Saca tu propia conclusión

Después de un día agotador, llego a casa, me doy un baño...

Después de estar todo el día trabajando y aguantando las "broncas" de los clientes, cansada y agotada llego a casa. Abro la puerta y tiro las bolsas que llevo nada más entrar, pues ya no puedo más. Me tumbo en el sofá y enciendo la tele mientras me fumo, plácidamente y sin prisas, un cigarrillo que me sabe a gloria bendita.

Una vez acabado el cigarro, me acomodo en el sofá, coloco el cojín y continuo viendo la tele. Mis párpados pesan, pesan mucho; cada vez me cuesta más mantener la vista puesta en mi objetivo, una película; pero al final mis ojos se cierran y pienso: "por fin un poco de descanso...". Y duermo tranquila y plácidamente.

Al rato, cuando voy a darme la vuelta el mando se cae y me despierto, entonces voy a la cocina: saco dos copas de vino, la botella de vino blanco y las lleno (no estás aquí pero te siento); bebo un sorbo, la dejo en su sitio y voy a la habitación; me desvisto, me pongo el albornoz y voy al cuarto de baño.

Cierro la puerta, abro el grifo de la bañera, echo sales de baño y espero a que esta se llene; una vez que se ha llenado de espumosa agua con un olor penetrante, erótico y excitante, me dispongo a quitarme la prenda que cubre mi piel: dejo caer el albornoz al suelo y seguidamente me meto en el agua lentamente, sintiendo como la espuma recorre suavemente mi piel. Me estiro dentro de la bañera, quedando todo mi cuerpo cubierto por un aroma delicioso: "pena que no estés aquí en realidad", pienso.

Estiro un brazo, y con el otro lo enjabono con la esponja, lo hago lentamente porque quiero disfrutar de la situación. Primero los brazos, luego el cuello, las piernas... suelto la esponja y cierro los ojos; se abre la puerta, entras tú y me ves cubierta de espuma y con carita de deseo. Sin desabrochar tu camisa, te acercas a la bañera, te arrodillas y introduces tu mano en el agua; me tocas, palpas y recorres mi cuerpo centímetro a centímetro con la yema de tus dedos, sabes que me encanta tu tacto; buscas mi boca y me besas mientras tu mano encuentra mi tesoro, mi perla; comienzas a masturbarme impidiendo que pueda moverme, con lo cual te beso más intensamente.

Tocas mis pechos con la otra mano, yo la aprieto con mi mano contra ellos y te ayudo, me estás excitando de una manera que sólo tu sabes hacer. Mientras me sigues masturbando en contacto con el agua jabonosa, calientes fluidos salen de mi perla; disfruto del instante, te busco pero no te encuentro, abro los ojos y no estás. Salgo del agua, me pongo el albornoz y voy hasta la cocina: no has bebido vino...

Mi imaginación llena de deseo me ha vuelto a jugar una mala pasada.