SABRINA: Pagando por una perra (1 de 4)

Tenía un cuerpo desarrollado de mujer, el sexo con los maduros le hizo aumentar dos tallas al sostén y la faldita le quedaba tan pequeña, pese a esto, no era normal que sus vecinos salieran al cerco de sus casas al verla pasar. ¿Qué harían con una perrita si la tuvieran?

Tenía un cuerpo desarrollado de mujer madura, el uniforme le había dejado de quedar desde que su tío y los amigos de éste la cogían cada vez que su padre se emborrachaba (que solía será cada 2 fines de semana), el sexo con los maduros le hizo aumentar dos tallas al sostén y la faldita le quedaba tan pequeña que al agacharse mostraba la ropa interior que decidiera llevar ese día. Pese a esto, no era normal que sus vecinos salieran al cerco de sus casas al verla pasar y la saludaran tan amistosamente, solo los hombres.

Jacinto el vecino de la derecha, mecánico del taller donde Narciso llevaba su coche, con cuarenta y cinco años y dos hijos; Luis, el vecino de enfrente, contador en una agencia de viajes, treinta y ocho años, soltero pero con mujer en casa, bastante joven y atractivo en comparación al gordo Jacinto; Catarino, el viejo rabo-verde del patio que iba a la salida del instituto a ver a sus compañeras, se sentaba en el porche y creía que nadie lo vería por la baranda entablada que lo cubría pero era más que obvio por el movimiento de la mano que se hacía una soberana paja al verla pasar y se corría cuando ella le devolvía el saludo; y muchos más…

Indiferente y mascando una goma de sabor fresa, Sabrina entró en su casa y dejó la puerta de malla caer con pesadez anunciando su llegada, pateó una botella vacía al pasar a la cocina y dejar el bolso en el roído y apestoso sofá. Su padre no llegaba hasta dentro de un par de horas, no había dinero para las compras ni comida para cena. Infló la goma en una pompa y la reventó, pensando qué haría para tener algo de comer.

«Tengo que chupársela a Joelito»,

se lamentó, viendo las publicaciones de sus amigas en la red social en común. Las jovencitas hacían un reto viral que no tenía nada de extravagante, pero el baile era realizado usando una camisa ajustada y sin sostén, los movimientos eran tal que las tetas de las jovencitas se veían claras rebotando en el aire y cientos de comentarios les hacían saber lo jugosas que se veían. Ella no se quería quedar atrás.

Corrió a la habitación a ponerse una camisita blanca casi transparente que llegaba a su ombligo y unos pantalones vaqueros cortos, no se puso ropa interior de ningún tipo y se cambió los tacones negros del instituto por zapatillas deportivas. Colocó el celular en una posición más o menos a la altura de su cuerpo y comenzó a bailar según la música, al otro lado de la pantalla cientos de chicos, entre compañeros del instituto y viejos desconocidos, se la jalaban viéndola mover sus tetas.

Una vez cumplido el reto cogió las llaves de la casa y salió para caminar los escasos 100 metros hasta la tienda de Joelito, el pequeño bazar que abastecía su barrio. Tan extraño como era en esa tarde, los vecinos volvieron a salir a verla pasar y ella respondía el saludo haciendo pompas con su goma de mascar y sus tetas casi al aire, para cuando llegó a la tienda el chicle no tenía sabor así que lo escupió en una cesta de la basura.

—Escúpeme así en ésta, mamacita —dijo uno de los vagos que solían fumar en el pórtico fuera de la tienda. Con mayor indiferencia, Sabrina le dio una mirada de soslayo y pasó de él como si no estuviera allí, golpeándolo con el borde de la zapatilla—. Perra —masculló él, viéndole el culo y las tetas desde su asiento hasta que entró en la tienda.

Joelito estaba al otro lado del mostrador leyendo una revista

Playboy

pero nada mejor que una perra en la vida real para dejarla y prestar atención. Sabrina sonrió pretendiendo arreglar su cabello, ese día llevaba su delineado perfecto alrededor de sus ojos y la goma de mascar le había dejado un color rosáceo en los labios carnosos haciendo que su piel blanca resaltara.

Good evening!

—dijo con una sonrisa—. Mira qué cosita tan preciosa tenemos aquí, ¡Sabrina la sobrina!

How are you, darling?

I´m fine.

—El inglés de Sabrina no era tan bueno como el del encargado de la tienda, un chico de veintiocho años que fue expulsado de la carrera de Lenguas luego de que lo encontraran con mariguana dentro del campus, pero le gustaba hacerse el intelectual—. ¿Y tú? ¿Cómo estás, Joelito?

—Mejor ahora que te veo, cariño. Esas tetas se te miran divinas así. —Sin recato devoró con la vista sus senos que se agitaba con cada risita coqueta que la quinceañera le daba. Joel tuvo que acomodarse los huevos al otro lado del mostrador, tenía manos largas y una buena polla.

—Gracias, me puse ésta camisa sólo para ti. —La jovencita estiró la mano par a jugar con el cuello de la camisa del otro, a su vez estiró su pecho hasta que Joel viera el canalillo de sus tetas—. ¿Te gusta?

—Me encanta, me dan ganas de comerte las tetas, perrita. Quien fuera sol…

—Quizá sea tu día de suerte, Joelito…

—¡Ah! ¡Ya sé! —chasqueando los dedos—. Vienes porque no tienes que comer otra vez. El borracho ese que tienes como padre no ha venido a pagarme y no le he dado nada tampoco —explicó—, ni le voy a dar hasta que me dé algo de adelanto en la deuda que tiene conmigo. Dile eso.

—Pero Joelito —insistió Sabrina, halando del cuello de la camisa para acercar el joven universitario a ella, hasta que sus labios casi se tocaban, el joven se sonrojó—, tú y yo nos entendemos bien, no tenemos porqué hacer esto más difícil.

Oh, Darling! I wanna fuck ya so hard

. Pero no puedo aceptar más nuestros tratos, necesito efectivo.

—¿Qué más efectivo que esto? —respondió ella, tomando su cabeza y metiéndola de golpe entre sus tetas, agitándolas y restregándolas contra las mejillas del encargado de la tiendita—. ¿Me vas a decir que no te gusta?

Joelito se puso como una estaca. Con la sangre acumulada en su polla en un segundo estaba listo para cogerla sin parar, pero con calma apartó a la quinceañera, sonrojado y con la respiración acelerada, sentir los pezones erectos de la pequeña había sido fenomenal y la tibieza de sus tetas cortándole la respiración.

Darling

, necesito el dinero. —Se apartó de ella con calma. Quería follarla, al menos la boca, y ella quería algo de comer, pero Joelito también quería verla rogar como una perra—.

Sorry.

—Joelito… —Sabrina abrió su boquita con incredulidad, él nunca le había dicho que no, ¡nunca!, así que se lo tomó personal. Rodeó el mostrador y arrinconó al joven contra éste, pegándole las tetas al pecho y aunque él era más alto que ella sentía muy bien los tibios senos de la quinceañera. Con una mano sobre su bragueta comenzó a frotarlo y susurrarle sobre los labios—. ¿Estás seguro que no quieres que te la chupe? Porque tengo hambre y sed, necesito leche y huevos, tú lo tienes y puedes ayudarme, Joelito. Ayúdame, ¿sí? ¿Me vas a dar lechita y huevos? ¿Mmm…?

Fuck!

Sin resistirse más, Joelito se bajó la bragueta y la nena se puso de rodillas, se sacó las tetas por encima de la camisa elástica y sus pezones rozados estaban erectos como diamantes, la verga del joven le golpeó una mejilla cuando la liberó y ella se sonrió. Sujetó sus tetas con las manos y entre éstas colocó la verga, bajó, y al hacerlo dio un beso en la punta que estremeció al de la tienda.

—Escúpeme —dijo él, sujeto de ambas manos al borde del mostrador, dejando a la putita hacer su trabajo, ella obedeció, babeando sobre su verga y resbalándola entre sus tetazas hasta que él la tomó de la cabeza y le clavó la verga despacio en la boca. Comenzó a follarla allí mismo, aferrado a su cabeza como de una balsa salvavidas se tratase, sin importarle si respirase o no—.

Oh, my fucking God! Suck my dick, bitch! —

dijo sacándole la verga y sujetándosela él mismo para golpearle las mejillas con ella, Sabrina sonreía como una maniática feliz de que le follaran la boca—.

You like that, don´t ya? Come here, suck it!

Volvió a follarle la boca como un perro en celo y se inclinó para sujetarle un seno y disfrutar del tacto que la joven piel le proporcionaba, bramando y gimiendo mientras ella hacía una succión espléndida y se regodeaba en esa verga que no sólo le daría semen, sino que le aseguraba comida para un fin de semana más al menos. Sin embargo, ella estaba tan ensimismada en su obtener una ración de leche y de comida que no se dio cuenta de cuando entraron en la tienda y de los pasos que llegaban hasta su espalda. Cuando abrió los ojos tenía al vago de afuera con una verga larga como un espárrago y más gorda de lo que se esperaría en alguien tan flaco como él, blanca y venosa, agitándose al ritmo de una paja.

—Te vas a tragar dos vergas si quieres llevar comida, hoy, perrita, ese es el precio. Mi amigo aquí quiere que le pague “unas deudas”,

you know

, y éste es el precio. Abre la boca, putita —ordenó, y ella abrió muy obediente para recibir al otro en su boca, con las rodillas escociéndole, mientras Joelito le magreaba las tetas y se hacía una paja usando la manita de la quinceañera—. Mírala, cómo se vende por un poco de comida, la muy puta. Chupa bien, chupa bien, mientras mejor chupes, mejor te pago, perra. Abre acá.

Cambió de verga de nueva cuenta, sintiendo algo de cansancio en su mandíbula ya, Joelito era más rudo, el vago era más lento y le gustaba más sentir sus labios que esmerarse en metérsela hasta el fondo como un loco. Luego la pusieron a alternarse rápidamente, chupando uno y otro a la vez, incluso intentaron meter las dos de una sola vez en su boca y le golpearon las tetas cada uno con sus falos. Con el delineador corrido y las tetas de fuera, Sabrina esperaba sus raciones de lefa y las obtuvo cuando los dos anunciaron que se vendrían en su boca, que la abrirá muy bien, ella se sujetó las tetas y abrió boca exhibiéndose para ellos como un depósito para sus corridas y se llenaron sus mejillas, su nariz y hasta la barbilla se deslizaba la abundante corrida, sus tetas quedaron brillantes y enrojecidas por tanto magreo y saliva, escupió el semen sobre éstas y lo esparció con sus propias manos.

Cuando salió de la tienda lo hizo sin maquillaje, pero con una ración de comida para una semana y el semen aún esparcido como una crema sobre su pecho y cara. Los vecinos seguían pendientes de cada uno de sus pasos, y más tarde esa noche ella descubriría por qué.