Sábado. Sobresaliente

El no sabía lo que yo tenía pensado hacer con él y se dejó hacer. Pero yo no me había vestido de esa manera para una simple mamada y me puse de pie, dándome la vuelta y doblando mi cuerpo para que viese mi culito depilado.

"Me he cambiado varias veces de calzoncillos porque el Sr. O me ha metido el semen hasta lo más profundo y no deja de salirme, espero que para después de comer ya pueda relajarme..."

Mi segundo año de universidad estuvo marcado, en su vertiente académica, por la necesidad de asegurarme muy buenas notas porque había algunas asignaturas que las tenía atravesadas y apenas las aprobaba con un seis. Necesitaba la beca completa y siempre acababa los cuatrimestres con mucho estrés por obtener una buena nota final. El profesor O, Oswaldo u Oswald, no consigo acordarme, era un señor maduro con un suave acento de Cuba o Miami. No conseguimos saber mucho al respecto, porque a veces decía provenir de un lado y a veces de otro. En algunas partes de su asignatura le pasaba lo mismo, dando una explicación distinta según el día que nos diera clase. No obstante era un docente muy bueno y una gran persona.

El problema que tuve con él fue que el trabajo final me lo evaluó con un ocho, cuando yo había esperado al menos un diez. El tenía la tutoría a última hora del viernes y las actas se firmaban los lunes, así que me presenté en su despacho media hora antes de que terminara la posibilidad de revisión. En ella vimos que en mi tesis había una fuerte disparidad de datos y no había manera de cotejarlos. Yo tenía mis fuentes documentadas en casa, pero no me daba tiempo de llevárselas porque cerraban el campus. Como un favor excepcional, nos citamos en su apartamento el sábado por la mañana.

Llegué puntual con mi mochila llena. Estuvimos más de una hora revisando cada cifra y, por desgracia para mí, Oswaldo tenía razón en que habían datos cuya procedencia era desconocida o cuya magnitud había bailado sospechosamente. Estaba desolado, me sentía defraudado por la poca veracidad de mis argumentos y me prometí ser más minucioso a la hora de anotar cada referencia que usase. Pero no podía permitirme salir de allí sin el sobresaliente y decidí ejecutar la opción B.

Era una apuesta arriesgada y loca que se me ocurrió mientras metía los libros en la mochila. Sabía que Oswaldo estaba separado porque en clase se le escapó en más de una ocasión a principios de curso. Le pedí permiso y me metí en el aseo de su apartamento con mi mochila. Respiré hondo y me desnudé. Me puse un corpiño rosa, un tanguita de nylon rosa y unas medias de satén blanco con su liguero rosa. Unos zapatos de tacón sujetos por el tobillo y una gargantilla remataban la vestimenta. Me puse una peluca pelirroja con poca melena y me pinté rápidamente.

Oswaldo se quedó con la boca abierta cuando vio a Amy entrar en el salón, sé que apenas podía reconocer al Carlos que había recibido en su casa. Reaccionó con una sonrisa y cierto azoramiento, seguramente buscando una forma de salir del entuerto sin entrar en la grosería. Apenas se atrevió a mirar mi pollita aplastada en el nylon y me acerqué a él como si estuviese vestida decentemente. El apenas podía respirar y la piel mulata de su tez se volvía cada vez más roja. Lo hice sentar y me puse frente a él, para que pudiese verme los genitales sin ruborizarse. Con mi pene situado a menos de un metro de su cara, supe que ya era mío. Moviendo graciosamente las caderas, le dije que necesitaba que Carlos tuviese más nota, que si quería le podía ayudar a subirla. "Esto no puede saberlo nadie", me dijo con miedo. "Tú tampoco puedes hablar de esto, papito", le contesté. Y me puse de rodillas, abriendo el pantalón y sacando un pene morcillón de buen tamaño. Mientas lo masturbaba para ponerlo erecto le decía cosas sucias que parecieron gustarle. Después inicié una felación que acabó haciéndome mojar un poco la braguita.

El no sabía lo que yo tenía pensado hacer con él y se dejó hacer. Pero yo no me había vestido de esa manera para una simple mamada y me puse de pie, dándome la vuelta y doblando mi cuerpo para que viese mi culito depilado. Me bastó mover otra vez las caderas levemente y decirle cosas referentes a papito, culito y polla gorda para que se pusiese de pie e intentase meter su verga haciendo a un lado el tanguita.

Me incorporé evitando la penetración y le dije muy juguetona que "papito era muy efusivo", asiéndole a continuación la polla mojada para conducirlo a su dormitorio. Entonces le pedí que me quitara el tanga. Esta vez mi macho lo hizo delicadamente y me tumbé boca a bajo en la cama, agarrada a su almohada con el culo levantado y con las piernas abiertas. El se desnudó, mostrando un cuerpo que debía de haber mantenido fornido desde su juventud. Se colocó detrás de mí, sus fuertes brazos apoyados junto a mis costados. Poco a poco su hermosa polla fue abriéndome en dos. Cuando empezó a follarme a su ritmo, doblé una rodilla para que mi pantorrilla estuviese en contacto con su muslo y ayudarlo en sus arremetidas.

Me fue difícil seguir diciéndole cochinadas y apreté la almohada con los puños y los dientes. Mi pene se restregaba por la colcha cada vez que empujaba, pero fue su gorda verga paseándose por el interior de mi culo la que hizo que empezara a correrme irremediablemente, dejando una espesa muestra en bajo mi cuerpo. En los minutos siguientes, sentir mi semen frío bajo mi pene mientras mi cuerpo temblaba con el bombeo, me hizo sentir la más puta entre las putas. Cuando balbuceó que se corría, estuve tentada de pedirle en la boca, pero no quería que sacara la polla de mi culo. Le pedí que me llenara y así lo hizo. Cuando terminó aún dejó el pene dentro en un estado de semi erección, seguramente disfrutando de las pequeñas caricias que mi ano le ofrecía a modo de despedida. Me pregunté si me follaría otra vez, sin sacarla, y esa idea me hizo empezar a tener una lenta erección.

Pero la sacó, dejando mi ano abierto dando pequeños espasmos hasta que se relajó. Me trató de forma exquisita y me facilitó una toalla. Me volvió a pedir discreción, pues estaba intentando volver con su mujer. Antes de asearme, vestido con el corpiño y las medias, me acerqué a él y me cogió de la cintura y me acarició la nalga. Me dijo que era muy femenina y realmente así me lo hizo sentir. Cumplió su promesa con el sobresaliente y ambos mantuvimos en secreto ese encuentro.

Como dice la entrada de mi diario, Oswaldo debía tener los huevos llenos y me llevé una buena ración. En su aseo me tuve que limpiar dos veces porque no dejaba de salir su leche. Cuando llegué a mi casa, casi una hora después, llevaba los calzoncillos mojados y tuve que limpiarme varias veces más. Días más tarde estuve tentada de volver a llamarlo para que me llenara de nuevo, pero ya en aquella época empecé a evitar tener relaciones que me complicasen la libertad en mi doble vida.

"...Espero que sea discreto con sus colegas y no tenga que mejorar las notas de esta manera a partir de ahora."