Sábado de sexo furtivo

Una pareja de veinteañeros pasan el fin de semana con su “amiga con derecho a roce”.

Lo que voy a contar sucedió después de lo que conté en otro relato mío que tengo colgado (el de “Borrachera con mi novia y nuestra amiga”). Dejo un enlace por si no habéis leído el anterior, y si no, ahora hago un resumen.

El enlace:

https://www.todorelatos.com/relato/170497/

El resumen:

Mi novia María, su amiga Sofía y yo bebimos bastante, y acabamos haciendo un trío y luego estuve por separado con cada una de las dos.

Después de explicar un poco la situación inicial, os contaré lo que sucedió dos o tres semanas después.

Volvimos a quedar otro fin de semana juntos los tres en mi casa. No había ningún aviso de que fuera a haber ningún tipo de fiesta, ni había bebida ni nada, todo en principio se planteaba tranquilo y normal.

Era el final de la mañana del sábado. Mi novia María se había puesto a hacer la comida (no recuerdo cual, pero una bastante elaborada) mientras que Sofía se puso en mi cuarto a jugar a un videojuego en mi ordenador, y yo me quedé con ella, sentado en la cama detrás.

-          Oye Sofía – empecé a decirle yo- si no me dejas jugar contigo y María tampoco me deja ayudarla a cocinar ¿qué voy a hacer este rato?

Sofía me daba la espalda, sentada frente al escritorio donde estaba el ordenador.

-          A mí qué me cuentas – rió Sofía con descaro.

-          Es mi habitación, mi silla, mi ordenador… - fui recitando yo.

-          Hazme un masaje – pidió ella.

En otras circunstancias me lo habría tomado mal, pero el contacto me parecía bien… Así que no protesté,  y me puse detrás de ella. Empecé a hacerle un masaje en el cuello y en los hombros. Sofía se fue relajando, y poco a poco fue prestando menos atención al videojuego y más a mis atenciones. Le besé en el cuello, aprovechando para deslizar mis manos dentro de su camiseta por debajo.

-          ¿Dónde vas? – preguntó ella con una risita.

-          ¿Dónde quieres que vaya? – contesté yo.

No contestó al momento, sino que unos segundos después, se levantó la camiseta y se sacó las tetas del sujetador. Estando aun detrás de ella, enseguida deslicé las manos por ella hasta llegar a aquellas tetazas tan dignas de adoración, que ya me esperaban con los pezones erizados.

-          Me sabe mal hacerlo a espaldas de María – susurró Sofía.

-          Y eso me lo dice la que se acaba de sacar las tetas – reí en voz baja yo, abrazándola desde atrás, pegando me mejilla a la suya.

Como respuesta, giró la cabeza y me besó. Nos quedamos jugando con nuestros labios y lenguas mientras yo acariciaba sus pechos. Al poco se levantó de la silla, desabrochándose los pantalones y sentándose en el escritorio. Junto con sus manos sus pechos y me dijo “cómetelas”.

Yo no lo dudé y me lancé: Besaba una y otra teta, por todos sus lados, me entretenía con el pezón, cambiaba a la otra, juntaba ambas y tenía ambos pezones a la vez en la boca… Aquellos pechos daban para mucho. Mientras tanto, Sofía se había metido una mano en las bragas, tocándose.

Ya lo conté en el anterior relato, pero a Sofía le encanta que le presten atención a las tetas, y normalmente quiere llegar al orgasmo mientras le prestan atenciones ahí. Yo sabía ya todo eso, así que me entregué a mi disfrute y al suyo, comiéndole las tetas como si no hubiera mañana.

Sofía mordió el labio, evitando gemir en voz alta, mientras iba llegando al orgasmo, apretándome entre sus piernas mientras yo lamía sus pezones.

Cuando Sofía terminó, enseguida se dejó de escuchar el sonido de los fogones en la cocina. Debía quedar poco para la comida, pero María aun sonaba ocupada. Sofía se bajó del escritorio y se puso la ropa bien, para luego sentarse en la silla y colocarse delante de mí, que aun estaba de pie. Me bajó un poco los pantalones, revelando mi pene bien erecto. Recuerdo perfectamente cada instante de los siguientes segundos: Tomó mi polla con la mano, mirándome. Deslizó la mano un par de veces adelante y atrás… Y sin dejar de mirarme a los ojos, abrió la boca y acercó su boca por el lateral del pene. Besó mi pene despacio, primero con los labios y luego con los labios y la lengua, recorriéndolo lentamente… Me sonrió, se levantó, y me besó en los labios mientras me guardaba ella misma el pene.

-          Me voy a la cocina – rió, saliendo de la habitación.

Quisiera haberla detenido, pero en aquel momento estaba tan en shock por lo que acababa de suceder que ni me moví. No podía dejar de recordar lo que había pasado, con mis ganas de que fuera a más. Fui a la cocina, donde María ya había casi terminado de hacer la comida, y Sofía empezó a ayudarla. Si tenía alguna esperanza de que se pudiera seguir con algo sexual, murió cuando vi a Sofía coger los platos e irlos sacando a la mesa. La seguí al comedor, y en cuanto me vio acercarme, me habló:

-          Ya comentaremos cosas tú y yo más adelante – dijo Sofía.

No sé qué cara debí poner, porque se me acercó más y empezó a besarme con ganas. Mientras estábamos en ello, apareció mi novia María sacando más cosas al comedor.

-          Vaya, sí que os veo ocupados – rió María.

Sofía me soltó y fue hacia María, cogiéndole las cosas que llevaba y luego dándomelas a mí, volviendo a girarse de nuevo hacia María, tomándola por la cintura y dándole un generoso beso.

-          Para ti también hay si quieres – le dijo Sofía.

María se quedó algo confundida y sonriente.

-          Siento que me pierdo algo  pero no me voy a quejar – rió María.

Aquí es cuando la realidad ataca de nuevo, y es que entonces simplemente nos pusimos a comer. Al margen del sexo, María se había esforzado mucho en hacer la comida, y no queríamos que se enfriase ni estropease. Aun así, os diré que ni recuerdo lo que era ni si estaba bueno, yo estaba pensando en otras cosas.

Después de comer nos fuimos al salón a ver una película. Aprovechamos que uno de los sofás era bastante grande y nos pusimos los tres en el mismo, tapados con una manta. No recuerdo para nada qué película era, pero sí que pasado un rato me incliné sobre Sofía, apoyándome en su hombro, y María hizo lo mismo conmigo. Fue pasando el tiempo y Sofía se fue sentando cada vez menos recta y más tumbada, por lo que terminé apoyado en su pecho en vez de en su hombro. La teta de Sofía la verdad es que era una estupenda almohada.

Mientras tanto, María empezó a tocarme la entrepierna por debajo de la manta, abriéndome los pantalones pronto, pajeándome despacio. Así estuvimos un buen rato, ella tocándome a un ritmo suficiente como para mantenerme muy excitado pero no tanto como para acercarme al orgasmo.

Un rato después, sin decir nada, Sofía se levantó la camiseta del pijama y se sacó el pecho en el que me había estado apoyado del sujetador. No hacía frío, pero el pezón estaba ya muy erizado. Apoyé mi cabeza como había estado haciendo antes, usándola de almohada, solo que esta vez mis labios y mi lengua acababan justo en su pezón. Sin prisa, sin pausa, haciéndome el distraído, iba repasándole el pezón, mientras sentía como me pajeaba María.

Al poco María metió la cabeza bajo la manta, apoyando la cabeza en mi estómago, pero dejando caer su boca sobre mi pene. Empezó a mamármela también despacio, relajada, salvo que se la metía hasta el fondo, moviendo su lengua entonces… Aunque fuera despacio, aquello se sentía demasiado bien…

Sofía me susurró, con una media sonrisa:

-          ¿Qué tal te la come?

Levanté la cabeza para mirarla, dejando su pecho.

-          Bufff… - me reí un poco.

Ella bajó la cabeza y empezó a besarme en los labios muy sugerentemente… Enseguida me vino a la cabeza lo que había pasado con ella antes de comer, y abrí los ojos, y al hacerlo, vi en su mirada que sabía lo que había pensado.

-          No voy a comértela – susurró con una sonrisa, lamiéndome el labio luego.

-          Qué mala eres a ratos… - me quejé, pero sin dejar de disfrutarla.

Nos seguimos besando mientras María me la chupaba, yo mientras también disfrutaba las tetas de Sofía. Seguimos así un rato, hasta que Sofía sintió que yo estaba cerca del orgasmo y me susurró:

-          Bésame fuerte cuando llegues.

Estaba a punto de llegar de hecho, así que me aferré fuerte a Sofía, besándola, mientras María se apretaba contra mí, engullendo mi pene entero, yo bombeando en su boca mientras ella se lo tragaba todo.

María salió de debajo de la manta como si nada, abrazándose a mí. Sofía se colocó la teta dentro del sujetador y se bajó la camiseta, dejándome volver a apoyar la cabeza en su pecho, y acabamos de ver la película como si nada hubiese sucedido.

Al terminar, Sofía y María se levantaron y dijeron que iban ponerse cómodas en pijama, pero que iban a ducharse antes. Me quedé yo mientras recogiendo el salón, el comedor y la cocina.

Después de recogerlo todo, me puse el pijama también y luego fui a buscarlas, pero no las encontré. Escuchaba agua en la ducha, así que supuse que estarían las dos en el baño, una duchándose y la otra secándose o similar. Sin embargo, cuando abrí, no había nadie fuera de la ducha, sino que estaban las dos dentro. La mampara de la ducha era poco transparente, dejando ver apenas las siluetas. De todos modos, bastaba eso para saber lo que ocurría: Ambas estaban muy juntas, tocándose entre las piernas mutuamente.

Se escuchó a María hablar:

-          Cómo te gusta mi novio, guarrilla…

-          Y cómo te gusto yo – contestó Sofía.

-          Sí, tú mucho – respondió María.

Después de decir eso, María se arrodilló delante de Sofía, que apoyó una pierna en el borde para dejarle espacio a María para que se lo comiera.

Yo no dije nada, pero tampoco me oculté, quedándome sentado encima del váter. Dentro de la ducha, Sofía sujetaba la cabeza de María contra ella, dirigiendo sus movimientos, usándola para llegar al orgasmo. Después de eso, mi novia María salió de la ducha, sorprendiéndose al verme.

-          Uy, no te esperaba… - dijo, envolviéndose en mi albornoz.

-          Por ahí hay alguien que se ha dado un banquete con los ojos… - apuntó desde dentro de la ducha Sofía, que seguía dentro.

Me levanté del váter y me acerqué a María, besándola y frotando su albornoz para secarla mientras la abrazaba. Los besos, que habían empezado como piquitos, empezaron a ganar intensidad. Acabó María acorralada entre la pila y yo, así que se subió sentada sobre la pila, separando las piernas y, con un abrazo, colocándome entre ellas. El albornoz que llevaba María, como era el mío, le venía bastante grande, así que lo pudo usar ella para envolverme a mí en parte también con él, quedando yo entre sus muslos y su torso desnudo.

Miré hacia la ducha, donde Sofía parecía estar enjabonándose el pelo todavía. Mientras miraba, María empezó a tocarme la entrepierna, notando mi erección.

-          Quiero ver como te follas a Sofía – me susurró María, sacándome el pene del pijama.

-          Yo encantado, pero no solo depende de mí… - contesté yo.

Ella se colocó algo más al borde de la pila, usando su mano para dirigir mi polla a que la penetrase.

-          Eso son chorradas, sólo tenéis que hacerlo, pero delante de mí… - insistió María, besándome entre palabras– es sencillo, sale de la ducha y zas, la enganchas, como a mí…

De pronto intervino Sofía, hablando desde la ducha:

-          María, que da igual cuanto maquines, no voy a comérsela – rió Sofía.

-          ¡No le estoy diciendo nada de que se la comas, lista! – contestó haciéndose la ofendida María.

María me miró, ligeramente culpable, con sus manos en mi espalda, moviéndome contra ella adelante y atrás.

-          Es que… - empezó a decirme – a ella la quiero convencer para que te la coma y te corras en su boca, quiero verlo.

-          Ahora sí acaba de decírmelo – dije yo en voz alta hacia Sofía.

-          Pues eso… - contestó Sofía desde dentro de la ducha.

María me miró teatralmente con la boca abierta.

-          ¿Pero cómo eres tan traidor teniéndome así? – me dijo, moviéndose ella misma también.

Seguimos follando María y yo, aunque más despacio y discreto cuando Sofía salió de la ducha. Tapados con el albornoz, no se debía ver nada más allá de que estábamos abrazados. Sofía se secó un poco y luego se acercó a nosotros, dándonos un generoso beso en los labios a cada uno.

-          A mí no me metáis en vuestras maquinaciones, yo ya voy servida – dijo, saliendo del baño.

La dejamos irse y nos quedamos los dos en el baño. Dejamos a un lado el albornoz y seguimos follando, esta vez yo tocándola por fuera también, esperándonos mutuamente hasta corrernos juntos a la vez.

Aquel fin de semana es verdad que Sofía cumplió con lo dicho, lo de que “iba servida”, y ya no hubo nada más, sino que nos dedicamos a charlar, ver series, jugar…

De todos modos, los tres sabíamos que iba a haber bastantes más fines de semana como aquel. Además, las cosas irían evolucionando más y tomando caminos imprevistos… Pero eso es otra historia que ya os contaré más adelante si veo que os interesa.