Sabías que tu amigo me excitaba (VI y final)
Esta ha sido la historia de mi caída. O de mi ascensión.
Esta ha sido la historia de mi caída. O de mi ascensión.
Comencé cayendo prendada del sexo con un amigo de mi novio
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… aunque después os disfruté a ambos
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Desorientada, sin saber qué hacer, opté por seguir disfrutando sin pensar, ceder al placer, y planear seguir aumentando el grado de entrega
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En ese plan, algo salió mal. O bien, quién sabe. La presencia de una cuarta persona me reveló que quería aún más
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. Dejándome llevar por el deseo, entramos en otro submundo en el que ahora me encuentro
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Estos fueron los pasos que caminé, los cruces de camino que tomé hasta llegar a mi estado actual, arrodillada, penetrada por un gran vibrador. Mi novio yace tumbado boca abajo, amordazado y vendado, sobre una cama. Sentadas en ella descansan dos pollas magníficas unidas a dos hombres, tras haber disfrutado de mi minutos antes, de mi boca y mis manos. Una preciosa pelirroja que acaba de provocarme incontables orgasmos se levanta para quitarse las braguitas y dejar su pubis rasurado a un palmo de mi.
Deseo comer ese coño. Y me doy cuenta que, desde la hora de la comida, desde que tu amigo comenzó a trocear las verduras que cocinaría para mi, mi clítoris ha estado hinchado, dominándome y haciéndome querer más. Y me noto extrañamente feliz cuando ella por fin se acerca y mi lengua cubre la distancia que separa mi boca y su cuerpo, y me mira, y me acaricia el pelo. Llevo tanto empalada en el vibrador que, inmovil, casi no lo noto. Sin embargo, sentir sus dedos en mi cabeza y su humedad en mi boca me llena de placer. Gimo en su coño al tirar de sus labios con los míos.
- Lo haces muy bien.
Como si lo hubiese hecho toda la vida, me entrego al sexo oral a la pelirroja. Succiono su clítoris obsesionada con hacerla disfrutar. Ella deja de guiar mi cabeza cuando se nota satisfecha con mis movimientos.
- Aprendes rápido.
La miré. Había cerrado los ojos, lo cual supo a salada victoria en mi boca. La metí dos dedos, como me gusta y, por fin, gimió. Suspiré satisfecha y vi cómo se desabrochaba el corsé y lo dejaba caer, quedando desnuda para mi. Una mano fue instintivamente a su pecho. Duro, firme. Me gustó. Notaba mi barbilla empapada, como mi propio coño de nuevo.
Y gimió.
Mis manos fueron a su culo para apretar mi boca contra su sexo y saborear cada rincón. Después alterné su coño y su clítoris, acariciándole enloquecida.
- Sigue y me correré en tu boca.
Lo dijo firme, como las pollas que nos miraban desde la cama. Dos jovencitas ajenas a sus sementales en medio de la habitación eran un buen espectáculo, lo suficiente para devolverles sus erecciones. Pero lo primero era conseguir su orgasmo.
Guió mi mano a su culo. Un dedo. Dos.
Gimió. Una cascada de flujos que no dejé de beber salió de su cuerpo mientras se corría. Noté sus uñas en mi cuello.
Por fin, abrió los ojos y me sonrió.
- Cariño, nunca olvidarás lo que viene ahora. Creo que ya están listos.
Ellos se levantaron para dejarnos sitio en la cama. Ella me situó a cuatro patas, junto a ti, mi novio. Tu amigo metió su polla en mi boca. En todo el día no la había notado tan dura. Se me antojó incluso mayor que el juguete que había dejado mi coño totalmente abierto a merced del negro que rodeaba la cama. Pero no se detuvo en mi. Te liberó las esposas y, tirando de tu cintura, te colocó en mi misma postura, a cuatro patas. Y se situó delante de ti, y te quitó el antifaz y la mordaza. Y te envidié cuando vi la enorme verga del negro apuntando a sus labios. Me miraste, en una extraña mezcla de sentimientos, mientras mis mejillas se ahuecaban succionando a tu mejor amigo. Y tú hiciste lo mismo. La piel clara de su amigo desaparecía en mi boca a la vez que la oscura en la tuya. Eché mi mano derecha hacia atrás y pude comprobar tu erección. Tres pollas duras sobre la cama, pero sólo una en mi.
La pelirroja, lejos de atender a estas carnes duras, se puso detrás de mi. Sin mediar palabra, introdujo un dedo en mi coño. Estaba tan dilatada que casi no noté cómo recogía mis flujos y sacaba el dedo. Mi novio gimió saboreando la verga negra cada vez más venosa. Su amigo me agarraba la cabeza para follarme la boca mientras miraba mi culo. Ahora fueron dos dedos los que se perdieron en mi coño, hasta los nudillos. Recorrieron mi interior antes de abandonarme. De nuevo un gemido salió de la garganta de mi novio, ahogado por el negro ariete en su boca. Giré la cabeza, y vi a la pelirroja detrás de ti, lubricándote el ano con mis propios flujos. Me sonrió.
- Venid.
Nuestros sementales abandonaron nuestras bocas. Ella les hizo arrodillarse detrás de nosotros. La polla de tu amigo no bajó su erección al ponerla en la entrada de tu húmedo culo. Mis labios se estremecieron al notar el calibre de la punta, sólo la punta, del negro en mi entrada. Sin penetrarme tan siquiera. Sus fuertes manos agarraron mi cintura impidiéndo moverme. Deseaba echarme atrás y recibirlo. Lo necesitaba.
Te miré. Estabas ido. Un hilo de saliva colgaba de tus labios. Tu polla seguía dura. No me mirabas.
Ella se puso delante de nosotros.
- Tu novio será follado igual que tú. Tú elijes.
No puedo hacerlo.
La verga del negro rozó mi clítoris, y gemí. Uno de sus pulgares jugueteó con la entrada de mi ano. Seguramente tú notabas la polla de tu amigo de forma parecida.
Ella, con la mirada fija en mis ojos, comenzó a acariciarse. Su olor se coló en mi nariz. Tú seguías sin mirarme. Recordabas la forma en la que me entregué a tu amigo, y sabías lo que iba a pasar. Yo pensaba que no podía hacerlo, pero las palabras salieron de mi, casi sin avisar.
- Métemela.
Noté la punta de la polla de tu amigo venciendo tu esfínter. Cada centímetro de negra polla fue avanzando muy despacio hacia mis entrañas. Mi lubricante cumplía su misión en tu culo. Sus poderosos dedos se clavavan en mi piel. Su erección casi se había escondido hasta la mitad en ti cuando gemiste por primera vez. Un pulgar de tu amigo abandonó tu cuerpo para colarse en mi ano. El tuyo se abría por vez primera. Mi vagina se estiraba hasta extremos que nunca había probado. Nuestras manos se entrelazaron al recibir los últimos centímetros de nuestros amantes, y mordimos las sábanas al notar sus huevos llegando a nuestros cuerpos.
Se mantuvieron inmóviles, esperando nuevas órdenes. La pelirroja se agachó para besarte. Lo hiciste enloquecido. El sabor de la polla del negro se mezcló con el de mi coño en su boca. En mi coño le noté palpitante.
- Más.
Con una exasperante lentitud, sacó la polla para volverla a introducir. Noté tu cuerpo moviéndose en sincronía con el mío.
- Más.
Vosotros seguíais besándoos. Una de sus manos fue a tu polla, dura. Otra a uno de mis pezones.
- Más.
La verga se clavó en mi. Los huevos de tu amigo chocaron con los tuyos, y su pulgar se introdujo en mi culo. Pero lento. Muy lento. Mi coño pedía más a gritos. A lágrimas.
Y dije en ese momento lo que estaban esperando para consumar mi derrota.
- Fóllame, joder, fóllame - imploré.
Su lengua abandonó la tuya, dejándola suspendida en el aire. El negro, lejos de aumentar el ritmo, salió de mí, e hizo un gesto a tu amigo para que hiciera lo propio. Te ayudó a bajar de la cama, ya que a duras penas te mantenías en pie.
Joder.
Me dejásteis sola en la cama.
Joder.
Mi coño necesitaba más. Me acaricié un momento, pero ella me dio una bofetada.
- No.
Me mirábais, doblegada a mi placer. Arrodillada, separé las piernas cuanto pude, buscando el roce de las sábanas, pero no hacía sino aumentar mi hambre. Llevé mi culo contra las almohadas, lo cual mejoró ligeramente la situación, pero ella contestó mi primer gemido con un azote.
No.
Por favor, haré lo que sea…
Mi novio me miró como a una extraña.
- Nunca pensé…
Por su cabeza pasaron las imágenes de él, en la barra del bar, bromeando con su amigo y su por aquel entonces pareja, los tres borrachos. Confesaba que a mi me costaba excitarme, me costaba disfrutar.
- Si tu novia probase la polla de Rubén, otro gallo cantaría.
Días más tarde, en una fiesta, él dejó la puerta del baño entreabierta mientras otra amiga, arrodillada en el baño, le comía. Tú le viste. Esa misma noche se lo propusiste por primera vez. No te acordarás, pero, cuando llegaste a casa, borracho, me follaste, gritando “¿quieres otra polla?”. Yo no respondí.
Más adelante te enseñó un mensaje. Una chica confesaba haber disfrutado poner los cuernos a su novio con él. Se lo propusiste por segunda vez.
Otro viernes él te enseñó una foto mientras te preguntaba.
- ¿Quieres ver a tu novia así?
En la foto, un primer plano de la cara de la novia de un amigo común, comiendo la polla al cámara. Detrás de su culo, Rubén, follándosela. Al rato, esa pareja llegaba al bar y se tomaron unas cervezas con vosotros como si nada. Los tres se fueron, inocentemente, a casa, al terminar la fiesta.
El sábado quedamos los tres para beber algo. Mientras yo pedía en la barra, él miró mi culo respingón y mis piernas, y se imaginó follándome a mi también. Te dijo que lo haría si querías. Aquella noche no quise follar, estaba muy cansada.
Días más tarde, me entregabas.
Horas después, la fantasía había llegado demasiado lejos. Tras ser sodomizado por tu amigo, tu novia se debatía en una cama, delante de dos extraños, suplicando ser follada. ¿En qué momento debiste parar?
Cuando las lágrimas estuvieron a punto de brotar de sus ojos, el negro se tumbó sobre la cama, con su falo apuntando al techo. Ella. como un gatito hambriento, le lamió. Gimoteaba de placer al hacerlo. Le miraba a los ojos buscando su aprobación.
Nadie la golpeó esta vez cuando se montó sobre él. Ella misma guió su polla a la entrada de su coño, y comenzó a follárselo, enloquecida, borracha de carne. Ya no era ella la que alargaba su brazo a tu amigo para que se acercase. La que agarró su polla cuando estuvo a su alcance y la introdujo en su boca. La que, folladada en sus extremos, pedía más y más.
La pelirroja sonrió y te ofreció el cuerpo de aquella chica que antes albergó a tu novia. Subiste a la cama y, como antes hicieron contigo, la penetraste el culo.
Desde aquel momento todo fue un continuo orgasmo para ella. No podía distinguir qué manos la tocaban, que bocas la besaban, qué polla la penetraba en cada momento. Sólo pedía más y más. Todo era sudor y semen.
Te inclinaste sobre ella para embestirla con más fuerza. Notabas el atlético negro a través de su cuerpo.
- Te quiero - la susurraste al oído.
Se corrió una vez más al notar el semen de tu amigo virtiéndose en su lengua por última vez. Su culo se contrajo y no aguantaste más.
Cuando tu amigo se fue tú seguías observando la escena, sentado en una silla frente a la cama. Tu novia enterraba la cabeza en el coño de la chica mientras el negro bombeaba su gran falo desde detrás. Tu mano se llenó de semen al ver sus manos separando sus glúteos, intentando facilitar la entrada a su semental.
Amanecía cuando recogías tu ropa del suelo. Los cuerpos de la pelirroja y tu novia se entrelazaban sobre la cama cuando saliste por la puerta. El negro descansaba junto a ellas.
Miraste atrás para ver su orgasmo por última vez. Sus ojos te devolvieron la mirada, agradecidos.