Sabina (05: Kung-Fú)

Seis tubos de anfetas, dos farmacias, un tirón. Si se tercia... alguna violación.

La letra: http://www.joaquinsabina.net/2005/10/31/kung-fu/

La noche es oscura, como todas por estas callejuelas donde el número de farolas rotas supera al de las que aún mantienen, estoicamente, su luz ocre, que sólo hace que hundir las paredes en un tono de deprimente nostalgia de color sepia. Ni siquiera la Luna se atreve a salir esta negra noche que el viento frío anuncia peligrosa. Un par de gatos desafinan por los tejados y, a nivel del suelo, un rápido taconeo recorre la calzada. La mujer se arrebuja en su ostentoso abrigo para escapar del viento frío de la madrugada. No mira siquiera, por que no quiere mirar, a los lados. Las calles ya se muestran suficientemente amenazadoras sin necesidad de buscar fantasmas en cada esquina.

Avanza la mujer con su corte de taconeo sobre la calle. Sus sentidos se agudizan, se siente gacela coja y perdida en la sabana, y las historias del barrio cuentan que hay algo peor que los leones. Un estruendo de metal desde el callejón sorprende a la mujer justo cuando pasa frente a él. No puede evitar un gritito de terror. Se queda observando fijamente la absoluta negrura en la que se hunde el callejón mientras traga saliva y reza que no sea verdad. Segundos después, un pequeño gato surge de la oscuridad y maúlla lastimosamente como si quisiera disculparse por haber asustado a la joven.

  • Pequeñín...- ríe la mujer, agachándose para acariciar al felino...- ¿Sabes que me has dado un susto de muerte?

  • ¿Qué hace una chica como tú por estas calles y a estas horas?- suena una voz, robusta y varonil, a sus espaldas.

La mujer da un respingo y se queda paralizada por el terror. Sin levantarse, va girando la cabeza. Ella no se fija en la cara del hombre, decorada por alguna que otra cicatriz. Tampoco se fija en el amplio torso, que llena completamente su sucia camiseta de tirantes. Los ojos de la mujer clavan la vista, y de allí no salen, en el tatuaje que decora su brazo. Allí con recargada y gruesa caligrafía, dos palabras y un guión cumplen con sus mayores temores:

"KUNG-FÚ"

Todos en el barrio han oído hablar de la banda del "Kung-Fú". De todos es bien sabida su crueldad, su dureza... El gato, que como gato es animal y como animal sabe oler el peligro, sale corriendo ágilmente a guarecerse de nuevo a las profundidades oscuras de su callejón. La mujer, paralizada en un principio, imita al minino y escapa calle abajo todo lo rápido que le permiten los tacones.

La mujer huye como puede. El corazón le bailotea en el pecho.Tras ella, el hombre la persigue con una sonrisa macabra y caminando sin prisa ninguna. La mujer corre, el hombre camina. La mujer corre. Sus tacones golpean el embaldosado de la calzada... hasta que uno se rompe. Pierde el equilibrio y cae de lado.

Grita mientras su agresor se acerca, pero nadie responde a su petición de auxilio. Alguien cierra la ventana de su piso y corre las cortinas para desembarazarse de la intención suicida de ayudar a la dama en peligro. Con rapidez, llevada en volandas por el pavor, la joven se levanta y sigue corriendo antes de que él llegue a ella. Sigue corriendo por la calle, mirando hacia atrás, mirando a ese hombre de cuerpo curtido y aspecto peligroso que la persigue. Se siente golpear con una pared cuando choca contra alguien. Vuelve a caer al suelo.

  • señorita... ¿Le pasa algo?- pregunta una voz suave.

  • Por favor, ayúdeme... me persig...- no dice nada más. Ha visto a su salvador. Más concretamente, ha visto el tatuaje en su brazo. "Kung-Fú" reza, y está a punto de gritar cuando un guantazo le cruza la cara.

  • Yo que tú no gritaría.- dice el hombre, apretándose a ella. La mujer nota el bulto de su entrepierna. Al darse cuenta, el hombre se acerca a su oído y le susurra:- Sí, me alegro de verte, pero no vayas a pensar por eso que no tengo pistola...

El hombre se ríe y su risa es ronca y cazallera. Tiembla la mujer encerrada en sus enormes brazos.

  • ¿La tienes, Mena?- pregunta el otro hombre, que camina tranquilamente por la calzada.

  • ¿A ti qué te parece?

La mujer llora. Se sabe perdida. Sólo reza para que esos dos hombres, después de hacerle lo que le tengan que hacer, la dejen con vida. Sabe lo cerca que tiene la muerte, y el miedo le cierra la garganta. Ahora, aunque quisiera, ya no podría gritar.

  • Buena caza, Mena.

Los ojos de la mujer se abren al máximo, entre sorpresa y miedo, cuando siguen el camino de esa voz. Más allá del que la tiene agarrada, más allá del que la ha perseguido. Otros tres hombres se acercan a los dos atacantes. El miedo deja paso al terror más absoluto en el cuerpo de la frágil mujer. Cinco hombres. Cinco componentes de la banda del "Kung-fú". Y sólo una mujer.

Uno de los hombres mete la mano en el bolsillo. La joven teme lo peor. Pero no. Simplemente saca unas llaves y se agacha ante una persiana cercana. Con un empujón, que hace que se marquen los formidables músculos de su brazo, levanta la persiana.

  • Metedla.- gruñe, y sus compañeros obedecen y empujan a la chica a las profundidades del vacío, oscuro y húmedo almacén. Alguien enciende una luz que titila antes de encenderse y cierra la puerta.

  • p-por favor... no me hagáis daño... tomad la cartera... el bolso... por Dios, dejadme marchar.- Solloza la mujer desde el suelo.

Estallan en carcajadas los de la banda del "Kung-Fú".

  • ¿Dinero? Mujer... si quisiéramos eso ya estarías libre.

La mujer lo sabía, lo esperaba, pero de todas formas irrumpe en sollozos desconsolados.

  • Señorita... no llores. Si total... ¿Qué podemos hacerte nosotros cinco que no te hayan hecho de uno en uno?- pregunta socarronamente el que parece erigirse como el jefe, haciendo que sus compinches se echen a reír estruendosamente.

  • Mira, para que veas que no somos malos, nos presentaremos como personas educadas...- se burla con gestos bufonescos.

  • Por favor.. no...- la mujer no quiere oír. Quiere volver a su casa, abrir los ojos y descubrir que todo esto no es más que una pesadilla.

  • Sí, mujer, sí... ya verás como luego todo parece más fácil. Verás, yo soy Juanan, y estos muchachotes tan altos y tan simpaticotes de aquí, se llaman Luiso, Pecas, Mena y el Francés. Lo llamamos "el Francés" por que su nombre verdadero suena a comida de perros...- dice el hombre, haciendo reírse de nuevo a sus secuaces.- Y tenemos el placer de hablar con...

Ella no contesta. El tal Juanan alza la mano y se acerca a ellas.

  • Va-va-vannesa...- balbucea la mujer.

  • Vanessa... bonito nombre. Hace cinco años me follé a una Vanessa... y cómo follaba la condenada. Gritaba como una loca, parecía una puta sirena de policía la hijaputa...- ríe Juanan.

Los hombres de Juanan esperan, con una sonrisa en la boca. Miran a Vanessa con hambre, sus ojos se clavan en las delgadas piernas de la mujer, que se arrincona contra la pared, temblando de miedo.

  • Bueno...- dice el "Pecas", el que la abordó en la salida del callejón.- y hechas las presentaciones, pasemos a lo que nos interesa...- continúa, adelantándose hacia la mujer.

  • ¡"Pecas"!- le detiene su jefe.- No te olvides que la de hoy, en un principio, es premio "pa'l Francés"...

  • Eso, "Pecas"... es mi "pgemio"- contesta el aludido, con claro acento galo.

El "Francés" se adelanta hacia la mujer, que se siente acorralada contra la pared. La agarra del abrigo y Vanessa se remueve, intentando soltarse. Una dura bofetada la hace perder el equilibrio y caer de nuevo al suelo. Siente en la boca el sabor metálico de la sangre que brota de su labio.

  • "miga", putita... Hay dos "fogmas" de "hacegló"... no elijas la mala.- le espeta el extranjero, metiendo su mano en el bolsillo y extrayendo una navaja cuyo filo surge amenazante.

La mujer, asustada, parece comprenderlo. El "Francés" la vuelve a agarrar y la despoja del grueso abrigo. Bajo él, la mujer viste suéter y falda, pero sus grandes pechos ya se insinúan bajo los ropajes.

  • ¡Joder, qué tetas!- grita el "Pecas", mientras la mujer es desnudada ruda y rápidamente por el "Francés". El suéter, la falda, el sujetador y las bragas no tardan en ser lanzados al suelo, dejando a la mujer desnuda ante las hambrientas miradas de los cinco hombres. El tal Luiso no puede esperar. Se baja la bragueta y extrae un miembro grande y muy grueso, que empieza a masturbar lentamente.

Vanessa se asusta al ver el tamaño del instrumento del Luiso. Si bien la largaria es grande, el grosor ya resulta grotescamente excesivo. Reza para que no le toque, o para que le toque el último, o para que le toque cuando ya esté muerta... no sabe, sólo quiere no notar esa tremenda barra de carne perforarla y, al tiempo, espera que sus compañeros usen herramientas más modestas.

  • Bueno, "señoguita"...- ríe "El Francés"...- "ahoga" te vas a "agodillag" y "mejog" si lo haces bien...

Con los ojos anegados de lágrimas, la mujer obedece, le temblequean las manos cuando las adelanta al bulto descarado de la entrepierna de su agresor. El hombre suspira cuando las manos de Vanessa bucean en su bragueta y palpan el erecto miembro. Afortunadamente para Vanessa, el rabo del "Francés" es más humilde, aunqeu se alce con la misma altivez.

  • No "piegdas" el tiempo... chupa-chupa, "señoguita"- le azuza el "Francés".

  • Si es que tiene un cuerpazo...

  • "Francés", no la abuses mucho, que luego nos toca a nosotros.

  • Madre mía, lo que le voy a hacer a esa puta...

Las voces de los de la banda del "Kung-Fú" se escuchan en el lóbrego almacén, mientras Vanessa, de rodillas, hace de tripas corazón y de su boca un refugio para la polla francesa.

  • Vamos, "señoguita"... Lo puedes "haceg" "mejog"...- dice el "Francés", con los pantalones en el suelo y la navaja en la mano.

Con lágrimas en los ojos, que le impiden ver cualquier cosa, la mujer empieza a lamer el tronco de su violador. El sudor de la polla del "Francés" y su propia sangre se mezclan con su saliva en un nuevo sabor amargo y asqueroso. Pero Vanessa resiste las arcadas, se juega demasiado. Intenta olvidarse de quién es él, y de dónde está ella. Sueña con el hombre de sus sueños para animarse a seguir.

Comienza el ritmo de sus labios sobre las venas de la verga del de los "Kung-Fú". Vanessa se resigna, aspira, traga saliva y lame polla. El "Francés" la deja hacer. Se deshace en gemidos de gusto con la lengua de Vanessa acariciándole cada tramo de su virilidad.

  • "Jodeg", la putita... ¡Cómo la chupa, "mon Dieu"!

  • Yo es que no aguanto el espectáculo...- El Juanan se adelanta mientras se desnuda. Su falo palpita erecto y cachondo.- Alza la grupa, Vanessa...

La mujer quiere hacer como que no ha oído... no quiere que la humillen. No tanto. Bastante tiene con chuparle la polla a uno... Se

  • Vanessa... ¿No me has oído?- inquiere Juanan.- "Francés", pásame la navaja.

  • "Jodeg", jefe. No la mates "mientgas" la chupa, que lo hace de puta "madge".

Pero Juanan no tiene necesidad de hacer nada. Al escuchar la palabra "navaja", Vanessa se semi-incorpora, levantándose e inclinándose hacia delante para seguir chupándole la polla al "Francés".

  • Buena chica.- susurra el jefe mientras coloca su cuerpo plagado de tatuajes tras la mujer. Encamina su polla al coño de la mujer y la hunde hasta el fondo.

  • ¡NNNNNNGGGG!- se queja la mujer, sobre la verga del francés, al sentirse tan duramente perforada.

  • ¿Está sequita la puta?- se burla el Juanan...

El rostro de la mujer es un mar de lloros. Las mejillas parecen robar toda la humedad de la que necesita su sexo para, al menos, que la penetración no le sea tan y tan dolorosa.

  • "Señoguita"... no le he dicho que "page"... le "Guecuegdo" que sigo teniendo el cuchillo...- dice el "Francés", blandiendo la navaja.- Así... "pegfecto"... ves como no es tan difícil...- continúa, al ver que la mujer reanuda el trabajo de su lengua.

  • ¡Dios qué apretado tiene el coño esta puta!- El Juanan embiste el cuerpo delgado de la mujer, y a cada empujón, la verga que recibe por la boca entra más dentro, le avasalla la campanilla y le produce unas arcadas casi incontrolables.

El "Francés" empieza a jadear. Vanessa se alegra. "Por fin"- piensa, con su polla en la boca- "Por fin se va a correr y me va a dejar en paz". Y es que ella sólo quiere que todo acabe rápido. Que si la matan, que la maten cuanto antes, que si se la follan, que se corran cuanto antes... y que si la sueltan... la posibilidad no alberga demasiadas esperanzas en la mente de Vanessa.

El musculoso hombre la agarra de la cabeza... empieza un violetísimo metisaca en su boca que amenaza con ahogar a la mujer, que da manotazos al vacío mientras el aire que entra por su garganta es cada vez más escaso, toda vez que a la virilidad invasora se le unen los mares de saliva de Vanessa y algo de sangre de la aún abierta herida del labio.

Vanessa tose, la garganta se le contrae espasmódicamente y las contracciones se trasladan a todo el cuerpo.

  • ¡Joder, nano! ¡Qué tía!- ronronea el jefe con su verga embutida en el interior de Vanessa. Su coño también se estremece, y el placer de Juanan se agranda.

Al final, con un gruñido que se asemeja más al de un cerdo que al de un humano, el "Francés" suelta toda la carga acumulada en la boca de Vanessa. Semen, saliva, sudor, sangre... todo busca destino bajando por la garganta de la joven violada. Vanessa no puede escupirlo. La verga que aún le tapona los labios se lo impide. Todo desciende por la garganta, ocupando cada centímetro cuadrado, y Vanessa se augura un negro y corto futuro si entre los viscosos líquidos no se cuela algo de aire para llevar a sus pulmones. Siente como se ahoga. Le falta el oxígeno y se marea. El almacén da vueltas mientras ella pierde el control de su cuerpo. Hasta su sexo, tenso por lo violentado, se relaja... Las piernas le fallan, pero el Juanan la tiene cogida de las caderas mientras la penetra, y Vanessa no se cae. Ni se cae ni se escapa de esas otras dos manos que la agarran de la nuca, empujándola hacia la polla.

Piensa en morder. Morder la polla que le impide respirar para, al menos poder tomar aire. Sangre y aire. Respirar aire con sangre. Sangre de hombre, sangre de polla tan diferente a la que mana de su labio partido. Ya no le importa nada. Quiere respirar aire aunque venga con sangre de polla. Pero, cuando, con el último pensamiento que le queda, decide hacerlo, antes de que su mandíbula reciba la orden, la verga se retira permitiéndola respirar.

Entra aire en sus pulmones. Tose Vanessa. El aire reanuda su recorrido por su organismo agradecido. Se le aclara de nuevo la mente. Toma el control de su cuerpo, con sus dolores y, aunque qiera negarlo, aunque le parezca mentira, con un mínimo placer. Se asusta al descubrir su sexo casi imperceptiblemente lubricado.

  • Bueno, ahora nos toca a nosotros, ¿no?- Se acercan los otros tres, desnudos.

  • ¡Esperaros, coño!- grita el jefe, que acelera sus embestidas sobre Vanessa. La mujer se asoma a la inconsciencia. Está más ocupada en respirar que en intentar evitar la cruel violación. Juanan penetra una y otra vez el cuerpo desmadejado de Vanessa. Está envuelto en sudor. El cansancio lo agobia, lo ralentiza y alarga el dolor de ella. Todos sus músculos, brillantes de sudor, se marcan bajo la luz amarillenta del almacén. Sus dedos aprietan, cada vez más fuerte, la cadera de la mujer. Jadea, gime, vuelve a jadear. Finalmente, se corre en el interior de Vanessa. La inunda con varios chorros de semen que parecen despertar el cerebro aletargado de la chica.

  • ¡NO! ¡DENTRO NO POR FAVOR!- llora. Reza. Llora. Reza para no tener un hijo, o no contagiarse de nada. Llora por que intuye que no tendrá tiempo ni para lo uno ni para lo otro.

Da igual los movimientos que haga. Es inútil que se remueva. El Juanan la tiene muy bien agarrada y no para hasta que el último chorro de semen es depositado en el fondo de Vanessa.

El Juanan se retira a un rincón, se sienta todavía desnudo. Resopla como un animal exhausto. El sudor de su polla aún semi-erecta se acartona con el semen y el flujo de Vanessa.

  • Ahí la tenéis. Toda vuestra...

El miedo paraliza a Vanessa. Ahora son tres. Antes eran dos y simplemente fue usada como una muñeca, un objeto despositario de semen. Y ahora, tres. Tres hombre fornidos que se acercan a ella para violarla.

El "Pecas" va el primero, tras él, el Luiso y el Mena avanzan hacia la mujer. La rodean.

  • De rodillas.- le espeta el Mena.

Vanessa no se mueve. Sigue paralizada por el terror. Sólo mira a los tres agresores con ojos grandes y suplicantes.

  • ¡Te he dicho que de rodillas!- una dura patada en las piernas la hace caer de espaldas al suelo. Debe obedecer. Sus pechos van adelante y atrás, el miedo acelera su corazón, que se convierte en un martilleo rápido y constante. Se arrodilla. Ya no llora. Acepta su sino y la procesión la lleva por dentro.

Agarra dos pollas con las manos. Siente su mandíbula casi desencajarse para abrir paso al gordísimo y veinticentimétrico miembro del Luiso. Una herramienta monstruosa que ocupa toda su boca. Gruñe el Luiso. Le da una leve bofetada a Vanessa para que despierte la lengua. Vuelve a gruñir. Ahora, de placer.

  • ¿Cómo lo hace, Luiso?- pregunta el Mena. El aludido sólo responde con gestos y más gruñidos. Vanessa entiende. El Luiso no puede hablar. Quizá, sólo quizá, la macabra cicatriz de su cuello tenga la culpa.

  • ¡Mueve las manos, zorra!- grita el "Pecas".

Obedece. No puede hacer otra cosa cuando ve al "Francés", desde un rincón, mirándola y agitando la navaja con una sonrisa. "Su premio". Ella era "su premio". No quiso pensar ya en más nada. Simplemente se dedicó a chupar y pajear y a olvidarse de los oscuros pensamientos.

Sus manos se movían rápido, muy rápido, al igual que su boca. Quería acabar cuanto antes.

  • ¡Eh, niña! ¡Con cuidado, joder!- le gritó el "Pecas", haciendo un gesto de dolor.- Además, no vayas tan rápido que no quiero correrme aún.

"Otra vez no, por Dios. Otra vez no".- gimotea para sí misma, recordando el dolor abrasador de su sexo violado. Gruñe el Luiso y se aparta de su felatriz. Se tumba en el suelo, boca arriba, con su poderosa verga erecta y apuyntada hacia la bombilla que cuelga de un frágil cable a dos metros de altura, y hace gestos hacia Vanessa. Ríen Mena y "Pecas". Agarran en volandas a Vanessa, que se resiste y patalea, al verse levantada y llevada hacia el gigantesco falo. Un puñetazo se hunde en su rostro. Ha oído algo quebrarse, y el dolor parece decirle que ha sido su propia nariz.

  • Vanessa...- susurra el "Pecas" paladeando cada una de las letras de su nombre...- Más te vale no resistirte, o será peor... La navaja del "Francés" te puede llegar a parecer el cielo.

La mujer se calma. Permite que la lleven hacia la verga poderosa del Luiso. Cuanto más se acerca, más duda que aquello pueda caber en su cuerpo. Nota como sus portadores abren sus piernas, muestran su sexo, y lo empiezan a bajar.

  • ¡Apunta, Luiso!- ríe el Mena.

Bajan a la mujer hacia el erecto miembro del Luiso. La detienen cuando su glande roza la entrada de su sexo. La punta se asoma entre los labios, y a Vanessa ya le duele. Intenta relajarse, que su feminidad se agrande para que aquello no la reviente. Pero no le dejan tiempo. De un empujón, el Mena y el "Pecas" la hacen empalarse en un sólo movimiento. La verga del Luiso entra en el coño de la mujer. El grito de Vanessa recorre el barrio. El dolor la marea, desea perder el conocimiento, para, al menos, dejar de sentir tanto daño desde su sexo herido. Pero no puede. El mismo dolor es lo que la mantiene consciente del dolor.

Las manos del Luiso la clavan en su polla. Vanessa está inmóvil. Su cuerpo tenso no se acostumbra a tan desproporcionado invasor. Siente un líquido desplazarse por sus muslos... Sangre. La han desgarrado. La han reventado. Pero poco le importa eso a los "Kung-Fú". El Luiso la empieza a mover arriba y abajo. Su verga yace apretada en el coño estrecho de la violada. Se estremece de placer el hombretón. Llora de dolor la mujercita.

Arriba y abajo. Vanessa piensa que no podrá salir nunca de ahí. Su coño se quedará pegado a la enorme tranca del Luiso. No podrá escapar. La verga la perfora, la atraviesa, le lacera las profundidades de su cuerpo. Una y otra vez. Arrambla con todo...

A Vanessa ya no le quedan fuerzas para resistirse. Se deja caer sobre su violador y deja que él le haga lo que desee. Pero alguien le levanta la cabeza estirándola del pelo. Se encuentra con la mirada del "Pecas".

  • Chupa-chupa, señorita...- le dice, y le embute la polla en la boca. Vanessa sólo puede hacer que cerrar sus labios sobre la virilidad invasora y permitir que el de los "Kung-Fú" le viole la sonrisa.

Entre las brumas del dolor, nota algo descendiendo por su espalda. Algo caliente, blando y húmedo que se abre paso entre sus nalgas.

  • ¡NNGG!- Vanessa intenta negarse, contrae involuntariamente su esfínter. Una boca se le pega al oído. El aliento cálido se le mete en la oreja.

  • Mira, putita... o lo relajas o juro que te lo abro yo.- ante sus ojos, el Mena coloca el filo de una navaja mucho más grande que la del francés.

Vanessa llora. Llora e intenta relajar los músculos de su ano. "No cabe, no cabe, no cabe..." se dice a sí misma. Su cuerpo está demasiado lleno por la tranca del Luiso. Un dedo se cuela en su culo y Vanessa grita. El Luiso la sigue violando, el "Pecas" continúa follándosela por la boca. Segundos después, otro dedo entra con fuerza para acompañar a su tocayo. Se retiran luego y Vanessa suspira aliviada sin pensar en lo que viene después.

La polla del Mena entra hasta el fondo de su ano. El grito lastimero de Vanessa no llega a salir de su boca, y muere en la verga del "Pecas". Tres virilidades atraviesan sin piedad a la frágil mujer. Las dos de abajo parecen llenar todo su cuerpo, separadas por esa pequeña barrera de su carne. "Me van a romper"- piensa Vanessa.-"Me van a romper y se van a rozar las pollas. Me van a romper". El dolor crece cada vez más. La atraviesan los tres al tiempo. Nota el sabor amargo del semen del "Pecas" en la boca. Aceleran los otros dos las embestidas. Quema. Duele. El dolor la abrasa desde el estómago hacia abajo, y va subiendo. Luego, lo ve todo negro. Vanessa se desmaya.

Abre los ojos. Está boca arriba y el "Francés" la viola de nuevo. El "Juanan" espera su turno. Vuelve a cerrar los ojos.

Cuando despierta, está sola, desnuda, tirada en el suelo del almacén. No hay centímetro de su cuerpo que no le duela. Nota pegotes de sangre y semen resecos sobre su piel. Aún está mareada. La persiana deja colar un hilo de luz por debajo. No está cerrada. No está encerrada. Busca su ropa con la mirada, pero lo único que encuentra es un montón de tela quemado.

  • Hijos de puta...- solloza...

Sale a la calle tambaleándose. El aire le cosquilela en la piel desnuda. Una pareja de ancianos que pasea por la acera la ve salir.

  • ¡Mira Pedro!- exclama la viejecita.

  • ¡Por Dios, señorita! ¿Quién le ha hecho esto?- pregunta el hombre quitándose la gabardina y cubriendo con ella a la mujer violada.

Vanessa no puede contestar. No le quedan fuerzas. Simplemente se vuelve a desmayar en los brazos del anciano.

  • ¡UNA AMBULANCIA! ¡QUE ALGUIEN LLAME A UNA AMBULANCIA!- oye gritar al anciano.

En "El caso" lee una vecina que la Policía ha detenido a la banda del "Kung-Fú".

  • Bah...- se lamenta despectivamente la Señora Lola.- Seguro que a los cuatro días están fuera.

  • Seguro, señá Lola... esos cabrones nunca están en la trena mucho tiempo- contesta Rubén, el panadero, a la puerta de su local.

No se fijan en la mujer que pasa ante ellos, vestida con un ostentoso abrigo.


  • Perdone...- pregunta a un policía una joven de color.- ¿Podría indicarme dónde están los juzgados?

  • Sí, mire... ¿Ve esa calle por la que se mete esa mujer del abrigo grueso?

  • Sí.

  • Pues bien, siga usted la calle todo recto y por ahí están.

  • Muchas gracias.


  • ¡Hijos de puta! ¡Asesinos!- la multitud grita enfervorecida a la puerta de los juzgados. La Policía saca de los furgones a los miembros de la banda del "Kung-Fú". Los policías se esfuerzan en mantener el pasillo de seguridad para que los delincuentes puedan acceder al gran edificio. Por allí desfilan el Mena, el Curro, el "Pecas", el "Luiso", el Garrincha, el Yepes, el "Francés", y tras todos ellos, el líder, el Juanan.

Tan ocupados están los policías impidiendo que la multitud se abalance sobre los "Kung-Fú" que no ven a una mujer de grueso abrigo que se cuela por el cordón policial y espera al último de los "Kung-Fú" en las escaleras.

El Juanan sonríe cuando ve a la mujer.

  • ¿Vienes a por más? ¿tanto te gustó?- dice socarronamente con una sonrisa

La sonrisa se borra cuando, de debajo del abrigo, Vanessa extrae una pistola de gran calibre. Ante la sorpresa de todos, el disparo truena y hace silencio. El Juanan cae al suelo con un tiro entre ceja y ceja.

Mientras la policía detiene a Vanessa, la concurrencia estalla en vítores y aplausos con la vengadora.

Sobre las escaleras del juzgado, un charco de sangre se escapa de la cabeza del líder de los "Kung-Fú".