Ruth II
Una hermosa aldeana, el hijo del señor
Segunda parte
- Brindo por mi hija y su esposo- dijo Tomas el herrero, levantando una copa de vino- que sean muy felices y me den nietos muy pronto
El resto de los presentes compartió su brindis pero varios de los presentes intercambiaron miradas de ironía.
- Hay que ver de quien será el primero- comentaron- si del campesino o del señor.
Ruth estaba en el centro de la mesa, al lado del hombre al que ya le había dado el sí. Se veía muy linda con su traje de novia blanco nácar y su cabello trenzado. A su lado Mario apenas había abierto la boca durante la ceremonia. Se palpaba la tensión en el ambiente, y el joven, aunque estaba resignado a lo que había de suceder, se sentía humillado. Ruth no podía hacer nada para aliviar su malestar, porque ella misma estaba tan asustada que temía decir un disparate si abría la boca. Sentía todas las miradas encima de ella. Cuando llego la hora del baile danzo con su padre, y luego con su esposo, que no se digno a mirarla a los ojos. Tomo una copa de vino, converso con sus amigas, trato de aparentar que todo era normal, y solo logro ponerse más nerviosa.
Estaba cayendo la noche cuando el escudero de Lord Ricardo llego, acompañado de dos sirvientas del castillo, que se encargarían de escoltar a Ruth y ayudarla a prepararse.
Ante el incomodo momento todos los invitados se dispersaron, dando por terminada la fiesta.
La joven solo tuvo tiempo de abrazar a su padre. No intento hablar nada con Mario porque sabía que eso solo ayudaría a acrecentar el malestar del muchacho y el de ella misma.
No había vuelto a ver a Ricardo desde aquel día en el bosque. El no había intentado buscarla, y ella no había tratado de encontrarlo tampoco. Se había convencido a si misma que lo que había pasado había sido un tirón de la carne, que no había amor ni tenía nada que ver con él.
Será esta noche solamente- se repetía- mañana será otro día y dentro de poco todo estará olvidado. Hare mi vida al lado de Mario, tendré hijos y seré feliz, y mi pobre padre tendrá motivos para estar contento.
Sumida en sus cavilaciones no había tomado en cuenta todo lo que había caminado, y cuando levanto la cabeza ya habían llegado al castillo. La simple visión del mismo la estremeció.
Las criadas la guiaron hasta la torre del homenaje, subieron las escaleras y recorrieron un ancho pasillo hasta llegar a una habitación. Dentro había una lujosa cama de dosel un espejo bastante grande, una tina llena de agua y algunos otros muebles.
- Desnúdate por favor- le dijo una de las criadas
- ¿Por qué?- pregunto Ruth
- Debemos lavarte, orden del amo-
Ruth estaba demasiado avergonzada para discutir, así que hizo lo que le decían. Se quito el traje de novia, su ropa interior y se metió en la tina.
El agua tibia fue una bendición para sus alterados nervios, las dos mujeres la lavaron a conciencia, luego le untaron algunas esencias y le vistieron con un delicioso camisón blanco. Minutos después entraron dos criados y retiraron la tina.
- Espera aquí- le dijeron, y la dejaron sola.
Ruth se paseo por la lujosa habitación, en otra ocasión probablemente hubiera apreciado todas las cosas bonitas que había allí.
Ricardo llegaría en cualquier momento y nada podría hacer para evitar que él le hiciera lo que se proponía. Miro por la ventana con la loca idea de escapar. Imposible. Estaba en lo más alto de la torre. Cualquier intento tonto y terminaría con el cuello roto.
Completamente aterrada se recostó en la cama, tratando de descansar del agotamiento del día, cuando la puerta se abrió.
- Vaya- dijo Ricardo cuando la vio- pero si mi bella aldeana ya esta esperándome en la cama. A ti sí que no te gusta perder el tiempo querida.
Ruth se levanto de un salto.
- No, no- dijo el – quédate si estas a gusto. Enseguida iré a hacerte compañía.
Había traído vino y dos copas, las lleno y le tendió una a la chica.
- Ten querida, es el mejor vino del monasterio. Te ayudara a relajarte. Me imagino que tu día no ha sido fácil-
- No- dijo ella con voz tenue- no lo ha sido
Tomo la copa que él le ofrecía y realmente agradeció aquel vino, que la reconforto al primer sorbo. Luego camino nuevamente hacia la ventana, tratando de alejarse. Mientras ella caminaba por la habitación el pudo apreciar su hermoso cuerpo a que se transparentaba a través de la tela del camisón. Ruth se asomo a la ventana mientras bebía pequeños sorbos de su copa. Ricardo se coloco tras de ella y paso la yema de sus dedos, suavemente, por la parte de atrás de su cuello.
- Me extrañaste Ruth- pregunto
Ella no contesto.
- Respóndeme- ordeno el imperiosamente
Ella no podía hablar.
El deslizo los brazos por encima de los hombros de ella, agarro las solapas del camisón y lo rasgo de arriba abajo. Ella se estremeció cuando el soltó el camisón, que cayó al suelo, dejándola completamente desnuda. Ricardo comenzó a tocarla. Primero acaricio sus senos, luego sus nalgas, sus caderas.
- Quiero que me respondas Ruth, quiero que me digas que si no has estado desesperada por esto desde aquel día en el bosque- le susurro al oído.
Ruth gimió.
- Me conformare con eso por ahora- dijo Ricardo
Ricardo la llevo a la cama, paso su brazo por debajo del cuello de ella y la beso, mientras iba acariciando con delicadeza su cuerpo. Cuando llego a sus muslos trato de que ella separara las piernas, la chica puso un poco de resistencia, pero él la besó con más profundidad e insistió, y ella se dejo convencer. Llevo su mano hacia el húmedo sexo de la chica, que recibió la caricia con un gemido de placer mientras sentía un cálido fluido manando de su interior.
- Deliciosa - murmuro el
Ruth se estremecía y cuando él se hecho sobre ella y la penetro. Ella grito y él se quedo inmóvil dentro de ella por unos segundos, luego comenzó a moverse, lentamente, disfrutando del placer que aquella chica le estaba proporcionando. El dolor dio paso a sensaciones que ella nunca había sentido. El beso su frente, sus labios, sus ojos, y cuando ella volvió a gritar fue de placer, de la alegría del descubrimiento.
Ricardo le hizo el amor toda la noche, despacio, haciéndola gozar como le había prometido. Cuando llego al orgasmo ella lo alcanzo junto con él, y él entonces se cuenta que no recordaba haber disfrutado tanto de otra mujer.
Luego ella se quedo dormida sobre él, pensando que él había tenido toda la razón y que después de todo el le había hecho un favor.
Fue una noche deliciosa para los dos.
Ruth se despertó cuando hacía rato había amanecido, pensó que la había despertado la claridad del día, pero luego se dio cuenta que alguien estaba tocando la puerta suavemente. Sin saber que hacer se levanto de la cama, se puso los restos del camisón, y abrió un poco la puerta
- Si –
Era Aspania, sirvienta y gobernanta del castillo. Era muy respetada por todos porque además de haber sido sierva de la familia desde niña, había sido la nodriza de Ricardo, y se había hecho cargo de su crianza cuando la esposa de Don Félix murió.
- Vamos muchacha, tienes que irte ya- le dijo a Ruth- te traje estos vestidos que pienso que te queden, el traje que tenias ayer puedes dejarlo aquí, hare que te lo hagan llegar a tu casa.
Ricardo, que se despertó con las voces, le grito desde la cama:
- Vamos mujer, que haces aquí. Porque vienes a interrumpir.
Ella lo miro sin ofenderse, acostumbrada a sus bromas.
- Vine a buscar a la chica, espero que el joven se haya satisfecho con ella. Sin embargo ya es hora de que se marche, las faenas del campo comenzaron hace horas y ella tendrá mucho que hacer. Además tiene un esposo que la espera en su casa-
Luego, dirigiéndose a Ruth agrego:
- Vístete muchacha, te estaré esperando-
Dicho esto, salió de la habitación, dejándolos solos.
Fue un momento muy incomodo para ambos. Ruth comenzó a vestirse sin atreverse a levantar la vista.
Ricardo si la miraba mientras se vestía, preguntándose porque ella no querría mirarlo. Pero cuando ella levanto la vista, y el vio sus ojos verdes y recordó la noche anterior, y todo lo que había pasado, y luego se la imagino en los brazos de aquel insípido muchacho con quien se había casado y luego escucho su voz despidiéndose, lo invadió un malestar tan grande que no entendía de donde venia. Solo reacciono cuando ella salió y cerró la puerta tras sí. Solo entonces se dio cuenta. Se puso la camisa como quiera, se cubrió como pudo y corrió tras ella. La alcanzo cuando llegaba a las escaleras.
- ¡Ruth! ¡Ruth!- grito.
Ella se volvió sorprendida, el se acerco y le dijo con tono de suplica:
- Ruth, no te vayas. Quiero que te quedes conmigo-