Rufus, mi amigo soñado.

Como sin pensarlo, llegó Rufus a mi casa para que yo pudiese satisfacer algunas de mis fantasías.

Hola, me llamo Yolanda. Soy una chica de 21 años la cual se ha independizado hace un año y medio, que vive en un pequeño apartamento, el cual para mí es suficiente ya que cuenta con salón, cocina, baño, un dormitorio y una pequeña terraza en la cual suelo tomar bastante el sol para ponerme morena, cuando el tiempo lo permite. Normalmente suelo llevar una vida bastante tradicional. Tengo un trabajo que aunque me absorbe casi todo el día me gusta, y suelo gozar de muy buena salud, por lo que tal y como está todo actualmente, no me puedo quejar.

Cuando llego a casa, sobre todo por la noche, me suelo poner lo más cómoda posible y a continuación escucho algo de música para tratar de relajarme un poco. Después suelo cenar algo ligero y a continuación me pongo a ver la televisión, para acabar casi siempre frente al ordenador viendo alguna película porno de internet, en las cuales salen todo tipo de escenas, además de unas pollas grandísimas con las que me caliento un montón viéndolas y acabo al final masturbándome como una loca hasta correrme, pensando siempre que soy yo la auténtica protagonista, y así día tras día, hasta que al final ya más relajada y tranquila, suelo conciliar el sueño.

Hasta ahora solo había ido viendo escenas entre personas, pero hace unos días y sin buscarlo, me apareció en la pantalla una nueva modalidad de sexo que yo, aunque ya había oído hablar de ella, en el fondo desconocía. Dicha modalidad era la zoofilia, y la verdad es que me dejó bastante impactada, puesto que yo jamás me hubiese imaginado que se pudiesen hacer tantas cosas con los animales y además, disfrutando ambos a tope, tal y como se podía ver en todas aquellas imágenes. Eso me dejó bastante intrigada a la vez que pensé también en todo lo que quizás me había estado perdiendo.

Según pude ver en todos los vídeos, lo más frecuente era hacerlo con perros, gatos, y hasta con caballos, pero claro, aquello eran películas y la mayoría estaban grabadas en granjas o en casas rurales, pero yo todo eso aquí en la ciudad, lo tenía difícil para poder realizarlo, por no poder conseguir dichos animales. Desde siempre he trabajado fuera de casa, por eso no tengo actualmente ninguna mascota, ya que no podría atenderla correctamente y en eso soy muy sensata, por lo tanto me he hecho a la idea de que tendré que conformarme con verlo todo por internet cada noche, aunque esa idea haya quedado archivada en mi cabeza a la espera de tener algún día la oportunidad de poder realizar algo de esa nueva modalidad de sexo que acabo de descubrir. Así fue pasando el tiempo, y mi vida y mi mente se mantenían  como siempre. Esa idea no se me iba de la cabeza e incluso ahora al masturbarme, pensaba que me lo estaba haciendo frenéticamente con cualquiera de ellos, logrando de esa manera unos orgasmos mucho más potentes y satisfactorios que los de antes.

Hace unos días vino a visitarme a casa una amiga para poder vernos y tomar algo juntas, y de paso hablar de nuestras cosas y hacerme algo de compañía. Durante las conversaciones que mantuvimos, me comentó que un fin de semana de estos, se pensaba ir de viaje a París, pero que no lo había podido hacer todavía, porque tenía un gran problema con sus mascotas, ya que no tenía a nadie con quien dejarlas. Entonces intrigada le pregunté qué clases de mascotas tenía, por si yo la podía ayudar, a lo que ella me contestó que una era un gran acuario con peces tropicales, aunque según me dijo, eso ya lo tenía solucionado puesto que lo podía dejar todo automatizado para esos días, y la otra (y ese era su gran problema) un pastor alemán llamado Rufus, al cual habría que alimentar y sacar a pasear mientras ella estuviese fuera. A continuación me dijo que no conocía a nadie  de confianza para poder dejárselo y que dejarlo en una perrera le daba mucha pena porque no se lo merecía, ya que era un perro muy bueno y cariñoso y que además estaba muy bien adiestrado por ella.

Entonces yo, que aún tenía en mi cabeza todas aquellas escenas de las páginas de internet, vi como si se me abriesen las puertas del cielo y me empezó un nerviosismo por todo el cuerpo muy difícil de explicar. Así que una vez escuché atentamente todos sus argumentos, le dije que no se preocupase, que si quería yo podía quedármelo, ya que no tenía pensado irme a ningún sitio y además los fines de semana los tenía libres, puesto que no trabajaba. Entonces ella se puso muy contenta y me abrazó muy efusivamente, diciéndome que estaría encantada y que no me preocupase por nada, ya que Rufus me obedecería en todo lo que le pidiera sin ningún problema. Esas palabras sonaron en mi cabeza como coros celestiales. A continuación quedamos en que ya me diría algo cuando supiese la fecha exacta del viaje. Yo le contesté que desde siempre me habían encantado los animales, pero debido a mi trabajo no podía tenerlos diariamente en casa.

A partir de ese día sí que ya no conseguí quitarme aquel nerviosismo de encima, y mi mente siempre estaba puesta en aquel animal desconocido de cuatro patas, que dentro de unos días iba a tener  en mi apartamento y lo iba a poder disfrutar yo sola. Como ya os dije no he tenido nunca perro, pero desde siempre me han gustado, y más aun viendo en aquellas páginas de internet, lo entregados que son y el placer mutuo que nos podemos llegar a aportar el uno al otro.

Así fueron pasando dos semanas más y yo ya pensaba que mi amiga había cambiado de opinión y al final no se iba de viaje, dejándome a mí con la miel en los labios (aun sin ella saberlo) y con las ganas irrefrenables de estar a solas con su pastor alemán. Pero un día, tal vez por la telepatía, recibí un mensaje de ella en mi móvil, en el cual me decía que por fin se iba a poder ir de viaje el próximo fin de semana, y que un día antes de partir me traería a Rufus. En ese instante me dio un vuelco el corazón y me puse muy nerviosa por la noticia. Entonces le contesté enseguida que OK, que les estaría esperando a los dos con mucha ilusión.

Así pasaron dos días más, y ese breve tiempo lo aproveché para informarme mejor sobre el mundo de la zoofilia, y más concretamente sobre el sexo con perros. Para ello seguí entrando en aquellas páginas pero más intensamente y así, poco a poco, fui aprendiendo muchas más cosas de todo aquello. Al final creía que lo que era la teórica la aprobaría ya con un notable alto, pero claro, ahora me faltaba la práctica, y eso lo habría de adquirir sobre la marcha, ayudada claro está, por mi soñado amigo Rufus.

Cuando llegó dicho día estuve adecentando toda la terraza y le coloqué una mullida manta en un rincón de ella para que el animal pudiera estar lo mejor posible, ya que la temperatura en esa época del año era muy buena y se podía estar en el exterior, si no, ya lo acondicionaría después en el salón. Entonces al llegar los dos, nos saludamos mi amiga y yo, y juntas me presentó a Rufus, dejándole que me oliese bien junto a ella para así darle más confianza. Seguidamente me explicó todo lo de su comida y cuando debería sacarlo a pasear.

Yo desde que lo vi no le quitaba los ojos de encima, sobre todo a su zona genital, la cual por lo que podía ver por su funda, debía de tener una buena polla, aunque ahora la tuviese escondida dentro de ella. Luego sacamos a Rufus a la terraza y nosotras estuvimos hablando un buen rato sobre el viaje, aunque yo en el fondo, lo que quería ya era quedarme a solas con mi nuevo inquilino. Después al cabo de un rato nos despedimos y ya sin nadie más en casa que nosotros dos, empecé a ponerme más nerviosa que nunca. Tan solo pensar en todo lo que les había visto hacer a aquellas chicas con sus perros, me ponía a cien por hora y me sentía el coño muy mojado, por eso decidí darme una ducha de agua fría, para tratar de bajar mi calentura. Al acabar salí con la toalla enrollada al cuerpo y me dirigí al salón. Una vez allí me senté en el sofá y encendí un cigarrillo para relajarme un poco más. Desde allí se podía ver toda la terraza puesto que estaba justo enfrente. Entonces me di cuenta de que Rufus estaba sentado sobre sus patas traseras todo erguido y expectante frente a la puerta. Aquella imagen era estupenda ya que en esa posición se le podía ver toda su zona genital, incluyendo la funda de su polla además de sus huevos, por lo que empecé a calentarme otra vez y a tocarme las tetas y los pezones, hasta lograr ponerlos bien tiesos y duros, para a continuación bajar una de mis manos hasta mi coño y empezar a acariciármelo, el cual estaba ya muy mojado y abierto, por lo que seguí con un frotamiento continuo sobre mi clítoris, para después ir introduciéndome poco a poco los dedos sin dejar de mirar, eso sí, a mi buen amigo Rufus, el cual parecía como si lo estuviese viviendo conmigo, ya que poco a poco fue haciendo aparecer de su funda como por arte de magia, toda la punta roja de su polla la cual hacía salir cada vez más, para satisfacción mía.

Entonces ante aquella nueva visión, continué metiendo y sacando mis dedos del coño más frenéticamente sin dejar de frotarme también el clítoris, hasta que sentí por todo mi cuerpo un gran temblor, seguido de un fabuloso orgasmo como hasta ahora nunca había sentido. Entonces con mis dedos mojados por los jugos de la corrida de mi coño, decidí salir a la terraza para agradecerle a mi amigo incondicional, el fabuloso espectáculo que me había ofrecido. Él enseguida se levantó y empezó a olerme por todo el cuerpo, a la vez que no paraba de lamerme las manos constantemente,  debido tal vez al olor de mi coño que se había quedado impregnado en ellas. Entonces pensé que quizás él se habría quedado a medias durante lo ocurrido anteriormente, así que cogiéndolo por su collar me lo llevé para adentro de casa hasta el sofá del salón. Una vez allí me senté en él, y el perro puso su cabeza entre mis muslos. Entonces me incliné hacia él y empecé a acariciarle la cabeza. Después le hice lo mismo en el cuello, para acabar dándole unos suaves masajes por todo su lomo. Allí pude notar como sus latidos se iban acelerando cada vez más, y entonces pensé, que era señal de que le estaba gustando, así que me animé a seguir, notando como otra vez mi coño empezaba a humedecerse y yo me estaba calentando como una loca. Entonces teniéndolo ya tan cerca de mí, intenté tocarle sus órganos genitales para ver como reaccionaba a mis toqueteos, y el resultado no pudo ser más bueno, puesto que se dejaba hacer de todo y sin inmutarse por nada. Así que le empecé a masajear suavemente los huevos para probar a su vez como era su tacto, ya que yo nunca había tocado ninguno. Pensaba que los tendría muy duros, pero me equivoqué, puesto que se los noté muy blanditos y esponjosos.

Después pasé a la funda de su polla para intentar sacarle la punta por lo menos, pero me fue imposible. Así que seguí con los masajes hasta que sin planearlo, el perro se acostó de medio lado, dejándome entonces sí, todo su arsenal a la vista para que se lo pudiese estudiar más a conciencia. Entonces ante tanta facilidad, seguí tocándole la polla por encima de su funda hasta que como por arte de magia o más bien por la excitación de Rufus, empezó a salirle de ella una punta muy roja que me llenó de emoción. A continuación el perro levantó una de sus patas traseras como si adivinara mis intenciones, y él mismo empezó a chuparse la polla con su lengua. En ese momento yo aproveché para sacársela un poco más, dejándole fuera ya un buen trozo. Entonces empecé a tocársela mejor y a estudiarla bien, pudiendo darme cuenta de que en su parte trasera se le notaba como una pequeña bola, a la cual empecé también a darle unos suaves masajes, y al momento vi como poco a poco le iba saliendo ya toda aquella gran polla de la funda.

Aquello cada vez iba creciendo más, tanto en longitud como en grosor, al igual que aquella bola que había acabado de descubrir. A continuación Rufus parecía como si quisiera invitarme a que siguiera yo, ya que continuamente se lamía su polla y a la vez también mi mano, así que decidí dar un paso más, y poniendo una de mis manos por detrás de aquella gran bola para que no la volviese a esconder en su funda, me fui acercando cada vez con más ganas a aquella impresionante, roja y tiesa polla llena de venas, y al tenerla a tan solo unos pocos centímetros de mi cara, saqué la lengua y empecé a lamerle la punta, a la vez que con la otra mano le iba acariciando también la barriga para tranquilizarlo un poco. No obstante parecía como si todo aquello ya se lo hubieran hecho en más de una ocasión, ya que él seguía con su pata levantada  mirándome,  esperando tal vez que le diese más placer. Entonces yo, no queriendo hacerle esperar más, poco a poco me fui metiendo en la boca toda aquella polla roja, la cual estaba ya muy caliente y palpitante. A continuación empecé a bombear cada vez más hasta sentirla ya en mi garganta. La verdad es que nunca había pensado que un perro pudiese tener una polla así de grande. Luego de vez en cuando se la fui lamiendo con mucho cuidado a todo lo largo, al igual que hice también con su bola, ya que la veía muy sensible al tacto. Entonces, tras unas chupadas más, noté como mi boca se iba llenando de un líquido transparente y viscoso que él me iba disparando dentro de ella en pequeñas dosis aunque constantes. A continuación y sin poder aguantarme más las ganas, empecé a tocarme el coño y a frotarme el clítoris frenéticamente hasta que al final llegué a tener ahora sí, el mayor orgasmo que hasta entonces había tenido nunca.

Después de acabar de correrme, cogí la manta de Rufus de la terraza y se la puse en un rincón del comedor, y él, con la polla todavía fuera de la funda, se fue a acostar en ella y empezó a chuparse la polla hasta dejársela toda bien limpia. Yo por mi parte, tras darle unas galletitas de premio al perro por haberse portado tan bien, entré en el baño a asearme un poco y después me fui a la habitación, la cual se ve que no cerré bien tras de mí, puesto que al girarme, vi que el perro me había seguido hasta allí y se había colado dentro. Entonces me fijé que ya había guardado en su funda aquella impresionante polla roja que tanto placer me había dado antes.

A continuación intenté sacarlo fuera de la habitación, ya que yo tras el orgasmo, me sentía ya muy relajada y satisfecha y para ser mi primera vez, pensaba que había estado todo muy bien, pero  no lo conseguí sacar, ya que él se ve que no pensaba lo mismo que yo, y desde que había entrado, no paraba de empujarme en las piernas con su lomo y de restregarse por mi albornoz, como si quisiera tirarme al suelo, tal vez con la intención de montarme después como un poseso. Entonces yo como si de un juego se tratase, en una de sus embestidas, hice como si me hubiese caído, quedándome a cuatro patas en el suelo de la habitación, frente a los dos grandes espejos de las puertas del armario. A continuación ya caliente perdida, me subí como pude el albornoz hasta la cintura, dejando al descubierto mis redondeadas nalgas y mis muslos. Entonces Rufus vino enseguida a olisquearme y al momento noté su fría nariz en mi culo y en la entrada de mi coño una y otra vez, causándome una sensación nueva y a la vez muy placentera.

A continuación empezó a lamerme todo con su lengua. Aquello era una maravilla. Lo que yo sentía en ese momento era muy raro y a la vez me gustaba un montón.  Tenía la lengua  como rasposa y además era muy larga, por eso en cada lametón que me daba me abarcaba toda la raja del coño y además también el orificio del culo, lo que hacía que el placer que sentía en aquel momento fuese el doble. Así siguió durante un buen rato, y cada vez notaba que se iba poniendo más nervioso y excitado. Yo, a través de los espejos del armario iba presenciando toda la escena. Parecía como si estuviese viendo una de aquellas secuencias de las películas que solía ver, lo que me ponía aún mucho más cachonda, al ver que en esa ocasión era yo realmente la protagonista. Luego separé más las piernas y las nalgas con mis manos y él fue intentando montarme una y otra vez. En cada intento que hacía iba sacando de golpe y metiendo en su funda aquella polla roja que yo iba viendo por los espejos y tanto ansiaba tener dentro de mí, pero siempre me dejaba solo con las ganas, ya que me daba pollazos por todas partes incluso en la entrada de mi culo, pero nunca acertaba con la raja de mi coño. Entonces, aunque yo era inexperta en todo aquello, decidí ayudarle un poco y en una de las veces, le cogí la polla con mi mano y se la llevé justo a la entrada del coño. Rufus en cuanto notó su calorcito y se dio cuenta de que ya había acertado, afianzó sus patas delanteras a mi cintura y empezó a bombear dentro de mí frenéticamente, consiguiendo metérmela toda  hasta el fondo de mis entrañas una y otra vez.

Yo notaba ya sus pelos en mis nalgas y esa sensación de sentirte taladrada hasta el fondo por un animal, me ponía muy caliente. Ahora ya notaba como su polla había aumentado dentro de mí más del doble de su tamaño, tanto en grosor como en longitud, y su temperatura también había aumentado mucho. Aquel calor tan fuerte acrecentaba aún más el placer que me estaba proporcionando aquel animal. Después como él seguía cada vez más excitado aunque se iba bajando y subiendo de mí tras darme unas cuantas embestidas cada vez y siempre acertando ya, en una de ellas noté como aquella gran bola iba chocando sin cesar en los labios mayores de mi muy dilatado y chorreante coño queriendo entrar. Entonces como eso ya lo había visto hacer antes en las películas, pensé que a lo mejor quería ya abotonarse conmigo, y antes de que pudiese hacerlo, por todo lo que eso suponía, le cogí la polla otra vez por detrás de aquella gran bola, y así fui yo la que siguió dirigiendo la penetración, sin dejar que me la metiese. A continuación con ella ya en mi mano, seguí metiéndomela dentro de mi coño y sacándola una y otra vez, disfrutando a tope de aquella polla roja, rígida y bien grande que por casualidades de la vida ahora podía llegar a sentir dentro de mí. Rufus también estaba disfrutando de lo lindo. Aquello era maravilloso para los dos, lástima por mi parte de no haberlo descubierto antes, y más aun pudiendo verlo todo a través de aquellos espejos tan grandes, lo que le daba un morbo muy especial a la cosa.

Al poco tiempo Rufus, no pudiéndose aguantar más, en una de sus embestidas descargó dentro de mi coño, una gran cantidad de leche blanca, viscosa y muy caliente, la cual al no haberme dejado abotonar por él, me salía ya por toda la raja de mi palpitante coño. Después me estuvo lamiendo con su lengua como un campeón toda mi zona genital, hasta dejármela bien limpia, y a continuación, hizo lo mismo él con su polla, la cual dejó sin ninguna gota de leche y además bien limpia. La verdad es que todo fue estupendo, y para ser nuestro primer día de encuentro, Rufus se merecía que le diese un diez, a la vez que también unas cuantas galletitas de premio por lo bien que se había portado y así lo hice, aunque yo seguía pensando que ese perro parecía que estaba muy bien entrenado en esas actividades y tal vez para él esa no habría sido su primera vez. Entonces mientras él se iba comiendo las galletas, yo continué mirándome en aquellos grandes espejos, viendo como aún me temblaban las piernas y me iba corriendo por los muslos, parte de la leche que aún me quedaba dentro del coño. Después volví a ducharme de nuevo con Rufus allí vigilante, y una vez acabé, me vestí y me arreglé, al igual que hice también con él, y a continuación lo saqué a la calle a dar una vuelta para que además pudiese hacer sus necesidades fisiológicas.

Yo de todo eso he podido llegar a aprender que la experiencia ha sido muy buena y que en esto del sexo no hay que cerrarse a ninguna de sus variedades, siempre y cuando disfruten todos de él y no se haga daño a nadie, ya que aunque sea un animal el que te dé placer, se puede llegar a sentir igual o hasta quizás más que con cualquier hombre debido al morbo que eso conlleva y también a la diferencia del tamaño de las pollas, ya que aunque sean casi iguales, a diferencia de los hombres, a los perros les va creciendo dentro del coño un montón, tanto en longitud como en grosor, y sentir todo ese proceso dentro de ti da mucho gusto. Además tienen el extra de que siempre la tienen bien tiesa y dura, y a la vez cuentan con esa gran bola en su parte trasera que cuando logran meterla en el coño, es toda una sensación de placer inexplicable y única según dicen, además de la temperatura que llega a alcanzar para conseguir así aún mucho más placer al que lo está recibiendo. Por eso he pensado seguir viendo más vídeos, para aprender cuanto más mejor sobre ese mundillo, y además he de hacerlo rápido, puesto que mi amigo, que ha sido mi gran oportunidad para poder probarlo, se va dentro de dos días y aún me queda la curiosidad de saber qué se debe sentir cuando te la meten por el culo, ya que al principio al no acertar en el coño, me dio unos cuantos pollazos en la entrada de mi negro orificio como queriendo penetrarme, y la verdad  es que la sensación que sentí en ese preciso momento también me gustó bastante. Pero si eso llega a ocurrir antes de que se vaya Rufus de mi casa, no os preocupéis porque ya os lo haré saber enseguida en un nuevo relato.

FIN