Sábado en la disco
La noche te da sorpresas cuando menos te lo esperas. Aprovecha las ocasiones cuando se presentan.
Sábado en la disco.
Mi nombre es Gustavo y me gusta ir de vez en cuando a la disco, aunque tengo novia, lo mejor es ir sólo o acompañado de un cuate, porque uno nunca sabe que es lo que va a pescar. Bueno, es que a la noche disco que me agrada ir, es como muchas que habrá en México, que puede entrar cualquiera que tenga dinero para pagar y embriagarse tanto como quiera, no como en otros lugares donde te escogen por tu forma de vestir o si eres alto o bien parecido.
En fin, que ese día me bañe, me cambié y pasé por un amigo para ir a divertirnos; antes nos echamos unas cervezas en un bar, para entonarnos. A la entrada de la disco estaba realmente lleno, pero esto no molestaba tanto, porque te permitía ver a las niñas que llegaban a divertirse: Unas iban forradas en un pantalón de mezclilla que dejaba ver su tremendo culo, algunas otras con unas falditas que te provocaban una erección nomás de verlas. Aunque algunas iban con sus novios, ya se sabe que en éste lugar se va a presumir la nalguita y a agarrar lo que se puede y lo que no también.
Pues bien, aquel día decidí vestirme ligeramente, sólo con un pants, playera y tenis, pues no tenía la intención de exhibir nada, pues no soy muy galán, ni tengo un cuerpo atlético. Como lo dije anteriormente, pasamos a un bar, nos tomamos unas cervezas, cotorreamos a unas meseras y luego, a eso de la medianoche estábamos entrando. Para empezar, pedimos dos cubetas (seis cervezas bien frías con su dotación de hielo) y pues ya estábamos serviditos, fui a bailar a la tarima donde hay chicas y chavos bailando solos, me situé atrás de una chica que no tenía un cuerpo muy escultural, pero tenía unas nalgas duritas que pude sentir por la delgada tela del pants. Para medir el terreno y un poco por el estrago del alcohol, me importó poco y me saqué el miembro de la truza y quedando en contacto casi piel a piel con sus piernas primeramente que eran gruesas y de carnes firmes, pensé que se voltearía a darme una cachetada o al menos a mentarme la madre, o peor, que su novio o algún acompañante me echara bronca, pero por lo visto iba sola y que bueno, porque no estaba dispuesto a quitarme de ahí. Pues nada, la chica bailaba el reguetón como si estuviera poseída, y yo encantado por ello, porque cuando se agachaba enseñaba la tanguita a quienes estaban en la pista, pero además, tenía la oportunidad de pasarle mi pedazo por la espalda, de inmediato se me empezó a endurecer, y creo que la moña se dio cuenta, porque más se agachaba y se pegaba a mí embarrándose mi pene por todo el cuerpo y yo feliz, con una mano en mi cerveza y la otra rozándole las piernas.
Al bailar, ella movía las manos y en cierta ocasión, tal vez sin querer, me agarró el paquete, pero ni se inmutó, siguió bailando como si nada, bueno, pensé, quizá fue accidental, pero noooooo. Como a la tercera ocasión en que lo hizo, de plano me la agarró y estuvo bailando de pie, moviéndose despacito, aparentemente, viendo desde la pista, era normal su actitud, su mano derecha la tenía en la ataque de degenerado (yo), pero en realidad me estaba apretando el palo y acariciando la cabecita al darse cuenta que nada había entre su mano y mi miembro, mas que la telilla azul de mi pants. Así pasaron dos canciones y sus dedos me acariciaban la orillita del glande haciéndome cosquillas y esos levantotes de verga que, por lo que parecía, le encantaban, porque reseguía pasando las uñas por todo el miembro.
Me la soltó y le dije al oído si quería una cerveza, no me contestó y me la quitó de la mano y sin decir más se la empinó terminándosela. La invite a la mesa, pero me dijo que ahí estaba pasándosela mejor. Bueno, por mí no hay problema, pensé, si continúa haciendo lo mismo; como al principio, bailábamos pero esta vez me empecé a mover hacia arriba y abajo, haciendo que mi pene saltara y le diera pequeños golpecitos en su trasero, que movía como loca. Cuando sintió mi pene golpear y levantar un poquito su falda se quedó quieta, sin moverse, tal vez le sorprendió mi actitud, pero no sé si estaba ebria, o drogada (después me daría cuenta que ninguna de las dos cosas), pero le importaba poco que la vieran quienes estaban atrás de la tarima como se repegaba a mí sintiendo toda mi virilidad. Le susurré en el oído nuevamente que si quería una cerveza:
Pero si ya no tienes. Dijo señalando mi mano con el envase vacío.
En mi mesa hay dos cubetas (mi amigo había comprado más), si quieres vamos por una.
Está bien, aprovechando voy al baño
La niña se fue al baño meneando sus caderas y moviendo su faldita negra, provocando la mirada de muchos y mi amigo me pregunto en cuanto llegué a la mesa que cómo le había hecho para que esa diosa me hiciera caso, a lo que le contesté que mejor ni me preguntara, porque no sabía como pero ya se estaba cocinando. Cuando la muchacha se acercó a la mesa, la vi más buena de lo que la había notado en la tarima y entendí lo que me había preguntado mi cuate. Vinieron las presentaciones y hasta entonces supe su nombre:
Hola, como estás, me llamo Pamela
Yo soy Alejandro, dijo mi amigo poniéndose de pie, aunque un poco tambaleante por el alcohol.
Mi amiga estaba bailando, pero nos ha dado sed y vinimos por unas chelas, comenté, mientras mi amigo, entendiendo la situación apuraba su cerveza para irse.
Bueno, en un ratito regreso, voy a buscar a mi hermano que andaba por aquí, mucho gusto, y se fue.
¿Y con quien vienes Pamela?
Vine con una amiga, pero nos molestamos y se fue.
Pues ¿qué le hiciste?
Nada, encontró a un ex novio y se fueron a platicar a otra parte y a mi me dejaron como pendeja.
¡Que bueno! Porque si no, no te habría encontrado en la tarima.
¿Y tu solo vienes con Ale?
Claro que sí, para divertirnos no hace falta muchos. Al decir esto, me acerqué a ella rozando nuestras piernas, fue que quedamos más juntos y pudo ver mi erección que no me preocupé en ocultar.
Veo que te ha puesto muy alegre la cerveza, dijo, señalando con la mirada el bulto que se me había aparecido entre las piernas.
La cerveza no es tan excitante como sentirte bailar junto a mí, le dije al oído, mientras me agarraba el bulto.
Y se ve que es grande, me dijo poniendo su mano izquierda y arañándome la cabeza del miembro. La verdad es que fue un piropo, porque no tengo una herramienta de actor porno, 17 o 18 cm.
Sin pudor alguno me la empezó a acariciar mientras la abrazaba y le besaba el cuello, diciéndole que me encantaba lo que estaba haciendo y provocando con mi aliento que ella también se excitara tanto como yo. "Si eso te encanta, prepárate a sentir la mejor experiencia de tu vida" me dijo con una voz tan cachonda que sentía que la leche burbujeaba en mis huevos. Estábamos sentados en una sección en la que casi no da la luz y el mesero solo se acercaba cuando le hacíamos una seña, así que no hubo ningún problema para que deslizara lentamente mi mano desde su rodilla hasta la orillita de su tanga que, por lo que sentía, es de aquellas que son sólo un triangulito que cubre la parte delantera y un hilo entre los cachetes del culo. Al sentir el borde, mi verguita dio un respingo y más aún cuando, con mi dedo índice la hice a un lado para jugar con el dedo corazón y ¡Oh sorpresa! No tenía ni un solo pelito, era la panochita más depilada que había tocado en mi vida, y además de eso, bien mojada.
¡Qué mojada estás!
Es lo que provocas con esa lengua sobre mi cuello.
La piel de tus labios es tan suave como la de un bebé. Me refería a sus labios vaginales.
Y tu miembro es tan duro como un palo. Pero nos demoró poco la decencia.
Quisiera comerme este chocho que parece un helado derritiéndose con el calor, debe estar delicioso, se siente caliente y deseoso de ser chupado.
Déjame morderte un poco la verga, me gustaría hacerlo.
Aprovechando que nadie pasaba por ahí tiró unas monedas que recogía una a un, mientras mordisqueaba mi miembro erecto por encima del pants, pero era como si lo hiciera directamente, además que tenía un piercing en la lengua que me hacía cosquillas en el glande. Nadie se dio cuenta de lo que hizo, y cuando se incorporó me dijo:
¿Te gustaría sentir más? Agarrándome el paquete sobre el pants ensalivado.
Me muero por sentir ese aretito recorrer mi pene.
Me tomó de la mano y me llevó al baño de mujeres, entré rápidamente para evitar que me sorprendieran los guaruras y me sacaran del antro. Nos metimos a un baño y me senté en la taza, desesperada me bajó lo que llevaba puesto y se metió el pene a la boca sin miramientos, lo disfrutaba como un niño que se come una paleta, de arriba abajo, pasándome la lengua, el piercing de la base a la punta, provocándome convulsiones desesperadas. En ese momento, una chica abrió el sanitario sorprendiéndonos con mi pants y mi calzón abajo y Pamela de rodillas devorando mi hombría. La muchacha sólo se dio un paso atrás y dijo "Ups, perdón" y se metió al de junto. Y es que por la calentura se nos olvidó cerrar con seguro la puerta, pero Pamela seguía su labor, lamiendo su caramelo y masajeándome los huevos, esta situación me tenía a mil. Le pedí que parara, que yo sería ahora quien se comiera ese manjar.
Cambiamos de postura y ahora yo era quien la tenía con las piernas abiertas y la falda enrollada en la cintura, hice la tanga de lado y metí mi lengua hasta donde pude haciéndola gemir sin tapujos y escuchándose en todo el servicio. No paré de darle lengua a ese chochito tan rico y de vez en cuando a su anito rosa, que también se merecía ser mamado. Pamela se retorcía como culebra sentada en el water y me jalaba el cabello, pero yo estaba necio en chupársela hasta que se le secara, cosa imposible, porque por mi saliva y su excitación estaba bien mojada. Bufaba como toro de lidia y fue cuando abrí los ojos y me di cuenta que ¡teníamos una espectadora! Era la muchachita que antes había abierto la puerta y ahora estaba observando desde arriba, me imagino que se subió a la taza para poder ver la comida de panocha que le estaba dando a Pamela, pero no me corte y seguí con mi labor. La chica de al lado tenía cara de unos 13 años y veía la cara de Pam y habría los ojos como platos.
No puedo más, tengo que metértela, le dije a Pam.
Métemela ya, quiero sentirte dentro, dale gusto a tu perrita.
Con que te gustan las palabras fuertes, entonces te la voy a meter hasta que me ruegues que te la saque. Y puse mi cabeza en la entrada y abrí sus labios con mis dedos. Sólo te voy a meter la puntita, le dije.
No, méteme tu miembro, quiero que la metas ya.
No, solo la cabecita te va a entrar
No me hagas sufrir y ya entiérrala, me decía jalándome hacia ella.
Pues toma la verga si eso es lo que quieres, y se la metí hasta los huevos de un golpe, que, como ya estaba bien lubricada, no hubo que hacer mucho esfuerzo. Toma, toma, toma, le decía en cada embate.
Si papi, métele el pito a esto golfa hambrienta de verga.
Eres una viciosa, pero ya me voy a venir, no aprietes más tu chocha, que siento que exprimes mi pene y le vas a sacar el relleno.
Pues eso quiero, que te vengas y me dejes adentro esa leche que calenté en tus huevos mientras estábamos en la mesa.
Espera, quiero que te sientes sobre mí y ordeñes sin parar. La niña de al lado, al escuchar esto, se metió a su servicio y cuando tenía a Pamela bien ensartada y dándome la espalda volvió a asomarse, eso aumentaba mi morbo.
Así, así, siéntate en este miembro que le encanta meterse a tu cuevita.
Pamela ya no dijo más nada, sólo gemía como animal en celo, hasta que le avisé que me iba a venir:
Me vengo mi amor, me vengooooo. Ella se salió y me dijo:
Aquí, en mi boca, dame tu leche mi niño, quiero probarla. Se dispuso a mamarla y sacarme la leche con la boca, hasta que di un grito y le avisé:
Tómala, tómala, ya llegué, me vengo mi vida. Y la niña abría los ojos cada vez más grandes.
Sí, que rica es
Y se tragó toda la leche que pudo salirme esa noche, me limpió la verga con la lengua, se pasó un kleenex por la panochita para limpiarse su humedad, me limpió también los rastros de su saliva, medio nos arreglamos y con toda discreción salimos del baño.
Regresamos a la mesa, llamó al mesero y le pidió su lapicero; en una servilleta me anotó su teléfono y me pidió que la llamara al día siguiente. Yo no me lo creía y sólo atiné a decirle: gracias. Se llevó una cerveza y la seguí con la mirada. Se detuvo junto a la tarima y bebió apresuradamente la chela. La seguí, le dije al oído que me encantó lo del baño. Apresuró la bebida y me dijo: espero tu llamada. Me ofrecí a llevarla pero me despreció. Mi amigo no me creía lo que le platicaba y yo no me esforcé por convencerlo, total, el gusto es sólo mío.
Al día siguiente marqué el número que me había dado con la esperanza de volvernos a encontrar, y el número simplemente no existía, no había sido asignado. Volví el sábado siguiente con la esperanza de volverla a ver, pero hasta ahora no la he localizado y de eso ya pasó un año. Pamela, si algún día lees este relato, quiero decirte que te estaré esperando siempre.
Saludos. Gustavo.