Salidas del Convento (3)

Todo es distinto, pero igual. Se inicia una vida distinta..

Salidas del Convento 3.

La joven abrió los ojos y aquella celda no difería mucho de la que ocupaba normalmente en el convento, aunque notó algo extraño. Cuando se quiso incorporar para observar mejor, el collar y la cadena se lo impidieron. Entonces tomó conciencia que estaba encadenada.

Martín se acercó a la puerta de reja de la celda.

-Macarena, no te asustes. Estás en buenas manos. Ya te sacaré de allí.

-¿Dónde estoy?¿Quién es usted?¿Por qué estoy encadenada?-

-¡Ohh, mi querida novicia! Muchas preguntas, pero si prometes quedarte callada y escucharme podré responder todo.-

-Prometo que lo escucharé atentamente.-

-¿No me interrumpirás?-

-No, lo escucho.-

-Estás en la mazmorra de una gran casona de las afueras de la ciudad. Yo soy el Marqués Martín y será como me llames en lo sucesivo. Estás encadenada porque de ahora en más serás mi esclava y deberás obedecerme en todo lo que te diga. Caso contrario serás castigada como lo son las esclavas desobedientes.-

-¿Qué quiere decirme con que soy su esclava? La Madre Superiora no me adelantó nada de esto.-

-La Madre Superiora no sabe nada de esto ni sabe dónde estás ni nunca lo sabrá. Ya te dije que estabas en una mazmorra y como te dije antes eres mi esclava, que quiere decir de harás todo lo que ordene. ¿Has entendido? TODO LO QUE TE ORDENE.-

-¿Pero quién decidió que yo deba ser su esclava?-

-El Marqués Martín, que soy yo mismo. Estás encadenada y no puedes escapar. Es mejor que te comportes como una sumisa que eso es lo que te han enseñado en el convento. ¿No es así?-

-Sí, me han enseñado a ser sumisa pero no de esta manera.-

-Bien, te sacaré de esa celda, porque quiero interrogarte.-

Martín abrió la puerta reja, le colocó unas esposas en las muñecas, le quitó el collar que quedó colgando de la pared y le indicó que saliera de la celda. La luz era muy tenue en el lugar.

La llevó hasta debajo de una cadena pendiente del techo, le fijó las esposas a la cadena y tensó la cadena hasta que Macarena quedó con sus brazos en alto.

-Estos vestidos tan largos no me gustan. Voy a cortarlo a la altura de las rodillas.-

-Nooo. No se debe cortar este vestido. Está prohibido.-

-Pues te equivocas, aquí está autorizado a hacerlo.-

Martín tomó unas tijeras y recortó el vestido a la altura indicada.

-Ahora estás mejor, pero veo que tienes una túnica debajo. Veré luego que hago. Pero dime ¿Consideras que tienes unas buenas tetas para manosear?-

-¡No me toque!-

-Mi querida esclava, quiero escucharte decir: "Señor Marqués, toque usted mismo mis tetas para comprobar su tamaño y firmeza"-

-¡Suélteme!¡No puede hacer todo esto!-

Sin mediar palabra Martín le dio una bofetada que le dejó la cara roja.

-Esa no es manera de dirigirse hacia mí. Repite: "Señor Marqués, toque usted mismo mis tetas para comprobar su tamaño y firmeza"-

Macarena permanecía callada y se juraba así misma que nunca diría semejante. Martín le propinó otros dos bofetadas más fuerte que la anterior.

-Pégueme lo que quiera. No repetiré esa sucia frase.-

Sin mediar palabra Martín acercó la tijera a la parte alta del vestido y comenzó a cortarlo desde el cuello hasta la cintura. Lo abrió quedando al descubierto la túnica blanca que llevaba debajo del vestido. También lo cortó y lo abrió, quedando a la vista el sostén. Apoyó sus manos por encima de la telas y luego de magrearlos unos segundos deslizó sus manos hacia la espalda y soltó el gancho.

Como era de suponer el sostén, aunque flojo, no dejó a la vista las tetas, Entonces con la tijera cortó los breteles y retirando totalmente la prenda que arrojó al suelo. Dos hermosas tetas aparecieron ante su vista. Mientras tanto Macarena hacía esfuerzos por soltarse las esposas y poder cubrir sus senos.

-¡Quédate quieta! Si no lo haces me veré obligado a castigarte.-

A Macarena todavía le dolían los pómulos de su cara por las bofetadas, por lo que se resignó a ser manoseada. Martín pasó sus manos por las tetas, rozó reiteradamente los pezones que comenzaron a ponerse duros. Tomó ambos con los dedos pulgar e índice y los retorció ligeramente.

-Tienes unas buenas tetas. Las cuidaré para poder gozarlas de otra manera. Ahora quiero que pidas que te ponga un par de pinzas en los pezones. Debes repetir: "Señor Marqués, por favor póngame pinzas en mis pezones para que recuerde que soy su esclava"-

Macarena comprendió que lo mejor era obedecer, por lo menos por ahora. Con voz entrecortada dijo:

-Señor Marqués, por…por favor…póngame pinzas en mis ….pe….pezones para que recuerde que….soy… su…..esclava.-

-Sin titubear. Debes pedirme como una súplica pero sin titubear.

-Señor Marqués, por favor póngame pinzas en mis pezones para que recuerde que soy su esclava.-

Macarena no pudo contener las lágrimas por la humillación a la que se veía sometida. Martín tomo dos pinzas de cocodrilo y las colocó en ambos pezones. Macarena gemía de dolor.

-Vamos a cortar y sacar este vestido. Creo que tienes calor porque veo que estás transpirando.-

-No haga eso. Estoy transpirando por el dolor que me causan esas pinzas.-

Macarena recibió otra bofetada.

-Esa no es manera de dirigirse hacia mí. Si quieres pedir algo debes hacerlo como corresponde.-

-Señor Marqués, no me quiete el vestido. Estoy transpirando por el dolor que me causa las pinzas que el Señor Marqués me colocó en mis pechos.-

-Así está mejor. La respuesta: ¡Denegado!. Te cortaré el vestido.-

Martín cortó totalmente el vestido que arrojó al suelo. Ahora la novicia vestía solamente un calzón de generosas dimensiones.

-Tienes un muy buen culo, sin ser demasiado grande. Las carnes parecen firmes.-

Martín apoyó sus manos sobre los glúteos y los masajeó, llevando luego sus manos hasta el pubis. Macarena se movía en un inútil intento de librarse de las manos de su captor.

-Veo que estás muy movediza. Será mejo continuar más tarde. ¿Tienes hambre?¿Quieres comer?-

-Sí tengo hambre.-

Una palmada sonó contra el trasero de la joven.

-¡Así no se responde!¿Cuándo vas a aprender?-

¿Y qué debo decir?-

-Señor Marqués, tengo hambre. Nunca debes olvidar lo de Señor Marqués.-

-Señor Marqués, tengo hambre. ¿Sería tan amable de permitirme comer algo?-

-Así está mucho mejor. Te desataré y te llevaré a la cocina. Tendrás que comer esposada y con grilletes en los tobillos. Por supuesto no intentes nada porque te costará muy caro.-

La desató y la condujo a la cocina. Allí le sirvió un plato de comida, que engulló, a pesar de estar esposada, con rapidez. Una vez finalizado miró a Martín esperando nuevos acontecimientos.