Rugidos Nocturnos

Su mano se coló bajo mi falda, mis piernas temblaron ante su tacto separándose para dejarle proseguir su camino. Separó de mi piel la tela de mi ropa interior y con un solo movimiento hizo que ésta cayera al suelo. Entonces, sin más dilación sus dedos se colaron en mi interior y comenzaron a trazar círculos en mi punto de placer. Le miré a los ojos suplicándole que no parase. Se mordió el labio y esbozó una sonrisa pícara a la par que sacaba los dedos dejándome con ganas de más.

-Oye -me queje.

-Espera, tengo algo para ti -dijo mientras me colocaba un antifaz de cuero negro.

No veía nada, pero cada inspiración suya era como un reloj haciendo tic-tac hacia lo inevitable. Con un gesto hizo que colocase las manos sobre mi cabeza y sentí como algo unía mis muñecas dejándome inmóvil e indefensa. Sonreí para mis adentros mientras notaba su presencia entre mis piernas. Como un león atacando a su presa entró dentro de mí haciendo que un gemido brotara de mi garganta. Entonces desperté.