Sabor de hombre
Hay nuevos vecinos, hay amistad y surge una hermosa relación entre hombres ...
Sabor de Hombre.
Las cosas empiezan un día que no se espera. Vivía tranquilo con mi familia en una casa que habíamos comprado hace unos seis meses. Como realizo mi trabajo desde mi casa, salgo poco, esto provoca que casi no me relacione con otras personas y estoy pensando que será poco probable que vuelva a conocer hombres nuevos que despierten esa extraña sensación de interés en mi que siempre he estado controlando.
De pronto la tranquilidad se interrumpe, la casa contigua a la nuestra es vendida y tenemos nuevos vecinos. De verdad que me pareció ese hecho intranscendente. Pero no fue así, a los pocos días veo sin camisa en el patio contiguo a mi casa a Roberto. Un hombre de unos 45 años, de esa fortaleza muscular natural que regala el trabajo a los hombres. Tiene un hermoso pecho velludo de esos que hacen que mis ojos me traicionen y tenga que observarlo. Esta limpiando su patio, su piel le brilla por el sudor. Rápidamente cambio mi mirada indiscreta hacia otro lugar.
Se ve un hombre muy masculino, debe ser heterosexual. En la casa se ven dos mujeres y dos jóvenes más. Pienso que una debe ser su esposa y como es lógico pensar esta atracción que siento no debe tener ninguna perspectiva.
Me propuse mantener unas relaciones cordiales y frías con los nuevos vecinos y nada más. Pocos días después mi madre ya había hecho contacto con los nuevos vecinos, así son las mujeres. Resultaba que Roberto era el padre de los otros dos hombre, que había enviudado desde hace más de 10 años y no les había puesto madrasta a sus hijos. Las dos mujeres eran una la esposa del hijo mayor y la otra la novia del menor.
De todas formas pensé que debía evitar que el impacto que ejercía Roberto sobre mí me pusiera en una difícil situación sin sentido y mantuve mi distancia con los nuevos vecinos. El sábado por la mañana salí a limpiar el área de la piscina de mi casa y cuando Roberto salió a su patio, sentí que me miraba alguien, levanté la vista y nuestras miradas se cruzaron, algo nos había cortado a los dos, me puse muy nervioso pensando que me estaba poniendo en una tonta evidencia y Roberto me envió un saludo parco.
Estaba como de costumbre sin camisa y para mi sorpresa se acercó a la cerca que divide nuestras casas y se me presentó como el nuevo vecino. Le correspondí a su cortesía y estuvimos charlando unos minutos. Nos dimos las manos y de verdad no se de que conversamos pues mi cabeza se puso como un hervidero. No sabía si había tenido un comportamiento extraño, pero era un hombre que ejercía un magnetismo hacia mi persona que me dejaba en una situación muy confusa.
Ahora que nos conocíamos ,mis ojos se me iban constantemente hacia él y lamentablemente me estaba percatando que se estaba dando cuenta y de que ni le caía mal, sino que más bien le agradaba sorprenderme mirándole.
Era como un juego, yo trataba de no mirarlo, pero mis ojos me traicionaban y cuando esto ocurría, él volvía su vista y me sorprendía. Yo movía mi cabeza hacia otro sitio, pero de nuevo volvía a mirar, quizás para tranquilizarme de que estaba en un estatus normal, pero él volvía a sorprenderme mirándole. Así trascurrieron varios minutos en que me puse muy nervioso. Cuando de pronto se me acercó llamándome e invitándome a tomar una cerveza. Como es lógico acepté, pero no se si podía ocultar mi nerviosismo tonto. Pasé al patio de su casa y nos sentamos a la sombra de un árbol a tomarnos las cervezas que su nuera le trajo. Cuando Roberto me dio mi cerveza, sentí como sus dedos rozaron mi mano y esto provocó en mi como un estallido de sensaciones.
En ese momento Roberto no tuvo la menor discreción y me comentó que me veía muy nervioso. Se creó un silencio en nuestra conversación, yo no sabía que decirle, estaba como mudo. Roberto continuó muy ecuánime y me preguntó: ¿Te gusto?
De verdad que no estaba preparado para esa pregunta tan a boca de jarro, de mi boca no podían salir palabras por lo que él concluyó: Si te gusta mirarme, no tengas miedo y mirarme que a mi eso no me disgusta.
Luego sin más, cuando ya me iba para mi casa me dijo: No tienes bermudas, porque vas al patio siempre con esos pantalones largos. La próxima vez que te vea me gustaría poder ver tus piernas.
Me quedé perplejo, mi corazón palpitaba a un ritmo acelerado, me fui a mi casa, busqué un short y en pocos minutos volví al patio a terminar de limpiar la piscina. Roberto estaba esperando que volviera a salir y pude ver su cara de satisfacción cuando observó que daba cumplimiento en el acto a su deseo.
Ese día no nos volvimos a ver, pero al día siguiente, era domingo y temprano como a las 8 de la mañana me puse mi short y salí a limpiar el patio. Nunca había sido tan preocupado por la limpieza del patio. A los pocos minutos apareció Roberto y sin decirme nada entró en el patio de mi casa por la puerta trasera. Yo fui a abrirle la puerta que está detrás de la piscina y sin más dilación se me acercó, me abrazó con sus fuertes brazos y me dio un beso en la boca. Aquello me tomó por sorpresa, de verdad que nadie nos podía ver en ese lugar, pero yo terminé aquel beso casi al instante. Sus brazos no me soltaron y su boca replicó al instante: Así no, déjame besarte y no me rechaces temeroso, que no muerdo. De nuevo nos besamos, sentía sus labios junto a los míos, su lengua entraba en mi boca. Su barba me raspaba y me erizaba. Cuando me soltó, todo mi cuerpo temblaba y hasta sudaba.
Roberto enseguida exclamó: que nervioso te pones. Parece que nunca has hecho el amor con un hombre.
Yo le contesté: siempre me habían gustado los hombres, pero a pesar de mi edad (42 años) nunca había caído en esa tentación.
Roberto sonrió y exclamó: no puedo creer que a mi edad y la tuya, yo pueda disfrutar de tu virginidad y moldearte a mi gusto. Así que me imagino que no sepas que pueden hacer dos hombre juntos en el amor.
Aquel romance continuó varios días. Solo nos dábamos besos furtivos, que yo deseaba cada vez con más pasión. Pero Roberto que era un hombre experimentado estaba llevando las riendas de nuestra relación con mucha inteligencia. El sábado de la siguiente semana cuando salí al patio me llamó para que entrara en el patio de su casa. Me pidió que le ayudara a mover unos muebles en el apartamento que tenía su casa en el patio. Entramos en ese lugar y en realidad no había nada que mover. El apartamento estaba amueblado y nos sentamos en el salón, mientras él preparaba algún trago y puso un canal de televisión.
Después cerró la puerta, mi cuerpo tembló pues por primera vez estábamos solos entre cuatro paredes. Roberto puso una luz rojiza que daba un ambiente romántico y se sentó en el mismo sofá en que yo estaba.
Yo le dije: No crees que es peligroso que estemos nosotros solos aquí y alguien de tu casa te busque.
Y él me respondió: No te preocupes, nadie va a venir a interrumpirnos.
Roberto, puso su brazo sobre mi hombro y yo quedé entonces muy cerca de su pecho. No me atrevía a tocarlo, pero él comenzó a acariciarme y fue desabrochando los botones de mi camisa, uno a uno, mientras yo me empecé a poner muy nervioso. Por fin mi pecho quedó descubierto y su boca se acercó a mi pecho y me empezó a dar besos cortos y por distintas partes del pecho. Con cada beso yo me extremesía, pero él continuaba con las caricias de su boca.
Ahora se quitó el pullover y pude ver por primera vez su pecho desnudo de cerca. Fue entonces acercando su boca a la mía, nuestros labios se rozaban, sentía su aliento y su respiración que se ponía cada vez más fuerte. Así juntos nuestros labios estuvieron varios segundos y fue su lengua la que empezó a acariciar mis labios. Nunca había besado a un hombre, nunca había sentido tan cerca de mi boca los labios de un hombre. Aquella situación fue creando un climax de pasión, yo deseaba besarlo y lo intenté, pero Roberto me detuvo, me dijo: espera, déjame sentir tus labios, quédate tranquilo. Y siguió con el suave roce de sus labios. Cuando su boca besó mi boca, lo estaba deseando ardientemente y su beso fue apasionado. Nuestros labios se pegaron y su lengua comenzó a penetrar por mi boca. Sentí por primera vez su saliva, era deliciosa. Mi polla estaba que explotaba, pero yo no me atrevía a tocar la suya.
Ya no tenía camisa, estaba acostado en el sofá boca arriba y Roberto sobre mi pasaba su lengua por todas las partes de mi piel y donde quiera que llegaba su lengua hacía temblar mi cuerpo, mi corazón palpitaba a un ritmo extraordinario y así pude ver como me dejaba totalmente desnudo. Me estuvo mirando así unos segundos y su boca fue a mis huevos, los besó y se los introdujo en la boca. De los huevos fue dando besos cortos por toda la polla hasta que llegó a la cabeza la besó y continuó chupándome los huevos. Aquello era delicioso. Me estaba mamando y dejándome empapado de abundante saliva, yo deseaba que me chupara la cabeza de la polla, pero él de vez en cuando le daba un par de chupadas, que me hacía explotar y seguía mamándome los cojones, segregando cada vez más saliva y yo la sentía como me corría hasta el culo. Y entonces me subió las piernas y comenzó a mamarme el culo de una forma que me estaba enloqueciendo y mientras me chupaba el culo con una de sus manos me pajeaba mi polla ensalivada, todos mis músculos se contraían de las sensaciones tan deliciosas que estaba sintiendo, me dejaba sin fuerzas. Dejó de mamarme el culo y se fue a mamarme la polla, mientras sus dedos acariciaban mi efinter ensalivado y suavemente fue penetrando mi culo mientras continuaba mamándome la polla. Sentí su dedo entrar en mi culo sin dolor y empezó a moverlo de forma que me estaba provocando una sensación explosiva, me estaba masajeando la próstata y mamándome la polla, estaba al borde de correrme y entonces me succionó los huevos, me pajeaba con una mano y me seguía dando placer con el dedo que me tenía en el culo. Mis sentidos explotaban de placer y cuando ya estaba al borde de correrme, fue que me colimó el culo con su polla y acercó su boca a la mía y me dijo bésame. Y cuando fui a besarlo sentí como su polla entraba por mi culo virgen, sentí tanto dolor que salté, pero él me exigió bésame y yo desesperado lo besé y lo abracé con fuerzas mientras su polla entraba hasta lo más profundo de mis entrañas.
Así penetrado empecé a protestar y a pedirle que me la sacara, pero Roberto aplacaba mis protestas con besos y comenzando suavemente a embestirme con movimientos de salir y volver a entrar. Me estaba follando. Yo seguía con mi cantaleta y fue cuando me habló fuerte: Ya ese culo está dilatado, no te duele, lo que estás es sintiendo el amor que te estoy dando y lo voy a gozar. Y comenzó a embestirme con un ritmo que me llevaba al borde del desmayo. Nos besábamos, lo abrazaba, pero seguía follándome a toda intensidad. Nuestros cuerpos sudaban, yo pasaba mi lengua por su piel mientras su polla destrozaba la virginidad de mi culo.
De pronto la intensidad alcanzó el climax, sentí miedo de Roberto, sus manos fuertes me apretaban con fuerza y sentí como todo su cuerpo se convulsionaba, cuando sus huevos descargaban su leche en mis entrañas. Me puse tan nervioso que no pude correrme. Y luego cuando descargó, sentí como su cuerpo se fue relajando y sus brazos volvieron a darme caricias tiernas. Me dejó la polla adentro y con sus manos empezó a pajearme y prácticamente enseguida mi leche saltó, sus manos se embarraron de leche y así continuó pajeándome. Mi leche hizo más sensible mi polla y tanta sensación provocó que mi cuerpo entero se extremesía, pero Roberto continuaba pajeándome, no me soltaba, yo gritaba le decía que no podía más, pero continuó hasta que me sacó la última gota de leche de los huevos. Cuando soltó mi polla estaba casi al borde del desmayo y me abracé con fuerzas a su pecho y nos besamos profundamente.
Estuvimos largo rato abrazados y al final nos limpiamos y yo me fui por el patio a mi casa.
Este contacto selló nuestra pareja por muchos años. Sus hijos conocieron nuestra relación y la aceptaron. Nuestras familias lo supieron y aquello fue visto como la cosa más natural de la vida.