Salí a bailar con Miguel. (Mi padre)

Un viernes por la tarde llegó Miguel a casa, tuvimos una sesión de sexo muy fuerte, luego me propuso ir a bailar, por primera vez vestí de chica.

Miguel me invita a bailar.

Mi vida al lado de Miguel (Mi padre) había tomado un camino peligroso, a la ausencia de mi madre había mudado mis pertenencias a su cuarto. Yo continué con mi rutina diaria, asistiendo a la escuela. miguel pasaba la mayor parte de la semana en Viesca, trabajando.

A mi escuela siempre asistía con mi uniforme, limpio, planchado, con frecuencia recibía burlas de mis compañeros por mi actuación delicada, aún, así trataba de aparentar una falsa masculinidad. Antes de liarme con Miguel siempre criticó esa delicadeza de mi actuar, ahora había forma, ya aceptaba mi manera de ser.

Una tarde de viernes me encontraba haciendo aseo en la casa, como era mi costumbre, ataviado con poca ropa, el radio a todo volumen, no escuché cuando la camioneta de Miguel llegó, me encontraba agachado, recogiendo una ropa del suelo, cuando sentí una fuerte nalgada, volví la vista, era Miguel que estaba tras de mí.

  • ¡Hay Papá, Que bárbaro! Me asustaste.

Solo se rio a carcajadas, levantándome de la posición en que me encontraba, me abrazó ardientemente, puso su boca sobre la mía, y sus manos sobre mis nalgas, La caricia se prolongó durante un rato, su lengua en mi boca, sus manos entre mis nalgas. Su pene pegado a mi cuerpo.

  • ¡Oh papi que efusivo eres!
  • Estés hermoso Juan, muy deseable.

Sus manos bajaron mi short, y me dio dos nalgadas, su boca se posó otra vez en mi boca, caricia que correspondí metiendo mi lengua en la de él, luego me arrastró hacia la cama.

  • No espera, estoy muy sudado.
  • No me importa, estás como quieres estar Juanito. Mira como estoy, toda una semana sin sexo.

Sentí como esas grandes manos presionaban mis glúteos, luego los separó, sentí sus dedos entre ellos. Se despojó de su ropa, yo tirado en mitad de la cama, mirando ese cuerpo de hombre grande, fuerte, excitado, su pene erecto, mirando hacía el techo. Se tiró a mi lado, me abrazó, sus manos acariciaron mi espalda, su boca se posó sobre mi boca abierta, recibí su lengua. Sus manos bajaron a mis nalgas, explorando entre ellas, su pene bien parado entre mis piernas buscando una satisfacción. Se tendió cual largo boca arriba, su miembro deseoso de ser acariciado. Me situé entre sus piernas, tomé su falo prodigando una delicada caricia, y puse mi boca sobre su glande, lamiendo chupando, poco a poco me lo introduje en mi boca hasta que me llegó al nivel de mi garganta.

  • Si, así Juan, chupa tu verga, es solo tuya, nada más para ti.

Estuve estimulando su miembro, chupando sus testículos, su entrepierna, sus manos se posaron sobre mi cabeza, dirigiéndola una vez más a su verga. La metí en mi boca y continué mamando, entrando en lo más profundo de mi garganta, me impedía respirar y me salía para tomar aliento y volver a mamar.

  • Basta Juan, ahora voy a penetrarte.
  • Si Miguel, cógeme, méteme la verga.

Para ese momento estaba deseando sentirlo, Se situó tras de mí, yo estaba a la orilla de la cama, con las nalgas paradas, me propino una, dos, tres nalgadas, para luego acariciarlas, Mojó sus dedos con saliva e introdujo dos, hasta tres dedos.

Me retorcía de placer, movía mi trasero buscando que sus dedos penetraran, mientras con su otra mano me daba de nalgaditas, me apretaba los glúteos.

  • Si Miguel si, que rico sentir tus manos. Dame de nalgadas como cuando era chico.

La punta de su miembro entró fácilmente, escuche un gemido de placer y prosiguió entrando su polla en mi culo, yo notaba como me iba dilatando a medida que el entraba y cada vez me notaba más lleno. Su gran verga gorda, larga. Cuando había metido la mitad, me agarro de las caderas, de un solo empujón, me la clavó hasta el fondo, haciéndome dar un grito de placer, medio ahogado por la almohada que estaba mordiendo… Me estuvo penetrando un buen rato de forma brutal, de un golpe me la clavo hasta el fondo pensé que me rompía. Luego dijo:  Demuéstrame que de verdad te gusta mi verga, quiero que te la claves tu solo, pide verga y te la daré.

  • Si Miguel, quiero clavarme en tu verga.

Tendido sobre la cama me monté sobre él, apunté su verga en la entrada de mi recto y me dejé caer poco a poco, me tomó por las caderas me jaló hacía abajo para quedar completamente clavado. A partir de ese momento comencé a moverme, lentamente, aumentando el ritmo, Miguel jadeaba de placer, yo disfrutaba de verga bien parada, la sentía bien erecta, me obligó a permanecer bien sentado, sentí como se estremecía, chorros de leche inundaron mi recto. Fue una sensación indescriptible.

Quedamos tendidos sobre la cama, desnudos, agotados, permanecimos callados, Miguel encendió un cigarro, las volutas de humo ascendieron hacía el techo.

  • Oye Juanito, tengo deseos de salir a bailar, hoy se presenta un conjunto en un lugar agradable que conozco. Como hay que ir con pareja tú me acompañaras
  • Creo que no nos veremos bien bailando dos hombres en ese lugar.
  • ¿No te has visto al espejo? Pareces chica, con un lindo atuendo de nena que te compre, y un poco de maquillaje nadie notará nada.

Esa misma tarde fuimos a una tienda, me compró un lindo vestido de falda muy corta, medias, unas zapatillas, u algo de maquillaje. Al regresar a casa me arreglé, al verme al espejo no había indicio que fuera Juanito. Eran las diez de la noche cuando abordamos su vehículo. Tiritaba de frío o de nerviosismo, no atinaba a que se debía, mi vestido verde, de tirantes, con los hombros y espalda descubiertos.

  • Tranquila Liliana, tranquila, todo saldrá bien, nos vamos a divertir.

¡Liliana! Vaya nombre, Miguel me había bautizado con ese nombre que me gustó mucho. Al entrar al lugar, imaginé que las miradas se fijaban en mí, sentí que mi cara se ponía roja de pena. Miguel me tomó de la mano, un mesero nos recibió y con una módica propina nos dispuso una mesa cercana a la pista. Miguel ordenó bebidas para ambos. El grupo musical tocaba música bailable. Miguel no esperó más me condujo a la pista tomada de la mano. Mis zapatillas eran cómodas, con cierta torpeza, quizá por mi nerviosismo, pero me sobrepuse, me abracé a él, me tomó por la cintura y danzamos al ritmo de la música.

  • Ya te siento más tranquila Liliana, ya ves, todo va a estar bien.
  • Si Miguel, -No lo llamé papá-

El ambiente era muy agradable, otras parejas al igual que nosotros bailaban, me di cuenta que las miradas de algunas personas nos observaban, quizá por nuestra diferencia de edad, quizá por mi atuendo. Aún así, me sentía feliz abrazada a Miguel. Me sentía protegida, amada. Ocasionalmente nos besábamos, bajo la mirada de algunas personas, aunque no nos importaba, Nos sentíamos felices. Descubrí la mirada de un hombre sin pareja, alto fornido; Miguel no se apercibió de ello. Varias veces crucé miradas con ese tipo. En alguna ocasión me hacía alguna seña. No atendía a ello, me concentré en lo mío. La noche transcurrió, nosotros felices. Por fin Miguel pagó la cuenta, y salimos, el ambiente exterior era frío. Me condujo hacia mi lugar, me abrió la puerta, él se puso al volante.

  • pensé que nos iríamos a casa.
  • La noche es joven Liliana, vamos a tomarnos una copa a un bar agradable que conozco.
  • Si Miguel, a donde quieras, ¡Vamos!

El bar estaba lleno, la mayor concurrencia era de hombres, El ambiente del lugar era más relajado, me sentía bien, segura de mí misma, segura al lado de mi hombre. Nos situamos en la barra, y disfrutamos de nuestras bebidas ordenadas por Miguel.

  • Se te corrió el maquillaje Liliana.
  • ¡Uy sí, que pena! Voy al tocador a arreglarlo.

Bajé de mi asiento, alisé mi faldita, y dirigí mis pasos al sitio de los servicios sanitarios, mis zapatillas sonaron pausadamente, algunas miradas se posaron en mí. Al estar frente a los baños dudé por un momento, al fin me decidí y entré al sanitario de damas. Me sentí extraña, en el tocador estaba una mujer atendiendo su arreglo personal, me miró y me dijo…

  • Hola linda. Vienes bien acompañada, ese caballero es muy guapo.
  • Oh, gracias señorita.

Comprobé que no pasábamos inadvertidos a la gente. Arreglé mi maquillaje, puse retoqué mis labios y abandoné el lugar, al salir me encontré de frente al hombre con quien había cursado miradas en el salón de baile.

  • Hola linda, que pequeño es el mundo, mira que nos volvemos a topar.

Le sonreí sin contestar a sus palabras, y me dirigí al sitio donde se encontraba mi padre. Al quedar frente a él se levantó, me abrazó me besó en los labios, acomodó el asiento y ocupé mi lugar.

  • No tardaste princesa, que bien te ves.
  • ¡Oh, gracias Miguel!

Ya tenía servida una nueva bebida. Platicamos de lo bien que nos habíamos divertido bailando y de mi buen comportamiento. Miguel me dejó un momento mientras fue al mingitorio, el hombre con que me había topado no desaprovechó la oportunidad. se apresuró a sentarse a mi lado.

  • Hola linda, buena noche,
  • Buena noche señor, Vengo acompañada.
  • Lo sé preciosa, te vi muy animada con tu novio en el salón de baile, nos topamos en los servicios. Veo que te gustan los hombres mayores.
  • Miguel es mi amigo. -dije, arrepintiéndome al instante de haber mencionado su nombre-

Me puse un poquito nerviosa, un estremecimiento hizo vibrar mi cuerpo. hice como que no había pasado nada y volteé para mirar hacia otro lado muy disimuladamente, pero mi mente empezó a jugar con las ideas sexuales que siempre me traen prendida y caliente. El hombre se retiró sin decir nada más.

  • ¿Te gustó el tipo?
  • ¿He? ¿Cuál tipo? No sé a qué te refieres.
  • No te hagas la tonta Liliana, bien que te vi coquetear con el hombre, se ve bien el señor. ¿Te gustaría coger con él?
  • ¡Hay no Miguel! ¿Cómo crees?
  • No te hagas la santa Liliana, bien que te gusta la verga, te vi de boba con el tipo, no es por dártela a desear, ni ando viendo vergas de otros, coincidí con él en el mingitorio, el hombre está muy bien dotado. Mas o menos como la mía. ¿Cómo ves si te lo consigo?
  • No Miguel, gracias, contigo estoy más que bien.
  • Pues tú te lo pierdes, no pensé que fueras a declinar la invitación. Aunque sé que estás deseando que se meta entre tus piernas.

No contesté me limité a mirar hacia otro lado. ¡Vaya que el hombre estaba muy bueno! Desde que lo vi en el salón de baile me atrajo, Tuve necesidad de ir al sanitario, entre, me senté en la taza de baño, al salir al área de sanitarios, me topé con el hombre, me estaba esperando.

  • Hola linda, he esperado a tu salida. ¿Entonces que con mi propuesta?
  • No señor, ya le indiqué que vengo acompañada, además no tengo ninguna intención de intimar con usted.
  • Mi nombre es Mario, ¿no te agradaría tenerla en tu pucha o en tu culito, donde gustes?
  • Yo soy Liliana Mario.

El tipo me sabía mujer, en la penumbra del lugar descaradamente me mostró su verga, ¡Wuuuauuu! la verdad está muy bien proporcionado, larga, gorda, muy rica, más larga y gorda que la de Miguel; me dejó hipnotizado.

  • ¿Te animas? Te aseguro que te va a gustar. ¡Tócala, pálpala!

Me quedé alelada, alargué mi mano y la toqué, no pudo abarcarla, descubrí el glande, en ese aspecto Miguel lo tiene más grande.

  • ¡Dale un besito! ¡Mámala!

Sin soltar su pene miré en todas direcciones, verificando si alguien me veía, no descubrí ninguna mirada indiscreta; Me agaché con cierto temor, puse mi lengua sobre su glande, luego abrí mi boca y lo tomé en mi boca, una, dos, tres mamadas y me retiré. No pronuncié ninguna palabra, caminé a reunirme con Miguel moviendo mis caderas, volví la vista dos veces para encontrar la mirada del hombre, alcancé a escuchar que me decía…

  • ¡Un día voy a está metiéndote la verga chiquita! De mi te vas a acordar.

Volviendo la cara con una sonrisa de oreja a oreja le contesté

  • Ni lo sueñes, pervertido.

Eran las dos de la mañana cuando llegamos a casa, Miguel se portó como todo un caballero, Aún así tuvimos una sesión mas de sexo. que me dejo exhausta. Dormí con el abrazada.

Antes de conciliar el sueño me dijo.

  • Si te animas podemos contactar al hombre que tanto te gustó.
  • No Miguel, para nada contesté, por fin me quedé dormida.