se, pero sentía desmayarme de placer por la simple tarea de lamer su calzado. 454 aumentaba sus gemidos en el pie izquierdo de nuestra adiestradora, y me suponía que sentía lo mismo que yo. Pero de repente su gemido aumentó en grito ahogado y se dejó caer de barriga contra el suelo. Se frotó como pudo contra el suelo y supuse rápido lo que estaba pasando. 454 había eyaculado por todo el suelo de la plaza ante la mirada de unos socios sentados al frente de nuestras adiestradoras. Las risas de un chico y dos muchachas tras mía y de 454 era la evidencia de que fueron testigos del desahogo de la mascota humana.

Patricia se mostró ausente y seguía comentando con Paula varios temas sobre el club. El nuevo esclavo lamía en silencio los pies de Paula y disimulaba mejor su excitación. Pero ya veremos... Ya veremos como reacciona en unos día por el medicamento en el desayuno. Cuestión de tiempo para verlo tan desesperado como nosotros pensaba mientras hacía mi tarea con cuidado de no eyacular de esa forma tan extraña.

A veces cerraba mis muslos para apretarme el miembro, pero cuando estaba apunto de correrme desistí. Entonces se oyó...

  • Buenos días muchachas!

Una chica hizo que repentinamente se levantara Patricia y Paula.

  • Hola Zulia!. ¿Lista para la rutina de la mañana?.

Ver a Zulia con un polo blanco igual que ambas adiestradoras, se supuso un uniforme. Debajo llevaba unos ajustados jeans negros y calzaba unas negras bailarinas planas. Cuando esta tomó la correa de 454, este besó y lamió cada bailarina. Su erección después de su descarga volvía endurecer automáticamente como si nada. 454 quería mas, y a pesar que la rutina consistía en un paseo hasta que orinara, el sentía la oportunidad de su vida por ser dominado y guiado por Zulia. Su devoción se mostró mas fuerte ante ella a medida que andábamos. Ya no compartía correa con 454, ya solo Patricia me llevaba del collar por los caminos en compañía de Zulia y Paula, cada una con una mascotas humana.

Zulia en un principio no se dio cuenta, pero al verme bien preguntó...

  • Patricia, llevas un esclavo de propiedad. ¿Es tuyo?.

  • No, es un encargo de la señora Yurena. Su verdadera propietaria es Harumi.

  • La conozco. Su hermana Yumi viene mañana con unas compañeras a las piscinas del club.

¿Yumi?!!!. Según las palabras de Zulia, una de mis dueñas viene al club. Me emocioné tanto que jadeé expresando mi alegría ante las adiestradoras.

Zulia se inclinó y acarició mis pelotas anilladas tras mía...

  • Pobrecito, echará de menos a sus amas.

Su mano cogió mi erección hacia ella y lo mimó con suaves caricias con su pulgar. Entonces ocurrió! Con la mirada en el calzado babeado de Patricia, y en los brillantes pies de saliva de Paula con esas bonitas sandalias, escupí de golpe mi semen hacia donde el agarre apuntaba. Flass! Un segundo golpe, que casi cae en los pantalones de Zulia, cayó tras ella a la vez que su reflejo la hizo apartarse de mi.

  • Casi!

Rieron las tres adiestradoras de mi accidente mientras que luchaba para contraer el lío. Fue imposible, y con el pene al aire y suelto, lejos de sus caricias, empecé a derramar el semen a favor de la teoría de la gravedad. Pero esto no era motivo de detenerse, y siguieron el camino tirando de nosotros. La conversación vuelve en torno al club y las normas olvidando mi casual accidente. Todo quedó en algo natural. Ni lo de 454 y ni lo mío era motivo de castigo. Era normal que los esclavos tuvieran estos accidentes por las mañanas en estos paseos. La carga de semen por esas vitaminas incluso conseguían que sufriéramos goteras. Por lo tanto era lógico que nos sacaran por las mañanas a mear, defecar y a derramar las sobrecargas de semen.

En una de las vueltas pude ver a un adiestrador sacando a una esclava perra. Estos al adelantarnos con un cordial saludo a nuestras adiestradoras, hizo que pudiera ver los muslos de la esclava empapados de su sexualidad. Quizás algo de orina, o sudor, pero se veía claro lo excitada que estaba la perra. Y el plug en su culo me hizo recordar que no llevaba el mío por suerte. 454 y el nuevo lo llevaban insertados de antes de conocerlos. Claro, que bien pudo ser un despiste de Samanta.

Después del desahogo me sentía algo mas aliviado, pero esto no evitaba que tuviere mi erección plena a cada paso de pies y manos tras Patricia. 454 ladró y tiro de Zulia para que se diera cuenta de algo. Zulia al ver unos matorrales dejó que su perro la guiara hasta la base de una palmera. Luego se puso tras el y le quitó su plug. Era la misma palmera que tomé para hacer mis necesidades cuando estaba con Paula. A 454 no le importó ver mi recado y defecó sobre el con toda naturalidad. En cuclillas, y con mucho cuidado de no mancharse, terminaba su escultura humedeciéndola con su orina. El olor fue a peor, y al igual que hizo Paula con migo, Zulia tiró del esclavo y lo sacó de allí. Las tres nos llevaron de nuestras correas hasta el chorro que ya había conocido. Entonces se repitió el ritual y el chorro frío limpiaba el ano y los genitales del esclavo.

  • Toma!, ahora lo llevas en la boca. No pienso ponértelo en ese culo.

Zulia obligó a su mascota a tomar el plug con la boca y tiró de el para bajar el camino por donde venimos. Patricia y Paula hizo lo propio y salimos de allí hasta las oficinas.

Era la hora del desayuno y cuando estábamos cerca de las salas, Paula y Zulia se desviaron a la nave granja para entregar los mangos de las correas de sus mascotas a Samanta. Patricia siguió con mi correa y me llevó a la sala principal de la oficina y pronto aparecieron sus compañeras.

No iba a desayunar en la granja, y en cuestión de minutos Patricia dejó un cuenco de leche y galletas en el suelo cerca de una de las patas de su escritorio.

Me sentí muy sucio en su oficina, pero no era el único. Patricia que había salido un momento dejó la puerta abierta, y pude ver como Samanta traía y se llevaba esclavos por la sala. Paula salió con otro esclavo en uno de esos viajes. Luego llegó Patricia y ya me había terminado el desayuno trampa con esos fármacos excitantes entre las galletas. Tomó mi collar para trabar la cadena y salimos.

Me llevó por una sala donde nunca había estado y allí me encontramos a Paula, Zulia y otros entrenadores con un esclavo para cada uno. En el centro de la sala había conos de tráfico, pelotas entre otros juguetes para mascotas y algunas colchonetas. Zulia y Paula caminaban descalzas sin sus sandalias y bailarinas sobre las colchonetas guiando a otros esclavos desconocidos. Entonces Patricia se descalzó de sus náuticas y por fin vi sus blancos pies desnudos sobre el suelo. Frenéticamente me bajé a besarlos para pasar mi lengua sobre el brillo transparente de sus uñas bien cortadas. Pero la fusta me obligó a incorporarme y seguir gateando a su lado hasta colocarnos sobre las colchonetas.

Pronto estábamos junto a los demás y Patricia saludaba algunos. Uno de los que saludó era un chico que llevaba de la correa a la esclava acosada de la granja. Era 235 y su devoción por olerme de hocico a hocico se hizo evidente. Tanto como nos permitía nuestras respectivas correas, luchamos para poder olernos el sexo. La 235 estaba contenta de verme de nuevo. Sus ojos azules parecían humedecerse de alegría. Y es que apenas nos habíamos visto ayer y esa mañana y entre nosotros había un feeling especial. Ella sabía que ya no iba dormir mas en la granja cerca de ella, y que todo dependía de la proximidad de la jaula de propiedad para seguir viéndonos en la nave o granja. Mientras, esta iba ser otra posibilidad de vernos, la sala de adiestramiento avanzado.

Patricia me apartó de ella y seguimos hasta una esquina para reunirnos con sus amigas. De pie estaba Zulia dejando que su perro lamiera sus pies sobre el suelo. Eran unos pies pequeños con las uñas pintadas en negro. La otra chica que estaba con ella, era nombrada como Sonia. Sus pies eran mas flacos y por lo tanto sus dedos mas alargados. Cuando la miré arriba, vi que su altura no tenía final. Ella tuvo que darse cuenta de mi atrevimiento por que su pie quiso atrapar mi nariz entre sus dedos para bajarme el rostro. Al final pedí perdón pasando mi lengua en el pie posado en el suelo. Quise hacer lo mismo en el empeine de Zulia. pero el esclavo fue a por ese pie antes que yo. Entonces, ¿por que luchar?. Así que mientras duró la conversación me fui a por los desnudos pies de Patricia para seguir batiendo con mi lengua sobre su empine.

Pero los adiestramientos iba a comenzar y era el momento de recibir con fusta las primeras indicaciones. Cada uno se ocupaba de sus esclavos. Los zas eran el sonido que ocupaba la sala. Las instrucciones la prioridad de entender si no queríamos salir muy escardados. Todos nuestros movimientos fueron corregidos y estudiados por nuestros adiestradores. Cada fusta, cada indicación era un paso hacia adelante para nuestro comportamiento en un futuro. Agradecido besaba su pie sobre la colchoneta y me esmeraba en pasar los obstáculos del circuito improvisado. Corría como nadie a por los objetos y nunca defraudaba a Patricia. Por ello de vez en cuando me acariciaba los genitales como muestra de aprobación. Esto era lo que todos buscábamos, y fue esa media mañana cuando Patricia me insertó mi plug.

  • Bien! Ya son las doce. Vamos a premiarlos con el tren.

¿El tren? me preguntaba que quería decir Sonia con eso.

Entonces vi como dejaban a un esclavo por delante, luego un adiestrador dejó que su 235 se ponga tras el esclavo y esta atrapara en su boca su pene. Patricia tiró de mi, y me llevó de cara contra el culo de la esclava 235. Mi lengua se ocupó pronto de limpiar de su vulva saliente su líquido sexual y sus sudores. Tras mía sentí otra esclava buscado con su boca mi pene. Al final atrapó la erección y chupó de ella como si fuera su única manera de saciar su sed. Así sucesivamente hasta formar una única fila. Al final quedamos todos a gatas en fila ocupados del sexo del de adelante y lubricados por otras lenguas. Sonia era la encargada en llevar la fila tomando de la correa del primero una vez que se calzaba. Y así salimos de la sala. Uno tras de otro y yo lamiendo el culo cargado del plug y el sexo de 235.

Casi sin darme cuenta ya estábamos fuera, incluso fuera de las oficinas. Fuera estaba los primeros socios ocupando las primeras hamacas de las piscina quienes al vernos no pudieron aguantar las carcajadas. Nosotros a lo nuestro, cada uno al sexo del otro y el primero a los pasos de Sonia. Paula, Patricia, Zulia y dos adiestradores mas, nos atizaban con sus fustas corrigiendo la fila.

La esclava tras mía era un mujer muy madura que podría pasar los cuarenta. Ella chupaba de mi pene en busca de semen. Y antes de que Samanta y otras empleadas de la granja aparecieran en busca nuestra, yo tuve el orgasmo en la boca de esta esclava. Igual los gemidos de 235 mostraba su orgasmo, no lo supe bien. Posiblemente ambos nos corrimos durante el paseo. La esclava tras mía apretaba con sus dientes... Pues no estaba seguro, pero me dio la sensación que al dejar de tragar mas semen, tuvo que tener un intenso orgasmo provocado por la lengua del último esclavo.

Eso era el tren. El último paseo después de los adiestramiento en la sala. Entonces el final del camino no era otra cosa que la granja. Un momento especial para los esclavos en busca de un orgasmo que terminó en cuanto cada empleado tomó de la correa de cada uno de ellos. Samanta fue a por mí y con el permiso de Patricia me llevó con los demás esclavos.

Esa vez Samanta me encierra en una jaula individual, y no muy lejos, miraba con pena a 235 ocupando su sitio en el corral junto a a su acosador.

Allí estuve guardado hasta el almuerzo.

Yo esperaba que Patricia me buscara, pero nunca llegó ese momento. Vi que los empleados sacaban a las mascotas y bestias de carga para diversas tareas, y yo ese día no salí ni para comer en los comederos. Solo en mi jaula miraba desconsolado como a 235 la sacaban por segunda vez. Los alimentos me fueron servidos dentro de mi jaula y luego retirado quedándome solo durante toda la tarde. Nadie vino por mi. Y en mi pena me dejé dormir agazapado con el pensamiento del mañana y la visita de Yumi a las piscina. ¿Vendrá Harumi?.

Patricia trabajó hasta el medio día y yo me quedé toda la tarde hasta mañana en la jaula.

Continuará con el tercer día....