Salobre (Primer día)
Experiencias en el club.
Noté que llegamos y no pude resistir la tentación de alzarme con las manos sobre el asiento para asomarme por la ventanilla. Cuando lo hice me bajé rápido al ver gente andando por unos aparcamientos al aire libre. Entonces Yurena aparcó y mis nervios subieron al máximo. Cuando me abrió la puerta me sentí mas desnudo. Era como mis primeros días en Tasarte. Que pronto había olvidado que llevo mas de un mes desnudo!.
- Vamos!.
Unas simples palabras que no pude pasar por alto, y al final salí de su coche. Me tomó de la cadena y tirando de ella la seguí ante las desinteresadas miradas de algunos extraños.
Mi ojos se clavaron en el taconeo de los pasos de la señora. Miraba sus elegantes stilettos marrones como si fuera mi único recurso para olvidar al resto de personas. No me sentía como en Tasarte. Era un lugar extraño, y parecía una provocación pública en un llano terreno asfaltado. Aún no veía el destino claro, y mas que un club privado, parecía cualquier otro lugar habitado.
Del asfalto subí un bordillo a una acera, y de la acera unos escalones. Alcé la vista y vi una amplia entrada con el nombre del Club Salobre como cartel. Era obvio que tenía que estar ya en el club. Si no, no me explicaba mi desnudez. Al final no era el único que andaba de pies y manos tirado por una cadena al collar. Con migo había mas de una docena de esclavos con sus amos. Y cuando entramos al interior, mas pude ver como andaban de un lado a otro amos y esclavos.
Los esclavos mostraban una avanzada formación como mascota. Se lo creían de verdad, en ellos no había ningún síntoma de humanidad. Tanto esclavas como esclavos jadeaban e incluso dejaban sus lenguas aun lado de la mejilla. Fue muy gracioso.
A los amos no me atrevía mirarles mas arriba de las rodillas. Sin embargo empecé a disfrutar viendo de todo tipo de calzado femenino sobre el brillante suelo. Luego Yurena tiró de mi para subir por otras escaleras y dejé de ver a las mujeres del lugar. Subimos una planta y me encontré con unas deportivas marrones...
- Buenos días, Doña!
Una voz femenina habló.
Ay, que bueno que te veo, Patricia. Iba a pedir que te fueran a buscar.
Bueno, estaba tomando unas fichas para la cuadra... De todos modos, ¿Quería algo, Yurena?.
Si... Tengo el encargo de un esclavo que pronto va ser propiedad. Vino de Tasarte y estaba en alquiler. Mi intención es que me ayudes a formarlo en siete días como mascota. Si usted se encarga de el personalmente, para mi sería de agradecimiento. Tengo mucha fe en usted, y el motivo de que lo deje con la mejor cuidadora es que pertenece a la familia Yoshikai.
A la chica le hizo un efecto de motivación y enseguida respondió encantada.
Descuida, yo me encargo de...
Toy, se llama.
Perfecto. ¿Quieres que me lo lleve a preparar?.
Si, pero dale algo de comer antes.
De acuerdo, Doña!
Sentí como el mango de mi correa pasaba a otras manos, y de otra chica llamada Patricia, fui tirado a bajar de nuevo las escaleras. Atrás se quedaba Yurena que subió otra planta mas.
Al bajar tras ella vi algo de su espalda. Lo primero fue un culo bonito bien apretado en sus jeans, luego el arco perfecto de unas caderas que permitía ver una ajustada camiseta, y un manto de melena rubia.
Al llegar a suelo firme me vi inquietado por lo que podría ocultar en esas deportivas ideales para caminatas en montaña. Miraba su andar y me encantaba. Deseaba ver su rostro. También vi unas manos bonitas cogiendo el mango de la correa. Ya estaba notando como mi pene se endurecía poco a poco. Recordando los momentos en Tasarte, poco a poco mis miedos se convirtieron en excitación. Ya no me importaba la gente desconocida. De todos modos nadie me miraba extrañado, y como en Tasarte, estaba en otro mundo paralelo donde la esclavitud era necesaria.
El Club Salobre es mas pequeño que Tasarte porque no tiene apartamentos rodeando la nave principal. Aunque poco a poco iba comprobando que el club es una unión de dos naves industriales bien amobladas, también vi unos solares con caminos de tierra rodeando una amplia vegetación de palmeras y césped. Cuando Patricia me sacó de la nave principal, dimos con unas piscinas al aire libre. Allí ella saludaba a varios bañistas. Pronto pasamos a otra nave y dimos con unas aparentes oficinas. Saludaba y saludaba hasta que entramos por una puerta.
Durante el camino no miré mas que sus deportivas pensando en mi situación. Apenas en unos días he pasado de Tasarte a una tienda de esclavos hasta conocer a Harumi, para luego la señora Yurena y en ese momento Salobre. ¿Que mas me podría pasar?.
Yo antes de tomar la decisión de entregar mi vida a Tasarte temí por la rutina o una mala dueña. Pero de repente me veía cada vez mas metido en otras situaciones inimaginables para aquel entonces. Pensé que ser como un perro era un juego sexual del que Lorena me había adiestrado. Bueno, mi intención siempre ha sido sexual. El ser sometido, la humillación era lo que siempre he buscado. Pero... ¿En que me estaba metiendo?. Todos los esclavos que he visto durante el camino a la oficina parecían no tener alma, como zombies, retrasados, no se, era muy extraño. Todavía mas que Leo, que ya era raro. ¿Es que me van a lavar el celebro?.
Patricia se sentó en su despacho, y como antes dejó caer el mango, yo esperé en el suelo en posición de quieto con mis codos, antebrazos y manos al suelo. Entonces vi su rostro.... Una mirada celestial de ojos azulados que me miraron, y que hizo que bajara mi mirada por debajo de la mesa hasta sus deportivas.
- Toy, supongo que en Tasarte has pasado por la hija de Yurena. Espero que sepas lo básico ya.
Dijo mientras guardaba unas fichas de un cajón a otro.
Sabía que no debía responder con palabras y permanecí en silencio. Entonces ella se levantó y caminó hasta mi. Se agachó y sus manos sobre mi espalda me erizaron por completo.
- Eres un perro poco expresivo. Debes soltarte mas y comunicar tus deseos por gestos.
Su manos bajó por mi espalda hasta mis nalgas y de un sobresalto me hice adelante.
- zuuuu! ¿Es que no te gusta que te acaricien?.
Me susurró con dulzura y siguió bajando su mano abierta hasta rozar mis testículos.
- Tienes la marca de un aro genital muy fino para una mascota. Seguro que eras un esclavo doméstico.
Los dedos atraparon la bolsa escrotal y los apretaron suavemente. La semi erección fue erección completa de forma automática. Quería decirle que no era esclavo doméstico, pero en realidad ella no me hablaba a mi. Hablaba con un perro, como si pensara en voz alta.
- Espera aquí quieto, que voy a por tu comida.
Fue repentino, me dio dos toques con la palma, y se levantó con esas palabras. Así me quedé con el culo en pompa y una erección golpeando mi estómago. Ella salió de la oficina.
Mas tarde llega con una palangana de leche y piezas crujientes flotando en ella.
- Come, perrito. Este pienso es muy bueno para esa colita que tienes ahí.
Me puso la palangana delante al mismo tiempo que pellizcó mi pene bajo mi vientre.
Se repetía la misma alimentación de Tasarte. Otra vez esas vitaminas sexuales que nos mantenía en erección 24 horas. Esas que Harumi quería suprimir en su apartamento.
Comía tranquilo en lametones y difíciles mordidas por esas duras piezas imposibles de blandir con la leche, mientras que Patricia hacía unas anotaciones en su escritorio.
Mas tarde, cuando ya había terminado de desayunar, Patricia cogió el mango de la correa del suelo, y me llevó fuera del despacho. En su andar yo gateaba luciendo mi erección por donde quiera que íbamos. Al final se detiene en un pasillo y toca una puerta frente a nosotros.
- Pase!
La voz de una mujer madura la invitó a pasar.
Buenos días Doctora Ana. ¿Las chicas están por aquí?
¿Traes un nuevo ingreso, Patri?.
Oh no, este esclavo viene registrado desde Tasarte. Solo quería que lo anillaran.
Bueno, ellas se fueron a tomar café. Pero no te preocupes, yo misma lo anillo.
Muchas gracias Doctora Ana.
Patricia tiró de la cadena y me llevó a una mesa. Dio golpes sobre ella para que saltara y salté.
La Doctora es una mujer de una cincuentena de edad con el pelo prensado en un difícil moño. Llevaba una bata blanca y me recordaba los primeros días de revisiones médicas en Tasarte. Lo que no entendía por que yo estaba allí en su despacho médico. No me tocaba revisión en el parte de mi contrato de esclavitud. ¿Tanto revuelo para anillar mis genitales?.
La doctora se puso a mi lado y me tocó con toda confianza todo el cuerpo. Tomó mis morros y...
No lo han animalizado aún, ¿verdad?.
No, es un esclavo con las bases de adiestramiento de la hija de la señora Yurena.
La doctora apretaba mis carnes y luego empujó mi cadera hacia abajo.
- Mantén la espalda arqueada, perro.
La voz de enfado de la doctora me alertó y enseguida recordé las posiciones que tanto me han enseñado a fusta.
La mano áspera de la doctora apretaba las carnes de mis nalgas para luego bajar en busca de mis genitales. Mientras apretaba mis pelotas de un lado a otro hacía comentarios alabando el tamaño. Patricia observaba mi reacción a las inspecciones al mismo tiempo que escuchaba algunos consejos.
- Bien, creo que le pondremos 1/2. Tiene mucha piel escrotal, pero si tomamos la base no habrá problemas.
El índice y el pulgar de la doctora se habían cerrado en círculo por toda mi base genital. Con ello pudo comprobar toda la totalidad de masa hinchada que podría producir al prense. Era importante ofrecer mi erección para que pudiera medir el diámetro posible del anillado. Y al final sacó una conclusión para soltarme los genitales e ir en busca de un anillo metálico y abierto.
Pude verlo antes de que se pusiera tras mía de nuevo. Era como el diámetro de un anillo de mano concretamente para el pulgar. Dios mío!, eso era mas pequeño que el aro de joya que tenía antes. Lo que cambia es que se abría en un corte hecho, pero no entendía como iba lograr que se uniera ese corte. La doctora abrió mas el metal con la ayuda de una máquina, y luego manteniendo con las manos mis pelotas y pene en unión, pasó el aro abierto de atrás hacia adelante. A diferencia de la joya de Harumi, no era necesario pasar todos mis genitales por el diámetro. La doctora pudo pasarlo por el corte.
Mas tarde comprobé con dolor el como cerró el corte. Una máquina que enganchó en mis genitales desde la base, prensó y prensó hasta que lloré en lágrimas. Perdí la erección a pesar de que Patricia me acariciaba los genitales para calmarme. Desde entonces tardé en recuperar la excitación, me dolían mucho. Aprendí en llantos lo que era anillar a un esclavo.
Para mas males, en la misma mesa me habían puesto diferentes plugs anales hasta dar con el tamaño aconsejado por la doctora. El plug era pura goma transparente que dejaba mi cavidad muy visible. Y el elegido se quedó fijo para todo el día.
Por fin salimos del despacho de la doctora, y es cuando gateando cerca de Patricia, noté una sensación extraña en mi ano lleno de ese plug. Cada paso era un estímulo y un cosquilleo dentro de mis pelotas. Notaba que se hinchaba mas y mas... Patricia paró un momento y cogió de una estantería del pasillo una fusta como las que llevan las cuidadoras de Tasarte.
- Vamos!
Esta vez el mando de voz es acompañado por un golpe suave de fusta en mis nalgas. Seguimos caminando hasta salir de la nave.
Patricia tiró de mi por un camino de tierra y nos adentramos por los jardines. Poco a poco volvía a verme con una erección. Pero cuando llegaba a un tope, un dolor de la ingle hasta el camino del ano me alertaba. El aro metálico cada vez parecía apretar mas y mas. A pesar del dolor, mi erección seguía luchando hasta que se me enrojecieron las pelotas. Tras mía se escuchaba los pasos de otra persona. Esta estaba corriendo, y cuando nos adelantó, vi una chica en chandal haciendo Footing. Estaba seguro que le divirtió mi andar de manos y pies con el culo mostrando el plug y mis testículos prensados en en el anillo. Por suerte parecía no conocer a mi cuidadora y nos pasó de largo. Claro que no iba ser la única paseando por los caminos de los solares.
- Talón!
La fusta y su voz me obligaron a dejar que mi costado rozara sus jeans a su izquierda, que es por donde llevaba la correa.
- Los pasos!. No adelantes, Toy!
Fustazo fuerte que me recordó que mi gateo no debe adelantarla.
Caminaba y caminaba tirando de mi por todo el terreno ignorando lo sucio que estaba. Los guantes y el calzado casi eran ocre. Mis rodillas sucias de tierra ya que en los pasos lentos rastreaba con ellas. Y es que aveces se paraba y daba órdenes de quieto, para que mis manos y codos tomaran tierra.
Por el camino hay diferentes bancos, pero ella los ignoraba. Seguía su camino dándome golpes de fustas para no aburrirse. A veces cantaba, y otras silbaba. Y claro, ¿que otra cosa podría hacer?, ¿hablarme?... Ella solo pretendía medir mis movimientos durante el gateo. Y así lo hizo hasta que terminamos el recorrido de la vuelta de los paseos del club.
Media hora de camino y terminamos por donde empezamos. Entonces fui tirado hasta el paso de las piscina. Si por la mañana había unos cuantos bañistas, en esa entrada vi el doble. Parejas, familias enteras y algunos solitarios que no prescindían de la compañía de un esclavo mascota. Bueno, he visto criados o doméstico, pero las cantidades era a la inversa de Tasarte.
La zona de las piscina era el punto clave para ver multitud. Nada que ver con los paseos en los solares. Allí se encontró con un amigo el cual me hizo sospechar que podría haber algo mas.
- Patricia!
Así la llamaba con un entusiasmo exagerado.
Ella besó sus mejillas, pero lo miraba como si fuera mas que conocido.
Que bueno que vienes a ver me!
Quería estar contigo en tu hora libre. Espero no molestarte.
Pero Carlos, ¿que me vas a molestar?. Mira, hoy libró mi amiga Gara y Zulia, y María sale al medio día. Si hoy te quedas a comer aquí con migo me darías una alegría.
Bueno, no pensaba quedarme a comer. Pero ya que me lo dices... Buena idea!
Patricia le ofreció otro beso en la mejilla colgándose en su cuello con las manos unidas a la nuca.
Un rato después Patricia iba cogida del brazo de un corpulento varón, y toda su autoridad femdom desaparecía aunque llevaba su fusta y el mango de mi cadena en su mano libre. Gateaba tras ellos y ya no recibí mas fustas hasta que llegamos a otra nave.
Mi erección pasó a semi debido al presencia masculina, pero las vitaminas sexuales hacían efecto cuando cada escena encontrada en una nave secundaria me recordó posibles estímulos.
Por Dios!, ¿pero que olor es este?.
Son las heces de los esclavos.
Joder, ¿Como te puede gustar este trabajo?.
No, Carlos, no te confundas. Yo soy adiestradora. Aquí quienes trabajan son los de mantenimiento.
Corrales de esclavos de ambos sexos nos rodeaban por un pasillo. También había jaulas ocupadas por esclavos en unas condiciones algo preocupantes. Patricia explicaba a su amigo que se trataba de los corrales de esclavos utilizados como bestias de tiro. A la derecha estaba los corrales para los esclavos de equitación, y en las jaulas los pedidos para llevarlos a diferentes hogares. A mí me tenía para dárselo a una chica de mantenimiento que se cruzó cerca...
Buenos días, Samanta. Te importa si le buscas un sitio para este esclavo.
Perro, no?
Ah si, perro... Es propiedad. Ya a la tarde vengo a buscarlo.
-Ah, entonces mejor lo dejo en una jaula.
- De acuerdo.
El mango pasó a las manos de una morena de estatura media que me llevó mas adentro del pasaje entre varios corrales de tierra y orines. Los esclavos iban libres en el interior gateando sobre sus propios orines. Algunos se asomaban en la reja jadeando y ladrando para ser escuchados por los trabajadores. Samanta los callaba dando golpes de fusta en la verja hasta que uno en especial le enfadó...
hinchados. Me acordé de otros acontecimientos en Tasarte y decidí darme la vuelta para verla bien. La esclava con gesto de una perra jadeaba y me ladraba. Como todos los esclavos, parecía tener el mismo cerebro limitado. Ya no se si es que imitaban por obligación, o es que realmente sus cerebros son del mismo razonamiento de un perro. Yo imitaba el rol por puro placer fetiche, pero ella buscaba de nuevo mi trasero y lamía el cuerpoUn esclavo intentaba montarse sobre una de las esclavas sin que ella le diera consentimiento. Samanta al ver la escena abrió la verja y cargó su fusta sobre la espaldea del abusador. Como yo iba tirado de ella, tuve que pisar suelo orinado y una esclava mas vino a olerme el trasero. Samanta se da un festín atizando, y la esclava curiosa me da lametones en los testículos de metal de mi anillo. Su nariz casi metida en mi plug olisqueaba con una extraña devoción. Pero eso si que no... Ah no... Otro esclavo se acercó y su presencia masculina me molestó. Me di vueltas y vueltas para que este esclavo no me oliera, y por fin Samanta terminó de castigar a el abusador. Y si, por fin nos fuimos de esos retrasados.
Al salir no tardamos en llegar a una Jaula la cual abrió para que entrara. Me quitó la cadena del collar y entré....
No sé cuanto tiempo me dejó solo allí, pero no lo pasé tan mal debido a los acontecimientos que desde la jaula podría ver. Bueno, algo incómodo por el tamaño de la jaula, pero el comportamiento de los esclavos no tenía desperdicio. Poco apoco los iba conociendo. Los estudiaba y al mismo tiempo veía como los de mantenimiento los trataba.
La mejor escena fue ver una joven de rasgos orientales ordeñando uno por uno a cada esclavo de los corrales de bestias. Los esclavos se peleaban por ser los primeros, pero ella elegía quien iba ser ordeñado de sus genitales. A la joven no le importó agacharse pera ordeñarlos, ella disfrutaba de cada uno, y sobre todo jugaba con sus desesperaciones.
Todos los de mantenimientos iban con botas de agua y petos. Algunos llevaba guantes y otros se lavaban las manos repetidas veces en diferentes chorros. El calor y el mal olor lo aliviaba un poco los numerosos ventiladores en lo alto de la nave. Alrededor de los corrales había una cuneta por donde bajaba el caudal de agua. Cuando vi a un esclavo defecando en esos canales, entendí su función. Lo malo es que algunos orinaban lejos de los canales y por eso los suelos de los corrales estaban meados. Samanta parecía ser la encargada de dar manguera a esos suelos de vez en cuando.
La chica oriental llenaba un tarro de litro y medio de semen cuando terminaba, y como que se lo llevaba para algo en especial, no lo entendía. Todos los esclavos varones se volvían locos por verla. A cada paso que daba los ladridos eran cada vez mas numerosos. Lo que los perros no eran elegidos para el ordeño. Era precisamente a los silenciosos equinos y bestias de campo los afortunados.
Mas tarde otra muchacha de mantenimiento abrió mi jaula. Estaba entrada de carnes pero me disgustó mas su golpe de fusta en mi trasero.
- Todas las mascotas saludan. Incluso los de propiedad.
Me puso un pie delante y yo tuve que besar la puntera de una sucia bota de agua . Otra fusta en mi costado fue el aviso para seguirla hasta el comedero, que no era mas que dos cuencos alargados como para alimentar a todos los esclavos a la vez. Habían muchos, y el espacio reducido hacía que chocáramos o rozáramos unos con otros.
-Búscate un sitio, y come.
Me dejó con otro golpe de fusta.
Eramos una manada de cuerpos desnudos luchando por un hueco. Los de mantenimiento no paraban de meter y meter mas esclavos en los comederos, y uno de ellos tiraba un cubo de restos de comida del restaurante. Entonces es cuando empezó la lucha entre yo y el resto de esclavos. Empujones, golpes entre nosotros, y para colmo algunos fustazos de los mantenedores de la nave. Todos éramos iguales para ellos. Equinos y canes que solo nos diferenciaba el color del cuero del collar. Negro mascotas y marrón equinos y bestias. Todos unidos a la hora de comer, luchando por coger las mejores piezas. Una esclava tuvo suerte y cogió un muslo de pollo sin apenas desmenuzar. Sin embargo yo apenas conseguía carne, Mi hocico topaba con verduras que fueron resto de alguna sopa y poco mas. Luego al ver que algunos esclavos se daban la vuelta, comprobé que tras mía estaba el segundo cuenco. Iba hasta allí mirando los traseros de las esclavas que me invitaba a tomar esos coños jugosos de excitación. Recordé la osadía de la esclava del corral y... ¿por que no?. Mi hocico tropezó con las carnes sexuales de una de las esclavas. Esta se dio la vuelta y me mostró los dientes. Amenazó morderme y no tuve mas remedio que retirarme de su camino. Así que me fui hasta el cuenco de agua y bebí exhausto de calor.
Poco a poco los de mantenimiento nos iban sacando del pasillo de las comidas. Gateábamos unos tras de otros como ganado hasta llegar a diferente corrales. Los de collar marrón entraban en uno, y los de collar negro en otros. Samanta dio con migo y enganchó la cadena en mi collar.
- Vamos, que Patricia te reclama!
Me alegré oír esas palabras y por fin salimos de esa nave.
Fuera esperaba Patricia sola. La vi emocionado e hice el amago de jadear como un perro privado por salir, pero otra visión a su lado me sorprendió. Habían carruajes preparados con clientes montados en ellos, y como si esperaran una ruta o una excursión, estaban siendo atendidos por los trabajadores de la nave los cuales enganchaban a los esclavos equinos en ellos.
Cuando ya Patricia tuvo el mango, yo besé esas deportivas marrones como si mi vida dependiera de ello.
- ¿Como está Toy hoy?. Mi lindo... , al suelo!
Mi espalda al suelo tan pronto llegó la orden y ella se agachó a acariciar mi vientre.
- ¿Has comido?. Mmmm! Pero que tenemos por aquí?
Cogió mi pene en erección y los movió de un lado para otro como si fuera una palanca de cambios. Disfruté sintiendo su puño cerrado y jadeé con la misma intensidad que los esclavos internos que había conocido. Mi lengua casi de forma automática salía a un lado de mi mejilla y me recogía de caderas por todo el suelo. Tenía la misma imagen desesperada que cualquier mascota del club.
- Ay, que linda colita!
Luego sus dedos presionaron la base para sacudirme el pene con energía. Goterones de excitación chocaban por todas partes. Pronto me soltó, y en sus dedos quedó un hilo seminal unido a mi glande.
- Ahgg!
Se tuvo que limpiar en mi vientre para luego levantarse y dejarme con la desesperación de un orgasmo.
- Vamos!.
El tirón de de cadena me obligó a colocarme a gatas y seguirla.
Volvimos a dar la vuelta a los solares, solo que esa vez tropezamos con mas caminantes y carrozas tiradas por esclavos. Lo mas sorprendente fue que algunos socios o adiestradores cabalgaban sobre los lomos de algunos esclavos. Iban mas lento por el rastreo de sus rodillas, pero permitía a los jinetes charlar por el camino.
Patricia hizo caso omiso a los paseantes y siguió con la instrucciones a golpe de fusta. No paraba de recordarme lo importante que era mi andar, la limpieza con la que tendría que contar y las maneras. Hizo que mi atención sea solo los pasos de sus deportivas. A penas un despiste, y mi culo recibía otra marca de fusta.
Al terminar de dar la vuelta, Patricia terminaba su turno. Yo ya estaba el doble de sucio, cargado de sudor y exhausto, ya no podía gatear mas, me dolía cada extremidad del cuerpo. Patricia me entregó a Samanta y esta me llevó de nuevo a la nave de los esclavos.
Una vez dentro, no me dejó en la jaula. Al final compartí hueco en un corral con otros esclavos mascotas que jugueteaban excitados a cada presencia del personal. Samanta me quitó el plug para que pudiera hacer alguna necesisdad. Los demás esclavos ya no tenían plug en sus culos.
Volví a ver a la esclava de antes, y este me miró con los ojos abatidos antes de dar vueltas a mi alrededor. Supe que quería rozarse con migo y me quedé quieto a la espera de acontecimientos. La esclava tenía el pelo rapado como la mayoría de los esclavos. Estaba mas sucia que yo y su olor era insoportable. A veces cuando un trabajador del club pasaba por el pasillo exterior, los esclavos ladraban y jugueteaban dando piruetas para llamar su atención. Todos estaba muy excitados de vitaminas sexuales y la erección de los varones era una prueba mas. Sin embargo la esclava estaba oliéndome y no paraba de dar vueltas a mi alrededor. Yo también estaba excitado y decidí ver su trasero. A penas tenía tetillas pero su culo era digno de tocar con mi hocico. Unas nalgas que lucía un número gravado, el 235. Siete mascotas del corral tenía números diferentes, menos tres contando con migo. Me supuse que los que no teníamos números eran de propiedad, y con la misma están aquí recibiendo un curso avanzado para sus respectivos amos. Al final dejé que la esclava jugara con su lengua intentando atrapar mi erección. No podía usar sus manos enguatadas como las mías, pero disfruté quieto e inmóvil los lametones en mis genitales. Justo cuando parecía que iba tener un escape de orgasmo, un esclavo la apartó con ladridos de amenaza. Ella le enseñó los dientes, pero el esclavo fue a por mi. Me empujaba fuera de ella. Era como si fuera el jefe de la manada. No quiso que la esclava tomara mi sexo, y no me quedó mas remedio que parecer ausente ante los demás.
Me arrimé en una esquina mirando por los cuadros libres de la reja deseando salir. Y cuando pasaba una cuidadora ladraba y gemía en llantos, pero no me hacían caso alguno. Así la tarde fue cayendo hasta que el lugar se oscureció.
Me quedé allí hasta quedarme dormido.
Continuará.....