Salidas del Convento (2)
La confianza perjudica a los crédulos. La calle es muy peligrosa...
Salidas del Convento 2.
Una mañana muy temprano Rolando llamó a Martín para anunciarle que iría a su casa que tenía algo que podía interesarle. Menos de media hora más tarde estaba en la casa de su cliente.
R: Tengo lo que busca y mucho más.
M: Dígame qué ha conseguido.
R: Mire estas fotos. Las tomé esta madrugada. Observe.
Mostró seis fotos en que las que aparecía una muchacha desnuda tendida sobre una camilla, tanto boca arriba como boca abajo mostrando sus intimidades.
R: ¿Qué le parece?
M: Muy buen cuerpo, sin ninguna marca. Parece estar dormida cuando se le tomaron estas fotos.
M: Efectivamente. Tomé a esta señorita apenas pasada la medianoche. Un poco de cloroformo y quedó lo suficientemente dormida como para cargarla en la camioneta e inyectarle una anestesia total que la dejaría dormida por lo menos por seis horas. La llevé a mi casa y llame a un médico de confianza para que la revisara. La desnudamos completamente y el médico comprobó ¡que era virgen! Se le analizó también el ano, mostrando que no se había introducido objeto alguno. Luego procedió a una revisión general y su estado de salud es perfecto. Entonces la vestimos nuevamente, se le aplicó otro tranquilizante para que durmiera y me vine de inmediato para aquí. Tengo sus documentos personales, 27 años recién cumplidos
M: ¿No teme que se escape?¿La dejó sola en su casa?.
R: Sí pero encadenada. No creo que despierte, pero si lo hace no podrá moverse.
M: No le parece raro que con 27 años permanezca virgen?
R: No, porque no le he dicho lo mejor. Es una monja y así estaba y está vestida. Por eso es virgen, sin marcas en el cuerpo. Sin la menor idea de lo que le espera estando en sus manos.
M: ¿Una monja? Eso sí que es bueno. Desnudarla de a poco para luego proceder al primer castigo.
R: Podrá traerla todavía dormida y prepararla para cuando despierte.
M: Ya lo creo. Arreglemos el precio y voy a buscarla.
R: ¿Qué le parece un millón de piastras?
M: Es un ejemplar muy bueno pero un millón es mucha lana.
R: ¿Vio el ejemplar?¿Vio las tetas que tiene?¿Vio sus piernas y brazos qué bien formados?. ¡Es un ejemplar único!
M: 900.000 y cerramos trato.
R: Bien, 900 de los grandes y la monjita es suya.
M: Vamos a buscarla antes que se despierte.
Ambos hombres partieron a la casa de Rolando. La muchacha permanecía dormida, con sus muñecas rodeadas por grilletes unidos por una cadena a la pared. En los tobillos tenía colocadas unas esposas.
Su vestido la cubrían totalmente, dejando ver sus manos, su cara y sus pies.
R: Debajo de este vestido tiene algo así como una túnica blanca desde el cuello hasta lo tobillos. Las bragas son unos calzones que le cubren todo el culo y el vientre hasta la cintura. El sostén cubre todas las tetas. Su piel es muy blanca, señal de que permanece cubierta siempre.
M: Ayúdeme a cargarla en la camioneta y déme sus documentos personales. Aquí tiene su dinero.
Martín arrancó rumbo a su cada y Macarena, así se llamaba la novicia, hacia su nuevo destino de dolor, humillaciones, castigos y violaciones.
Martín no escatimaría castigos y violaciones, pero quería hacerlo lentamente, humillándola cada día un poco más. Nunca hubiera pensado tener una esclava de 27 virgen y sin experiencia alguna de la sumisión. Para él también sería una experiencia nueva.
Imaginaba cuando atadas sus muñecas por encima de la cabeza, le comenzara a bajar el enorme calzón que cubría su culo y vientre y luego el látigo silbara en el aire para marcar esa piel blanca tan cuidada.
Llego a su casa y levantándola en brazos la condujo a la mazmorra que tenía en el sótano. Allí, en un rincón, había una celda en la cual la alojaría. La depositó sobre el camastro y le colocó el collar metálico que por medio de una cadena se fijaba en la pared. Ahora debía aguardar a que despertara. Sólo una tenue luz iluminaba la celda. Martín observaría a través de la reja de la puerta, las primeras reacciones de su flamante esclava.
Repasó mentalmente los instrumentos que disponía y que usaría sobre Macarena. Algunos cepos de distinta confección la obligarían a permanecer en posiciones incómodos o dejando ciertas partes de su cuerpo expuestas para el látigo o la violación.
Pensando que el látigo sería lo más adecuado, por lo menos para comenzar, recordó la rueda de azotes, que así él mismo la había bautizado. Se trataba de una rueda de unos dos metros de diámetro y cuarenta centímetros de ancho de la banda sobre la cual podía amarrarse la esclava. De esta manera su cuerpo se curvaba hacia atrás si era atada de espaldas a la rueda, dejando sus tetas, vientre, pubis y piernas expuestos a los azotes o, si por el contrario se la amarraba de frente a la banda de la rueda, entonces su espalda, culo y piernas podían ser azotados sin limitación.
Imaginó a la novicia desnuda sobre la rueda mientras él ya fuera con un látigo o una vara castigaba toda su parte delantera mientras Macarena imploraba para que cesara el castigo. En ese momento recordó que debería depilarle el pubis, ya que había visto abundante pelo en las fotos tomadas por Rolando.
Llegado el momento también la marcaría a fuego y la sometería al tormento de la crucifixión, aunque sin clavar sus muñecas o manos sino fuertemente atadas. También se le ocurrió usar las pistolas de "paintball", mientras la obligaba a correr con grilletes en los tobillos por el bosque de su residencia, mientras él la perseguía disparándole las bolas sobre su cuerpo desnudo. Sería muy divertido.
Pensaba también en ponerle abundantes hojas de ortigas debajo de algunas bragas muy ajustadas y obligarla a realizar tareas pesadas. Las hojas le irritarían la zona del ano y la vulva.
También pensó en convertirla, por lo menos algunos días en una "ponny". ¿Podría ella imaginarse tener que tirar de un carro como una yegua, mientras él le azotaba la espalda para que apurara el paso?
Estaba sumido en estos pensamientos cuando notó un leve movimiento de Macarena que comenzaba a despertarse.