Sacrificio a la luna
GataColorada relata los misterios de una playa que iluminada por una inmensa luna llena, se convierte en escenario ideal para un sacrificio.
Sacrificio a la luna.
Dona siente en su cuerpo el ritmo de los tambores. Sabe que debe seguir la música ritual, moviéndose a su compás. La luna llena del comienzo del año ilumina la playa, donde el ara de la iniciación, la roca madre, pulida, redonda, como vientre de embarazada va a servir de apoyo a su cuerpo para hacerse mujer. Han pasado doce lunas de su primera sangre, y ha llegado la noche en que va a integrarse en su pueblo.
Tania , su amiga, su compañera de juegos, nacida al tiempo que ella, se prepara a su lado para el rito de iniciación.
Su abuela, la Gran Mama, la ha aleccionado, ella la sustituirá algún día, es de la estirpe de las originarias, la elegida, y debe comprender toda la sabiduría de la noche.
Las ancianas y las embarazadas , las grande hembras, golpeaban con sus palmas los viejos tambores, que acompañaron a las doce primeras mujeres en su viaje hasta la isla de Tacai , huyendo cuando su pueblo fue aniquilado por Estofernes. Sólo ellas pudieron salvarse y el oasis de paz de su pequeña tierra había sobrevivido a los ataques de los barcos, que alguna vez se acercaban con espíritu de conquista.
Ellas, mujeres, madres, también eran guerreras y se habían defendido con éxito de las incursiones marinas.
Se miran las dos muchachas, hermosas , desnudas , sus cuerpos adolescentes brillan bajo la luna. No hay un pelo en su cuerpo, la cabeza afeitada está pintada de blanco en homenaje a la Diosa Luna.
Se acercan al altar y apoyan sus espaldas en él. Dona se siente cómoda y abre las piernas cuando ve que su madre y Hana, la hermana mayor de su amiga vienen hacia ellas.
Siente la mano de su madre en los labios de su sexo, a su lado, susurrando las viejas palabras del culto, comienza a acariciarla. Ha cerrado los ojos para sentir el primer placer, los abre, ya sabe que tardará poco tiempo en llegar al éxtasis. El juego con el pequeño dedo rosado, lo lleva practicando más de 30 lunas, a veces sola, otras con las mujeres de la isla. Por eso sabe que la ola vendrá, pero dispone de un corto período para llenar su vida futura de este momento trascendental.
Atados , en el suelo, desnudos, hay catorce hombres. Las mujeres a su lado esperando la ceremonia. Dos jóvenes fuertes, se acercan hacia ellas, arrastran una cadena que los une por los tobillos.
Al pararse frente a ellas, su madre y Hana, sin dejar de acariciarlas, toman en su otra mano el falo de los hombres, lo tocan hasta que adquieren el tamaño y la dureza necesaria para el paso siguiente.
La ola del placer le llega, está lubricada para la penetración. Levanta las piernas, acomodando los tobillos en los hombros de muchacho. Está preparada para el tótem que se apoya en su entrada y de un golpe la penetra.
El galope de su iniciador es rápido y profundo, apenas ha sentido la rotura del himen. Los golpes se hacen más fuertes, y siente la leche de vida derramarse en su interior.
Grita como su compañera indicando el fin del acto.
Separan a los machos de ellas, cambian las posturas, ahora son ellos, los que descansan en altar pétreo.
Su grito ha sido la señal para que las mujeres comiencen a ordeñar a los hombres atados. Con la leche que sacan de sus cuerpos, llenan unas vasijas de mármol. Se acercan a la sacerdotisa, su abuela, que va vaciándolas en el odre de especie. Le coloca el vertedor, un cuerno de toro, que tapa el recipiente.
Las mujeres se arrodillan en círculo alrededor de la Gran Mama. Se apoyan en las manos dejando expuesto su sexo. Con cuidado, con sabiduría va introduciendo el cuerno en el interior de las hembras. Aprieta el odre, y un chorro de vida entra en sus cuerpos.
Todas han recibido la simiente, sólo la luna y el mar saben en cuantas se enraizará la simiente.
Majestuosa, la gran sacerdotisa da el grito de las diosas: AUHALAA.
Dona y Talia contemplan a los dos hombres tendidos sobre el altar. Su madre y su hermana les acercan los instrumentos del sacrificio.
Concentrada, de un golpe, corta la cabeza del prisionero. La toma en la mano, la eleva sobre ella para que la sangre que brota la cubra, mientras el gran río rojo moja el ara, gran vientre de mujer embarazada.
Tania ha necesitado dos golpes, sólo Dona , futura Gran Mama tiene la habilidad de cortar una cabeza de un tajo.
La luna se refleja en las olas que rompen en la playa.