Sábado por la noche
Gabriela y Silvia gozaban una y otra vez sin parar.
Sabado por la noche
Tengo 35 años y me llamo Daniel. Estoy casado con Silvia desde hace 8. Ella tiene 34 años y siempre ha tenido muy buena figura y ahora más, ya que hace tiempo que asiste a un gimnasio y eso le proporciona un tipo estupendo, delgada, esbelta y muy bonita, aunque eso lo ha sido siempre.
La historia que voy a contar sucedió un Sábado por la noche que decidimos salir a dar una vuelta, pero no nos apetecía ir a la ciudad y nos acercamos a una discoteca cercana por La Recoleta donde suelen tener muy buena música, y aunque no sabemos bailar, nos entretenemos mucho viendo a la gente bailar mientras tomamos unas copas.
Recuerdo que aquella noche yo me vestí con un traje oscuro y Silvia con un vestido corto negro muy elegante y que marcaba perfectamente su bonita figura y podia apreciar sus hermosas piernas que tanto me gustaban. Era Enero y hacía bastante calor por lo que la ropa era bastante ligera.
Llegamos a la discoteca y tras pagar la entrada, entramos en el salón. Había mucha gente. Ya se sabe lo que pasa en verano y en una zona residencial. Estuvimos pensando en irnos a otro sitio, pero todos estarían igual de llenos por lo que decidimos quedarnos allí y buscar una mesa para sentarnos. Después de un rato, nos sentamos cerca de la pista, pedimos unas copas y empezamos a divertirnos viendo bailar a la gente.
Al poco rato se plantó delante de nosotros un chico que no reconocí hasta que cambió de posición y le vi la cara. Era Nacho, un compañero de trabajo y que hacía poco tiempo que se había incorporado a la empresa en la que trabajo. Es un chico de unos 28 años alto, moreno, de esos en los que se fijan todas las compañeras de trabajo. La verdad es que el tipo tenia su pinta. Me dijo que nunca me había visto por ese local y que él y su mujer solían ir a bailar bastante a menudo. Una vez intercambiadas las primeras palabras le presenté a mi mujer que estaba sentada a mi lado. Se levantó y se dieron dos besos.
Al momento apareció su mujer Griselda y nos la presentó. Yo me quedé helado, pues era la mina más buena que había visto en años, también de unos 28 años como Nacho, rubia, pelo largo y un cuerpo que volaba la cabeza. Vestía una mini con vuelo, de esas que se usan para bailar y dan espectacularidad a los movimientos femeninos y una blusa ancha blanca que permitía adivinar perfectamente el contorno del sujetador también blanco y de encaje.
El caso es que las dos mujeres hicieron muy buenas migas y pese a que Silvia no sabía casi bailar, Griselda la arrastró a la pista de baile y le enseñó unos cuantos pasos de salsa. Silvia lo estaba pasando muy bien, mientras Nacho y yo tomábamos unas copas charlando sobre todo de cosas del trabajo. Al final acabamos los cuatro en la pista de baile moviéndonos al ritmo de la música.
Los movimientos de Griselda al bailar era lo más excitante que había visto nunca y la verdad es que me llegó a poner caliente, especialmente cuando al bailar su pollerita dejaba al descubierto su tanguita negra.
Al rato pusieron música lenta y bailamos una canción cada uno con su pareja y a la siguiente canción nos cambiamos de pareja. A mí se me puso la pija dura como una piedra, pero por otra parte intentando evitar que Griselda se diera cuenta. Además ella tampoco hizo ningún gesto ni movimiento provocativo conmigo. Aunque sí que me fijé en Nacho que se arrimaba demasiado a mi mujer, pero ella no hacía ningún gesto de desagrado ni por el contrario provocaba a Nacho. Al fin y al cabo tampoco éramos viejos conocidos.
Estábamos ya cansados de bailar cuando avisaron que iban a cerrar la discoteca. Nos levantamos los cuatro y nos fuimos a la puerta para despedirnos y marcharnos a casa, pero Silvia dijo que si les gustaria tomar la última copa en casa, ya que vivíamos cerca de allí. Les pareció buena idea y cada uno tomo su coche.
Les dijimos que nos siguieran hasta casa. Durante el corto trayecto que duró el viaje, noté como Silvia estaba excitada, pues me metía mano entre broma y broma. Me comentó lo lindos que eran tanto Griselda como Nacho y lo bueno que estaba Nacho. Yo pensé que cuando se marcharan de casa echaríamos el mejor polvo de los últimos meses pues los dos estábamos muy calientes.
Al llegar a casa, Silvia sirvió unas copas, que añadidas a las que habíamos tomado en la discoteca, nos ponía en un puntito muy peligroso. Estuvimos charlando un buen rato, y como siempre pasa, acabamos hablando de sexo y esto subió aún más la temperatura ambiental.
De pronto saltó Nacho entre risas y risas y preguntó si no teníamos alguna peli porno para ver. Le dije que había grabado una de la tele y la puse.
Empezamos a ver la película, que trataba de intercambios de parejas, entre comentarios divertidos y jocosos. Estábamos sentados en los sofás del salón a media luz.
Cada vez los comentarios iban siendo menos jocosos hasta que al final cesaron. El ambiente se había caldeado a tope y mirábamos la pantalla los cuatro con verdadero interés. Observé en un momento determinado como Nacho le estaba metiendo mano a Griselda en las tetas por encima de la blusa y que Silvia los estaba mirando. Al darse cuenta mi mujer que yo la miraba, me lanzó una mirada provocadora y se acercó a mí para que hiciera lo mismo que estaba haciendo Nacho. Así lo hice. Aquello estaba provocando un morbo ambiental increíble, morbo que crecería poco a poco.
Nacho y Griselda nos miraron y vieron que hacíamos lo mismo que ellos y se desencadenó la noche de sexo compartido más alucinante que recuerdo.
Griselda se lanzó desenfrenadamente sobre Nacho y le sacó la pija del pantalón para metérsela en la boca y chuparla con verdadero frenesí. Nosotros no dábamos crédito a lo que estábamos viendo, pero no decíamos nada porque al fin y al cabo nos gustaba mirar aquello. Tenía una pija tremenda. Silvia se quedó por un momento alucinada mirando el espectáculo mientras su mano sobaba mi bragueta, hasta que se decidió a hacer lo mismo que Griselda.
El espectáculo era impresionante. Mi mujer me daba una gran mamada sin ningún tipo de rubor ante aquella pareja que hacía lo mismo.
Mis ojos no podían separarse de la preciosa boca de Griselda viendo cómo le entraba y le salía aquella pija digna de museo. Nacho estaba extasiado mientras miraba como me la chupaba mi mujer a mí.
Al momento Griselda dejó de chuparle la pija y se recostó sobre el sofá que ocupaban poniendo la cabeza a pocos centímetros de nosotros mientras Nacho le levantaba la falda y apartándole un poco las bragas empezaba a lamerle el coño. Griselda nos miraba como pidiéndonos que les imitáramos, y supongo que por la excitación del momento y por los efectos de la bebida, así lo hicimos. Silvia se recostó para que le comiera el coño yo a ella de tal forma que mi boca pegada a su coño quedaba muy cerca de la cara de Griselda.
Al momento noté como una mano hurgaba en mi bragueta, abría la cremallera y apartando el calzoncillo agarraba mi pija y me estremecí, pues no podía ser la mano de mi mujer que no llegaba desde la posición en que se encontraba. Efectivamente era la mano de Griselda que me la cogía y meneaba con gran maestría. Nacho nos miró, sonrió y siguió trabajando el coño de su mujer.
La sensación era indescriptible cuando mi mujer se dio cuenta y se excitó muchísimo más.
De repente Nacho se levantó y metió su pija de nuevo en la garganta de Griselda aún recostada en el sofá y vi como su mano se acercaba a las tetas de mi mujer empezando a sobarlas. Silvia abrió los ojos de golpe, me miró y con aquella mirada me pedía que permitiera que Nacho siguiera tocándole las tetas. La verdad es que a mí me excitaba mucho aquella situación y no solo lo permití, sino que cambié de posición para que Nacho tuviera mejor acceso a Silvia. Yo estaba sorprendido de que me excitara tanto aquello que estaba pasando en aquel salón.
Mientras yo seguía lamiendo a mi mujer, Nacho tomó mi mano y la llevó a las tetas de Griselda y empecé a disfrutarlas. Estaban duras y los pezones tiesos. Ella se quitó la blusa y el sujetador quedando aquellos pechos al aire. Eran preciosos. Los sobé con pasión y a ella esto le excitaba mucho.
Yo no podía más y le quité el vestido a mi mujer para cojermela la volví a recostar en el sofá y le metí la pija de golpe dentro de su conchita. Estaba mojadísima. Mientras, Nacho había levantado a Griselda, la había desnudado también por completo, él se había sentado y ella se sentó encima metiéndose su pija hasta el fondo.
Estuvimos así unos minutos mientras la excitación rebasaba todos los límites. De pronto Griselda se levantó sacando la pija de Nacho de su concha. Se acercó a Silvia y le preguntó si le importaría que yo me la cojiera. Silvia quedó completamente alucinada, pues nunca había pasado nada parecido por su cabeza y estaba indecisa mientras yo aún tenía mi pija dentro de ella, pero pensó que si lo permitía, ella sería follada con toda seguridad por Nacho y consintió tímidamente.
Entonces se la saqué y me levanté. Griselda no me dio tiempo a reaccionar y se agachó metiéndose mi pija hasta la garganta. Cerré los ojos de placer mientras disfrutaba de aquella maravillosa mamada.
Sin darme casi cuenta, se tumbó en la alfombra y me pidió que la cojiera. Se la metí hasta el fondo. Yo la tenía dura como en la vida y empecé a meter y sacar mi pija a aquella rubia buenísima.
Había perdido de vista a mi mujer, pero levanté la mirada y la vi sentada sobre la gran pija de Nacho que estaba a punto de metérsela. Le costó un poco, pero al fin le entró toda hasta los huevos. Se revolvía de placer mientras me miraba como yo me cojia a Griselda. Tuvo varios orgasmos con la pija de Nacho dentro de ella, hasta que Nacho le dijo que estaba a punto de correrse y entonces hizo lo que más le gustaba. Se sacó la pija de la concha y se la empezó a chupar, metiéndosela casi hasta la garganta. Nacho suspiró profundamente y llenó de semen la boca de mi mujer. Yo estaba a punto de correrme también en tras la escena que acababa de ver, pero Griselda me pidió que la sacara y cambiáramos de postura.
Me acosté en la alfombra boca arriba y ella se sentó encima frente a mí y se volvió a meter la pija hasta el fondo. Mi sorpresa fue cuando Nacho se puso encima de ella y se la metió por el culo mientras yo la cojia por delante. Los dos a la vez. Griselda se volvía loca de gusto. Pedía que los dos se la metiéramos hasta el fondo aunque la partieramos al medio. Mi mujer estaba mirando aquella excitante escena mientras se limpiaba la boca de la leche de Nacho.
Griselda tuvo también varios orgasmos. Silvia se acercó y miró de cerca la doble penetración a Griselda y viendo como disfrutaba nos dijo que ella quería probar lo que era eso de ser cojida por dos hombres a la vez. Yo no creía lo que estaba oyendo de boca de mi mujer, pero sin esperar un momento, nacho se levantó sacando su pija del culo de Griselda, se sentó en el sofá, cogió a mi mujer y la sentó encima de él de cara a nosotros y empezó la maniobra de cojerla por el culo, cosa que le costó por el tamaño de su pija.
Mi mujer gritaba de placer y dolor. Al fin entró toda aquella pija en su culo. Cuando vi que ya estaba lleno de pija aquel agujero, dejé a Griselda, me levanté, me encaré a Silvia y se la metí por delante. Costó un poco porque nunca había tenido dos pijas dentro, pero una vez metida hasta el fondo, Silvia comenzó a moverse para que le entraran y salieran las dos pijas a la vez. Cuando iba a correrme, saqué mi pija y se la metí en la boca. Quería correrme como antes hizo Nacho, y así lo hice. Un chorro de leche llegó hasta la garganta de mi mujer mientras Nacho se corría dentro de su culo al mismo tiempo que se corría Silvia. El grado de placer fue indescriptible para todos. Griselda gemia mientras besaba en la boca a Silva para poder compartir los restos de mi leche en la boca de mi mujer.
Nos quedamos hechos polvo totalmente desnudos. Estuvimos hablando de lo que acabábamos de hacer y de lo que habíamos disfrutado. Al rato, y ya recuperados, Griselda nos propuso a Nacho y a mí una cosa que tenía ganas de probar.
Nos miramos expectantes. Quería tener dos pijas en su conchita. Lo tomamos como un juego. Silvia le decía que no podría con dos pijas a la vez por el mismo agujero, pero nosotros ya estabamos otra vez empalmados y mi mujer nos pidió que lo intentáramos, supongo que con ganas de saber el resultado para podérselo aplicar a ella.
Después de pensar en las posiciones a adoptar, yo me acosté en la alfombra boca arriba, Griselda se sentó de espaldas a mí y se metió mi pija hasta el fondo de su concha, entonces invitó a su marido a que se la metiera también. La sorpresa fue que le entraron las dos pijas a la vez sin problemas aunque costó un poco. Esa cojida fue increíble. Nos corrimos los dos a la vez dentro de Griselda y ella creía morir de placer. Mi mujer nos miraba asombrada, pero ella no quiso probar de momento. Amaneció. Quedamos en volvernos a ver. Ya quedaríamos Nacho y yo en el trabajo. Había que repetir aquella experiencia. Griselda le dijo a Silvia que juntos los cuatro probaríamos muchas cosas nuevas.
Daniel daniel_super69@yahoo.com.ar