Saliendo del bar... camino a casa

- Aún podemos hacerlo en el ascensor. - Me parece más excitante hacerlo aquí en el garaje. No sé si llegaremos a casa...

Vamos recorriendo las calles casi vacías de Madrid. La luz de las farolas vuelve a iluminar de forma intermitente el interior del coche. Vamos hablando de cosas triviales y mirándonos con deseo. Paro en un semáforo. La vuelvo a observar. Con esos ojos claros y esa piel morena tiene una mirada un poco exótica... aunque sus facciones son totalmente occidentales. Es guapa, pero no despampanante. El jersey oscuro es amplio y poco deja intuir lo que hay debajo. Los vaqueros si marcan sus piernas delgadas. Gesticula con las manos mientras habla y, de vez en cuando, me toca el brazo o la mano, como para mantener el contacto físico que hace un rato hemos tenido.

Llegamos a mi edificio, dejo caer el coche por la rampa del garaje y lo aparco en mi plaza. Recogemos los abrigos del asiento de atrás. Veo que se ha quedado un collar a los pies del asiento.

  • No te olvides esto - le digo recogiéndolo.

  • ¿Te metería en un lío si se queda ahí? - me responde con curiosidad.

  • ¡Qué va, todo lo contrario! Tendríamos que volver a quedar para devolvértelo... y no tengo tu teléfono. ¡Me veo pasando los sábados en ese bar para localizarte!

  • Sería complicado, porque es la primera vez que iba a ese sitio y tampoco era para tanto - dice riéndose - Quizá te de mi número al final de la noche - añade bromeando.

La cojo de la cintura, la apoyo contra el coche y la beso en los labios.

  • Seguro que sí - respondo con una sonrisa.

Sin soltarla de la cintura, la miro muy serio y le digo:

  • Aún podemos hacerlo en el ascensor.

Ella suelta una carcajada. Con un gesto rápido, coge mi cinturón y lo libera de la hebilla.

  • Me parece más excitante hacerlo aquí en el garaje. Cualquiera de tus vecinos puede vernos.

Mientras me pego a su cuerpo, deslizo las manos desde la cintura hacia arriba, por el interior de su jersey.

  • No sé, yo aquí tengo una reputación de chico serio y responsable - digo sonriendo.

Ella suelta el botón de mis vaqueros - No me lo creo... pero, ¿qué tipo de vecinos tienes? - me responde.

Desabrocho el sujetador dentro del jersey - Este es un edificio antiguo. La mayoría son jubilados y abuelillos.

Mientras ella ya ha metido su mano en mis bóxer y ha agarrado mi miembro. Acerca su boca a mi oreja - Así que tú eres ese chico joven que les ayuda con las bolsas de la compra - susurra.

  • Por supuesto, yo soy muy educado - respondo rozando la suya.

Mis manos ya se han introducido por debajo del sujetador suelto y están sosteniendo sus grandes pechos. Mis dedos se deslizan sobre el relieve de sus aureolas y notan como sus pezones se endurecen. Ella mueve suavemente su mano agarrada a mi verga dentro de mis bóxer. Empiezo a mordisquear el lóbulo de su oreja y a besar su cuello. Dejo sus pechos y recorro con mis manos su vientre hasta el borde de sus vaqueros. Suelto el botón y bajo la cremallera. Ella me corresponde con besos en mi oreja y mi cuello, terminando en mis labios. Nuestra respiración se acelera. Una de mis manos ya se ha introducido en su pequeño tanga y está acariciando en círculos su rajita depilada. Ella ya ha liberado mi miembro del todo y me está masturbando con decisión.

De repente se escucha al fondo como se abre una puerta. Nos quedamos parados. En unos segundos oímos como se cierra y se acercan unos pasos. Rápidamente cogemos los abrigos, que habían caído al suelo. Como sincronizados, cada uno se cuelga el suyo del brazo ocultando los pantalones abiertos, justo en el momento en que aparece por una esquina uno de mis vecinos.

  • Buenas noches - le digo, mientras la cojo del brazo y avanzamos por el garaje.

  • Buenas noches - nos responde, la mira escrutándola y sonríe.

Con los abrigos por delante, llegamos hasta una puerta gris, mientras mi vecino se mete en uno de los coches. Se cierra la puerta tras nosotros y empezamos a reírnos. Enciendo la luz y pulso el botón del ascensor. Escuchamos de fondo cómo arranca un coche.

  • ¿Dónde va a estas horas? ¡Ese hombre tendría por lo menos 80 años! - me dice riendo.

  • Ya te lo he dicho. Aquí la mayoría son unos viejecillos - respondo.

En unos segundos se abre la puerta del ascensor, vacío, frente a nosotros. Nos miramos y entramos. Pulso el botón del último piso y se cierran las puertas. Dejamos caer los brazos que aguantaban los abrigos. Ella tiene los vaqueros abiertos y, entre ellos y el jersey, se puede ver parte de su pequeño tanga negro. A mi me asoman los bóxer por el pantalón y mi polla cuelga por encima de ellos. Nos reímos otra vez.

  • ¿Vives en el último o es para aprovechar el viaje? - dice mientras se arrodilla y coge mi verga.

  • Vivo en el último piso... pero si no, le hubiera dado igual.

Mientras, ha liberado totalmente mi polla y mis huevos y se la ha metido en la boca. Se está volviendo a poner dura en segundos, después de que mi vecino nos cortara el rollo en el garaje. En un rato, el ascensor se para. Ella se levanta, mete mi polla en mis bóxer y se vuelve a poner el abrigo por delante. Nos volvemos a reír y ella se toca los labios, como si pudiera tener algo que la delatara. Estamos en mi planta. No creo que aparezca ningún vecino más. Por si acaso, me tapo yo también.

Las puertas se abren y se enciende automáticamente el rellano. No hay nadie. Saco las llaves del bolsillo de mis pantalones, que están medio caídos y abro la puerta. La invito a pasar. Cuelgo mi abrigo en un armario de la entrada y le pido el suyo, que dejo en el mismo sitio. Ella observa con curiosidad mi pequeño salón: el ventanal, los cuadros, los muebles,...

  • Ponte cómoda - le digo casi de forma automática.

Ella se da la vuelta se queda de pie mirándome y se empieza a quitar las botas. La miro y sonrío. Las deja a un lado del sofá y, sin dejar de mirarme agarra sus vaqueros, ya abiertos y tira hacia abajo de ellos, descubriendo sus piernas y su pequeño tanga negro. Los suelta con cuidado sobre uno de los sillones. Se quita los calcetines rosa y los deja sobre sus pantalones. Sigue mirándome con una sonrisa. Suelta los collares sobre el montón de ropa y tira de su jersey, sacándolo por la cabeza. Su sujetador de lunares se queda suelto, colgando de sus hombros, por delante de sus pechos. Lo retira echando los brazos hacia delante y soltándolo sobre el jersey. Se queda parada. Es la primera vez que la puedo ver con detalle y su belleza gana con la luz. Su pelo negro se ha quedado un poco despeinado sobre uno de sus hombros después de sacar el jersey. Su mirada es intensa. Su piel es morena, lisa, sin tatuajes (o por lo menos por delante). Sus pechos son grandes, apetecibles. Tiene un vientre plano, unas caderas estrechas y unas piernas delgadas.

  • ¿No te pones cómodo tú también? - me indica.

  • Claro.

Seguro que con mucha menos sensualidad, me quito los zapatos y los calcetines, dejo caer mis vaqueros y me voy quitando los botones de la camisa. Me quedo de pie en bóxer frente a ella. Mi polla ya está dura sólo con lo que veo y lo que pasa por mi mente. El sexo atropellado e incómodo que hemos tenido en el coche y la experiencia del garaje me ha encantado, pero me apetece dedicar tiempo esta vez y disfrutar tranquilamente.

Me acerco a ella y paso mi dedo por su perfil, desde el lateral de sus pechos hasta su cadera, sintiendo como su piel se eriza y huele su excitación. La beso en los labios brevemente. La cojo de la mano y la llevo a mi dormitorio. Enciendo una luz de la mesilla. Ella me mira y acaricia mi torso con sus manos. Las desliza suavemente hacia abajo haciendo círculos y llegando al borde de mis bóxer. Los agarra por el centro y libera con cuidado mi miembro ya empalmado, dejándolos caer al suelo. Sus manos agarran mi verga y mis huevos y comienza a acariciarlos.

  • En el garaje no terminamos lo que habíamos empezado - me dice y empieza a besar mi torso.

Poco a poco recorre con su boca mi vientre mientras va arrodillándose. Se queda parada con la cara frente a mi polla y, sin soltarla con las manos, me mira y comienza a besar el capullo con suavidad. Se entretiene con él. Su lengua recorre todo su perímetro mientras sus manos siguen acariciando mis huevos. Abre un poco más la boca y se mete el glande, pegando sus labios a su borde y reteniéndolo dentro mientras su lengua sigue jugando con él. Coge el tronco con sus manos y empieza a moverlas arriba y abajo. El cuidado y el tiempo que está dedicando indica que ella misma también quiere disfrutar el momento. Tras pocos minutos con mi capullo en su boca y sus manos masturbándome, empieza a meterse entero mi miembro en su boca. Lo abarca hasta donde puede, como midiéndolo con su boca. Una vez dentro, empieza a sacarlo y meterlo despacio, acompañándose de una mano. No puedo estar más excitado con la situación. Aumenta progresivamente su ritmo y sus pechos empiezan a agitarse al mismo compás. La suavidad inicial se ha ido convirtiendo en fuerza. Yo estoy a punto de correrme. Noto el interior de su boca en cada una de las embestidas. La intensidad de sus movimientos es tal que voy a explotar en breve. Ella sigue succionando cada vez que la introduce en su boca. Sus manos suben y bajan sobre la parte libre de mi verga, agarrando con fuerza. Ella sabe que me queda poco. Potencia el movimiento de sus manos mientras mantiene el capullo en su boca, esperando mi esperma, como en el coche. Con un primer espasmo, exploto en su boca, llenándola de semen. Su ritmo empieza a bajar poco a poco, manteniendo la polla en su boca. Lanzo un segundo chorro dentro, en un segundo espasmo. Sus manos vuelven a hacer movimientos suaves. Yo sigo disfrutando del orgasmo. Su lengua recorre todo mi capullo. Sus manos se paran, sin soltar mi miembro. Acaba la felación besando mi glande, tal y como la empezó. Yo voy recuperando el aliento poco a poco.

La cojo de la mano y la levanto del suelo. La abrazo y la beso con intensidad. Noto la mezcla de sabores en su boca. La guío hasta la cama y la tumbo en ella. Sus piernas quedan colgando del borde. Me tumbo al lado y empiezo a recorrer su cuerpo con mi boca. Empiezo jugando con uno de sus pezones, que apunta hacia el techo sobre el relieve de su aureola. Ella se relaja y se deja hacer. Con la boca recorro despacio todo su pecho, su escote y paso al otro, donde me entretengo también con su pezón. A la vez una de mis manos va acariciando el interior de su pierna, subiendo desde la rodilla. Mi lengua pasa por su vientre, mientras mi mano ha llegado a su tanga, ya húmedo. Ella ha cerrado los ojos y su respiración es más intensa. Cojo las tiras del tanga y lo voy retirando despacio, mientras mi boca recorre una de las piernas por las que baja. Levanto su pierna y comienzo a besarla desde el pie hasta su rodilla por el interior. Continuo por el muslo. Ya huelo su excitación. Me entretengo con el exterior de su rajita. Paso la lengua por sus labios. Noto como arquea su espalda, facilitándome el acceso. Recorro su interior. Juego con su clítoris. Chupo, succiono mientras escucho como empieza a gemir suavemente. Separo con dos dedos sus labios y aumento la intensidad. Ella va dejando escapar pequeños gritos de placer y se agarra a la cama estirando los brazos. Mi lengua sigue jugando con su clítoris y mis dedos ya están entrando y saliendo de su rajita. Noto como va a explotar en breve y aumento el ritmo. Jadea con intensidad. Tira del edredón con ambas manos. Mueve la ingle para potenciar el contacto. Sus gemidos son cada vez más fuertes y alcanza el orgasmo con un largo suspiro, dejándose caer sobre la cama. Sus fluidos me empapan la boca y los dedos. Recorro con la lengua su rajita de nuevo. Me tumbo a su lado y la beso, compartiendo sus fluidos. Me agarra la cabeza y me devuelve el beso con mayor intensidad. La abrazo y apoya su cabeza sobre mi torso, recuperando la respiración. Nos quedamos dormidos, no sé cuanto tiempo... la noche no parece haber terminado.