Sabrina se desata en el ginecólogo.

A Sabrina, una chica bastante cachonda, no le gusta que el ginecólogo indague en su vida privada.

A las seis y pico, Javier salió de casa. Sabrina también partió minutos después para ir al ginecólogo.

A Sabrina le molestaba ir al médico a que indagaran en su cuerpo y en su vida íntima. Sólo había acudido una vez a hacerse una revisión. La llevó su madre y se tuvo que ir espantada. El ginecólogo al que fue era un hombre mayor con barba y le recordaba al abuelito de Heidi. No es que le molestara Heidi, es que ella desde que se enamoró de la serie sus primeras pajillas eran siempre pensando en lo mismo: Ella saltando por el campo alegremente, se tumbaba a respirar el olor dulzón de las flores silvestres, y allí llegaba Marco ¡laralara laralara! Marco se tumbaba en la hierba y tenía la bragueta desabrochada. Heidi ( Sabri) , que no había visto nunca lo que tenían los nenes por abajo, en cuanto vio el bultito de Marco se asustó. Lo vio distinto a lo que ella tenía y le entró curiosidad y deseo. Le preguntó a Marco si se lo enseñaba y él se puso de pie y lo hizo.

Llegó en ese momento el abuelo y la pilló mirando el rabito de Marco. La llevó a casa y le dio unos azotes en el trasero. Luego ella con el culito colorado se metía en la cama, y entre el calorcito por la zona, el recuerdo del rabito, la mano... mmmm: el primer dedito de Heidi.

Pues el ginecólogo-abuelito le dio miedo y en cuanto lo vio salió despavorida de la consulta.

Ahora un problema sexual se había presentado y se veía en la obligación de ir al gine . A Sabrina le molestaban unos picores. Ella no sabía si eran de follar durante horas, o de las pajas que se hacía después de follar.

El médico se lo había recomendado Marta. Y como Marta estudiaba enfermería, pensaba que por eso había que fiarse.

Al llegar, vio en la sala unas cuantas chicas, eran de todas las edades y la mayoría iban acompañadas.

La recepcionista la invitó a tomar asiento en la sala de espera y allí se sentó. De la mesa que le impedía estirar las piernas tomó un Cosmopólitan. Lo abrió por la mitad. Encontró un artículo titulado: «Cómo hacer una mamada sin que se te caigan los dientes de leche». Se tocó la boca a ver si tenía alguno y pasó página.

A la media hora aproximada la pasaron a la consulta. Tras ella entró por la puerta el doctor. Un madurito interesantón muy guapo y delgadito. «Éste se parece más a Marco» —pensaba ella.

—Buenos días, yo soy Mario —«Uy, por poco», pensó—. Es la primera vez que acude a nuestro centro, ¿verdad?

—Sí, señor.

—No me llame señor, por favor, que me hace sentir viejo.

El doctor tomó en su mano una ficha apoyada en una carpeta y en la otra un bolígrafo. Parecía muy sereno y educado.

—Si me permite le haré un cuestionario previo para rellenar su historial. ¿Le parece bien?

—Sí, adelante. ¿Puedo echarme un vaso de agua?

—Sí, por favor.

Sabrina se levantó a por agua. Llevaba una minifalda ceñida y el doctor le miró bien el culo y las piernas. Ella llenó el vasito de plástico y volvió a sentarse.

—¿Ha padecido alguna enfermedad venérea: hepatitis, herpes...?

—No, ninguna.

Ella negaba con la cabeza.

—Bien, pues cuénteme un poco cómo se ha desarrollado su vida sexual. Si ha tenido hijos, abortos...

—Pues no he tenido hijos ni abortos. Tengo varios amantes… eeeh… Me excito mucho leyendo relatos, viendo fotos, películas porno , espiando a mis amigas....

El médico asentía leve pero continuamente. En realidad eso no era lo que había preguntado, pero quería que cogiera confianza.

—... Me gusta follar con varios hombres a la vez, el sexo anal, el sado , en sitios públicos, en…. Me gusta a cuatro patas, yo encima…. el 69, el 17, el 81... Me gustan los negros, los altos, los bajos, los rechonchitos graciosos, los militares……… Me ponen cachonda los culos, los paquetes, las piernas... Los pies no.

El doctor se dispuso a hacer otra pregunta abriendo la boca pero...

—Me gustan los consoladores, comerme un buen rabo, que me aten, que me den tortas en el culo... Fantaseo con tías, con políticos, con presentadores de televisión. Con Terelu Campos, con Nadal, con Míchel…….. Me gusta masturbarme en las playas nudistas, follar con los tacones puestos, el cuero, vestirme de colegiala….. Tengo la sensación de que se me olvida algo...

—No, si ya con eso me hago una idea.

El doctor jugaba estúpidamente con el bolígrafo a la vez que perdía la mirada en el membrete. Ponía «colegiado nº 0169».

—¿Cree que lo mío es normal?

—Lo que sí es cierto es que tiene un amplio abanico.

Sabrina se miró a la entrepierna. El doctor apuntaba cosas en el informe.

—¿Te gusta?

Él levantó la mirada y habló.

—No es cuestión de si a mí me gusta o no, lo importante es que usted se sienta bien.

—Pues... Bueno, a veces me escuece, por eso he venido.

—¿Alguna anomalía?

—No, a mí los animales no... de eso nada, ¿qué dice? Me parece a mí que el cerdo es usted, eh —se cruzó de brazos y miró a otro lado.

—No, por favor... —intentó no reírse de ella—. Si me refiero a si usted encuentra algo que le moleste.

—Mis amigas. Unas putas.

Él se levantó y fue a dejar la carpeta y a ponerse los guantes.

—¿Le importa que la examine?

—¿De sexo?

—No, el coñ.., el cuerpo me refiero.

Sabrina se llevó las manos a los botones de la camisa.

—¿Quiere que me desnude?

—Sí, será mejor, es que con ropa...

El doctor se puso a disimular desclasificando lo clasificado. Ella se desnudó, se echó un poco de agua por la vagina y se pellizcó los pezones.

—Ya estoy lista para lo que quiera.

Él se acercó. Vio sus durísimas tetas, sus piernas abiertas con el coño brillando y el jugueteo de su lengua.

La polla se rebeló contra su pantalón. Los ojos se le salían. Pensaba: «¿Hipócrates?, ¿quién era ése?»

Le puso la mano enguantada en el pecho izquierdo.

Ella se mordía el labio y estiraba los brazos en la camilla. El doctor seguía palpando, cada vez más fuerte. Ahora llevó su otra mano al pecho derecho y los apretó. Siguió moviendo las dos en el perímetro de la aureola. Los pezones se endurecieron. Sabrina se abría de piernas y gemía suavito. El doctor tragaba saliva.

—Sí, doctor, ¿lo ve? Tengo un bultito aquí —dijo cogiéndole la mano y llevándosela al clítoris— ¿Lo nota? Es un bultito grande y gordo. Como éste —dijo poniéndole la mano en el paquete y apretándolo.

—Por favor, no haga eso. Soy un hombre casado.

Ella se levantó y se pegó cara con cara.

—Mira, chato: Estoy desnuda, me has calentado el coño, la puerta está cerrada y quiero follarte. ¿Lo comprendes o te lo deletreo?

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