Sábado por la noche, burundanga y mi madre

Sábado por la noche, burundanga y mi madre: Un cóctel explosivo.

Aquel sábado al caer la tarde salió Pablo con sus amigos, como acostumbraba.

Como ya había cumplido los dieciocho años ya era mayor de edad, por lo que no tenía ningún impedimento legal para tomar bebidas alcohólicas y eso hizo con sus amigos. Después de tomar cervezas en un bar fue a una discoteca para continuar con cubatas mientras intentaba ligar con todas las chicas que se ponían a tiro.

No tenía precisamente éxito con las mujeres, lo mismo que su amigo Xavi, por lo que éste, después de varios intentos infructuosos, le animó a ir a una discoteca próxima donde, según él, acudían maduritas sedientas de sexo donde era imposible no echar unos polvos.

Dejando a sus otros amigos que sí habían tenido éxito y que ya estaban morreando y metiendo mano, se encaminaron los dos amigos a la otra discoteca.

A pesar de la cara de mala leche del gorila de la puerta, lograron entrar al local abarrotado de gente y, después de pedir su consumición, otearon el horizonte en busca de una presa a la que echar un polvo o, por lo menos, meter mano. Pronto se dieron cuenta que eran rabos precisamente los que sobraban, demasiados rabos para tan poca concha donde meter.

Mientras Pablo iba con sus amigos, Marga, la madre de Pablo, había quedado con sus antiguas compañeras de estudios para cenar. Lo hacían con escasa frecuencia, una vez cada varios meses, y siempre iban sin sus parejas. Esta vez la excusa era celebrar su cumpleaños al cumplir los cuarenta la siguiente semana.

El marido de Marga no puso ningún reparo ya que se quedaría en casa viendo toda la noche un partido tras otro en televisión mientras se ponía ciego a whiskies sin nadie que le molestara, y, cuando ya estuviera lo suficientemente ebrio, se quedaría dormido en el mismo sillón, sin necesidad de ir a la cama.

Marga, al ser una cita tan poco frecuente y además por su cumpleaños, se arregló más que de costumbre, poniéndose un vestido negro de viscosa con minifalda de vuelo y parte superior ceñida, sin mangas y elástica tipo palabra de honor, además de medias de nylon con ligas, zapatos de tacón y una chaqueta, todo de color negro. Para que no se notara el sujetador bajo la ropa, no se lo puso, aunque de un diminuto tanga negro y semitransparente no se olvidó. También se pintó los ojos y pestañas de color negro, así como los labios de color rojo sangre y colorete en las mejillas.

Cenaron en un restaurante del centro y después algunas propusieron ir a una discoteca a bailar. Ante la insistencia de sus compañeras, esta vez Marga, que estaba bastante achispada por el vino que consumió en la cena, se apuntó, aunque solo dos mujeres más lo hicieron. Si era el cumpleaños de ella la excusa que pusieron para quedar, no iba Marga a irse de las primeras a casa.

El nombre de la discoteca, Burundanga, atrajo la atención de Marga que preguntó si el dueño era de un país africano, escuchando, como única respuesta, las risas de sus dos amigas. Extrañada se quedó sin que se lo explicaran.

A pesar de que estaba la discoteca atiborrada, no pusieron ningún problema a Marga y a sus amigas en su acceso. Era precisamente mujeres lo que faltaba y más aún con el cuerpo de Marga.

Después de dejar las chaquetas en el guardarropas de la discoteca, se acercaron a una de las barras a pedir bebidas y ya algún hombre las abordó, intentando ligar con ellas, y, especialmente con Marga que era la que más buena estaba, pero ésta logró esquivarlo con la excusa de que iba con sus amigas aunque recibió un buen sobe en sus nalgas y un ligero azote, que, sorprendida, aguantó sin rechistar.

Fue Xavi el primero que se dio cuenta de que la madre de Pablo había entrado en la discoteca, precisamente en la misma discoteca en la que los dos amigos no llevaban ni quince minutos, y, aunque al principio el joven solo se fijó en sus tetas, en sus labios rojos y carnosos, en su corto cabello negro azabache, y en la belleza de los rasgos de su rostro, cuando cayó en la cuenta que era ella, ¡Marga! ¡la madre de Pablo!, sorprendido la siguió con la mirada, entre curioso y morboso, y no avisó ni dijo nada a su amigo, no fuera a avergonzarse y echara a perder toda la noche, bien por querer marcharse de allí o bien por reprender a su madre por meterse en una guarida de ansiosos y compulsivos folladores.

Siempre que Xavi veía a la madre de Pablo disimulaba para no mosquear a su amigo, pero no dejaba de mirarla empalmado las tetas y el culo cuando podía. De muy buena gana la hubiera arrancado toda la ropa y echado más de un salvaje polvazo.

Mientras Xavi no perdía de vista a Marga, Pablo deambulaba con la mirada en busca de una posible víctima a la que meter el rabo, sin percatarse de que su madre estaba también en la discoteca y era objeto de deseo de muchos otros rabos.

Se alejó Pablo de su amigo para ligar y Xavi, en lugar de seguirlo, se colocó en un sitio donde podía observar mejor a Marga sin que la mujer se percatara de su presencia.

Esperando las bebidas Marga dijo nerviosa al oído de una de sus amigas:

  • Esto está lleno de hombres.

Lo dijo como si fueran fieras hambrientas dispuestas a despedazarlas.

  • Mejor, así tenemos más de uno para cada una de nosotras.

Respondió su amiga sonriendo lasciva.

  • Ya, pero yo estoy casada y vosotras dos separadas.
  • Mayor motivo para que disfrutes de nuevos nabos.
  • ¡Que cosas dices!

Finalizó Marga, bastante encarnada e inquieta, la breve conversación con su amiga.

Una vez las dieron las bebidas, Marga y sus amigas pagaron sus consumiciones a pesar del interés de alguno por invitarlas a cambio, por supuesto, de “acompañarles”, insinuación que los más elegantes utilizaban a veces en lugar de follar. Tras echar un trago a su bebida, Marga, agobiada por los hombres, unos que la desnudaban con la mirada y otros que, con la excusa de conversar, se apretujaban a ella y la tocaban y sobaban, dejó la bebida y el bolsito que llevaba bajo la vigilancia de una de las amigas y se fue con la otra a la pista de baile.

Estaba la pista repleta de cuerpos, oscuridad y música. Mientras la música atronaba y una escasa luz giraba a varios metros del suelo iluminando tenue y a intervalos la pista, la mujer enseguida se dio cuenta que eran hombres los que la cercaban y se pegaban a ella, como bestias hambrientas.

Siguiendo a la mujer Xavi también se metió en la pista y, aprovechando la oscuridad, se acercó a ella por su espalda y la tocó el culo, sin encontrar resistencia.

Sin dejar de mirar a su amiga, como si fuera un salvavidas en medio de un mar infectado de tiburones, Marga bailó tan sensualmente como la dejaba el poco espacio de que disponía y las manos que la sobaban pero poco a poco el círculo se fue cerrando en torno a ella y dejó de verla.

Unas manos abrazaron por detrás su cintura mientras una enorme verga dura y erguida se pegaba a sus nalgas, restregándose más y más en cada balanceo. Sintió alientos ardientes en su nuca y rostro, así como manos que se posaban sobre sus senos, magreándolos.

Angustiada, sintió que la faltaba el aire en un ambiente tan ardiente y claustrofóbico, y, echándose hacia adelante, intentó abrirse paso entre la maraña de cuerpos que la envolvían y manos que la sobaban. Unas manos por detrás, las de Xavi, tiraron de la parte superior del vestido hacia abajo, bajándoselo y dejando al descubierto sus erguidas tetas, que ella, emitiendo un breve chillido de vergüenza, se cubrió con sus manos.

Con sus pechos desnudos alcanzó avergonzada y jadeando el borde de la pista, no sin antes recibir prolongados e insistentes sobes, saliendo de ella al tiempo que se subía la parte superior del vestido y se cubría las tetas.

Nadando entre oleadas de hombres que más que apartarse de su camino, se interponían, rozándose con ella, magreándola, alcanzó la barra donde había dejado a su amiga con las bebidas pero ésta ya no estaba. Angustiada buscó alrededor, haciendo caso omiso de voces que se dirigían a ella y se interponían en su campo de visión. La vio, vio a su amiga que, agitando una mano, la avisaba donde estaba, a unos metros de la barra. Siguiéndola la llevó hasta una esquina alejada del fragor de la batalla, un rincón en penumbras donde unos amplios sofás donde descansaban hombres que, haciéndola un hueco para que se sentara entre ellos, la miraban lujuriosos y expectantes. Preguntó por su otra amiga, la que dejó en la pista, y la señalaron hacia otro sofá donde una mujer, quizá su amiga, se abrazaba con un hombre y morreaba sin pudor.

Sin atrever a sentarse, preguntó por su bebida y la dieron un vaso de cubo que podía ser el de cualquiera. Sofocada como estaba, bebió con avidez un largo trago y, aunque notó un sabor extraño en su bebida, no se atrevió a decir nada, pero ¿a quién iba a decir algo si su otra amiga ya estaba besuqueándose con un tipo que la metía mano, sin cortarse lo más mínimo, frente a ella?

Sin saber qué hacer, la apremiaron para que se sentara en el hueco que la habían hecho entre dos hombres en el sofá, e, irreflexiva, eso hizo, dejando su bebida sobre una mesa situada a pocos centímetros del suelo, se sentó sobre una mano que diestramente se había colocado un instante antes con la palma hacia arriba sobre el sofá, recibiendo los duros glúteos de la mujer, y, si no se la metió por el culo, fue porque la falda aguantó sin romperse.

Sorprendida, al notar una mano entre sus nalgas, se incorporó al momento y, al mirar hacia donde se había sentado, ya no observó la mano que acababan de retirar. Volvió a sentarse y, aunque ya no tenía la mano incrustada entre los dos cachetes, fueron dos los hombres que, colocados uno a cada lado, se volvieron prestos hacia ella como aves de rapiña, y, mientras uno se presentaba y la preguntaba por su nombre, el otro la interrogaba sobre si iba mucho por ahí, de donde era, si quería bailar.

Angustiada intentó responder a uno y a otro, pero tal andanada de preguntas atropelladas más los efectos que la estaba empezando a hacer droga vertida en su bebida, no la permitieron acabar las respuestas, pillándola con la boca abierta el profundo beso con lengua que la propinó uno de los tipos.

Sorprendida forcejeó intentado quitárselo de encima, sintiendo cómo una mano se metía bajo su falda y, entre sus piernas, desplazaba el tanga hacia un lado, penetrando entre sus labios vaginales, sobándola reiteradamente la vulva. Al momento llevó una de sus manos a su entrepierna, sujetando la muñeca de la mano que se restregaba insistentemente por su cada vez más empapado sexo, pero no conseguía apartarla, mientras su excitación sexual crecía sin poder evitarlo.

Intentó chillar pero no tenía voluntad ni fuerza para hacerlo, mientras la lengua del tipo violaba el interior de su boca y sus voluptuosos labios. Otra mano la bajó la parte superior del vestido descubriendo sus hermosos y erguidos senos y empezó a amasarlos, mientras otra lengua se los lamía a placer, incidiendo en sus cada vez más erectos pezones.

Una extraña sensación de dejadez invadió definitivamente su cuerpo, dejándola incapaz de resistirse, como si estuviera en un húmedo sueño erótico y su protagonista no fuera ella, sino alguien ajeno y muy lejano.

Mientras tanto Xavi, empalmado, lo contemplaba todo a escasos metros, hasta que apareció Juan y, palmeándole la espalda, fue a decirle algo al oído cuando observó, entre las sombras, el magreo que estaban dando a su madre, exclamando al oído de su amigo:

  • ¡Ostías, tío, se la van a follar, se van a follar aquí mismo a esa guarra!

Y, sin saber que era su madre la guarra a la que querían tirarse, se quedó observando lascivo con su polla palpitando de deseo dentro de su pantalón.

Tiraron del tanga de Marga intentando quitárselo, pero solo se lo bajaron por delante, por lo que, desplazándola, la empujaron hacia atrás, tumbándola bocarriba sobre el sofá, y, ahora sí, la bajaron las bragas y, levantándola las piernas, se las quitaron entre más de un hombre ante la pasividad de ella que sonreía bobaliconamente.

Con la parte superior del vestido y la falda enrolladas a la cintura, uno de los hombres, situado entre las piernas abiertas de ella, se bajó los pantalones para tirársela, descubriendo su enorme verga erecta y congestionada que emergía de un tupido matorral de vello púbico.

Ante la lúbrica mirada del corrillo de hombres que se habían situado alrededor, incluido su hijo y el amigo de su hijo, colocó el tipo una rodilla sobre el sofá y las piernas de la mujer sobre su pecho, la levantó la pelvis y la sujetó por las caderas para, a continuación, coger con una mano su erecto cipote y dirigirlo hacia la vulva de ella, penetrándolo poco a poco hasta que sus cojones chocaron con el perineo de ella,

Con una rodilla sobre el sofá el hombre comenzó a follársela, balanceándose adelante y atrás, adelante y atrás, lentamente las primeras veces para a continuación, temiendo que interrumpieran el polvo que estaba echando, aumentar el ritmo.

Estaba ella entregada, sin oponer ninguna resistencia, aunque si gozando del polvo que la estaban echando.

A pesar de la música alta y de los comentarios obscenos que jadeaban al follador, se podía escuchar cómo Marga suspiraba, gemía e incluso chillaba de placer, mientras sus grandes tetas se agitaban desordenadas en cada embestida, exhibiéndose impúdicas.

Sus brazos estirados a lo largo de su cuerpo se mantenían inquietos sobre el sofá y su rostro, oculto entre las sombras, estaba arrebatado de placer, con los ojos cerrados y la boca semiabierta.

Los móviles no solo iluminaban el polvo que la estaban echando para observarlo mejor, sino que además tomaban sin parar fotos y vídeos que al momento difundían, por internet, a múltiples contactos, haciéndolo viral esa misma noche.

En escasos segundos descargó el hombre y otro, empujándole ansioso, se quiso colocar en su lugar, entablándose al momento una trifulca por ver quién era el siguiente y al que se incorporaron varios machos más, hasta que intervinieron los gorilas del local separando e incluso golpeando a alguno que, sobrexcitado, ansiaba follársela por cualquier medio.

Entre tanto follón, Xavi no perdió su oportunidad y, acercándose a Marga, la hizo incorporarse y, colocándola raudo las ropas para taparla sexo y tetas, la sacó de la pelea, sin que nadie se opusiera, tan ocupados estaban en no ser golpeados. No olvidó llevarse el bolsito de la mujer que todavía mantenía sujeto, aunque sí dejó sobre el sofá sus bragas y en el guardarropas su chaqueta.

No era valentía sino una urgente necesidad de echar un echar un casquete lo que tenía Xavi pero sorprendió a su amigo que le siguió hacia la salida mientras abrazaba a una somnolienta Marga que se dejaba llevar mansamente.

Ya en la calle, Xavi que conocía bien la zona, nada más salir de la discoteca, entró, sin dejar de abrazar a la mujer, en un portal próximo.

Mientras subía las escaleras a un primer piso metió una mano bajo la falda de Marga, subiéndosela y cogiéndola una de las nalgas con el fin de ayudarla a subir al mismo tiempo que la sobaba. Detrás le seguía su amigo que emocionado y lascivo no dejaba de mirar el culo desnudo de su madre y cómo Xavi se lo manoseaba.

Empujando Xavi una puerta, se presentó delante de un mostrador, el de una pensión, donde solicitó una habitación a un hombre menudo y apagado que, sin levantarse de su asiento, anunció de forma rutinaria el precio.

  • Una hora, veinte euros.
  • ¡Que sean dos horas! ¡Yo invitó!

Exclamó exultante Juan, al tiempo que ponía cuarenta euros sobre el mostrador, sin saber que estaba invitando a su amigo para que se tirara a su madre.

Cogiendo el dinero del mostrador el tipo anunció la habitación con una voz monocorde que podían ocupar.

  • ¡La seis!

Sin decir nada, Xavi dio nuevamente la espalda a su amigo y se encaminó rápido por el sucio y destartalado pasillo camino de la habitación, no fuera Juan a darse cuenta quién era la mujer que llevaba para beneficiársela.

No pudo Juan ver el rostro de la mujer y, por tanto, no sabía que era su madre la que se la llevaba su amigo para follársela, aunque en ese momento solo tenía ojos para el culo de ella, y, para que Xavi no tuviera dudas que también él quería tirársela, le dijo ansioso:

  • ¡Tú primero, tío, tú primero!

Abrió Xavi una puerta que tenía un cartel con el número seis, y, entrando con la mujer, la cerró en las narices de su amigo que, cortado, lo único que pudo decir fue a la puerta cerrada:

  • Te espero aquí fuera, tío. No hay prisa, tío, no hay prisa, tomate el tiempo que quieras.

Cerrando por dentro el cerrojo de la puerta, Xavi sujetó a una tambaleante Marga y la bajó la cremallera del vestido por detrás. Tirando de la prenda hacia abajo, la dejó deslizarse al suelo, cayendo a los pies de la mujer que se quedó mirándolo bobalicona como si todo fuera un divertido sueño, y sin ser consciente de que tenía las tetas, el culo y el coño al aire, sin nada que lo cubriera.

Observando Xavi lascivo a escasos centímetros las grandes y erguidas tetas de Marga, que aguantaba en pie vistiendo solo medias y zapatos de tacón, la cogió una de sus tetas, palpándola, y, cuando acercaba su boca para mordisqueársela, la mujer se tambaleó hacia atrás, emitiendo un gemido y chocando su espalda contra la puerta por la que acababa de entrar, detrás de la cual estaba su hijo escuchando empalmado.

Temiendo que se cayera, Xavi la cogió por las nalgas, una mano en cada nalga, atrayéndola hacia él e, inclinándose hacia delante, la besó un pezón, luego otro beso y un lametón que provocaron risas en Marga.

Juan, detrás de la puerta, anhelaba poder entrar a la habitación y ver lo que hacían a la maciza, cómo disfrutaban de ella y como se la follaban, pero, en lugar de golpear la puerta para que su amigo le dejara entrar, aguantó para no molestarle y que le dejara, cuando él acabara, también follársela. Al fin y al cabo fue Xavi el que cogió a la mujer y se la trajo a la pensión para follársela por lo que no debía contrariarle para que también le dejara tirársela.

Comiéndola las tetas, se dio cuenta Xavi que Marga, al no dejar de reírse, podría despejarse lo suficiente para resistirse a que se la follara, así que, dejando de chuparla, la cogió en brazos y la llevó a la cama sin que ella se opusiera.

La colocó bocarriba sobre las sabanas viejas y sucias de una desvencijada cama de un metro cincuenta de ancho. Procedió a desvestirse tan rápido como pudo, arrancándose literalmente la ropa de encima y dejándola caer desmadejada al suelo, quedándose solo los cortos calcetines blancos que llevaba.

Un breve vistazo al rostro de la mujer confirmó que seguía narcotizada, en un estado de somnolencia más de dormida que de despierta, con sus ojos cerrados y su boca semicerrada.

Babeando de placer, se detuvo unos segundos observando empalmado las tetas enormes y erguidas de Marga con sus oscuros pezones emergiendo de unas negras areolas del tamaño de una moneda de un euro, para continuar recorriendo con su vista el escultural cuerpo de la mujer, su vientre liso, su jugosa vulva apenas cubierta por una fina franja de vello púbico, sus torneadas piernas ceñidas por unas finas medias negras de nylon y sus zapatos de tacón también negros.

No quería pasar la oportunidad y, temiendo que cualquier circunstancia la malograra, se subió a la cama y, separando las piernas de Marga, se situó entre ellas.

Tumbándose bocabajo sobre la mujer, la miró curioso a la cara por si se despejaba, pero, como no daba signos de estar haciéndolo, la beso suavemente una teta, chupándola el erecto pezón que vibró de placer. Luego la besó los carnosos y sonrosados labios durante unos segundos, metiéndola la lengua entre ellos, encontrando su lengua pero ésta evidentemente no le devolvía el beso, así que volvió a su objetivo inmediato, follársela, así que dejó de morrearla y restregó su verga erecta por la entrepierna de Marga, buscando la entrada a su vagina y, cuando la encontró, se la fue metido lentamente.

Ahora sí Marga abrió la boca e hizo amago de hacer lo mismo con sus ojos, pero la pesaban mucho sus párpados y solo consiguió dejarlos semicerrados.

¡Pero sentía como se la metían, cómo la metían la polla dentro de su coño!

Escuchando como suspiraba, Xavi se la metió despacio, hasta el fondo, hasta que sus pelotas chocaron con el perineo de ella. Con la totalidad de su polla dentro del coño de la mujer, se detuvo, mirándola sonriente a la cara y, como no abría los ojos, la dio un nuevo beso con lengua. La metió la lengua dentro de la boca y, enredándose al principio con su lengua, continuó recorriendo lentamente el interior de la boca y los labios.

Apartando la boca, solo con el movimiento de su pelvis, la fue sacando la verga de lo más profundo de su vagina y, cuando estaba a punto de sacársela del todo, se la volvió a meter lentamente, sin dejar de contemplarla el rostro y escuchar cómo suspiraba y gemía mientras se la follaba.

Una vez hasta el fondo otra vez, se la volvió a sacar despacio hasta que casi dejarla fuera, y … otra vez adentro, y así una y otra vez, aumentando cada vez más el ritmo del mete-saca y escuchando cómo los suspiros y gemidos de Marga aumentaban más y más de volumen y ritmo.

Al otro lado de la puerta, con la oreja pegada a ella, estaba Juan escuchando y, si no se sacó la polla para masturbarse, fue en parte por si le pillaban y le decían algo y en parte para reservarse para el polvo que iba a echar a la guarra, una vez su amigo la finiquitara.

Mientras estaba pegado a la puerta escuchando, vio como dos hombres se acercaban llevando a una mujer en un estado parecido a la había traído Xavi. Estaba en un estado deplorable, borracha o drogada y prácticamente la arrastraban por el pasillo. Se metieron con ella un par de puertas antes de la que estaba él y la cerraron.

  • ¡Otra puta a la que se van a follar!

Pensó lascivo y volvió su atención a la habitación donde su amigo Xavi se estaba beneficiando a la maciza.

Dentro del cuarto, se detuvo Xavi, a punto de correrse. No quería correrse tan pronto y quería verla bien las tetas y la cara mientras se la follaba, así que, desmontándola e incorporándose, se puso en pie a los pies de la cama y, tirando de los muslos de la mujer, acercó sus nalgas al borde de la cama.

La miró el rostro y seguía adormilada con los ojos cerrados. Estiró un brazo y, sin dejarla de mirarla la cara, la sobó una teta. La mujer reaccionó chupándose los labios pero no abría los ojos. Aunque estaba drogada era evidente que sentía y reaccionaba. Cogiendo un pezón entre sus dedos jugueteó con él y tiró un poco hacia arriba, observando como el rostro de la maciza cambiaba. ¡La gustaba que la tocaran las tetas y, por supuesto, que se la follaran!

Le producía un morbo increíble tener así a su merced a la madre de Juan, a la buenorra de Marga, a la MILF más deseada, y poder follársela a placer, hacer con ella todo lo que él quisiera.

Levantándola las piernas, las colocó sobre su pecho, y, dirigiendo su cipote duro y erecto al coño de Marga, se lo fue metiendo poco a poco mientras la sujetaba por los glúteos, contemplando no solo cómo el miembro desaparecía dentro del anhelado agujero sino también como, mientras la penetraba, cambiaba el rostro de ella de la apatía al más puro vicio.

Una vez se la hubo metido totalmente dentro, estiró un brazo y la tocó nuevamente una de las redondas y grandes tetas, se la sobó a placer durante un buen rato, continuando después a sacar lentamente su verga del coño de Marga y, cuando estaba casi fuera, se lo volvió a meter sin ninguna prisa.

¡Dentro-fuera-dentro-fuera! ¡Mete-saca-mete-saca!

Una y otra vez, cada vez más rápido y con más fuerza, contemplando cómo las tetas de la mujer se bamboleaban desordenadas en cada embestida mientras ella ya no suspiraba ni gemía sino que incluso chillaba de placer.

  • ¿A que te gusta, puta? ¡Te gusta que te follen, que te la metan hasta el fondo y que te follen! ¡puta, zorra, calientapollas, calientabraguetas!

La decía en voz alta Xavi, sin cortarse lo más mínimo, ante la falta de resistencia de Marga que solo gozaba del polvo que la estaban echando, y mientras Juan, el hijo de ésta, lo escuchaba todo con un empalme de caballo, imaginándose en todos los colores, olores y sabores lo que no podía ver, y, si no se corría allí mismo, en el pasillo, fue por guardar fuerzas para su tan ansiado polvo.

Pero antes de que éste lo hiciera, fue Xavi el que se corrió, deteniendo su lúbrica cabalgada y gruñendo de placer, mientras propulsaba una gran descarga de esperma dentro del coño de la mujer.

Con la polla dentro, aguantó más de un minuto, disfrutando del polvo que acababa de echar, sin dejar de mirar el rostro y los senos de Marga.

Una vez la desmontó, se vistió sin dejar de observar el hermoso cuerpo desnudo del que acababa de gozar.

Cumplido su deseo, no quería tentar a la suerte. Sabía que Juan, el hijo de Marga, estaba fuera esperando que él acabara de follársela para también tirársela, pero no quería que se diera cuenta que era a su madre a la que se había follado hasta que él, Xavi, estuviera lejos, fuera de peligro. No quería que Juan le agrediera ni montara ningún escándalo así que le preparó una perversa broma.

Se acercó a la mujer que, bocarriba, parecía sumida en el más profundo de los sueños, y, después de darla un buen sobe a sus tetas, puso una almohada cerca de su cadera. Volteándola, la colocó bocabajo sobre la cama con su pelvis sobre la almohada y con el culo en pompa.

Ahora sí, se acercó a la puerta y la abrió, haciendo que su amigo casi cayera encima de él, al estar apoyado en la puerta, intentando escuchar todo lo que sucedía dentro de la habitación.

  • ¿Ya … ya acabaste?

Le preguntó Juan, con una amplia sonrisa de mascota agradecida, y Xavi, sonriéndole malicioso, le señaló con el brazo extendido el hermoso culo redondo y sonrosado de Marga al tiempo que le decía:

  • ¡Te la dejó así! ¡Listo para que des por culo a esa puta!

Apartándose, dejó entrar a Juan a trompicones en la habitación, tal era su deseo desmedido, y, sin decir nada más, salió al pasillo, mientras la puerta se cerraba, y se marchó caminando tranquilamente de la pensión.

Sin dejar de mirar ansioso el culo y el coño dilatado de su madre que rezumaba esperma, Juan se despojó ansioso de sus ropas a tirones, quedándose, él sí, completamente desnudo y erecto, y, acercándose baboso casi a la carrera a las nalgas de ella, colocó sus manos sudorosas sobre cada una de ellas, sobándolas.

  • ¡Qué culo, ostias, qué culo! ¡Cómo me voy a poner con el culo de esta guarra!

Pensó sin dejar de mirarla y sobarla las nalgas.

Separando las dos cachas, observó tanto la vulva como el agujero del culo, y, dudando donde meter su verga congestionada, eligió el ano que blanco y prieto que lucía inmaculado y sin rebosar lefa.

Cogiendo su verga con la mano derecha la metió entre las dos nalgas, directamente en el orificio, pero no entraba al estar tan estrecho, por lo que esforzándose fue presionando cada vez con más fuerza y fue entrando poco a poco, hasta que, de pronto, entró toda de golpe, hasta que desapareció dentro, como si se lo hubiera tragado de un solo bocado el culo de la mujer.

Fue entonces cuando la mujer chilló de dolor y se agitó, pero Juan, que no quería desaprovechar la ocasión, la sujetó por las nalgas para que no se moviera, al tiempo que la decía:

  • ¡Quieta, coño, quieta! ¡Estate quieta, ostias, puta cabrona, estate quieta!

Y, temiendo que alertara a alguien y fuera a investigar el origen y motivo de los chillidos, impidiéndole consumar su polvazo, empezó a balancearse con fuerza adelante y atrás, adelante y atrás, follándosela y dilatando todavía más la abertura, al tiempo que la azotaba con fuerza las cachas, tanto por morbo como a modo de amenaza para que se estuviera quieta.

De pronto Marga se quedó quieta y en silencio, permitiendo que el joven se concentrara más en correrse, logrando hacerlo en pocos segundos después de varias fuertes arremetidas.

Sintió Juan el orgasmo como una placentera corriente eléctrica que le vino de dentro y recorrió todo su cuerpo, concentrando la descarga final en la punta de su polla.

Unos segundos aguantó quieto y en silencio, disfrutando de su gran momento, y, al sacar su polla, se dio cuenta que el ano de la mujer sangraba, que la había desgarrado alguna comisura, pero no le dio ninguna importancia, solo era una puta guarra y quería follársela otra vez pero esta vez viéndola las tetas mientras lo hacía, así que, tirando de ella, la tumbó bocarriba sobre el almohadón de forma que su pelvis quedaba elevada en relación al cuerpo.

Sin mirarla el rostro, se colocó entre las piernas de ella y empezó a sobarla insistentemente las tetas, como si estuviera amasando la masa madre del pan, sintiendo cómo su polla se recobraba del polvo que acababa de echar y estaba otra vez dispuesto a entrar nuevamente a matar.

La volvió a meter la polla pero esta vez por el dilatado coño que todavía rebosaba esperma y, al empezar nuevamente a cabalgarla, la echó de refilón un vistazo al rostro y, al encontrar algo familiar en él, lo volvió a mirar, pero ahora con más detenimiento.

  • Sí, le era familiar, pero … ¡no era posible! ¡se parecía a su madre! ¡se parecía mucho a su madre!

Asustado, sin dejar de mirarla horrorizado la cara, dejó de amasarla las tetas y la desmontó al momento, como si le hubiera dado una descarga eléctrica que le echaba del coño recién penetrado.

Se incorporó, sin saber qué hacer, y a punto estuvo de caerse de culo al suelo.

  • Pero ¿era realmente ella? ¿era su madre a la que acababa de romper el culo? ¿Cómo podía saber si era su madre? ¡Su DNI! ¡Su bolso!

Buscó desesperado el bolso de ella, lo había visto en algún sitio al entrar. ¡En el suelo! ¡Estaba en el suelo!

Se lanzó hacia él, como si el bolsito fuera a correr, huyendo, y lo atrapó.

Lo abrió y cogió el billetero que estaba dentro. Allí estaba el DNI, el documento de identidad, de la mujer que tanto se parecía a su madre.

Una corriente eléctrica desgarró todo su cuerpo y a punto estuvo de provocarle un fallo cardiaco.

  • ¡Sí! ¡Era ella! ¡Era su madre a la que acababa de dar por culo! ¡Era a su propia madre a la que se había follado por el culo, rompiéndoselo! ¡Era su madre a la que su amigo se la había tirado! ¡Era su madre a la que se habían follado delante de todos en la discoteca! ¡Era ella! Pero ¿qué hacía allí, en un cubil de folladores en serie? ¿Qué hacía aquí, en una pensión de mala muerte donde solo se va a follar con putas drogadictas que se vendían por un simple chute? ¿Cómo había llegado a esta situación?

Echándose las manos a la cabeza, dudó qué hacer, pero lo primero que hizo fue vestirse a toda prisa y, abriendo la puerta del cuarto, estuvo a punto de irse, pero … ¿cómo iba a dejar así a su madre? Desnuda, follada, enculada y drogada en una pensión de mala muerte.

Cerró la puerta y se acercó a ella. Respiraba y parecía sumida en un profundo sueño.

  • Tenía que sacarla de ahí y llevarla a casa.

Pensó desesperado y, cogiendo el vestido del suelo, intentó ponérselo por los pies pero no era nada fácil al ser ella un peso muerto que no reaccionaba. Era mucho más fácil desnudarla que vestirla.

Observó que el coño y el culo de su madre rebosaba esperma y, cogiendo su pañuelo, se acercó al desconchado y sucio lavabo que había en el cuarto y lo empapó de agua. Aproximándose a su madre, la limpió como pudo y, al ver que su ano continuaba sangrando, la metió el pañuelo por el agujero intentando taponar la herida.

Retomó el vestirla y, después de varios intentos, logró ponérselo, aunque rasgó la tela del vestido en su empeño. Lo que más le costó fue meter las coloradas tetas de su madre dentro del ceñido vestido. Por más que las cogía y las empujaba para que entraran más se resistían a hacerlo y, como si fueran gelatina, siempre se escapaban, negándose a entrar. Parecía que habían crecido y se habían hinchado de tanto magreo y polvos, pero no podían sacarla del cuarto con las tetas al aire y, menos aún, pasear por la calle y coger un taxi.

Una vez que consiguió meter a su madre dentro del vestido, tenía que levantarla pero fue incluso peor, debido a que, al estar dormida, era un peso muerto y no podía caminar, y arrastrarla daba mucho el canté y podría alertar al encargado de la puerta y a la policía.

Angustiado dudó si despertarla. Si lo hacía podría reconocerle y preguntarle qué hacía él allí y como estaba ella sin bragas y recién follada y enculada. Así que optó por intentar llevarla en brazos, aunque dudó si el encargado no le detendría y llamarían a la policía, pero considero que no tenía otra alternativa.

Se acercó a la puerta y la dejó abierta de par en par. Fue nuevamente a la cama y, cogiendo primero el bolso, luego, colocando un brazo bajo la espalda de ella y otro bajo sus muslos, cogió a su madre en brazos. No pesaba mucho así que salió con ella del cuarto dejando la puerta abierta.

Una cosa era levantarla y otra caminar con ella en brazos, así que, a pesar de sus esfuerzos, caminaba de forma titubeante por el pasillo, sudando copiosamente mientras la falda y la parte superior del vestido de ella se desplazaban dejándola al descubierto las tetas y el coño, sin que su hijo se apercibiera. Además el pañuelo que tenía Marga metido en el ano, se soltó y, mientras una esquina continuaba dentro de su culo, el resto del trapo colgaba manchado de sangre mientras Juan transportaba en brazos a su madre.

Frente a él, salió un tipo de un cuarto. Era uno de los tipos que habían llevado a la otra mujer para follársela.

Se giró y, al verle transportando una mujer medio desnuda, sorprendido, se puso en medio y le dijo:

  • Pero ¿qué pasa?
  • No, nada, que se ha mareado un poco y la saco para que se despeje.

Respondió Juan, intentando quitar hierro al asunto, y deseando que le dejara en paz.

  • ¿Cómo que se ha mareado? Déjame ver.

Dijo el hombre y se acercó.

  • ¿Qué ocurre?

Preguntó otro tipo que salía del cuarto del que había salido el primero.

  • Éste que se lleva a esta puta drogada.

Respondió el primero, sobando las tetas a una dormida Marga ante los ojos de su propio hijo que a duras penas aguantaba en brazos el cuerpo de su madre.

  • ¡A ver, a ver! ¡Joder, qué tetas!

Dijo el segundo entusiasmado, amasando también las tetas a la madre de Juan.

  • ¡Veamos que la ocurre! ¡Nos la llevamos!

Exclamó el primero, intentando llevarse a Marga, pero su hijo, sujetando a su madre con fuerza, quería impedírselo al tiempo que suplicaba.

  • ¡No, no, por favor, no!
  • ¡Quita, ostias, chaval, quita!

Profirió el tipo pugnando con Juan, hasta que el segundo hombre propinó un fuerte puñetazo al joven en la nariz, rompiéndosela y haciéndole que soltara a su madre.

Con Marga en brazos, se metieron con ella los dos hombres en la misma habitación de donde habían salido, cerrando la puerta tras ellos y dejando a un magullado Juan, sentado en el suelo, mareado y empezando a sangrar por su maltrecha nariz.

Se levantó Juan e intentó entrar en el cuarto donde se habían metido con su madre, pero la puerta estaba cerrada y, por más que tiraba y la empujaba, no podía abrirla.

Desesperado, lloró pegado a la puerta, escuchando cómo los tipos violaban a su madre.

En sus lloros gimoteaba en voz baja:

  • ¡Es mi madre, es mi madre! ¡Por favor, no la hagáis daño, por favor, no la hagáis daño!

Más de una hora después, se abrió la puerta y Juan, que estaba sentado en el suelo frente a ella, vio como los dos tipos salían satisfechos, arreglándose la ropa.

Uno de ellos dijo sonriendo perversamente al joven:

  • ¡Ya puedes pasar, chaval, ya hemos acabado con ella!

Incorporándose Juan, entró al cuarto donde su madre yacía desnuda encima de la cama al lado de otra mujer también desnuda. Estaban las dos bocarriba y cubiertas de esperma.

Respiró aliviado el joven porque, al menos su madre no estaba muerta, respiraba.

La habían quitado no solo el vestido sino también los zapatos y las medias, estando estas últimas rotas y tiradas en el suelo junto con su ropa.

Recogió el bolso de Marga que estaba abierto y del que habían sustraído su cartera con todo el dinero y las tarjetas dentro.

Rápidamente volvió a limpiar y a vestir a su madre que, esta vez aunque seguía drogada, al menos lograba mantenerse en pie.

Abrazándola por los hombros, aunque con una mano sujetándola por las nalgas bajo la falda, caminaron por el pasillo camino de la salida.

El hombrecillo de la puerta, al verlo aparecer, le dijo amenazador:

  • Sesenta. Me debes sesenta euros y los quiero ahora o llamo a la policía.
  • ¿Sesenta? Si ya le pagué.
  • Pagaste dos horas de vuestro cuarto, pero has estado una más. Además tienes que pagar otras dos más del cuarto donde estaban tus amigos.
  • ¿Mis amigos?
  • Sí, los dos y han dicho que lo pagabas tú.

Ya sabía Juan a quien se refería, a los dos tipos que habían secuestrado y follado a su madre. Iba a pagarles por tirársela, así como había pagado a Xavi por también tirársela.

¡Era un cornudo gilipollas, un auténtico y asqueroso cornudo gilipollas! ¡Pagaba para que se tiraran a su madre!

Pero el problema ahora es que no tenía suficiente dinero para pagarlo y, aunque logró sacar su monedero del bolsillo sin soltar a su madre, solo tenía diez euros que dio al hombrecillo, enseñándole la cartera al tipejo que, insultándole, pulsó un botón y un par de tipos fornidos y mal encarados aparecieron en pocos segundos con cara de muy mala leche.

Le sacaron a él y a su madre por la puerta de atrás a un callejón y, entra ratas y basuras, le violaron salvajemente y le propinaron una fuerte paliza, dejándole semiinconsciente y sangrando en el suelo.

No sabe si fue fruto de su imaginación o si sucedió realmente que los dos tipos violaron también a su madre. Allí mismo al lado de él, de su hijo, entre las basuras y las ratas.

No sabe cómo, pero se encontró de pronto abriendo la puerta de su casa. Miro a un lado y vio a su madre sentada en el suelo, durmiendo prácticamente desnuda. Logró levantarla y, entrando arrastrando los pies en la casa, observó a su padre durmiendo en la butaca delante del televisor con un montón de latas de cerveza y botellas de alcohol vacías al lado.

Metió a su madre en la cama de matrimonio y, desnudándola, la tapó con las sábanas, empujando los harapos rotos que llevaba ella bajo la cama para esconderlos. Luego se fue a su dormitorio y, sin desvestirse, se tumbó en la cama, quedándose profundamente dormido al instante.

Fue una noche inolvidable.

¡BURUNDANGA!