Sacando la nata de los depositos de mi consuegro

Estaba dispuesta a agasajar a este semental y devolverle el placer recibido y para ello use las armas que las mujeres por naturaleza tenemos y que mejor sabemos usar

De vuelta a la habitación del Hotel con Mario mi consuegro y con mi conejito aun dilatado por la tarde de sexo con él, me dispongo a agasajarlo con una noche de lujuria y desenfreno que ninguno de los dos va a olvidar.

Comienzo yo ahora como anfitriona y le digo que  ahora soy yo la que va a tomar las riendas en la cama, pasando a desvestirlo lentamente  acompañando con un estriptis con lascivos movimientos pélvicos y sinuosos roces que le hacen ponerse rápidamente a tono.

Veo  que su armamento aunque enrojecido e inflamado por la larga tarde de sexo, mantiene una dureza digna de ensalzar, y en él, usándolo de percha cuelgo mis braguitas rojas con numerosas trasparencias que me había puesto para la ocasión.  Esto lo enciende y  provoca  unos respingos en su miembro viril que  casi las hace saltar hacia arriba, pero vuelvo a colocarlas como trofeo en esa improvisada y rica percha, haciendo parte del mismo de espontanea huevera consiguiendo aún más acrecentar su excitación.

Emulándolo como el hizo por la tarde, y con mis medias recién quitadas le sujeto sus manos atando las mismas a los lados de la cama, para dejarlo a mi merced y poder recrearme a mi antojo de aquel regalo llegado de Italia y que no iba a desaprovechar.

Comienzo a subir acariciando sus fuertes y velludas piernas hasta el punto álgido donde se halla la réplica de la torre de pisas pero sin inclinación, pues se presenta majestuosa y firme como la original en tamaño, la agarro con tacto  para susurrarle con mis labios unas suaves caricias que acompañadas por la humedad de la punta de mi lengua, la va lubrificando, sintiendo como el latir de su interior se acelera ante el ardor que emana en el ambiente.

Mis manos como si de  delicado algodón se tratasen, acompañan en leve masaje al vello que recubren esas dos majestuosas bolsas que ahora parecen tener vida propia, mesando el mismo con sumo cuidado, pues tal manjar tiene que ser tratado con sutileza.

A su vez mi sexo se frota con leves roces a través de sus fuertes muslos trasladándome al final sobre su pectoral peludo al que con una postura algo acrobática voy empapando con los jugos que por el manan ya.

No cejo en las caricias con una de mis manos en aquel viril miembro que anda con una rigidez insultante y atemorizadora, pues cuando este me lo acerco a mi boca para lubrificar su enorme glande rosado, su descomunal tamaño me asusta y amedrenta.. pero la pasión por el rápidamente me repone y me estimula.

Me pide que me suba sobre él, pero quiero hacerle sufrir y ahora dirijo mi abierto sexo en provocativa postura hacia su boca sin dejar que llegue a devorarlo, provocando en este un instinto que hace que  su lengua se alargue como si de un reptil se tratase para intentar llegar al interior de mi guarida.

Cuando su cabeza se retira hacia atrás por el agotamiento de la postura, entonces le acerco mi sexo y sobre su boca deposito los labios abiertos para que ahora lo deguste… es un experto y aunque intento contenerme, el primer orgasmo asoma en mana de jugos que ahora bebe con sed viciosa, haciendo que me lance como gacela a su presa , posicionándome en un perfecto 69 para comenzar a devorar sin miramientos aquel falo esculpido para un modelo del olimpo.

Me recreo unos largos minutos en los cuales degusto parte de sus preliminares jugos a los que sabiamente contengo para más tarde, mientras el con su  maestral comida hace me llegue mi segunda explosión.

Me giro sin desatarlo y agarrando lo que todos ya saben, lo guio hacia mi gruta para frotar levemente su brillante y rosada cabeza por toda mi flor mientras mantengo mis piernas semi flexionadas en posición  de ser empalada, pero sin dejar que me penetre, consiguiendo que solo la cabeza entre en mí, y justo en esa postura,   le regalo un baile sensual y erótico que le provocan la locura , consiguiendo que su  cadera intente levantarse sin éxito para ensartarme en su totalidad.

Está en trance por tan regalo y estado en el que lo tengo  y por su boca solo salen suplicas para que  me pose sobre aquel prado donde destaca aquel imponente mástil que erguido y recto como una vela solo está sujeto en su punta por mis hambrientos labios vaginales.

Le regalo una flexión lenta, para ir testando y dilatando mis paredes interiores que empapadas esperan la divinidad que aquí en puerta tenia.

Esto le hace gemir y resoplar como un corcel en un inmenso prado lleno de yeguas y más cuando a la primera incursión le acompañan otras  con más continuidad, que hacen me sienta como una prolongación de su cuerpo, sintiendo como en mi interior todo se abre al paso de ese coloso.

Ahora mis ojos se entornan con el placer y los parpados se hacen pesados ante el efluvio de placer en el que una está inmersa, agarrando mis manos su largo cril blanco y negro que sobre su pecho se deposita laciamente, mientras cabalgo como experta amazonas que no quiere cansar a su semental para una larga monta.

Me pide le suelte las manos, para ahora ser atendida en mis pechos donde sus gruesos y grandes dedos pellizcan delicadamente mis pezones, consiguiendo que me desmelene sin control para aflorar una ráfaga orgásmica que me dejan extenuada, provocando en la habitación un delirio de gemidos que la envuelven como  canticos de sirenas en celo.

Sacando fuerzas de donde ya apenas quedan, retomo una sesión de movimientos pélvicos laterales y de arriba y abajo con algo más de intensidad, convirtiéndolo ahora a él en una explosión de placer que rápidamente se transforma en una tránsfuga de líquidos desde sus enormes y calientes depósitos a mi interior.

Siento sus fuertes ráfagas como descargan con virulencia  en mí, provocándome una fusión de placer que me llevo a un estado de  trance, donde pierdo por momentos la conciencia, despertándome a los pocos segundos con mi cara sobre su agitado pectoral que sufría también las consecuencias de tal explosión de placer.

Quede inerte pero ensartada sobre el un buen rato, reinando ahora un silencio sepulcral que solo se interrumpía con el susurro de la respiración, y poco a poco fui recobrando aliento y color

Quedo Marcelo tumbado sin apenas fuerzas sobre la cama, entornándosele los ojos por el placer recibido y dado,…. pero una no estaba dispuesta a dejarlo así esa noche, pues mis lascivos deseos pedían aun un poco más guerra y aquel semental iba a tener su premio .

Me desenganche de esa enorme serpiente de pitón que invadía mi atemorizada guarida, para comenzar unas suaves caricias otra vez sobre aquel semirrígido coloso que ahora se balanceaba con los movimientos de mi mano como  una marioneta.

Marcelo se reía ante las cómicas piruetas de su enorme espolón, que apenas podía mantener erguida su rosada cabeza,… pero para eso tenía yo una boca experta que pronto hacia recobrar vida y renacer a aquel portento de la naturaleza.

Fue a decir el que era hora de descansar que ya no podría levantar el espirito de aquel agotado miembro, pero cuando sintió dentro de mi boca como su enorme cabezón era tratado con mimo y dulzura por mi lengua, retiro las palabras y estas pronto se fueron transformando en gemidos y palabras de ánimo y continuidad, una de mis manos sujetaba como podía aquel colosal falo que iba bombeando lentamente sangre otra vez a través de sus venas para ir endureciéndose , mientras la otra sobaba con maestría ese par de adorables pelotas me traían loca.

Fueron diez o quince minutos de masajes bucales los que necesite para ponerla como al principio y por supuesto provocarle otro derramen de jugosa nata, que aunque en menor cantidad que la derramada dentro de  mí, sí que esta la pude testar y saborear mientras  era escupida dentro de mi boca y garganta.

Sus convulsiones ante aquel improvisado e inesperado repetido placer,  lo dejaron sin fuerzas para levantarse,  finalizando mi sabia comida para acicalarle cualquier resto que se hubiera desperdiciado, dejando ya reposado y dormido aquel enorme dragón que ahora si dormitaba profundamente.

Lo tape con las sabanas y la corcha de la cama y acurrucándome y  apoyada sobre su pecho, quede dormida al igual que él.

Ni la luz de la mañana ni el bullicio de la calle nos hicieron despertar, y dormimos plácidamente hasta casi el medio día, dándonos una gratificante ducha para espabilarnos,  que  fue acompañada de unas rápidas pero placenteras acometidas de aquel intruso , demostrando que también se desenvolvía bien en el medio acuático.