Ruleta rusa para el cornudo
Ya llevaba 7 días en castidad y cada día que pasaba me sentía más sumiso, más cornudo y más puta. Así que la castidad me hacía soñar con fantasías que escribía y luego te daba para que las leyeras, por si querías cumplirlas o no. Soy tu sumiso cornudo e impotente y tú lo decides todo.
Y en esa fantasía te contaba que ya estábamos casados, que habíamos tenido un hijo, por inseminación artificial, por supuesto, pues yo no te he follado todavía ni jamás podré follarte, pese a que tú lo has hecho sinnúmero de veces.
- Tu pito de cornudo sumiso no es digno de entrar en el coño de una Diosa –me habías aclarado.
- Lo sé, mi Ama. Y lo acepto.
Y ahora quieres tener el segundo. Quieres tener otro hijo, aunque según el contrato que firmamos en esta ocasión eres tú la que decides si quieres tenerlo conmigo por inseminación o lo vas a tener con otro macho fuerte, sano, joven y con buenos genes. Eres tú la que tienes que decirlo y parece que ya has tomado una decisión.
¿Me amas?
Si.
Aceptas lo que decida, sin saber qué es.
Si.
Sabes que puedo hacerlo sin consultarlo contigo, lo pone en el contrato.
Lo sé
Pero te consulto porque te amo. ¿Aceptas?
Si
¿Tanto me amas?
Eso y más.
Pues he decidido que...
Y te miré ansioso. Podía ser yo el padre u otro chico. Y tú me miraste con tus hermosos ojos verdes y me dijiste que habías decidido sortearlo.
¿Sortearlo?
Sí. He decidido que voy a llamar a tres de mi ex-novios y los voy a invitar a follar conmigo a pelo. Pero voy a hacer una excepción y en esta ocasión te permitiré a ti que también me penetres.
¿Síiiiiii?
Será la única vez que lo hagas en tu vida
Gracias.
No me las des todavía hasta que no termine. He decidido follar con esos tres chicos y contigo. Yo me pondré a cuatro patas en la cama e iréis pasando para follarme, para dejarme vuestra leche en el coño y poder así preñarme.
Pero es que yo soy impotente, amor mío. No podré.
Ese es tu problema. Si no puedes competir con otros machos, si no puedes ser hombre, es obvio que no mereces ser el padre de mis hijos.
Lo sé.
Así que iréis pasando los cuatro por mi coño dejando vuestra leche (excepto tú que no podrás follarme por impotente y tendrás que dejarle el sitio el siguiente), hasta que me quede preñada. Así no sabré quién es el padre, pero si no puedes follarme, ser hombre y macho, sabrás que tú no has sido.
Lo intentaré. Intentaré que se me ponga dura.
Entonces tendrás las mismas posibilidades que los demás de ser el padre de mi próximo hijo. Tienes 1/4 de posibilidades si no me fallan las matemáticas.
Pocas.
Y más si consideramos que eres muy mayor, que ellos son muy jóvenes, que sus espermatozoides son muchísimos más numerosos que los tuyos, más sanos y más jóvenes y llegarán antes al útero y me preñaran antes que los tuyos.
No es justo.
Es muy justo. El espermatozoide del más fuerte será el que fecunde mi óvulo y me preñe. Ganará el mejor, el más fuerte, el más sano.
No tengo nada que hacer.
Sí, calculo que si antes tenías 1/4 de posibilidades ahora tendrás 1/1.000.000. Así que no seas pesimista que puede ocurrir el milagro.
Y lo hiciste. Al día siguiente vinieron a casa tus tres ex-novios, muy jóvenes y guapos, y nos pusiste a los tres en fila para poder desnudarnos y examinarnos.
- Quiero al mejor semental para mi hijo -nos dijiste.
Y te pusiste a cuatro patas en la cama y comenzaste a mover tu hermoso culo para excitarnos, para ponernos la polla dura.
- Al primero que se le ponga dura, que pase.
Y casi los tres se abalanzaron sobre ti para poder follarte, pero tú les dijiste que paciencia, que de uno en uno mientras yo te miraba y miraba mi pito flácido, que no se ponía duro. Pero cuando el primero te penetró y se puso a follarte, me sentí cornudo, muy cornudo, y se me puso dura, así que esperé en la cola y cuando los otros tres te hubieron follado y se hubieron corrido cogí mi turno, me puse detrás de ti y te penetré por primera vez en mi vida.
- Por primera vez y última -me aclaraste tú que parece que habías leído mi pensamiento.
Y te follé por primera vez, ya digo, hasta que me corrí al instante y tuve que apartarme para dejar sitio al primero que te había follado que volvía a coger su turno. No recuerdo cuantas veces pasamos. La verdad es que tú no parabas de correrte y que el semen ya no te cabía más en el coño y te caía por los muslos y encharcaba la sábana. Una mezcla de semen de cuatro tíos. Eso te dije.
- No, cariño, una mezcla de tres sementales y un impotente.
Y era verdad. Porque ellos habían pasado muchas más veces que yo, el doble, porque en alguna ocasión que me tocaba no había podido mantener la erección y tu me diste un manotazo para apartarme, para que dejara hueco al siguiente.
- Ahora tus posibilidades son de 1/100.000.000
Y era cierto. Además de tener menos esperma, más viejo y de peor calidad, te había follado la mitad menos de veces que ellos. Pero no obstante estaba feliz porque te había penetrado, aunque en un coño ya mojado y usado por otros, lleno del semen de otros. Y porque había una pequeña posibilidad de de ser el padre de tu hijo. La esperanza es lo último que se pierde.
- Pero nunca lo sabrás -me aclaraste cuando te cansaste de correerte y los despediste a ellos.
Nunca lo sabrás porque aceptarás al hijo como tuyo, le darás tus apellidos, serás su niñera y lo cuidarás sin saber jamás quién es el padre. Ninguno de los cuatro lo sabréis nunca. Y menos tú. O quizás tú si sepas que no es tuyo, porque eres el que menos posibilidades tiene.
Cuando te quedaste preñada seguiste follando con los posibles padres de tu hijo que venían a verte y follaban contigo, mientras yo miraba y os atendía, como siempre, porque tú ya no me dejaste penetrarte más. Aunque cuando te vino la leche a tus hermosas tetas con pezones oscuros me ordenaste que te la sacara con un aparato que venden en la farmacia y supuse que querías que tus machos la degustaran.
Yo quisiera beberla de tus tetas, mamarla directamente.
Eso lo harán ellos, porque el aparato es para ti. Ellos me mamarán las tetas de dos en dos, pero tú la beberás en vaso. Y prepárate para cuidar a mi hijo.
Y eso hice cuando nació el niño. Ahora cuido, lo mimo y lo quiero porque es hijo mío, aunque no lo sea.