Salida rural

Una tarde de sexderismo.

Por la mañana fuimos a hacer senderismo, nos perdimos montaña adentro caminado hasta llegar a una enorme roca que hacía las funciones de mirador. Nos habían comentado que en esa época los ciervos estaban en celo y se podían ver las luchas entre los machos desde ese mirador, pero cuando llegamos no vimos nada más que el paisaje.

Sacamos unos bocadillos y comimos esperando pacientemente.

Cuando acabamos me tumbé. Todos hicieron lo mismo y nos quedamos dormidos.

Pasó más de una hora hasta que me desperté por los gritos de lo que parecía una pelea entre animales. Me asomé al mirador y abajo vi una manada de ciervos. Dos machos se alzaban y embestían sus cuernos haciendo alarde de fuerza. Desperté a los demás y contemplamos el espectáculo.

-¡Joder! —Dijo Salva— No somos tan distintos los hombres.

Y rio a carcajada abierta.

—¿Te imaginas a dos tipos peleándose por ti a hostia limpia? —Preguntó Isa a Elia.

—Sólo tengo que hacer un esfuerzo de memoria y sí. —Respondió Elia.

Salva se había puesto de pie y tomaba algunas fotos. Después dejó la cámara colgando de su cuello.

—Juanito, ¿nos peleamos por estas mujeres? Les gustará saber quién es el más fuerte.

Elia lanzó un grito entusiasta y ambas aplaudieron la idea, así que no me quedó otra que ponerme de pie y enfrentarme a Salva. Empezamos a empujarnos de pura tontería, riéndonos e insultándonos. Salva dejó la cámara en la mochila y me dio un empujón que me tiró al suelo. Me levanté y corrí hacia él, que hacía gestos de victoria, y, agarrándolo por la cintura caímos al suelo. Las chicas reían y aplaudían nuestras tonterías, con lo cual nos crecíamos para dar más espectáculo.

Estábamos de pie jadeando, uno en frente del otro en plan desafiante. Salva dijo:

—Vamos a luchar con nuestras armas.

Y se la sacó por la cremallera. Tenía un pollón y le gustaba hacer esas cosas.

—Vamos valiente, saca tu arma y lucha con ella. —Me gritó Isa. Ambas jalearon un poco y bajé la cremallera. Yo no tenía complejo, pero mi polla al lado de la de Salva parecía más pequeña de lo que era, lo suyo era de mejor familia sin duda. Él se acercó hacia mí con la polla en la mano y la sacudió contra la mía.

—Lucha cobarde. —Me gritó.

Me la agarré y empezamos una lucha de espadas. Todos nos descojonábamos de la risa. Salva se retiró unos pasos.

—Tiempo, hay que reponerse para el siguiente asalto.

Y se acercó a las chicas con su enorme polla colgando.

—Vosotras sois las entrenadoras, y cuando un boxeador va a la esquina del cuadrilátero su entrenador lo asiste y le da ánimos y consejos, así que aquí me tenéis, haced lo propio.

Isa se la cogió y la acarició.

—Ánimo picha, el combate es tuyo. —Le dijo. Después orientó la polla de Salva hacia Elisa— ¿Algún consejo entrenadora?

Elia se acercó y se la metió en la boca hasta que topó con la mano de Isa. Después la sacó y le dijo:

—No hay dolor amiga.

Salva dio unos saltos a modo de calentamiento, como si fuera un boxeador de verdad. Su polla saltaba con él.

—Bien, ya estoy listo para el segundo round. —Añadió.

Me la cogí y fui hacia él gritando "al abordajeeee...". Comenzamos a darnos pollazos, de izquierda a derecha y viceversa. Luchamos así un rato hasta que me retiré unos pasos.

—Nunca creí que diría esto a un hombre, pero me vas a reventar la polla.

Todos rieron la ocurrencia. Salva se acercó y me agarró por los hombros riéndose.

—Hemos empatado chicas. —Dijo.

Ellas se levantaron y se abrazaron a nosotros. Los cuatro abrazados celebrando la victoria con las pollas fuera.

—¿Están follando ya los ciervos? —Preguntó Salva y corrimos a asomarnos.

Una pareja estaba copulando y los demás ciervos pactaban alrededor.

—Qué putada para el otro ciervo, lo humillan en una pelea y además se queda sin follar. —Soltó Elia.

—Yo no valgo para ciervo, acabo de descubrirlo. —Añadí.

Elia echó la mano hacia atrás y me la cogió.

—Sí que vales, tonto. —Bromeó.

Nos quedamos mirando como copulaban los ciervos. Elia me iba masajeando la polla. Miró a Isa y le hizo un gesto para que mirara la polla de Salva, que se había puesto dura mirando la cópula. Se rieron e Isa se colocó al lado de Salva y empezó a masturbarlo. El ciervo macho emitió un grito, parecía que se iba a correr, pensamos. Poco después el macho se bajó de la hembra y se alejó. Otro ciervo fue a olerla, pero ella se alejaba, como pudorosa.

—¿Veis cómo se aleja? Es como si le diera vergüenza. —Dijo Isa.

—Merece la pena ver el espectáculo. —Añadí.

—Si fuera al revés no sé qué pensarían, pero habría una manada de ciervos delante de nosotros mirando cómo nos la cascan y seguro que pensarían igual que nosotros, ¡qué espectáculo!

Elia me miró.

—Te la voy a chupar.

Y se agachó para cumplir su palabra. Yo estaba erecto hace un rato, ella se colocó frente a mi polla y la agitaba rápido. Isa la miraba mientras seguía masturbando a Salva. Elia abrió la boca y se la metió toda dentro.

—¡Qué puta eres! —Exclamó Isa.

La miré y le dije:

—A ver si eres capaz de hacer lo mismo con esa.

Se agachó frente a Salva y se metió la polla en la boca, más de la mitad, no le cabía más.

—Es demasiado grande. —Dijo.

Elia dejó un momento la mía y se acercó a Salva, abrió la boca y se la metió toda dentro, aguantando unos segundos.

—Que hija de puta. —Le dijo Isa.

Elia se la sacó y miró a Isa guiñándole un ojo, antes de volver a mí. Isa siguió mamando a Salva, que miraba el paisaje con cara de soñador. Elia se levantó y se bajó el pantalón corto y las bragas hasta la mitad de los muslos. Se volvió y pegó su culo a mi polla, que quedó atrapada entre sus cachetes. Empezó a moverse en círculos, me agarré a sus caderas para no despegarme. Isa nos miró de soslayo con la polla de Salva en la boca y le dio una palmada en el culo a Elia. Aquel gesto me despertó la imaginación. Acerqué a Elia a un árbol e hice que se apoyara con las manos inclinada hacia delante y con el culo hacia mí. Le di una palmada, después otra, y otra. Me gusta azotar, y a ella tampoco parecía disgustarle. Me recreé un rato y toqué su coño, que estaba muy húmedo. Le metí dos dedos y empecé a masturbarla rápido. Ella se agarraba fuerte al árbol.

—Me encanta. —Aclaró— Dame fuerte.

Yo seguí masturbándola deprisa, la palma de mi mano daba golpes rápidos en su culo, con cadencia, y ella disfrutaba mis envites. Isa seguía comiéndosela a Salva en la roca.

—Me vas a correr. —Dijo Elia.

Aceleré más el movimiento y empezó a retorcerse de placer.

—No pares.

No pensaba hacerlo. Sentí como se corría y bajé la densidad. Ella jadeaba aún agarrada al árbol.

—Correte tú en mi culo.

Empecé a masturbarme cuando escuché a Salva correrse y vi a Isa esmerada sin dejar de chupar. Yo me masturbaba, quería correrme en el culo de Elia como me había pedido. No tardaría mucho, estaba sobreexcitado. Acerqué la polla a la cara de Elia.

—¡Escúpela! —Le ordené.

Ella obedeció y mi mano empezó a deslizarse con más fluidez. Isa vino a nuestro lado.

—Quiero correrte yo. —Me dijo, y empezó a masturbarme rápidamente. Estaba a punto.

—Me voy a correr. —Les dije.

Elia sacó más el culo acercándose hacia mí.

—Llénamelo.

Isa me agarraba el culo con una mano mientras con la otra seguía masturbándome. Eyaculé sobre el culo de Elia. Isa me masajeaba suavemente, bajó la cabeza y se la metió en la boca, limpiándome. Elia extendía el semen por su culo, con la cabeza girada mirándome para deleitarme.

—Ahora faltas tú. —Le dije a Isa.

—No te preocupes, estoy bien.

Volvimos al mirador y nos sentamos. Los colores en el cielo empezaban a anunciar el atardecer y nos quedamos viendo como enrojecía.