Sailor Moon: Un futuro diferente (I)
Una gran aventura del Sailor Moon, primera parte.
NOTA DEL AUTOR: Dos de mis personajes favoritos son Sailor Moon, que sin duda a entrado en la lista de clásicos de la animación japonesa, y Batman, un icono del cómic norteamericano.
Aquella noche Serena Tzukino miro de frente a su nueva enemiga, una que no podía ser destruida ni con 100 cristales de plata, una que atormentaba a muchas personas y que ahora la había escogido a ella como su víctima. Esa enemiga era la soledad. Si por irónico que parezca ella que tenía la facultad de hacer feliz a las personas, que había luchado desesperadamente como Sailor Moon por salvar al mundo varias veces, ahora se había encerrado en si misma sin poder compartir sus sentimientos con nadie.
La razón era el abandono de sus seres queridos. Ami, Lita y Mina ocupaban cada minuto de su tiempo en perseguir sus sueños, cada una a su manera: estudiando después de clases, haciendo audiciones para casas disqueras ó tomando cursos de cocina internacional. Por desgracia ello implicaba que ya no se reunieran con ella tan seguido como antes. En ocasiones pasaban varios días sin que supiera nada de ellas. Darién el hombre que amaba se encontraba en Estados Unidos, había partido poco después de la lucha con Sailor Galaxia, esforzando por alcanzar un titulo universitario. Finalmente estaba Rey quien, por consejo de su abuelo, había decidido hacer un viaje para poner en orden sus ideas sobre su futuro, hacía un mes que se había ido sin que nadie supiera cuando volvería.
La soledad llevo a Serena a meditar sobre su propio futuro, ser la reina de Tokio de Cristal y regir el nuevo milenio de plata, ¿ porque tenía que ser así?, ella nunca había deseado ninguna de esas cosas. Su gran sueño era casarse, formar una familia y vivir en paz el resto de sus días. Recordó que en una ocasión Luna le había dicho "es tu destino y no podrás cambiarlo", esas palabras le sonaban ahora como una sentencia. La frustración la hizo incorporarse sobre su cama, sus brazos rodearon sus piernas de modo que su barbilla pudiera apoyarse en sus rodillas. Sus ojos miraron a su alrededor, la luz de la luna iluminaba pálidamente su habitación. Por primera vez en su vida se sentía perdida. Dando un suspiro resolvió acostarse de nuevo, intentaría dormir una vez más; sus ojos se posaron en el reloj a un lado de su cama, marcaba las 3 de la mañana, -Otra noche sin dormir-, pensó. Sus ojos se cerraron y un último pensamiento cruzo por su mente - Me gustaría que el futuro fuera diferente, aunque solo fuera un poco-. Un viejo refrán dice "ten cuidado con lo que deseas, podría hacerse realidad".
Al día siguiente Serena enfrento una vez más la rutina en que su vida se había convertido, levantarse, ir a la escuela, estar un momento con sus amigas, o al menos intentarlo, para después verlas marcharse y regresar sola a su casa. Sin embargo, esa noche algo rompió la rutina. Su padre se puso de pie durante la cena é hizo un anuncio.
-Chicos con motivo del próximo cumpleaños de su madre he decidido que pasemos el fin de semana en el balneario del lago encantado.- Todos los presente se sorprendieron.
-¿El lago encantado?- repitió Sammy con incredulidad.- Pero papá ¿ no recuerdas lo que paso la vez que fuimos ahí?.- Por un momento todos guardaron silencio, Serena recordó como Darién, dominado por el Negaverso, había liberado a un demonio preso en el lago y como este estuvo a punto de matarla a ella y a su familia. Por fortuna sus amigas llegaron a tiempo y juntas acabaron con la amenaza.
-Vamos hijo.- dijo el señor Tzukino sonriendo tontamente.- No creó que esta vez ocurra nada parecido. ¿ Tú que dices Serena?.- Antes de que la joven pudiera contestar sintió el roce de unas afiladas garras en su pierna, eso la hizo mirar hacia abajo y descubrió a Luna que con un movimiento de cabeza la instaba a aceptar.
-¿ Serena?.-
-¿Eh?... Seguro vamos.- Sammy se cruzo de brazos y mamá Ikuko aplaudió alegremente.
- ¡ Muy bien! Mañana partiremos muy temprano. Así que será mejor que nos vallamos a dormir.- La familia termino de cenar y cada uno se retiro a su habitación a preparar sus maletas de viaje. Al entrar en su cuarto Serena miro a Luna, que la esperaba sentada en la cama, llena de extrañeza.
-¿ Por qué quieres que valla a ese viaje Luna?.-
- Creó que un viaje es lo que necesitas para resolver tu problema.-
-¿Cual problema?.- La princesa se sintió incomoda al darse cuenta de que Luna se había percatado de su malestar. La gata bajo la cabeza y respondió con tristeza. - No lo se. Hace mucho que no me hablas de tus inquietudes y yo.... bueno creó que necesitas tiempo para arreglar lo que sea que este mal.- Serena se sintió un tanto culpable, así como sus amigas "la habían abandonado", ella también se había alejado de la amiga que había estado con ella en las buenas y en las malas.
-Luna... yo.... lo siento.- Serena se acerco a su amiga felina, con mano cariñosa comenzó a rascar su cabeza, al tiempo que se sentaba a su lado. - Perdóname. Tú siempre te preocupas por mi y yo te he estado ignorando todo este tiempo.- Luna levanto la cara, sus ojos estaban húmedos pero una chispa de alegría los iluminaba ahora, con una de sus patas se limpio los ojos y sonriente animo a la joven princesa a empacar su ropa. Largo rato estuvieron dedicadas a esa labor hasta que la maleta estuvo llena. Entonces Luna bajo de la cama y se dispuso a salir de la habitación.
-¿ A donde vas?-
-Necesito comunicarme con Artemis. Le avisara que pasaremos juntos el fin de semana.-
- ¿Una cita romántica?- Inquirió maliciosa la princesa. Luna se sonrojo y se volvió molesta hacia ella.
-¿De que diablos estas hablando?. Es solo que no quiero quedarme encerrada como la última vez que se fueron de paseo.- Serena miro pícaramente a su felina amiga.
-Bueno yo solo pensé... tú sabes... Diana es una gatita muy linda.- La gata negra pelo los dientes, su lomo se erizo, sus ojos eran los de tigre furioso, pero al fin solo levanto la cabeza en señal de desprecio y con gran dignidad salió del cuarto. A sus espaldas la risa de Serena de dejo escuchar, y eso la hizo reír también.
Al día siguiente, tal como lo había planeado el señor Tzukino, todos estaban ya listos para salir, o casi todos.-¿Donde esta Sammy?- Pregunto molesto mientras consultaba la hora en su reloj.
- No se.- Fue la respuesta que tanto mamá Ikuko como la joven princesa le dieron. - Serena, ¿podrías ir a ver que lo esta deteniendo?- La princesa, que ya había tomado asiento en de coche, se levanto refunfuñando y entro a la casa en busca de su hermano. De inmediato subió a las habitaciones y sin llamar a la puerta penetro en la de Sammy. El no estaba ahí. La mirada de Serena recorrió la habitación, ahora lucia un poco diferente a la última vez que ella estuvo ahí, las paredes decoradas con cromos de artistas ó deportistas, nipones ó americanos, los viejos juguetes habían desaparecido y en su lugar se encontraban discos compactos, cartuchos de videojuegos y revistas. Poco a poco aquel lugar se transformaba en el cuarto de un muchacho. Su natural curiosidad femenina la orillo a entrar y mirar de cerca. Así empezó a husmear por entre las cosas de su hermano hasta que algo familiar llamo su atención. Se trataba de una pequeña muñeca de porcelana, hecha a mano, con la figura de Sailor Moon. En su mente vino la imagen de aquella pequeña escultora que por algún tiempo fue novia de su hermano.
-Así que conservas un recuerdo de ella. ¿Eh? Sammy.- La joven se sintió un tanto conmovida y, colocando la muñeca en su lugar, se dispuso a salir de ahí. Pero algo volvió a llamar su atención. Esta vez se trataba de un grueso cuaderno abierto sobre el pequeño escritorio con que contaba la habitación. La pagina expuesta mostraba los primeros trazos de alguna obra inconclusa. Soltando un risilla picara se deslizo junto al escritorio y comenzó a pasar las hojas frente a sus ojos. Estos se abrieron como platos al tiempo que su cara se ponía roja como un tomate, en cada un de las hojas aparecía la imagen de Sailor Moon desnuda chupando la polla a un hombre, cuyo rostro era el de Sammy, En otra el mismo hombre se la estaba follando y así sucesivamente. Serena estaba trabada de coraje y no acertaba a hacer nada hasta que una voz sonó a sus espaldas.
-¡Qué estas haciendo en mi cuarto!.- Lentamente se volvió y miro a su hermano parado en el umbral. El chico descubrió su cuaderno en manos de su hermana, su rostro se puso pálido como la cera, con un movimiento rápido se acercó a ella y se lo arrebato de un manotazo.
-¡DAME ESO!- Serena reacciono por fin dándole un fuerte golpe en la cabeza.
-¡PERVERTIDO! ¡SINVERGÜENZA! ¡COMO TE ATREVES A DIBUJARME DE ESE MODO!- Sammy la miro perplejo y disgustado.
-¡ ¿DE QUE ESTAS HABLANDO?! ¡YO SOLO DIBUJO A SAILOR MOON!- Aquella respuesta obligo a Serena a callar. Era verdad que nadie en su familia conocía su secreto, por lo tanto para Sammy Sailor Moon era una chica ajena a él.
-¡PUES NO CREO QUE A "ELLA" LE GUSTARIA SER PLASMADA EN ESA FORMA!-
-¡¿TU QUE SABES?!-
-¡TE VOY A ACUSAR CON PAPÁ!- Sammy palideció aún más al escuchar aquella amenaza.
-¡Oye no es para tanto!. Dijo mientras reía nerviosamente. Serena callo por un momento, luego lo miro fijamente al tiempo de sentenciar.
-Escucha Sammy no quiero arruinar el viaje de papá y mamá así que por ahora no les voy a decir nada.- Sammy suspiro aliviado.- Pero cuando regresemos, tú y yo vamos a tener una conversación.- Sin decir más la princesa salió del cuarto. A Sammy le pareció una tontería tener que hablar con ella sobre sus "asuntos" pero él tampoco quería arruinar el viaje de sus padres. La voz de Serena lo saco de sus pensamientos.
-¡BAJA DE UNA VEZ ENANO!- Cuando el chico bajo era obvio que algo no andaba bien por lo que su padre los interrogo.
-¿Pasa algo chicos?.- Los dos hermanos intercambiaron una mirada para después contestar a coro.- ¡Nada papá!.-
El señor Tzukino se encogió de hombros y los hizo subir al coche. Minutos después la familia emprendía el camino. Sentada en el tejado de la casa Luna los miro alejarse y, sin motivo alguno, se arrepintió de no haber buscado la forma de ir con ellos.
El viaje resulto un poco tenso, pues Sammy y Serena no se hablaron todo el camino, pero ni Ikuko ni su esposo se preocuparon por eso. Casi era de noche cuando llegaron al "lago encantado" un balneario natural provisto de manantiales de agua caliente. Todos se alegraron de poder estirar las piernas después del largo viaje. Sammy y su padre cargaron con las maletas y se dirigieron a la administración a registrarse, era taponada baja por lo cual el lugar estaba casi vacío de clientes y los precios eran un poco más bajos. Mamá Ikuko se dirigió directamente al restaurante del hotel para ordenar una cena familiar. Por su parte Serena se quedo un momento a solas en el patio del hotel, desde ahí podía ver el magnifico lago, brillando bajo los últimos rayos del sol, los árboles se agitaban con una suave brisa, lo mismo que las largar colas de rubio cabello de la princesa de la luna, dándole a la atmósfera un toque de paz.
Mentalmente Serena agradeció a Luna el haberla animado a asistir a aquel lugar. Dando un profundo suspiro la joven se dispuso a entrar al hotel. En ese momento noto que otro vehículo se parqueaba frente al viejo edificio. Se trataba de una poderosa limosina negra, cuya bien pulida carrocería reflejaba su imagen como un espejo. Curiosa la joven se quedo observando. La puerta de adelante se abrió y de ella se apeo una mujer portando un elegante uniforme de chofer que le daba un cierto aire militar, pero lo que realmente sorprendió a Serena fue el hecho de que su piel era negra, hasta ese momento solo había visto gente de color en los noticieros y en la películas, las facciones de su rostro era algo toscas, sus labios gruesos y sus ojos verdes como los de una pantera tenían algo amenazante. Con pasos largos y veloces rodeo la limosina para abrir la puerta trasera. Por un momento Serena solo pudo ver un elegante sombrero de ala ancha, adornado con listones, moverse al otro lado del coche.
Llena de curiosidad la joven camino despacio hacia la limosina y casi temerosamente paso a su lado, deteniéndose como al descuido, para mirar a la persona que se había apeado hacia un momento. Era una mujer alta de cuerpo esbelto, adornado por delicados pechos y caderas breves, vestía un elegante vestido negro, provisto de un pequeño saco, que se pegaba a su cuerpo como una segunda piel, sus zapatos eran de altos tacones de aguja, que la hacían parecer aún más alta. Serena no podía ver su rostro pues estaba de espaldas a ella con los brazos cruzados, mirando a su chofer descargar su equipaje, pero por debajo del sombrero pudo ver una larga cabellera negra, la más negra que hubiera visto en su vida, que le llegaba casi a la cintura. Por alguna razón Serena no se atrevía a moverse mientras miraba a aquella mujer que no se daba cuenta de su presencia. De pronto el sonido del cofre al cerrarse casi la hizo saltar. Ambas mujeres intercambiaron una palabras en ingles, según creyó, y comenzaron a caminar hacia el interior del hotel.
La princesa de la luna no podía apartar los ojos de aquella grácil figura que parecía flotar más que caminar. De pronto la mujer se detuvo y con lentitud volvió la cabeza, el corazón de la joven salto con tal fuerza que creyó desmayarse, su respiración se torno agitada, su boca se quedo seca de un golpe. Mientras sus ojos se perdían contemplando el rostro de la desconocida, un rostro de delicados rasgos, nariz pequeña y levemente respingaba, labios carnosos pero delgados, teñidos con un carmín rojo. Pero lo más atrayente eran sus grandes ojos color miel, semejante a oro liquido, hermosos y ... temibles a la vez. La piel era blanca como la leche, dándole un aspecto casi sobrenatural. Parecía que emitía su propia luz. Serena sintió que todo se desvanecía a su alrededor, el hotel, el lago, su familia, estaba sola frente a ella. Sus propias emociones la avergonzaron y desvió la mirada, pero no pudo moverse, de hecho creyó que estaba a punto de caer al suelo.
Para su fortuna la chofer llamo a su señora y esta reanudo la marcha entrando en el edificio dejando a la princesa sumida en un mar de confusión.-
-¿Qué fue eso?- Una suave brisa fue su única respuesta.
-¡Serena!- La voz de su madre, quien la miraba desde la entrada, termino de romper el ensueño que la había atrapado.- ¡Ya vamos a cenar!.- Con pasos vacilantes entro al edificio. No tenía apetito. Más tarde, mientras se preparaba para dormir, Serena no dejaba de pensar en su extraño encuentro. En su mente la imagen de aquella mujer persistía a pesar de todos sus esfuerzos. ¿Quién era? A juzgar por su ropa y su auto era una mujer rica. ¿De donde venía?. Sus rasgos sugerían que era europea ó acaso americana.
Desesperada sacudió la cabeza, como intentando arrojar fuera de su mente aquella imagen. Finalmente se quedo dormida, pensando en ella.
Al día siguiente Serena se levanto tarde y descubrió que su familia ya había ido a disfrutar del lugar, ordeno un desayuno a su habitación y rato después fue a chapotear a uno de los manantiales. El incidente de la noche anterior le parecía un sueño a la luz del día.
-Buenos días dormilona.- La saludo su madre cuando ambas se encontraron.
-¿Donde están papá y Sammy?.-
-Fueron de pesca.- Dijo señalando hacia el lago.- ¿Qué te perece si nos damos un baño de agua caliente?.- Serena acepto la invitación y por el resto de la mañana estuvo muy contenta al lado de su madre. Era cerca de la 1pm cuando mamá Ikuko le comunico su deseo de dormir una siesta antes de comer. Cosa que no entusiasmo a la joven. Así se separaron, Ikuko regreso al hotel mientras Serena comenzaba un paseo por las orillas del lago. Por un rato su mente estuvo ocupada en sus asuntos, sus amigas, Darién, su futuro, pero al final solo consiguió un dolor de cabeza. Al fin se detuvo al pie de las viejas estatuas de piedra que en recuerdo a dos enamorados, cuya leyenda daba nombre al lago, y las miro por largos minutos. -Tal vez estoy siendo egoísta- Pensó mientras los recuerdos de sus seres queridos desfilaban por su memoria. ¿Acaso sus amigas no tenían derecho a perseguir sus propios sueños? Con eso en mente resolvió volver al hotel. En ese momento escucho el sonido inconfundible de una cámara fotográfica a sus espaldas. Volviendo la cara descubrió a la mujer misteriosa, envuelta en una gran bata negra, en el momento en que realizaba un nuevo disparo sobre los monolíticos amantes. Serena se sintió cohibida, aunque la extraña parecía no darse cuenta de que estaba ahí, las piernas le temblaban y al mismo tiempo sentía un primitivo impulso por escapar... pero ¿escapar de qué?.
Torpemente la princesa inició su camino, pero apenas había avanzado unos pasos un voz armoniosa la detuvo.
-Disculpa.- Serena se quedo pasmada al escuchar aquellas palabras en un perfecto japonés. Temblando como una hoja la joven volvió la cabeza y miro el semblante sonriente de la mujer. - ¿Podrías tomarme una foto?-
-¿Una foto?- Repitió como si fuera la primera vez que escuchaba tal palabra. La desconocida se acercó a ella. A cada paso Serena sentó que la temperatura de su cuerpo se elevaba, que todo su ser estaba derritiéndose frente a esos ojos dorados. Por un momento temió que su bata no pudiera ocultar las reacciones de su cuerpo. Cerró los ojos, confundida y asustada de lo que le estaba pasando, pero la oscuridad solo hizo que su corazón latiera más aprisa y que su cuerpo "sintiera" más intensamente la aproximación de la extraña. Cuando esta llego a su lado Serena abrió los ojos y levanto la cabeza, su cara quedaba justo a la altura de los grandes pechos que los pliegues de la bata apenas y podían contener, cuando sus miradas se encontraron Serena tuvo la certeza de que ella podía ver su alma desnuda.
Sin mediar palabra la mujer le dio su cámara y se colocó frente a las estatuas de piedra. Serena, como una autómata, enfoco la cámara y busco un ángulo para tomar la foto. La mujer adopto una coqueta pose levantando los brazos por detrás de su cabeza y lanzando una de sus piernas hacia el frente. Serena la miraba extasiada, sus manos temblaban tanto que por un momento la cámara amenazo con caer al suelo. Al fin accionó el disparador. La mujer abandono su pose y acercándose a la joven intento tomar su cámara.
-Gracias pequeña.- La mujer se extraño al descubrir que Sarena no soltaba la cámara, solo la miraba con la cara ruborosa. Impaciente la mujer tomo la cámara con firmeza.- ¿Me la devuelves?.- Serena pareció salir de un sueño y avergonzada soltó la cámara. -Perdón.- Dijo al tiempo que hacia un sin fin de caravanas. La mujer la miro extrañada y se dispuso a marcharse. Serena sintió que estaba perdiendo una gran oportunidad, pero, ¿qué podía decirle?
- Disculpe.- La desconocida, que ya se había alejado algunos pasos, se volvió hacia la princesa. -¿Si?-
-Me llamo Serena.- Fue lo único que se le ocurrió decir.- Serena Tzukino.-
-Es un bonito nombre.- Comento la mujer volviendo sobre sus pasos.- Yo soy Ángel Beckford.-
-Habla usted muy bien el japonés.-
-No. Lo hablo muy despacio.- Serena ya no sabía que más podía decirle para retenerla a su lado. Ángel la miro detenidamente y un sonrisa ilumino su rostro pálido.- ¿Conoces este lugar Serena?.-
-Si- Respondió casi gritando.
-Estoy buscando un lugar para tomar una foto del lago. ¿Sabes de alguno?.-
La mente de Serena trabajo velozmente y recordó un lugar que podía servir. -----
- Creó que si.-
-¿Me llevas?.- Con diligencia Serena le mostró el camino. Mientras caminaban Ángel le dijo que era alemana, que estaba de vacaciones en Japón ya que admiraba mucho la cultura del país. Eso fue todo lo que Serena pudo entender, no porque Ángel no le hablara claramente en su lengua, sino porque no le importaba nada de lo que le decía, solo quería escuchar el sonido de su voz que en sus oídos sonaba como el canto de las sirenas. Además no podía dejar de contemplar la belleza de la mujer, las delicadas líneas de su cuerpo, los finos rasgos de su cara, la larga cabellera negra que el viento del lago hacia danzar caprichosamente. El lugar era una pequeña colina cerca del bosque que rodeaba el lago. Al llegar Ángel estudio el lugar y una sonrisa de aprobación apareció en su cara.
-¡Es perfecto!- Exclamo mientras preparaba la cámara para tomar más fotografías. Serena la miraba encantada de haber podido servirle. De pronto la mujer se volvió y acercándose a ella estrecho contra su pecho. Un aroma dulce le hirió la nariz. -Muchas gracias.- Le susurro al oído. Serena sintió que sus ojos se humedecían, que su corazón se quemaba víctima de un fuego extraño. El mundo entero dejo de existir en ese momento, solo importaba el calor de aquellos brazos que la envolvían, el contacto de sus pechos adolescentes contra los pechos maduros de Ángel. Con voluntad propia los brazos de Serena respondieron al abrazo con fuerza, casi con desesperación. Fue entonces cuando la princesa noto que una de las manos de Ángel se deslizaban lentamente por su espalda hasta llegar a sus nalgas. Ahí comenzó a tocar, acariciando y oprimiendo la carne por encima de la bata. Mientras la otra mano descubría el hombro de la joven, que solo acertaba a permanecer quieta, los labios de la mujer cayeron sobre la delicada piel. Serena sintió que estaba al borde del desmayo. Pero desde algún lugar en su alma la imagen de Darién emergió como un huracán.
-¡Noooo!.- Grito al tiempo que rompía el abrazo. Sus ojos estaban llenos de lagrimas de frustración. Instintivamente quiso echar a correr pero Ángel la sujeto por el brazo y la jalo de regreso a sus brazos. Serena bajo la cara sintiéndose atrapada, Ángel la tomo por la barbilla con sus largos dedos y ella, obediente al silenciosos mandato, levanto el rostro. Las voces de sus amigas se escuchaban en su mente.- ¡No lo hagas Serena!... ¡Serena detente!... ¡Para!...¡Para!...- Pero nada podían hacer contra esos ojos dorados que subyugaban a la princesa. Lentamente Ángel se fue acercando hasta que sus labios rojos se unieron a los de Serena. Un gozoso abandono invadió a la joven, al tiempo que una oleada de cálida humedad escurría por sus muslos, cerrando los ojos se dejo cautivar. La lengua de Ángel se abrió camino entre los temblorosos labios hasta tocar la a su similar dentro de la boca de la princesa. Suavemente, como si la despertara de un sueño, toco a la tímida habitante de aquel lugar hasta que consiguió que esta se trenzara con ella en una danza de placer. El tiempo pareció detenerse. Al fin la mujer se separo de su presa y aflojo la presión de sus brazos. Al verse libre Serena fue presa de una culpa infinita y sin decir una palabra hecho a correr, la mujer la miro alejarse con un sonrisa en iluminando su rostro pálido.
Al llegar al hotel Serena fue directamente a su habitación, por suerte estaba vacía, y dejándose caer sobre la cama comenzó a llorar. Rato después su padre y Sammy regresaron, no pescaron nada pero se habían divertido. Eran cerca de las 8pm cuando su madre decidió que era tiempo de bajar al comedor y cenar algo. En un principio Serena se mostró renuente pero la insistencia de su familia, y su falta de una excusa, la obligaron a bajar. En el comedor del hotel había poca gente. Por lo cual fueron atendidos con prontitud. Cada uno ordeno a su gusto mientras un mesero tomaba nota de sus deseos. Apenas el empleado se hubo retirado, una silueta se coloco a un lado de la mesa y sin dudar saludo a la familia.
-Buenas noches.- Todos voltearon a ver a aquella mujer, elegantemente ataviada con un traje de noche y altos tacones, que los saludaba tan cordialmente. Excepto Serena, ella sentía que que el frío de la muerte corría por su espalda. Esa voz... esa voz suave y delicada había estado a punto de hacerla caer de la silla.
-Buenas noches.- Respondieron los demás. Un tanto extrañados. Sin inmutarse la mujer fijo su atención en la joven rubia que permanecía silenciosa en su lugar.
-Hola Serena.- La princesa volvió la cara, su semblante pálido como la cera, y levantado la vista confirmo de quien se trataba.- Hola.- Dijo con una voz apenas audible.
-Serena ¿Tú conoces a esta señorita?.- Interrogo su padre mirando las extrañas reacciones de su hija. Antes de que la joven pudiera decir nada la recién llegada se presento.
-Mi nombre es Ángel Beckford. Su hija me hizo el favor de enseñarme un lugar maravilloso para tomar fotografías del lago esta mañana. -
-Si.- Dijo la princesa casi gritando.- Así fue.-
-Por favor. Tome asiento.- Dijo mamá Ikuko apenada por la descortesía de su esposo y de su hija. La mujer tomo asiento junto a Serena quien comenzó a sudar como una condenada a muerte. -¿Nos acompaña a cenar?.-
-Con mucho gusto.- Aquella fue la primera vez que Serena la vio reír. Su risa era la más encantadora que ella hubiera visto nunca, tanto que todos se sintieron motivados para sonreír también. Aunque sus miradas no se cruzaron Serena tuvo la certeza de que la estaba mirando. Todo a su alrededor se torno lejano y hueco, veía a sus padres y a su hermano moviendo la boca pero no entendía nada de lo que decían y sus risas le sonaban huecas. Solo la voz de Ángel le resultaba viva, llena de una música que la hechizaba, y su risa era como un cantar del paraíso.
Finalmente la cena termino, Serena apenas comió, Ángel se levanto y con una gran reverencia se despidió de la familia Tzukino. Serena la miro alejarse y por un momento tuvo el deseo de ir detrás ella. La voz de su padre la devolvió a la realidad.
-Es una dama muy distinguida. Espero que aprendas algo de ella hija.- La joven asintió con la cabeza.
-Yo no creó que Serena pueda aprender nada papá.- Dijo Sammy burlonamente. La princesa lo miro furiosa. -¡Qué dijiste enano!- Serena y su hermano se pusieron de pie, listos para pelear. Sus padres los miraban avergonzados. En eso mamá Ikuko hizo una observación.
-Oigan. ¿Qué es eso?.- Todos miraron a la mesa. Ahí se encontraba un pequeño objeto, negro y brillante, que despedía una diminuta luz en color verde.
-Es un teléfono celular.- Dijo el señor Tzukino tomándolo de la mesa. - Tu amiga debe haberlo olvidado Serena.- Serena miro el teléfono y sin darle tiempo a nada se lo arrebato a su padre. -¡Yo se lo entregare!- La joven se alejo corriendo sin que nadie pudiera decir nada.
La joven fue directamente a la administración y pregunto por Ángel. Pero el encargado le informo que la mujer había salido y no sabían cuando volvería. Serena dio las gracias y lentamente volvió a su habitación. Al entrar se encontró con sus padres. -¿Pudiste devolver el teléfono hija?.-
-Si- Mintió sin saber porque. Rato después toda la familia dormía. O mejor dicho todos excepto Serena que no dejaba de sujetar el teléfono entre sus manos, como si temiera que de alguna forma se desvaneciera. El tiempo paso. Serena empezaba a caer en un leve sopor cuando sintió que el aparato vibraba entre sus manos. Serena se asusto pero no soltó el teléfono. Entonces el agudo sonido de un timbre se dejo escuchar en la habitación. Serena comenzó a maniobrar el aparato desesperadamente tratando de hacer callar aquel ruido antes de que su familia despertara. Al fin logro abrirlo y lo pego a su oído.
-Diga.- Su voz era apenas un susurro. Sus ojos miraban a la cama vecina, donde Sammy se revolvía bajo las sabanas inquieto por el ruido del teléfono. Por suerte volvió a quedarse quieto. - Hola pequeña.- Serena reconoció la voz de Ángel al otro lado de la línea.
Hola Ángel.- Respondió maquinalmente.
¿Aún estas despierta?.- La voz sonaba dulce y acariciante.
-Si.-
- Eso no esta bien.- Dijo severamente.- Tendremos que hacer algo al respecto. ¿Estas acostada?.-
-Si.- Serena comenzó a temblar.
¿Estas sola?.-
No. Mi hermano duerme en la cama de junto.-
-Olvídate de eso. No importa.-
- Yo... mañana le devolveré el teléfono.-
-Te lo regalo querida.- Serena no supo que debía decir.- Tócate.- Ordeno la voz en el teléfono con firmeza. La princesa se quedo quieta, sin creer lo que acababa de oír.
-¿ Cómo?.- Su voz sonaba temblorosa, asustada.
-Dije que que te toques.- Ratifico sin titubeos la voz.
No... no se como.- Dijo tímidamente. Temerosa de provocar el disgusto de su interlocutora.
Abre tu pijama.- Dijo la voz. Las manos de la princesa obedecieron antes de que ella misma se diera cuenta. -¿Llevas sostén?.-
S.. si.-
-Quítatelo.- Serena estaba asustada. Aquello era una locura. ¿Porqué sentía el impulso de obedecer a aquella mujer que apenas conocía?. ¿Porqué su cuerpo se estremecía con el solo sonido de su voz?. No tenía respuesta. Simplemente dejo que sus dedos temblorosos desajustaran el broche de su sostén. -Son hermosos.-
La joven sintió que su cara se encendía. Era como si ella la mirara desde la oscuridad de la habitación. -Tócalos suavemente con tus dedos. Imagina que son mis manos.- Serena comenzó a pasar sus dedos por sus pechos adolescentes. Ella sabía que eran pequeños. Pero esa noche le parecían grandes y sexys. Con la punta de sus dedos recorrió toda la extensión de sus tetas, era como hacerlo pro primera vez, al fin se apodero de sus pezones y los oprimió delicadamente, un delicioso cosquilleo invadió todo su cuerpo.
-Uuuuuummmmm.- Gimió al tiempo que colocaba el teléfono en su hombro para oprimirlo con la cabeza. Así pudo liberar su otra mano para apretar su otro seno. - Despacio.- Ordeno la voz.- Hazlo despacio. Deja que se pongan duros.- Serena lucho por controlarse y oprimir sus pechos con menor rapidez. Un calor intenso se fue apoderando de su cuerpo. De hecho sintió que sus pantaletas se humedecían a causa de los líquidos que escurrían de su coño.
-Quítate los pantalones y las pantaletas.- Fue la siguiente orden. Serena volvió a sorprenderse de que Ángel supiera tan acertadamente la ropa que portaba. Obediente levanto las caderas y se despojo de las prendas. Sus ojos miraron hacía la cama vecina. Si Sammy despertaba se armaría un lío. Pero este seguía hundido entre las sabanas. -¿Puedes ver tu coño?.- La princesa se ruborizo más aún y miro por sobre su vientre.
- Si.- Dijo con voz temblorosa.
-Anda. Tócalo.- Lentamente Serena acerco sus dedos hasta su coño. Lo primero que advirtió fue una cálida humedad que, como rocío, cubría su vello púbico. Luego sintió los delicados labios de su coño, los encontró hincados y palpitantes, como una herida en medio de sus piernas. Suavemente los abrió é introdujo un de sus dedos, casi al instante se tropezó con su clítoris. Este se sentía duro como un roca pequeña. Cuando la princesa comenzó a frotarlo una oleada de lujuria sacudió todo su ser, sus nervios se tensaron como cuerdas de violín, sin pensarlo comenzó a introducir un dedo tras otro hasta que todos estuvieron dentro de ella. Solo la presencia de himen impedía que se lanzara más a fondo. Aún así se frotaba con intensidad disfrutando el escozor que le provocaba el tallar su sexo. Su otra mano se mantenía ocupada oprimiendo y pellizcando sus pechos, a veces lo hacia violentamente hundiendo las uñas en su carne hasta casi hacerla sangrar. Su mirada estaba fija en aquella mano, su mano, entrando y saliendo de su coño, mojada en sus líquidos íntimos, cada vez más rápido.
Aaaaaahhhhh.... Aaaaahhhhhh....- Gemía la princesa apretando los dientes para no hacer más ruido.
Piensa en mi pequeña... piensa en mi...- La voz sonaba excitada. Serena cerro los ojos y comenzó a recordar aquel beso prohibido en la colina. El calor de aquel cuerpo femenino apretándose contra el suyo. Poco a poco su imaginación la hizo creer que eran las manos de Ángel las que recorrían su cuerpo. Que esos labios besaban y mordían a su antojo sobre su piel. - Si... si... soy yo quien te toca... son mis manos.... Ooooohhhhh... que bellos pechos, que coño hermoso... voy a chupar tu coño... estoy chapándolo.... ¿me sientes verdad?... ¿lo sientes?..- Aquello era un sueño o una pesadilla, cada palabra era dicha en el momento justo, como si realmente Ángel la estuviera mirando desde algún lugar entre las sombras. Las caderas rotaban desesperadamente. Repentinamente un hormigueo estallo en su clítoris, seguido por un torrente de ardientes líquidos.
-¡Oooooohhhhh!....- Serena sintió que moría al tiempo que aquella cascada de calor intimo.
-¡Hermoso pequeña!... ¡Hermoso!- La voz de Ángel sonaba pastosa y desesperada. - Sigue...¡Sigue!...- El caudal que emanaba de Serena pareció escuchar los deseos de una diosa, pues en vez de disminuir continuo con mayor intensidad. -¡Aaaaaaaahhhhhhhh!.- Esta vez Serena no pudo impedir que su gemido escara de sus labios con toda su fuerza. Las sabanas de la cama vecina se movieron. La luz del cuarto de sus padres se encendió. En cualquier momento la puerta se abriría, Sammy saldría de entre las sabanas, todos la mirarían. Todos verían su coño escurriendo líquidos, todos mirarían su mano entrando y saliendo de sus entrañas. Pero no podía detenerse, sus manos seguían trabajando intensamente. Era como si no fueran suyas, como si una fuerza le impidiera detenerse. Lo único que logro fue girar sobre su costado.
Su corazón latía fuertemente. Esperando escuchar la voz de su madre o de su hermano en cualquier momento. Pero nada ocurrió. Jadeando se incorporo y miro hacía la entrada del cuarto, la luz había desaparecido. Sammy seguía oculto entra las sabanas. Era como si todo hubiera sido un sueño húmedo. Excepto por que estaba semi desnuda, con el coño húmedo y los dedos impregnados en sus propios jugos.
-No vemos mañana en la colina pequeña. Buenas noches.- Un Clip y luego un largo y agudo zumbido. Serena cerro el aparato y se cubrió con las sabanas. El sueño llego tan rápido que fue como si se hubiera desmayado.
En una habitación vecina Ángel colgaba el teléfono. Recostada en su cama, solo cubierta con un delicado baby doll en color negro, a sus pies dos figuras la miraban expectantes. Una era su chofer. Estaba totalmente desnuda luciendo toda la belleza de su cuerpo de ébano. La otra era una chica ataviada con un ajustado traje de cuerpo negro. Su rostro estaba oculto detrás de una mascara del mismo material.
-¿En verdad le interesa esa mocosa ama?. Interrogo la chofer.
-¿Celosa Jessi?.- Dijo Ángel con un gesto de burla en su hermoso rostro.
- Si.- Respondió la mujer bajando la cabeza. Sabía que sus sentimientos no eran algo que le interesara a su señora.
-¿Tú también estas celosa?.- Ángel miró a la enmascarada. Esta solo movió la cabeza en señal afirmativa. - ¡Ooooohhhh! Lo siento.- Ángel sonrío cruelmente.- Olvide que aún sigues castigada.- Cariñosamente acaricio la fría mascara de cuero.- Me siento muy bien esta noche. Tal vez mañana te levante el castigo.- La enmascarada apoyo la frente contra el delicado pie. Agradeciendo el gesto de su dueña.
Ángel sonrió y miro hacia la ventana. La luna reinaba en el cielo pero una nube oscura la atrapo.
CONTINUARA....
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