Saliendo del concierto
Lo que empezó siendo un fastidio por el atasco al salir de un concierto acabó convirtiéndose en el principio de una fabulosa noche. El morbo de un espacio público unido a la complicidad de los protagonistas.
Salimos del concierto agarrados por la cintura. Felices y con ganas de continuar la fiesta. La descarga de adrenalina había sido importante. Teniamos calor a pesar de que la temperatura no era muy alta. Ayudaban las cervezas que habíamos tomado mientras cantabamos y bailabamos con nuestro cantante preferido. Había un brillo especial en tus ojos, una risa fácil.
Llegamos al coche. Habíamos tenido suerte al llegar y encontramos un sitio cerca. Sin embargo no habíamos caido en que aparcar cerca tenía sus inconvenientes. O al menos en un principio el atasco que se formó a la salida del concierto nos pareció un incoveniente. Antes de subir al coche nos pusimos de acuerdo en que sería yo quien llevara el coche hasta casa.
No habiamos recorrido ni 10 metros cuando nos quedamos parados ante la imposibilidad de continuar. Joeeeee, vamos a tardar un huevo en salir de aquí.
Tu mano se posó sobre mi muslo y buscaste la parte interna. Miré hacia tu lado y encontré esa sonrisa que tan bien conozco.
Dijiste: “Pues habrá que entretenerse…” Mientras tu mano subía a mi entrepierna. Nervioso miré a los lados. La gente caminaba entre los coches y cualquiera podía fijarse pero todos tenían prisa por llegar a su destino.
Al sentir tu mano en mi entrepierna mi pene reaccionó como si tu mano fuera un imán. Desplazaste la mano por encima del pantalón a lo largo de mi erección.
Te divertías “uy uy ¿Qué tenemos aquí?”
El coche seguía parado. Mis manos estaban bloqueadas, una en el volante y la otra en la palanca de cambios.
Sentí la tentación de llevar mi mano derecha a tus piernas. Llevabas una falda por encima de la rodilla. Tu mano detuvo a la mía.
“No no, tu atento a la circulación…” Y llevaste mi mano de nuevo a la palanca de cambios.
Tus dedos subieron y bajaron varias veces por mi bragueta. No sabía si… Sí lo ibas a hacer.
Al llegar a la parte alta de la cremallera cogiste el cierre con dos dedos y lentamente lo bajaste.
Además de excitado me estaba poniendo muy nervioso. Se oían los claxon de los coches.
Estábamos literalmente atrapados. Tu mano se introdujo dentro del pantalón, tocabas mi polla por encima del calzoncillo. Tan suave que me volvía loco. Me hacías desear que la mano se metiera dentro.
Quería sentir el calor de tu mano y que sintieras como ardía mi miembro.
Primero sentí como uno de tus dedos bajaba ligeramente la tela del calzoncillo.
Rozaste con la yema de tu dedo la punta del capullo.
Mi polla respondió como queriendo salir del escondite por si sola.
Mis ojos seguían perdidos en el horizonte. No había cambios y ya me había aprendido la matrícula del coche de delante. Empezaba a dudar si quería realmente que el coche se moviera.
Tu mano bajó por completo la tela y sentí la palma de tu mano sobre mí.
Habías soltado el botón del pantalón y te movías con facilidad.
Como pude deslice mi cuerpo un poco sobre el asiento. Tu mano llegó hasta mis huevos. Me estremeció sentir como los sopesabas. Empezaba a gemir y el calor iba en aumento.
De pronto vimos como los coches anteriores comenzaban a moverse.
Recompuse mi postura y tuve que intentar concentrarme en el tráfico.
El coche se movía y tu mano seguía en el mismo sitio.
¿No vas a parar?
¿Quieres que pare…?
Resoplé, dudaba, no. no quiero que pares dije con decisión.
Tu mano bajó la piel de mi capullo. Comenzaste a masturbarme. Poco a poco la velocidad del coche iba aumentando. Al fondo divisé a los policías que daban paso a los coches.
Ten cuidado, para un momento.
Tu mano detuvo el movimiento pero no se apartó de su sitio. Al pasar por delante de la policía mirabas al frente, disimulando. Solo fueron unos momentos y tu mano recobró el movimiento.
La tensión iba en aumento proporcional a la velocidad del coche. Habíamos salido del embotellamiento, dirección a la M30.
Resoplaba y miraba de reojo cuando podía.
De nuevo otro semáforo, el último antes de coger la M30. Con decisión metí mi mano entre tus piernas, directa al sexo.
Me encantó encontrar tus bragas húmedas, tuve el tiempo justo de apartar a un lado la tela y tocar el vello de tu sexo. Tus labios estaban empapados.
El semáforo se puso en verde.
Escuché una risita floja y un lamento entre dientes “No se puedeeee, conduceeeee” A cambio tu mano volvió a incrementar el ritmo.
Entramos en la M30. Afortunadamente conocía el camino de memoria porque mi cabeza no daba para distinguir las indicaciones de los carteles. La velocidad del coche se estabilizó al entrar al carril central, 90 km hora, quinta marcha. Nuevamente mi mano quedaba libre y la llevé entre tus piernas.
Para mi sorpresa volviste a retirármela y volví a escuchar tu frase. “Tu conduceeee” Retiraste la mano de mi polla y por un momento creí que la fiesta quedaba aplazada hasta que llegáramos a casa.
Sin embargo tu siguiente movimiento fue más que un presagio. Te hiciste hueco sentándote junto a la puerta. Inclinaste tu cuerpo hacia el mío y esquivaste, todavía no sé cómo, la palanca de cambios. Aquello era demasiado.
Aunque era evidente, tuve que preguntar ¿Qué hacessss?
Como respuesta, tu mano volvió a sujetar mi polla para llevarla a tu boca.
Estas locaaaaa.
El calor de tus labios se apoderó de mi capullo. Sentía como deslizabas la lengua y me acariciabas con ella.
Mi mano se apoyó en tu cabeza. Masajeaba tu nuca mientras me tragabas.
Te movías arriba y abajo. Cada vez más rápido.
El coche mantenía la línea recta de forma milagrosa.
Supe que estaba a punto de correrme. Lo notaste en tu boca por las convulsiones previas de mi polla. Tus labios se apretaron más incluso.
Con tu mano oprimiste en mis huevos. Grité de placer, no pude contenerme.
Mi semen escapaba en tu boca. Lo notaste sin retirarte. El movimiento de tu boca disminuyó.
Me absorbías. Estabas dejándome seco… Mmmmmmm
Al retirar tu cuerpo volví a encontrarme con tu mirada. Sonreías al ver mi cara complacida.
Te sentaste de nuevo, incorporada y con la espalda recta. Con tranquilidad buscaste en el bolso y cogiste un klenex para limpiar tu boca.
Mi pene aún seguía fuera. Miraste hacia abajo y entre risas dijiste “Anda, ven que te guarde eso no sea que tengamos un accidente”
Reímos a carcajadas. Nos quedaban solo unos minutos para nuestro destino y la noche acababa de comenzar.