Sabor a tí
Algo que no encaja aquí pero sí encaja conmigo.
Sabor a tí
Hacía mucho tiempo que mi corazón no latía tan aprisa,
hacía mucho que no podía ver en la noche ese color
rosáceo que nos deja el Sol cuando se esconde.
Había olvidado ese gracioso cosquilleo que recorre la
piel cuando sientes, o imaginas, una piel de mujer que
se te antoja confortable, que le queda como un guante
a tu propia piel.
Y ese sabor a melaza de caña que pude sentir al
saborear tus labios, y esas ganas de vivir que me
concedió tu cálido aliento.
Díces que lo controlas todo, amada mía, y así es, ya
que yo me sentí tu lacayo desde el primer momento, me
sentí totalmente domidado por tu dulzura sin par, y
era feliz perteneciendote.
Dormidas en el recuerdo se encontraban acurrucadas
esas sensaciones que solo tú supiste despertar, y se
despabilaron ansiosas de felicidad y de deseos de
estar contigo.
Esta noche, mi imaginación me dijo que estabas a mi
lado, que acomodabas tu cabeza en mi pecho para que
pudiera acariciarte el cabello, que invitabas a
cabalgar por una escondida senda, en la oscuridad de
mi habitación.
Y cuando me despertó el amanecer tú ya no estabas,
pero dejaste tu olor, dejaste el perfume de tu piel en
mi cuerpo, y aún conservo en el recuerdo el sonido de
tu voz, tímida y desacompasada, tu piel sudorosa
brillando en la oscuridad, y en mis labios, el sabor a
tí.
Abel