Ruth

Una hermosa aldeana, el hijo del señor

En una aldea X, a mediados del siglo XV vivía la hermosa Ruth, una bella aldeana de 18 años. El día que comienza nuestra historia nuestra bella chica estaba pronta a contraer matrimonio con Mario, su novio de toda la vida.

Los jóvenes habían comenzado su romance cuando ambos contaban con quince años, Mario era un muchacho sencillo, trabajador y respetuoso, de quien se veía a leguas que sería un buen padre y esposo.

Por otro lado, Ruth era una chica de belleza impresionante y si no hubiese sido por sus pobres vestiduras hubiese pasado por una princesa. Tenía el cabello castaño y rizado, ojos verdes nariz recta y labios carnosos, era dueña de unos hermosos senos y un cuerpo bien formado que parecía que iba a romper sus vestidos. Era huérfana desde pequeña, y su padre estaba muy contento con su próximo matrimonio, que lo libraría de la responsabilidad de cuidar de ella.

La aldea estaba conformada por unos 100 habitantes, las casitas se alienaban a lo largo del camino y estaban rodeadas de pequeños jardines donde los propietarios plantaban algunas hortalizas.

Cerca de allí se veían los campos de trigo que los aldeanos cultivaban de sol a sol, de aquí sacaban lo necesario para ellos y su familia y la contribución obligatoria a su señor.

A pesar de que la vida era dura no estaba del todo mal, su señor era duro y exigente, no los trataba como su igual, pero no era malo con ellos, y era justo.

Ese día Ruth y sus amigas habían ido al rio a lavar la ropa blanca del castillo, luego de trabajar un buen rato habían terminado desnudándose y lazándose al rio.

-          Vaya querida- le dijo Beth a Ruth parándose frente a ella- en par de días habrás perdido algo que no se recupera jamás.

Las demás se rieron con malicia mientras Ruth se ponía colorada. Beth sonrió.

-          Pero si te han engañando diciéndote horrores no lo creas, es peor si estas nerviosa pero si te prestas, nada-

Al ver que Ruth no contestaba, otra chica llamada Rebeca, quien había contraído matrimonio poco antes salió a su defensa.

-          Vamos Beth, no ves que la pobre todavía está fresca todavía, ya nos contara todo en este mismo lugar, y se reirá de sus temores dentro de unos meses-

Beth asintió con la cabeza sonriendo y miro a Ruth.

-          Quien iba decir que la bella Ruth terminaría casándose tan pronto. Recuerdo cuando era niña, era la más rebelde de todas nosotras. Decía que no se casaría nunca, que se cortaría el cabello y se uniría al ejercito del rey –

Todas las chicas sonrieron con nostalgia. De las cinco dos ya eran esposas, y las otras tres no tardarían en serlo. Lejos habían quedados los tiempos en que eran libres, y podían huir del cuidado de las madres e irse a jugar y nadar al rio.

-         Bueno chicas- dijo Ruth con la voz cargada de rencor- todas sabíamos que esto iba pasar, lo sueños de niña sueños eran. Todas fuimos educadas sabiendo que nuestra Obligación era casarnos, y darle a nuestro esposo hijos sanos y preferiblemente varones.

En ese momento un chico enclenque se acercaba corriendo desde la aldea hasta donde ellas estaban.

-          Hey, don Félix nos convoca a todos en el castillo con urgencia-

¨Que  ocurre- quisieron saber las chicas.

-          Su hijo, don Ricardo, ha regresado-

Don Feliz había sido llamado hacia cinco años al ejército por el  rey, muy viejo ya para ser un militar activo, le había enviado a su primogénito y único hijo varón, que tenia a la sazón 20 años. El viejo  había tenido durante esos años de que sentirse orgulloso. Su joven hijo demostró ser un guerrero formidable. Ascendió rápidamente en el ejército del rey .Ricardo era un joven bien plantado, alto y atlético de cabellos castaños y ojos muy negros. Regresaba a casa después de cinco años y muchas batallas ganadas. Con un nombre que era conocido en todo el reino, con la inmensa propiedad de su padre que pronto heredaría, y con otro feudo un título de conde otorgado por el mismo rey, quien lo quería apreciaba en sobremanera y de quien se decía que incluso lo prefería sobre sus inútiles hijos.

Tenía todo lo que podía desear, había poseído a las hembras más hermosas de la cristiandad, desde taberneras hasta doncellas de alcurnia, algunas voluntarias, otras a la fuerza. Ahora regresaba a hacerse cargo de lo que era suyo, y a buscar una buena esposa que le diera hijos.

Don Feliz espero a que todos sus vasallos estuvieran reunidos, y luego se dirigió a ellos.

-          Como todos saben, mi hijo, que es mi orgullo, estuvo ausente durante cinco años,. Hoy es un día de gran regocijo, porque ha regresado. He decidido decretar tres días de fiesta en su honor. Quedan exentos de cualquier trabajo que no sea ayudar en los preparativos de la fiesta y divertirse –

Hubo gritos de júbilo entre los aldeanos, que no estaban acostumbrados a tales liberalidades. Después de agradecer a su señor se retiraron y comenzaron los preparativos para esos tres días de francachela.

Nuestras cinco chicas, liberadas de sus trabajos, se fueron de paseo al olivar. Se reían en voz alta, haciendo chistes.

Ruth se subió a la rama de uno de los olivares y se acomodo allí.

-          Que delicia no tener nada que hacer, no recuerdo desde cuando no teníamos una fiesta así-

-          Así es chica- dejo Anna- Para variar esto es magnifico

Siguieron conversando, sin percatarse de que  tres hombres montados a caballos se acercaban al olivar. Los tres eran jóvenes y bien parecidos y no tendrían más de 30 años.

Cuando tuvieron a las chicas a la vista dijeron en tono burlón

-          Vaya, pero que hermosas olivas se cultivan en las tierras de Don Félix-

Ellas se sintieron cohibidas ante la descarada mirada de los tres hombres, Ruth fue la primera en reponerse, les respondió con aplomo.

-          Pues sí, las tierras de don Félix son muy fértiles y todos los cultivos son excelente calidad. Quien es el que lo dice-

-          Vaya- dijo el más guapo de los tres-  don Félix tiene muy buenas tierras, pero no ha sabido educar a sus aldeanas, tienen la boca demasiado grande. Para tu información, somos los mejores amigos de Lord Ricardo, hemos regresado de la guerra con él y nos invito a recorres sus tierras, y mi nombre es Henry, Lord Henry.

-          Discúlpela señor, la chica esta pronta a casarse y está un poco nerviosa- dijo Beth con coquetería, haciendo que Ruth enrojeciera de rabia.

-          No digas tonterías Ruth, sabes bien que…

-          Vaya – dijo Don Henry- así que la florecita esta próxima a ser desposada. Acabáramos. Ya lo sabe Don Félix, me imagino que le encantara ejercer su derecho de pernada sobre tal hermosura-

-          Mi padre aun no le dice que me caso, y para su información señor, Don Félix no ejerce derecho de pernada - dijo Ruth- dice que ya el está viejo para eso y que prefiere que sean los novios los que hagan feliz a su desposada. Por suerte ha tomado esa actitud respecto a ese aberrante derecho

-          O sea que no te parece que amo ejerza derecho de pernada sobre sus aldeanas, te parece, como es que dijiste…, si, una aberración-

-          Pues si- respondió Ruth con altivez- es lo que me parece. Dios hizo el matrimonio el esposo y la esposa, y no me parece que tenga que venir otra persona a tomar a la fuerza lo que no le corresponde-

-          Ahh, y si tu amo quisiera esta noche ejercer su derecho de pernada sobre ti, que pasaría-

-          Puedes estar seguro que no lo lograría- escupió Ruth con fiereza

-          Pero vaya con la aldeana, si tiene una lengua que pica- repuso Lord Henry divertido- pero ten cuidado, las chicas con la boca tan grande no suele irles muy bien. Vamos chicos

Los tres hombres giraron sus caballos  para marcharse. Lord Henry se volvió hacia Ruth y le dijo:

-          Nos volveremos a ver preciosa, y veremos en esa ocasión si de verdad eres tan valiente-

Dicho esto puso su caballo a galope y partió.

-          Vaya Ruth- dijo Rebeca- me parece que no deberías haberle hablado de esa manera, puedes tener problemas chica sabes-

-          Bahh- fue la respuesta de Ruth – eso tres probablemente son escuderos que ni siquiera le han visto bien la cara a Lord Ricardo. No hay que preocuparse por eso.

Poco rato después Ruth regreso a su casa. Cuando su padre la vio le dijo:

-          Pero Ruth, te parece que estas son horas de aparecer. Más aun sabiendo que esta noche tenemos que ir al castillo a anunciar tu matrimonio a Don Félix. Nada olvídalo. Arréglate lo más rápido posible por favor.

Ruth miro salir a su viejo padre y sonrió. La había criado solo y había sido muy bueno con ella. Ahora que pronto se casaría tendría que tratar que el pobre viejo no se sintiera abandonado. Ruth entro al pequeño espacio que en la cabaña le servía de habitación, de un baúl saco su único vestido de fiestas, que era el mismo que se ponía los domingos. Se vistio y se arreglo el cabello lo mejor posible. No pudo ver qué aspecto tenia porque no contaba con un espejo, pero sabía que se arreglara como fuera, era una chica bella.

Ella y su padre su pusieron de camino al castillo. Habían muchas personas, estaba allí la mayor parte de aldea, hombres mujeres, anciano, niños. También  estaban los criados del castillo y muchos de los amigos de Lord Ricardo. Ruth busco con la mirada los tres que había conocido esa mañana, pero no los vio por ninguna parte.

El padre solicito ser recibido por don Félix, si hubiera sido otro no hubiera sido recibido aquel día de fiesta, pero el hombre era el mejor herrero del feudo y don Félix lo conocía desde que eran jóvenes, así que Ruth y su padre fueron recibidos.

Entraron a la sala  e hicieron  antes el amo los saludos de rigor.

-          Vaya mi viejo servidor, que puedo hacer por ti-

-          Señor, he traído ante usted a mi única hija, hija de mi difunta esposa Filomena, tiene ya 18 años y esa prometida para matrimonio con el joven Mario. Es una excelente lavandera e hilandera, y esta lista para casarse y darle hijos a su esposo y servidores a usted-

Vaya- dijo Don Félix- me parece muy bien. Tu hija es muy linda y me alegro mucho que ya esté lista para contraer matrimonio-

-          Así es mi señor, vengo a pedir su autorización para su matrimonio y a solicitarte que fije mi contribución hacia usted –

En ese momento Ruth sintió pasos, levanto la vista y vio entrar en la sala al tipo burlón que había conocido en el olivar, Lord Henry. Se pregunto extrañada que estaría haciendo allí pero en ese momento Lord Felix dijo:

-          Vaya hijo, pensé que estarías divirtiéndote. Pasa, conoce a Tomas, fiel vasallo y el mejor herrero que he conocido y su hija, Ruth. Me imagino que casi no deben recordar a mi hijo Ricardo, se marcho hace tanto-

Ruth palideció. Aquel hombre, ante quien se había mostrado como una salvaje, el tal Lord Henry, era el hijo de su señor. Sintió tanta vergüenza que casi se mareo. Cuando se atrevió a mirarlo él también la miraba, sonriendo con sorna.

-          Es bueno conocerte Tomas- dijo – me alegra contar con buenos servidores. En cuanto a tu bella hija, ya no conocimos esta tarde. Una chica muy interesante.

Tomas miro a su hija, asombrado. Don Félix dijo:

-          Ricardo, Tomas ha venido porque su hija está a punto de casarse, y desean que fije la contribución debida  en estos casos. Me gustaría que fueras tu quien lo hiciera -

Lord Ricardo, sonriente, dijo:

-          Con todo gusto - dijo el joven- pero creo que respecto a esta hermosa joven, tomare otra decisión-

Por el tono de voz con que Ricardo había hablador, Ruth sabía lo que vendría a continuación

-          Quedaran libres de contribución padre, la joven deberá venir al castillo la noche de su boda, ejerceré derecho de pernada-

Ruth no se atrevió a levantar la vista, su padre miraba a todos, confundido. Don Félix, un poco incomodo por la reacción de sus siervos, dijo a su hijo:

-          Pero Ricardo, en estas tierras hace mucho no se ejerce ese derecho. Solo se le pide al padre de la novia una contribución-

-          Disculpa padre pero eso solo es aquí. TU no lo has ejercido en años, pero yo he regresado y quiero cambiar eso, si tú lo permites claro-

Don Felix no iba a negar nada a su único hijo ni iba a desautorizarlo ante sus vasallos.

-          Se hará como tú dices hijo. Así que ya lo sabes Tomas, no debes ninguna contribución. Que se celebre el matrimonio de tu hija según la costumbre, y has que la traigan aquí esa misma noche. Ahora vayamos a divertirnos-

-          Dios mío, dios mío, dios mío- decía Beth al enterarse- como es posible que haya pasado eso Ruth. Ese hijo de puta nos engaño miserablemente. Y ahora tendrás que irte a la cama con el-

-          Pobre Ruth- dijo Rebeca pasándole la mano por el cabello- lamento mucho que esto te este pasando, pero creo que te servirá de lección querida.

Ruth era la única que no hablaba, todavía no podía creer que aquello realmente le estuviera pasado. Había pasado lo noche prácticamente en vela, y se había despertado decepcionada de que todo no fuera parte de un mal sueño. Era horrible tener que irse a la cama su noche de boda, su primera vez, con aquel sátiro desconsiderado, y que diría Mario cuando lo supiera.

-          Oh dios, pobre Mario- murmuro y dos gruesas lagrimas de rabia rodaron por sus mejillas.

-          Tranquila Ruth- le dijo beth- a lo mejor no va tan mal. La realidad es que el esta mucho que tu novio, y debe ser mucho más experimentado.

Ruth la miro con odio y le dijo:

-          A quien le importa eso Beth, yo no quiero saber nada de este tipo. Tu siempre con tus genialidades-

-          Pues mira- dijo Beth sintiéndose ofendida- fuiste tú con tu boca grande y no yo con mi genialidad quien te metió en este problema. Así que ahora no la tomes conmigo, solo estoy tratando de hacértelo más fácil-

-          Pues muchas gracias, pero no necesito de eso ahora- dijo Ruth marchándose enojada.

Comenzó a caminar hacia los sembrados. Tenía ante todo que hablar con Mario, contarle antes que se lo dijera alguien más.

Había caminado un buen rato, despojándose de parte de su rabia, cuando vio a Mario que venía caminado con otros hombre. Aunque habían sido decretados tres días de fiesta, los campos no se podían descuidar.

Cuando Mario la vio, salió del grupo y se dirigió hacia ella.

-          Hola cariño – le dijo cuando la tuvo cerca. Le tomo una mano y se la beso, era lo máximo que el tímido joven se había permitido hacia ella.

-          Hola amor, necesito que hablemos-

-          Por supuesto- dijo el

Comenzaron a caminar juntos.

-          Mario, ayer mi padre y yo fuimos al castillo del amo, allí...

-          Ya lo sé Ruth, tu padre me lo ha contado todo esta mañana-

-          Y reaccionas con esa tranquilidad? –

-          No me gusta, pero que podemos hacer. El hecho de que ese derecho no haya sido ejercido en nuestra aldea no quiere decir que no exista, y según tu padre, fuiste tú quien lo provoco-

-          No seas injusto Mario, yo lo único que hice fue darle mi opinión a ese tipo, no sabía..

-          Ese es tu problema Ruth, vas por ahí dando tu opinión a todos. No acabas de entender que eres una sierva y una mujer, y que tu opinión no cuenta. Y si quieres saber la mía,  lamento mucho que esto haya pasado, pero espero que el hecho que el día de nuestra boda te desvirgue otro que no sea yo, te sirva para aprender a cerrar la boca. Mira la parte positiva del asunto, por lo menos tu padre no tendrá que pagar la contribución y podrá conservar ese dinero-

Ruth apenas podía creer lo que estaba oyendo, todos le daban la espalda. Había ido donde su novio pensando que él tendría una solución. Tenía la loca esperanza de que él le propusiera que huyeran, que le dijera que se irían, al fin del mundo si era necesario, cualquier cosa, antes que permitir que ella fuera de otro. Pero ahora se daba cuenta de cómo se había engañando respecto a Mario.

Podría haberle dicho muchas cosas, pero estaba tan dolida que se fue sin decir nada. Ya sabía que la única solución era ir a ver a aquel tipo, a aquel sátiro, e implorarle, rogarle si era necesario, que no se acostara con ella.

Ricardo cabalgaba con sus amigos, quienes ya estaban al tanto del episodio en el castillo con la bella aldeana.

-          Tenían que haber visto su cara cuando lo descubrió. Pensé que iba a desmayarse, pero la chica aguanto con entereza. Vamos a ver cómo será la noche que tenga que venir a mi cama-

-          Vaya Ricardo- dijo Sebastián-  no la vas a pasar nada mal, la muchacha es bella, y virgen. Sera una noche deliciosa-

-          No te preocupa que te vaya a hacer alguna trastada- pregunto Pedro

-          Que podría hacer-

-          No sé, huir por ejemplo. O irse a la cama con el novio antes de la boda, para que no seas tú quien la desvirgue.

-          No, ella no huira, adonde iría. EN cuanto al novio, esa posibilidad ya la pensé. En ambos caso ya mande a vigilarla, para que no vaya a hacer ninguna de las dos cosas-

-          Vaya Pedro, parece que a nuestro amigo de verdad le interesa esa aldeana-

-          Pues - si dijo Ricardo- me interesa. De hecho, hace tiempo que ninguna chica me gustaba tanto.

-          Tenemos que tener cuidado con nuestro amigo- bromeo Sebastián-  no vaya a terminar con ella en la capilla.

-          Vamos Sebastián- dijo Ricardo poniéndose serio- sabes bien que conozco mi deber mejor que nadie,  nunca me casaría con una mujer de su clase. Pero reconozco que la muchacha me gusta, y quien sabe, quizás la mantenga por un tiempo-

-          Hablando de ella- dijo Sebastián señalando- creo que se acerca por el camino

Ricardo se volvió y reconoció a Ruth, venia despeinada, y sus ojos brillaban por la caminata. Se planto con decisión frente a su caballo y le dijo:

-          Vengo a hablar contigo

-          Pero bueno- se burlo Ricardo- Vaya con mi aldeana. Donde queda la doncella turbada que anoche no se atrevía a levantar la vista.

Ruth sintió que la rabia le ardía en el rostro, pero haciendo un esfuerzo por controlarse lo miro a los ojos, y le dijo suavemente:

-          Por favor

-          Está bien chicos- dijo Ricardo a sus amigos- adelántense al castillo y espérenme allí. Voy a conversar con mi bella aldeana.

-          Los otros dos sonrieron, espolearon sus caballos y se alejaron del lugar. Ricardo descabalgo, salió del camino y amarro su caballo a un tronco, luego se sentó en una piedra y miro a Ruth como si ella fuera lo más interesante del mundo.

-          Y bien.

-          Vengo a pedirte que no te acuestes conmigo.

Ricardo soltó una sonora carcajada.

-          Pero hay que ver que eres una chica atrevida, con razón me agradaste tanto-

-          Por favor, no estoy bromeando-

-          A ver, dame una buena razón para despreciar un manjar tan delicioso como tú, y a lo mejor me convences-

-          Tengo un novio del que estoy enamorada, con el me quiero casar ...

-          Bueno querida, no dudo que esas sean buenas razones para ti, pero no para mí-

-          Por favor, quiero que mi novio sea el primer hombre en mi vida, no un desconocido a quien apenas he visto en toda mi vida-

En ese momento Ricardo se levanto de la roca en la que se había sentado y se abalanzo sobre ella. Ruth pego un salto e intento zafarse pero él la sujeto y la pego a un árbol. Con un brazo rodeo su cintura, tomo su cuello con una mano y el obligo a mirarlo a los ojos. Parecía una gacela asustada.

-          Bueno querida- susurro recorriendo su cuello con sus labios- si el problema para ti es que no nos conocemos, podemos comenzar ahora-

-          Por favor señor suélteme- suplico Ruth

-          No te preocupes Ruth, no te hare nada que no quieras, por lo menos no hoy- la tranquilizo Ricardo- solo quiero deleitarme un poco. Ruth, me gusta mucho tu nombre.

Ricardo continuó besando su cuello, y comenzó lentamente a subirle el vestido. Ruth, asustada trato de zafarse, pero él la sujeto con firmeza y la obligo a permanecer quieta.

Comenzó a acariciarla.

-          Estas segura querida, que deseas que tu insípido novio sea el primero. Esta segura que no deseas que sea yo quien te enseñe.

Ruth no pudo responder. Por un lado deseaba esta a cien leguas de allí, pero por el otro comenzaba a derretirse ante las caricias de Ricardo. El subió desde su cuello, busco sus labios y la beso, primero suavemente luego con avidez. Mientras tanto continuaba acariciando su muslo, y luego, casi imperceptible, se acerco a su sexo.

Ruth nunca había experimentado una delicia  igual, debía parar, lo sabía, pero no podía. Cuando sintió la caricia más íntima, sus nervios sufrieron un espasmo brusco, trato de soltarse pero él la sujeto una vez más,  la miro a los ojos y continuo lo que había empezado. Fue ahí cuando Ruth se abandono. Si él hubiera querido poseerla allí mismo, contra aquel árbol, lo hubiera permitido. Fue él quien se detuvo y  susurro a su oído:

-          Ves que no será tan malo. Pero no será aquí. Sera en mi habitación, en mi cama, y te hare gozar como nunca lo volverás a hacer en tu vida. Ahora vamos, te llevare a la aldea- la ayudo a arreglarse la ropa, luego la monto en el caballo y partieron.

Fueron despacio por el camino, Ruth iba delante, recostada a Ricardo. Estaba atardeciendo y los colores del cielo comenzaban a mezclarse con las primeras estrellas, y en ese momento Ruth deseo que aquello no acabara nunca. Deseo quedarse así para siempre, para morirse de amor por él.

Cuando llegaron a la aldea ya era de noche, Ricardo descabalgo primero y la ayudo a bajar, luego se monto en su caballo y partió. Todos se quedaron mirando a Ruth con asombro, y ella se sintió como la ramera que todos pensaban que era. Corrió a su casa, cerró la puerta y rompió a llorar.

Continuara