Salgo de fiesta con mi mejor amiga
Salgo de fiesta con mi mejor amiga, de la cual estoy secretamente enamorado, y acabamos recibiendo doble ración de polla.
Era viernes noche, y no uno cualquiera. Había quedado para salir a solas con Carol, mi mejor amiga. Ella no lo sabía pero yo llevaba años secretamente enamorado de ella. Quedar con ella a solas por la noche había sido todo un logro. Normalmente Carol tenía una vida social muy ajetreada y siempre estaba con otras personas o con su novio. Pero hacía poco que había cortado con él y por primera vez en mucho tiempo yo iba a poder pasar la noche entera de fiesta con ella. Tenía la corazonada de que esta sería mi gran ocasión, que por fin podría dar el paso con ella, en mi cabeza ya hacía castillos en el aire, dejando volar la imaginación con lo que pudiera ocurrir.
Antes de salir me arreglé lo mejor que supe. Mi figura, delgada, suave y poco varonil quizás no fuera su tipo, pero estaba dispuesto a impresionarla. Me puse mis mejores vaqueros pitillo ajustados y mi mejor camisa de franela. Me estuve peinando durante casi una hora hasta lograr el aspecto perfecto e incluso me eché una base bronceadora de maquillaje en la cara. Cuando me mire al espejo me gustó el resultado, no era el hombre más masculino del mundo pero había apostado por mis características más femeninas, a lo mejor a Carol le gustaba ese contraste con los tíos con los que solía frecuentar.
Habíamos quedado en la plaza mayor a las 10, ella llego algo tarde, pero no me importó esperarla. Cuando apareció estaba imponente. Siempre había tenido un cuerpazo y desde luego le sabía sacar partido, llevaba unos pantalones cortos y una camiseta que dejaba al descubierto su ombligo.
—¡Hola! ¿Llevas mucho tiempo esperando?— me saludo Carol.
—No, acabo de llegar— mentí yo.
Se acercó a darme dos besos, su perfume era encantador, entre su olor y el tacto de su piel empecé a sentir mariposas en el estómago.
—¿Llevas maquillaje? —me preguntó, debía haberlo notado al besarme en la mejilla.
—Emmm... sí, es una base bronceadora, me pareció que me quedaba bien.
—Sí, estas muy guapo. Fijo que hoy ligas —bromeó con un guiño que hizo encogerse mi estómago de la emoción.
Mi plan para la noche era ir a un bar tranquilo a charlar con unas cervezas pero al parecer Carol tenía otros planes en mente:
—Vamos a ese nuevo pub musical que han abierto, hoy me apetece bailar.
—Claro, lo que prefieras —contesté. A mí no se me daba bien bailar, y esos pubs abarrotados me agobiaban bastante, pero la idea de bailar con Carol despejó todas mis dudas.
Mientras nos acercábamos al bar íbamos charlando de nuestras cosas. No pude evitar preguntarle por su reciente ruptura:
—¿Qué tal lo llevas estando soltera después de tanto tiempo? —pregunté.
—Fatal. No por Richi, era un capullo, pero con todo el curro que tengo últimamente no he podido hacer nada divertido, estoy que me subo por las paredes, necesito acción.
—No te preocupes, esta noche toca desconectar, ya verás que bien nos lo pasamos.
—Sí. Gracias por acompañarme hoy de fiesta, eres un gran amigo —dijo Carol, y acto seguido me abrazó. Fue un abrazo bastante emotivo, empecé a hacerme ilusiones de que lo que sentía por ello era recíproco. Y esta era la noche ideal para hacer algo al respecto.
Cuando llegamos al pub era tal y como me lo había imaginado, estaba hasta arriba de gente y la música atronaba en los oídos. A mí no me gustó mucho, pero Carol parecía encantada. Se fue directa a la barra a pedir unas copas.
—¿Qué es esto? —Pregunté cuando llegó con un gran vaso y dos pajitas.
—Un coctel de tequila con vozka, está noche me apetece emborracharme.
A mí no me gusta demasiado el alcohol, pero supuse que sería una buena forma de desinhibirnos y que pasara lo que tenía que pasar así que empecé a beber con ella. Estaba bastante fuerte y ella bebía a buen ritmo mientras me animaba a beber más. Al rato pidió una segunda copa y después una tercera.
—¿Sabes? Esta noche me apetece ligar —la voz de Carol ya sonaba bastante borracha. — Y tú también, deberíamos ligar los dos. Somos guapos, somos sexis, nos lo merecemos. ¿Te parezco sexi? —tras preguntar dio una vuelta sobre sí misma en plan seductora.
—Sí, claro, eres preciosa —contesté sin pensarlo dos veces.
—¡Qué majo eres! Si no ligamos con nadie esta noche deberíamos enrollarnos tú y yo.
Me dio un vuelco el corazón, parecía que se iban a cumplir mis fantasías.
—¡Vamos a bailar! —sugirió Carol.
La acompañé a la zona de baile y empezamos a bailar. Carol se movía con soltura agitando su cuerpo con gracia. Al ver la torpeza de mis movimientos se rió y se me acercó para bailar pegada a mí. Sentir su cuerpo moviéndose tan cerca de mí y rozándome me embelesaba. Al poco rato tenía sus manos entrelazadas tras mi cuello y yo las mías sobre sus caderas. Ella se me acerco al oído para decirme algo:
—Mira esa chica tan guapa.
—¿Qué? —con la música tan alta no la entendía bien, Carol se acercó aún más.
—Esa chica de ahí, no para de mirarnos. Creo que le gustas, deberías decirle algo —me dijo Carol.
—No... no creo que le guste, seguro que solo le gusta como bailas tú.
—¿Crees que le gustó? A lo mejor debería enrollarme con una chica esta noche —empezó a decir Carol, había un brillo extraño en sus ojos que no había visto nunca —. Yo me lio con una chica y tú con un chico. Sería divertido.
—A mí no me gustan los chicos —respondí. No sabía que Carol era tan abierta sexualmente, aunque desde luego la imagen de ella con otra mujer era algo muy provocador.
—No seas aburrido, hay que abrirse a nuevas experiencias —me recriminó ella.
—De verdad que no, a mí me gustan las chicas. Y recuerda nuestra promesa, si no ligamos esta noche nos enrollamos tú y yo —me apresuré en recordarle con esperanza de que se olvidará de esas ideas.
—Tranquilo, ya verás que chico más guapo te pesco para que cambies de idea.
En ese momento Carol se separó de mí, y empezó a mirar por la pista, como buscando algo. Debió encontrarlo porque sonrió y empezó a bailar de forma aún más seductora. Meneaba su trasero y se rozaba el cuerpo con las manos. En seguida ocurrió lo que llevaba temiendo toda la noche que pasara: se acercaron dos chicos a perrear a Carol. Ambos eran altos, fuertes y viriles. Ella se dejó llevar, uno se la puso detrás y otro delante. Le rozaban todo el cuerpo y ella restregaba su culo por sus paquetes sin pudor alguno. A mí se me vino el mundo encima con esa imagen y me quedé apartado mientras ellos seguían bailando cuerpo con cuerpo. ¿Cómo habíamos pasado de estar a punto de enrollarnos a estar ella bailando con dos maromos? De repente empecé a sentirme mal el alcohol estaba haciendo su efecto y me entraron ganas de vomitar. Me fui corriendo el baño; por suerte para cuando llegué se me pasaron las ganas y solo me eché algo de agua a la cara para despejarme.
Cuando volví a la pista de baile la imagen era aún peor de como la había dejado. Esos dos chicos tenían rodeada a Carol como en un sándwich y ella le acariciaba la nuca a uno de ellos mientras acercaba su cara a su oreja susurrándole algo. Como no sabía muy bien que hacer me acerqué a ellos, con alguna esperanza de lograr separarles. Al ver que me acercaba Carol sonrió. Se separó de ellos y se acercó a mí cogiéndome de la mano.
—Este es mi amigo del que os he hablado, ¿qué os parece? —Carol me presentó a sus dos nuevos amigos.
—Muy guapete. Hola, yo soy Juan —se presentó uno de ellos.
—Yo me llamo Marcos —terció el otro.
Les salude a ambos con un movimiento de cabeza y aproveché que tenía a Carol cerca para apartarla un poco.
—¿Qué haces? —le pregunté.
—Son guapos, ¿verdad? Uno para mí y otro para ti ¿Qué te parece? —me contestó Carol.
—No, de verdad que yo creo que estábamos mejor antes, tú y yo solos —respondí yo.
—Venga, no seas tonto, me apetece hacer alguna locura. Necesito soltar un poco la melena tras la ruptura con Richi —mientras hablaba me miraba directamente a los ojos con una mirada suplicante.
—No sé... nunca he estado con un tío; no sé si me gustará.
—Si lo haces, a lo mejor luego tienes una recompensa... —y sin darme tiempo a preguntar me agarró y me dio un rápido beso en los labios. — Me pondría muy caliente verte con otro chico.
Aquello terminó de romper mis esquemas. Era la primera vez que besaba a Carol, y aunque breve había sido embriagador. Empecé a sopesar las opciones, quizás era parte de un juego. Solo tendría que tontear un poco con uno de aquellos chicos y después quizás podría seguir con Carol, parecía dispuesta a todo aquella noche. Eche una mirada a los chicos. Marcos era algo más alto con barbita de tres días, y Juan parecía algo más musculoso con el rostro afeitado del todo. Aunque ambos eran el típico estereotipo de chulo de discoteca, altos guapos, pelo perfecto, sonrientes y confiados. La verdad, puestos a ligar con un chico no eran la peor opción.
—Vale, adelante. Si es lo que quieres... —le dije a Carol.
—Genial, ya verás que bien lo vamos a pasar.
A continuación nos volvimos a acercar a los chicos. Carol se puso a bailar con Marcos. Dejándome a mí con Juan. No sabía muy bien que hacer, pensé en decir algo pero no me dio tiempo. Me agarró de la mano y empezó a bailar conmigo. Él se movía igual que como había hecho con Carol, perreándome con las caderas y rozándome el cuerpo con las manos. Nunca había estado en una situación así y al principio me quede quieto. Pero pronto me di cuenta de lo bien que olía el desodorante de aquel chico y, realmente, no era nada desagradable el tacto de un cuerpo tan musculoso. Pensé en Carol y decidí dejarme llevar un poco. Supuse que como era la parte femenina de la ecuación tendría que moverme de forma distinta e intenté imitar los movimientos de Carol, contoneando las caderas y tratando de sacar el trasero. A Juan pareció gustarle y pronto acompasamos el ritmo del baile. No sabía si lo estaba haciendo bien pero, desde luego, era más cómodo bailar de aquella manera que de la que normalmente lo intentaba. Nunca me quedaba parado incómodamente sin saber que hacer ya que Juan me guiaba con sus manos a cada movimiento. Era divertido, le miré y vi que sonreía. Me sentía extrañamente animado nunca había hacho sonreír a una chica así bailando, pero a Juan parecía que le gustaba lo que hacía, así que decidí darle algo más. Me di media vuelta y, como había hecho Carol antes, empecé a restregarle mi culo por el paquete. Notaba más que nunca mis pantalones ceñidos a mi trasero y en seguida note un bulto apretarse contra mis nalgas. Era un bulto bastante grande, tenía dudas sobre si aquello realmente era su pene o lo estaba confundiendo con otra cosa. Yo sabía que mi propio pene no era muy grande, pero imaginaba que estaría en la media; pero si aquel bulto era realmente el rabo de aquel chico... lo tenía mucho más grande que yo. Pensé que no podría ser que sería otra cosa. Entre tanto Juan se me arrimaba más restregando su bulto por entre mis nalgas mientras con las manos me rozaba las caderas y el vientre. Rápido se fueron despejando mis dudas al notar que aquel bulto empezaba a cambiar de forma, y a notar una cosa cada vez más dura chocando contra mi culo. Aquel chico estaba teniendo una erección conmigo. No sabía muy bien como sentirme al respecto, era algo confuso, aunque agradable en cierto sentido, continué restregándome con su cada vez más duro paquete.
Mientras disfrutaba de todo eso me fije en Carol y salí de golpe de mis ensoñaciones sobre aquel rabo que me rozaba. Ella estaba frente a mí, agarrada a Marcos y mirándome fijamente con una gran sonrisa en la cara. ¿Cuánto tiempo habría estado mirando como restregaba mi culo sobre la entrepierna de otro hombre? Al ver mi mirada vergonzosa pareció leer mis pensamientos. Me guiño un ojo de forma seductora y, acto seguido, agarró a Marcos de la cara y empezó a comerle la boca. Se besaban con pasión. Ella le agarraba de la nuca apretándole contra ella mientras le metía la lengua hasta el fondo. Marcos la agarraba firmemente del culo con ambas manos, una en cada nalga, apretándola con firmeza contra él. No pude evitar preguntarme si Carol estaría sintiendo la polla dura de Marcos contra su vientre al igual que yo notaba la de Juan contra mi culo. Sentí un ataque de celos al ver como aquel adonis se estaba comiendo a la chica de mis sueños en mis narices.
Juan debió darse cuenta de lo que pasaba por mi cabeza porque hizo algo que me quito todo aquello de la cabeza en un instante. Me giró y agarrándome de los hombros me plantó un beso en los labios. Era la primera vez que besaba a un hombre, no era tan diferente a besar a una mujer. Era agradable y me deje llevar, abrí un poco la boca y deje que me metiera lengua. Olía su desodorante mientras él me agarraba de la nuca. Me sentía deseado y le correspondí agarrándole suavemente de la cintura. Él era más alto que yo, así que notaba su aun erecto pene clavándose sobre mi vientre mientras nos besábamos.
Ahí estábamos, Carol y yo besando a dos hombres, desde luego la noche no estaba yendo como esperaba. Pensé en todas las veces que había salido a ligar por las noches, jamás había siquiera empezado a hablar con una chica tan pronto; pero aquellos dos machos alfas nos estaban comiendo la boca a mi amiga y a mi apenas unos minutos después de conocernos. Tras un rato que se me hizo eterno, nos separamos. Me relamí un poco los labios, notando su saliva caliente en ellos.
—¿Te ha gustado? —Me preguntó Juan al oído. Su voz me pareció muy diferente a como la había oído la primera vez. Era cautivadora.
—Sí... ha estado bien —respondí con un hilo de voz.
Seguimos bailando. Marcos y Carol se acercaron a nosotros y empezamos a bailar los cuatro juntos. Carol y yo frente a frente mientras los chicos nos perreaban por detrás. Carol estaba encantada, me cogió de las manos y me acercó a ella para besarme. Fue un beso distinto al primero, más apasionado y con lengua. Era una sensación extraña, estar besando a mi mejor amiga, y la chica de mis sueños, mientras notaba un pene duro restregarse por mis nalgas, sabiendo perfectamente que ella estaba sintiendo otro pene frotándose en las suyas. Llevé mis manos a su cintura, pero ella me agarró una de ellas y la empezó a guiar a otra parte. Mientras me miraba fijamente a los ojos con una encantadora sonrisa en su rostro, Carol fue guiando me mano hacía el paquete de Juan. Mis dedos se posaron sobre su entrepierna, y noté aquel mástil duro sobre la palma de mi mano. Era enorme, la mano de Carol me guiaba para que lo fuera recorriendo de arriba a abajo. Carol se acercó a mi oreja y después de darme un par de lametones en el lóbulo me preguntó:
—¿Cómo es?
—Grande... —respondí.
Ella se empezó a reír alegremente. Me dio un beso en la mejilla y se dio la vuelta para seguir bailando con Marcos. Estuvimos bailando varias horas, a veces los cuatro juntos, a veces por parejas. Me fijaba que Carol cada vez tenía más su mano sobre el paquete de Marcos, y este le sobaba las tetas constantemente. Yo decidí seguir su ejemplo y, ya sin ayuda de Carol, posé mi mano sobre la entrepierna de Juan y le acariciaba el pene, era agradable saber que yo era capaz de excitar a alguien de esa manera y hacer que se le pusiera así de duro.
Ya empezaba a ser realmente tarde, y los chicos nos invitaron a ir a su casa a tomar la última copa.
—No sé... —respondí yo. Sabía perfectamente lo que significaba esa invitación, y estaba indeciso.
—Vamos cielo —me dijo Carol para animarme— si vienes te dejaré ver mi tatuaje, ya sabes cuál.
Hacía unos años Carol se había hecho un tatuaje, nunca se lo había visto ya que lo tenía sobre el pubis. La idea de verla desnuda me terminó de convencer. Salimos del pub y empezamos a andar hacía el piso de los chicos. Marcos y Juan iban delante, Carol y yo íbamos detrás, ella me agarraba del brazo.
—Gracias por hacer esto conmigo, tenía muchas ganas de hacer algo así —decía Carol.
—No es nada, está siendo divertido —respondía yo, sin tenerlo del todo claro.
—Ya sabía yo que eras un poco marica, ya verás que bien te lo pasas esta noche —Carol acompañó el comentario con un azote en mi trasero.
—Bueno, no sé, una cosa es un beso, no sé si haré más.
—No seas tonto, si Juan la tiene la mitad de gorda que Marcos te lo vas a gozar como una perra —me quedé un poco sin saber que responder, nunca me imaginé a Carol hablándome de esa manera—. Si no sabes cómo comérsela fíjate en mí.
Dijo esto último con un guiño y se fue a colgarse del brazo de Marcos. Juan se puso al lado mío y me agarró de la cintura el resto del camino.
Al poco llegamos a su piso y pasamos al salón donde había un enorme sofá y un par de sillones. Carol no se hizo de rogar, al poco de entrar se colgó del cuello de Marcos el cual la agarró y la aplastó contra una pared mientras le comía el cuello y sobaba su trasero. Me quede mirándoles boquiabierto. Carol se estaba restregando contra Marcos como una perra en celo.
—¿Te apetece una copa? —Me dijo Juan.
—Sí... claro —respondí.
Y le acompañe a la cocina para alejarme un poco de aquella imagen. Allí nos servimos unas copas y cuando volvimos al salón la imagen era aún peor. Carol estaba en sujetador y Marcos a pecho descubierto, aun dándose el lote, esta vez en sillón. Al vernos llegar con cuatro copas, se separaron un poco y nos sentamos todos a beber. Yo me senté en el sofá al lado de Juan. Marcos se sentó en el sillón y Carol se sentó encima de Marcos. Mientras bebíamos, charlábamos. Juan me acariciaba el muslo con la mano, era agradable y yo le dejaba hacer. Carol sobaba descaradamente el paquete de Marcos. Ella fue la primera en acabarse su copa, y exaltada dijo:
—¿Sabéis lo que hace falta aquí? Un striptease. Vamos, cielo.
Y agarrándome de la mano me levantó del sofá. Me llevó al centro del salón y empezó a bailar pegada a mí. Se contoneaba rozando mi cuerpo y yo empecé a hacer lo mismo. Me agarró de la camisa y acercándose a mí me empezó a besar. Mientras me besaba no dejó de moverse y noté como sus manos empezaban a desabotonar mi camisa. Pronto, me termino de desabotonar la camisa y yo la dejé caer desde mis hombros hasta el suelo. Carol me echó una mirada de deseo, sabía lo que quería. Empecé a desabrocharla el sujetador. Cuando sus pechos salieron al aire bambolearon de forma respingona delante de mí. Empecé a acariciarlos, rozando sus pezones entre mis dedos. Había imaginado este momento cientos de veces, pero desde luego nunca así, jamás pensé que cuando por fin pudiera estrujar las tetas de Carol entre mis manos sería en medio de un baile erótico para excitar a otros dos tíos. Carol siguió contoneándose, su cuerpo ahora solo estaba cubierto por sus braguitas. Se fue agachando poco a poco lamiéndome el pecho hasta quedar de rodillas frente a mí. Entonces, empezó a desabrocharme el pantalón. Tras quitarme el pantalón se levantó y continuó bailando, y besándome. Me di cuenta que tanto Marcos como Juan habían estado quitándose la ropa también, ambos estaban ya solo en ropa interior, en los paquetes de ambos se insinuaban sendos bultos que prometían que la hombría de aquellos machos no era precisamente pequeña.
Carol se situó detrás de mí y pegó su cuerpo a mi espalda mientras me iba rozando el pecho y vientre con las manos en un sensual abrazo, notaba sus pezones clavados contra mí. Poco a poco fue bajando las manos hasta mis calzoncillos y de un solo impulso me los bajo hasta los tobillos, dejándome en pelotas delante de todos. Los chicos sonrieron al verme, y cuando Carol se asomó a ver mis partes la oí soltar una risotada a mis espaldas.
—¡Qué pollita más mona tienes! —Reía Carol —No esperarías follarme con eso ¿verdad?
Aunque estaba terriblemente excitado mi pollita se mantenía flácida por los nervios de la situación, colgando pequeñita y ridícula entre mis piernas. Carol siguió burlándose:
—Con esa cosita no das placer a una mujer. Pero tranquilo, que te voy a enseñar cómo puede dar placer un mariquita como tú.
No daba crédito. Mi mejor amiga, de la cual estaba perdidamente enamorado, me estaba humillando riéndose de mi pene y ahora me agarraba de la mano para acercarme a otro hombre, que por lo que se intuía no tenía el pene nada pequeño.
—Baila para él —me ordeno Carol empujándome hacia Juan.
No podía negare nada a Carol así que empecé a moverme delante de aquel hombre, que me miraba encantado. Me sentía bastante ridículo y no sabía muy bien que hacer, pero pronto Juan me agarró con las manos de las caderas y me acercó a él dirigiendo mis movimientos. Me hizo darme la vuelta mientras y empecé a frotar mi culo contra su paquete mientras le miraba a los ojos. Me empecé a sentir bastante sexi, mientras notaba como su polla se ponía más y más dura al frotarse entre mis nalgas, parecía que la ropa interior le iba a reventar con aquella cosa creciendo más y más. Mientras me movía, mi pollita, aun flácida, revotaba contra mi vientre y Juan me daba cachetadas. Estaba extasiado y me empezaba a soltar cada vez más.
Entonces oí gemir a Marcos y un sonido, como un gorgoteo. Dirigí la mirada al sillón y ahí estaban, Marcos sentado con las piernas abiertas y la polla fuera y, la chica de mis sueños de rodillas delante de él haciéndole una mamada con auténtica pasión. Le agarraba el tronco del rabo con una mano mientras que se metía la cabezota en la boca y succionaba con gusto. Movía la cabeza arriba y abajo tragándose aquel pollón casi tan grande como su cara. Mientras, con la mano libre, Carol se acariciaba los pezones, los dos estaban disfrutando de lo lindo.
—Así es zorrita, cómetela toda —le decía Marcos a mi amiga.
Carol respondía, aunque no se la entendía al tener la boca llena de polla su mirada lo decía todo: lo estaba gozando con aquel rabo en la boca. Empecé de nuevo a sentir celos, pero en seguida deje de pensar el ello al notar que el bulto que se estaba restregando contra mi trasero de repente estaba mucho más caliente sobre mis nalgas. Deje a Carol con su mamada y me di la vuelta para contemplar como Juan se había quitado los calzoncillos y tenía su polla al aire. Su pollón más bien. Aquel rabo era enorme, muchísimo más grande que el mío, con un troncó grueso y venoso y una cabezota en forma de seta que sobresalía sobre todo lo demás. No podía quitarle el ojo de encima a esa monstruosidad; y entonces escuche las palabras de Carol en mi cabeza: « si Juan la tiene la mitad de gorda que Marcos te lo vas a gozar como una perra. Si no sabes cómo comérsela fíjate en mí ». Notaba mariposas en el estómago mientras me dejaba caer de rodillas delante de Juan. Al tenerla frente a mi cara resultaba aún más imponente, la cabeza era tan gorda que no sabía ni si me entraría a la boca. Mire hacia abajo, entre mis propias piernas, para ver mi pollita aun flácida del tamaño de un dedo meñique, sobresaliendo de forma ridícula entre mis muslos arrodillados. Levanté la mirada para fijarme en aquel pollón erecto que apuntaba al cielo frente a mí. Carol tenía razón: mi pollita no estaba para dar placer, pero yo sí que podía dar placer a aquel pollón.
Seguí el ejemplo de mi mejor amiga y agarré el tronco con la mano y avancé para darle un lametón a la cabeza. El sabor no me disgustó, era saladito. El suave gemido que soltó Juan me animó a seguir. Primero empecé dándole lametazos como si se tratara de una sabrosa piruleta. Juan me agarró del pelo con las manos y empezó a empujar mi cabeza suavemente sobre su polla, de tal forma que pronto la punta de su rabo atravesó mis labios y se alojó dentro de mi boca. Sentía la boca completamente llena con aquel glande ajeno, pero era una sensación agradable, empecé a mover la lengua para darle placer, mientras apretaba bien los labios alrededor de su tronco y me movía arriba y abajo sobre su polla. Intentaba que mis labios subieran y bajaran por el borde de su glande para darle el máximo de placer, los gemidos de Juan me indicaban que lo estaba logrando. Me sentía tan cachondo que empecé a frotarme los pezones como había visto hacer a Carol.
—¡Así es mariquita, chúpasela bien! —oí que Carol me animaba.
Gire la cabeza, con la polla de Juan aun en la boca, para ver como Carol se acercaba a mí, Marcos iba detrás de ella con la polla en ristre. Me echó un poco para atrás y me besó en la boca, podía notar el sabor a polla en su boca, como ella notaría el sabor de polla en la mía. Juan se levantó y ahora estábamos mi mejor amiga, Carol, y yo de rodillas en el suelo con dos hombres de pie a nuestro lado con las pollas apuntando directas a nuestras caras. Carol saco la lengua y cerró los ojos, y yo seguí su ejemplo; en seguida note el primer pollazo caliente en la cara, luego vino un segundo y luego un tercero. No sabía ni cuál de las dos pollas me estaba golpeando en la cara pero me encantaba la sensación, intentaba desesperadamente dar un lametón a aquellos rabos, pero ellos solo los usaban para darnos golpes por la cara, si teníamos suerte uno de esos golpes acertaba en nuestras lenguas golosas.
—Menudo par de zorras hemos pillado —oí que decía Marcos.
Carol rió ante aquel comentario. Me cogió de la cara y me volvió a besar, esta vez fue un beso apasionado de tornillo, me estaba comiendo la boca con pasión, pero hubo algo más. Noté como algo suave, duro y caliente se empezaba a introducir entre mis labios y los de mi mejor amiga. Estábamos compartiendo una polla en nuestras bocas. Tanto Carol como yo, movimos bien las lenguas para complacer a aquel sabroso manjar. Recordé la cantidad de veces que había soñado con besar a Carol, y ninguna de esas veces me había imaginado que en medio de aquel beso estaría el glande de otro hombre buscando placer en nuestras lenguas. Pero me encantaba. Carol empezó a rozar mi pecho con su mano, bajando hacía mi intimidad.
—¿Aún no se te pone dura, pichafloja? —me preguntó al notar que mi pollita seguía flácida entre mis piernas —. No te preocupes, cielo, hay otras formas de disfrutar.
Y siguió bajando su mano, por debajo de mis testículos, pasando por mi perineo hasta que sus dedos llegaron al agujero de mi culo. Di un respingo, pero tenía la boca demasiado llena de polla para quejarme. Para relajarme, Carol empezó a besar mi cuello mientras sus dedos empezaban a jugar con mi agujerito. Primero lo masajeaba en círculos, después empezó a introducir la yema de un dejo. Me sorprendió notar que su dedo, lubricado, entró con facilidad en mi interior. Cuando baje la vista a ver de dónde había sacado el lubricante vi como Carol se llevaba los dedos a su entrepierna antes de seguir penetrando mi virginal culito. La chica de la que había estado enamorado tantos años estaba usando sus fluidos vaginales para dilatarme el ano. Cuando llegó a meter dos deditos en mi interior no pude contener un gemido de placer.
—Mmmmmm... —exclamé con la boca aun llena de polla.
En ese momento estaba chupando el miembro de Juan, y debido al enorme placer que estaba empezando a sentir en mi culito intensifiqué el ritmo de la mamada. Apretando con fuerza aquel glande entre mis labios y haciendo el vacío en mi boca para darle bien de gusto.
—Joder, esta zorra va a hacer que me corra —soltó Juan mientras me agarraba de la cabeza con ambas manos.
Empezó a mover las caderas, dándome pollazos en el cielo de la boca mientras notaba que su polla se ponía aún más dura si cabe. Entonces se empezó a correr en mi boca. Note un chorro de lefa caliente y salada golpearme por dentro de la boca. Luego otro, y luego otro más. La leche de aquel hombre no paraba de brotar como una fuente dentro de mí. A los pocos segundos tenía la boca llena de semen y aun así seguía brotando. Quise apartarme pero Juan me tenía bien agarrado y su enorme polla me hacía tapón en la boca. Al finar entre arcadas y toses parte de la leche bajo por mi garganta y parte salió despedida por mi nariz. Cuando por fin me soltó la cabeza me eché hacía atrás sacándome aquel rabo de la boca, y aun tosiendo. Debía ofrecer un aspecto de lo más humillante: la cara roja, con leche de hombre rebosándome por los labios y saliéndome hasta de la nariz.
—¡Qué pinta de chupapollas tienes, cariño! —dijo Carol. Y a continuación empezó a darme lametones en la cara, dando buena cuenta de la leche de Juan para no desperdiciar nada.
Se la notaba que estaba muy cachonda, fui a llevar mis manos a su entrepierna para aliviarla un poco. Ahí estaba aquel tatuaje con forma de corazón que tanto había deseado ver, y tocar. Pero según empecé a rozarla su coñito con mis dedos me detuvo:
—No, con tus dedos de mariquita ahora no me basta. Necesito un hombre de verdad.
Dicho esto se levantó y se lanzó a los labios de Marcos. Se fundieron en un apasionado beso mientras sus cuerpos de abrazaban. La polla aun erecta de Marcos se alojó entre los muslos de mi amiga, rozando su pubis, lo cual provocó gemidos de placer en ambos. Carol no podía esperar más, empujó a Marcos hacia el sillón y le hizo sentarse en él. Después se dio la vuelta y se montó sobre Marcos. En esa postura Carol estaba dándome la cara, y yo veía como el pedazo de polla de aquel hombre sobresalía delante de la entrepierna de mi amiga hasta llegarle al ombligo; aquel rabo la iba a partir en dos.
—Ven aquí —me indicó Carol—. Agárrale bien la polla y asegúrate de apuntar bien.
Sabía lo que quería. Agarré la polla dura de Marcos con mi mano mientras Carol elevaba sus caderas apoyándose en los muslos de aquel hombre. Cuando estuvo a la altura apropiada apunté la cabeza de aquella polla hacía la vagina de la chica de mis sueños, y observe como aquel enorme glande empezaba a dilatar sus labios vaginales mientras Carol se empalaba a sí misma en aquel hombre.
—¡Oh, sí, joder! Ábreme el coño —gritaba Carol fuera de control mientras aquella polla la penetraba centímetro a centímetro —. ¡Qué polla gorda más buena!
Poco a poco Carol se dejó caer hasta que solo los huevos de Marcos quedaron fuera. Carol gemía de placer.
—Haz algo útil y cómele los huevos a mi hombre —me ordenó Carol.
Yo obedecí, y metí la cabeza ahí dentro para empezar a lamer las pelotas del hombre que estaba penetrando a la chica de mis sueños. Carol empezó a cabalgar. Se clavaba la polla hasta el fondo con cada embestida y yo notaba como su pubis rozaba mi cara mientras seguía en mi labor de lamer los huevos a Marcos.
—¡Sí, sí, fóllame! ¡Hazme tuya! —gemía mi amiga.
Carol estaba disfrutando como nunca con aquella polla y se le notaba, tenía una expresión de puro éxtasis en el rostro. Al mirar hacia abajo y verme con la cabeza hundida en las pelotas de aquel hombre se empezó a reír entre gemidos.
—Maricona, no te olvides de mí coño, lámemelo —me indicó Carol.
Así que fui alternando entre chupetear el clítoris de Carol mientras la follaban y dar lametones a las pelotas y el tronco de la polla que la estaba penetrando. Debía ser todo un espectáculo: una chica preciosa saltando desbocada sobre la polla enorme de un semental mientras un sumiso les lamía las partes.
A Juan debió parecerle una visión excitante, ya que recuperó su erección y se acercó a mí, agarrándome de los hombros con delicadeza. Yo me dejé llevar por él, Carol estaba tan entregada a la follada que la estaban dando que ni se dio cuenta. Juan me llevó con delicadeza pero firmeza hacía el sofá; y me colocó a cuatro patas sobre él. Yo sabía lo que iba a pasar:
—¿Quieres que te la meta? —me preguntó Juan con dulzura mientras posaba su rabo duro ente mis nalgas.
—Sí, por favor, fóllame... —no me creía que esas palabras hubieran salido de mis labios, pero era inevitable, estaba terriblemente cachondo y desde que los dedos de Carol salieron de mi culo había sentido un vacío en mí, ahora deseaba que lo llenara Juan con su polla.
Juan empezó a restregar su polla por mi culo mientras usaba su saliva para lubricarla, pero no me la metía.
—Métemela... por favor —le pedía yo.
—Suplícamelo.
—Por favor, hazme tu putita. Ábreme el culo con ese pedazo de polla. ¡Hazme tuya! —no podía controlarme, mientras decía todo aquello con un hilo de voz movía mi culo hacia atrás intentando hacer contacto con esa deseada polla.
Y con una sonrisa empezó a metérmela. Primero note como su glande se abría paso por mi esfínter, dilatándolo mucho más de lo que había hecho los dedos de Carol.
—¡Aaah! —no pude evitar soltar un gritito.
Carol dejó un momento de moverse sobre la polla de Marcos para mirarnos.
—¡Por fin te están desvirgando! —Exclamó mi amiga—. ¿A qué es lo más maravilloso que has sentido nunca, zorrita?
—¡Síí! Quiero más, fóllame —respondí yo, loco por aquella nueva sensación.
Sin hacerse de rogar Juan empezó a meterme el resto de su polla. Notaba su glande empujando mis entrañas mientras su tronco se abría paso por mi culito.
—Ahora vas a ver lo que es bueno, mi perra —me dijo Juan. Y acto seguido de un solo empujón de las caderas me la metió hasta los huevos.
—¡Aaaah! —Grite de la sorpresa y el dolor de aquella embestida.
—Calla zorra —Juan, que había sido muy cortés toda la noche, me estaba tratando como una puta cualquiera ahora que me tenía ensartada con su verga.
Juan empezó a mover las caderas al compás, sacando y metiendo aquella barra de carne en mis entrañas. Pronto el dolor se transformó en placer. Cada vez que su polla alcanzaba algunos puntos de mi culo notaba una oleada de placer por todo mi cuerpo y no podía evitar gemir:
—¡Ah, ah, ah!
—Mira como gime la putita —reía mi amiga Carol. Ella había vuelto a su follada, pero no perdía ojo de cómo me enculaban.
Entre pollazo y pollazo levanté la mirada hasta que mis ojos se encontraron con los de Carol, la protagonista de todos mis sueños románticos. Estaba claro que disfrutaba viéndome follado de aquella manera; y a mí me estaba excitando que me viera así. Me deje llevar por la polla de Juan y empecé a mover mis caderas al compás de las caderas de mi amante, haciendo que cada penetración fuera más profunda.
—¡Sí, sí, más! —no podía parar de gemir, estaba perdiendo la cabeza ante aquella nueva sensación. Jamás hubiera imaginado que se podía sentir tanto placer con una polla dentro.
La curiosa cacofonía de esa habitación era para escucharla. Los gemidos de Carol mientras cabalgaba la polla de su hombre y se frotaba furiosamente el clítoris al observar la escena que Juan y yo le ofrecíamos. Por nuestra parte se oía el constante golpeteo de los huevos de Juan contra mis nalgas y mis gemiditos cada vez que su polla rozaba mi próstata.
En cierto momento Juan sacó la polla de mi culo con un sonoro «¡plop!», instintivamente moví mis caderas hacía atrás buscando algo que llenase ese vacío pero no lo encontraba.
—¿Quieres más? —me preguntaba Juan que apartaba su polla de mi culo.
—¡Sí, sí! Por favor, métemela, necesito tu polla —suplicaba yo. Jamás pensé que le diría eso a otro hombre, pero estaba necesitado del placer que solo su rabo podía proporcionarme.
—Tú lo has querido, zorrita, vas a ver lo que es bueno.
Entonces Juan me agarro de las piernas, pasando sus brazos tras mis rodillas y se recostó sobre mí penetrándome. El placer de volver a sentir su polla dentro no me preparó para lo que vino después. Continuó con su abrazó desde las piernas hasta sujetarme la nuca con ambas manos y de un impulso me levantó en el aire. Ahí me encontraba yo, sujetado en volandas por un macho, despatarrado de piernas y con un pollón penetrándome sin piedad mientras mi pollita rebotaba graciosamente. En esa postura Juan me situó justo delante de Carol, la chica de mis sueños, para mostrarla con pelos y señales como me follaba cual muñeca de trapo.
En aquella postura su polla martilleaba constantemente mi prostata sin piedad. Me estaba volviendo loco de placer:
—¡Ah, sí, joder! ¡Dame polla! ¡Sí ¡Fóllame! —de mi boca no salían palabras coherentes.
Al poco rato de sentir ese trozo de carne con venas golpeando contra la parte más sensible de mi interior ya no podía ni vocalizar, solo gemía descontroladamente con los ojos en blanco y la lengua fuera. Mi amiga se descojonaba de la escena:
—Joder, le has vuelto tonta con tu polla —reía ella — ¡Le has roto el cerebro a pollazos!
Ya no pude contenerlo más, el placer era demasiado y las palabras de Carol solo me excitaban más; aquella polla, y el placer que me daba, ocupaban cada rincón de mi mente. Empecé a correrme. No sabía que podía eyacular con la pollita aun flácida pero es lo que pasó. Mientras sentía el orgasmo desatarse por mi interior de mi pollita empezó a gotear semen sin control. Cada nuevo pollazo de Juan hacía que mi colita flácida chorrease más semen.
—¡Ja, ja, ja! Se está corriendo como una chica —reía Carol al verme.
No sé cuánto duró mi orgasmo, para mí se detuvo el tiempo, hasta pensé que había perdido la consciencia. De mi pollita aun goteaba un poco de semen transparente y mis piernas temblaban sin control. Cuando quise darme cuenta Juan me estaba recostando sobre el sofá y se masturbaba encima de mí.
—Sí, dáselo todo —le animaba mi amiga.
—Toma leche, zorra —gimió Juan al correrse sobre mí.
Sentí su moco caliente caer por mi vientre, mi pollita, mis muslos y mi pecho. Me había duchado entero con aquella sustancia pegajosa y calentita. Yo me sentía en el cielo. Cogí un poco con los dedos y me lo lleve a la boca para saborearlo.
—Como le gusta la leche a esta putita avariciosa —decía Carol, y acto seguido le susurro al oído algo a su amante, Marcos, que dejó de follarla y se levantó para poner su polla a la altura de mi cara.
Tras agitar un par de veces su polla, Marcos empezó a correrse en mi cara. Cerré los ojos y abrí la boca para tratar de conseguir la mayor cantidad de aquel delicioso manjar sobre mi lengua. Note como aquella sustancia pegajosa y caliente me golpeaba a chorros por la cara, dejándomela toda cubierta de leche. Carol se me echó encima y me dio un beso de tornillo mientras aún tenía todo el semen en la boca. Jugamos con nuestras lenguas y aquel moco pegajoso pasándonoslo de una boca a otra hasta que ambos terminándonos tragándonos lo que quedaba. Entonces Carol procedió a darme lametones por todas partes de mi cuerpo aun manchadas con lefa para después pasármela a besos. Los chicos parecían encantados ante aquella muestra de puterío. Sus pollas se pusieron duras de nuevo, la noche no había hecho más que empezar...
A la mañana siguiente me desperté en una cama de matrimonio abrazado a Carol, a nuestras dos espaldas estaban Juan y Marcos, desnudos y con las pollas, largas pero ya flácidas, descansando sobre sus musculosos muslos. Tanto mi amiga como yo estábamos cubiertos de semen reseco, yo tenía la boca pastosa con aquel sabor saladito y sabía que la boca de Carol estaba igual. Nos habían estado follando toda la noche a base de bien en toda postura imaginable.
Cuando nos vestimos para ya abandonar aquel piso Carol me quito los calzoncillos y me paso sus braguitas:
—Después de todo lo que has hecho esta noche, creo que éstas te vienen mejor —me dijo con una sonrisa y un guiño.
Finalmente salimos de aquel piso cogidos de la mano. Carol, mi mejor amiga de la cual estaba perdidamente enamorado, y yo. Ella sin ropa interior y yo llevando sus braguitas puestas. Después de haber pasado la noche compartiendo las pollas y el semen de dos machos como dos perras en celo no podía estar más contento de cómo había acabado la noche.