Sagas Ex Inferno IV - Deseo
Acá la continuación del relato, más Femdom, ballbusting y un tanto de humillación
Sagas Ex Inferno IV - Deseo
Edward estaba de rodillas sobre el piso, desnudo por completo, manos esposadas tras la espalda, respiraba lento y profundo, deseaba que el intenso dolor en sus testículos pasara lo más pronto posible. Llevaba un collar grueso de cuero negro alrededor del cuello, conectado a una cadena fija a una anilla empotrada al piso, estaba atrapado y no podía huir.
-¡Llama a la policía! –Gritó.- ¡No me importa que me lleven a la cárcel! ¡No soporto esto!
-Pensé que lo estabas disfrutando. –Dijo Ash.- Sólo mira la erección que tienes, jamás había visto una cosa así de larga y gruesa.
Edward se dio cuenta de lo incongruente de su situación, era paradójico que al mismo tiempo que sufría tal intenso dolor su miembro estuviese en total erección, duro como una barreta de acero.
-¡Ponte de pie!
Él se incorporó con gran esfuerzo.
La rubia se aceró a él y le cogió el miembro con una mano, apenas lo podía rodear de tan grueso que era, las venas se le marcaban con fuerza, la cabeza en forma de capuchón estaba toda hinchada, con el glande dilatado y con puntitas de líquido preseminal brillando en la punta. Edward se estremeció ante el contacto de la mano cerrada alrededor de su miembro, se puso a temblar cuando empezó a masturbarle despacio.
-¿En serio quieres irte? –Ash dibujó una sonrisa perversa en su bello rostro.
Podía ver sus senos, grandes y redondos, perfilados bajo el vestido corto de porrista, sintió el aroma del perfume de ella, un exquisito olor a vainilla. Ella le soltó los genitales y se apartó.
-¡Por favor, continua, por favor!
-¡Primero debo castigarte!
Respiraba jadeando, con el pene todo enarbolado, apuntado a la chica frente a él, deseaba con grandes ganas eyacular, llevaba más de veinticuatro horas sin hacerlo, cuando él solía tener sexo tres veces a diario con su novia.
-¿Quieres que sigamos con los castigos?
-Está bien, hazlo, continua, pero, por piedad, ya no me golpees en los huevos, todavía me duelen.
Ash posó sus manos, cada una sobre cada uno de los hombros de él.
-Umm, mira que músculos tienes, eres un tío fuerte, apuesto a que puedes aguantar todavía más.
Dicho esto, le conectó un rodillazo a los huevos que dobló al pobre en dos. Le soltó y el quedó cabizbajo, de rodillas ante la poderosa rubia, que altanera le observaba, manos a la cintura.
-¿Qué sugieres hacerle como castigo número dos? –Preguntó la rubia a Lilith.
-¿No sé? –Respondió la pelirroja, sentada sobre el sofá con sus piernas recogidas, de manera incitante.- Es muy pronto para la sala de torturas en el sótano ¡Dale un descanso! Ya lo golpeaste bastante, haz que haga algo para atenderte, para satisfacerte, algo humillante.
Ash sonrió.
-¡Claro! ¡Creo que tienes razón!
La rubia se sacó por encima el corto vestido de animadora, quedando sólo en sostén y tanga, ambos diminutos, y ambos de color rosa.
-¡Ahora acércate, perrito!
Él se abalanzó hasta tensar la cadena, con sus ojos dilatados, extasiado ante la vista del escultural cuerpo de la joven. Poseía un par de senos enormes y redondos, de su cuello pendía un collarín con una gran cruz de oro invertida. Ella se llevó las manos a la nuca.
-¡Ven! ¡Vas a adorar mi cuerpo de Diosa! Si logras agradarme, habrás pasado tu segunda prueba. ¡Empieza lamiendo mis axilas!
El cuerpo de Ash poseía una piel perfecta impúber, sin nada de vello capilar.
El tensó aún más la cadena, lastimándose el cuello, ella estaba apenas a unos pasos fuera de su alcance, estiró su lengua y logró posarla sobre la piel de la mujer, por debajo de su brazo. Lamió con adoración, con deleite saboreó el sabor y el olor de la axila de Ashtaroth. Nunca antes había caído en la cuenta que del cuerpo de una mujer, las axilas, y las plantas de los pies, son las partes que poseen la mayor suavidad. Si bien, todavía le dolían los huevos de las patadas, estaba super excitado, los exóticos juegos sexuales de esas chicas eran para volverse loco. Ash se giró para ofrecer la otra axila, el se apresuró a lamer con fruición.
Edward se inclinó y apenas alcanzó a rozar con la punta de su lengua uno de los grandes senos apenas cubierto por el micro bikini. Ash le posó una mano en los pectorales, apartándole, y con la otra mano le cruzó el rostro con una dura y sonora bofetada.
-¿Te gusto? ¿Verdad?
Acto seguido le propinó otro par de fuertes bofetadas.
-¡Pero yo no te he dado permiso!
A continuación, le encajó otro rodillazo a los huevos que lo mandó directo al suelo. Se retorcía de dolor mientras, desde abajo, contemplaba el cuerpo perfecto de la joven Diosa, su abdomen plano, definido, así como sus brazos y sus poderosas piernas, Ash poseía una figura ideal que combinaba a la vez lo voluptuoso y lo atlético.
Todavía estaba en el suelo cuando escuchó tras de él pisadas de tacones resonando contra el piso de baldosas de mármol negro de la biblioteca. Se giró y quedó acostado pecho a tierra, elevó el mentón y vio como se acercaban, primero un par de zapatos de cuero negro, con altísimos tacones estiletes de acero, seguidos por unas esbeltas y delgadas piernas desnudas de piel blanquísima, luego un corto, ajustado y brillante vestido de ajustado látex negro , la chica era una atractiva japonesa de piel blanca como nieve y cabellos largos y lisos como seda, de un negro tan intenso como la tinta.
Quedo embelesado contemplando a la hermosa joven.