Rubiecita perrita (2)

Cómo siguió mi historia con la rubiecita.

Mi rubiecita me tenía y me llevaba loco. Recién terminaba de tragarse los jugos de nuestro sexo, cómo a toda perrita le corresponde. Su ojos azules, su cara perfecta me transmitían su odio, su ira, su impotencia, sus deseos de matarme.

Me dieron ganas de poseerla por completo, de que fuese mía por completo, me faltaba su colita, su ano. La hice arrodillarse, mi pene olia a su concha, le di una buena cachetada y le ordené que me mamara. Lágrimas otra vez. La tomé del brazo, la hice incorporarse, la abracé y mirandole a los ojos comencé a cariciarle sus nalgas, sus cachetes. ¡Qué delicia!

Paseaba mis manos por su espalda, por su rajita mientras que con la otra le apretaba los pechos, de momentos bien fuerte hasta que el dolor llegaba a su rostro. Le metí todos los dedos de mi mano que entraron en su boca, seguíamos frente a frente, bien juntos. Quería que ella sintiese mi aliento, viera mi rostro de lujuria, lleno de deseo y al mismo tiempo disfrutar su espanto, su carita angelical de perrita sedienta que se reprime. Terrible hembre era y se hacía la virgen. Saqué la mano de su boca lo más ensalibada que pude y la llevé a su colita, comencé a ariciar su ano, se sobresaltó. Otro ataque de histería. Le pegué unos golpes de puño en el estomago, para no dañarla y con la mano abierta le pegué en la cabeza. La sujete fuerte de sus cabellos, la puse casi en puntas de pie y tiré sus cabellos hacía abajo para que su boca quedase mirando el techo. Acerqué mis labios, le lamí la boca y le mordí lentamente la comisura de los labios hasta hacer una buena presión, gritaba, se contorsionaba, balbuceaba algo, no me interesó lo que dijera, quería escucharla gritar, jadear. Mordí los suficiente hasta sentir que cortaba su piel y brotaba su sangre. Gritaba todavía más. Le dije que se quedara quietesita, que la culearía y que luego vería que hacía con ella. Temblaba, se retorcía que carita preciosa, parecía una muñeca.

Siempre mirándola a la cara, a diez centimetros mi rostro del suyo introduje un dedo en su ano. Apenas si cabía, además la yegua lo cerraba, no quería que le entrase. Mejor de esta forma, pensé, le dolería más. La dí vuelta, para que me diese su espalda, la tomé fuerte de las tetas y del cuello. Escupí mi pene y lo posicione dentro de sus nalgas pero sin penetrar su ano. La tuve en esa posicion un momento. Parecía que estaba domando un potrillo salvaje por cómo estaba la rubia. Tenía vaselina en el cajón de la mesita de luz, dudé un instante. Pero sería mejor así. A ambos nos molestaría sin lubricante, pero eso me excitaba todavía más.

Se lo metí lentamente, disfrutando cada centimetro de esfuerzo para lograr que entrase, para taladrar ese anito. Otra vez llantos, súplicas y amenazas. Recién le había metido la mitad de mi pene. Se la saqué, volví a tomar el cuchillo y se lo puse en garganta y le dije

-Ahora me vas a pedir, contenta que te la ponga, me vas suplicar que la querés más adentro.

Quería terminar de humillarla, de esa forma tendría que ocultar toda su ira que también me excitaba. Yo sabía que no soportaría pedirme ser violada. Le pedí que dijese que era un puta revolcada y que dijese en voz alta que yo la había violado y que me contase lo que estaba sintiendo. Dijo entre dientes que la estaba violando. Lloraba cada vez más fuerte, alcanzó a decír "quiero que me la des por atrás" y se puso cómo loca, lloraba pataleaba. Logré en ella la desesperación que buscaba Le dí un rodillaso en los riñones, busqué una cerveza y le dí un trago yo. Esperé a que se reincorporase y luego escupí dentro de la lata y le dí a ella para que tomase. Estaba sedienta, se tomó casi todo el contenido de un sorbo, con cara de asco e impotencia.

Le ordené que retomase el libreto. Que pidiese y suplicase ser culeada.

Empezó a decir unas palabras suaves. La tomé del cuello, le lamí bien la cara, eso a ella le daba un asco terrible.

La puse de espaldas, derramé sobre su ano lo que quedaba se cerveza y se la metí de un golpe en el ano. Ese culo pareció reventar y ella también. Se quedó quieta, inmovil. Creo que si pestaneaba le iba a doler más todavía. Sólo salían lágrimas de su rostro.

Masajié sus tetas y después me concentré en su clítoris. Me parece que se dio cuenta que no había vuelta atrás e intentó relajarse. Cerró los ojos y no se retorció más.

Le dí duro, bien duro por el culo, de su ojos brotaban lágrimas, de su culo dolor y me pareció ver una mueca de placer, no estoy seguro. Pero no era eso lo que yo buscaba. Estaba demasiado linda la rubiecita cómo para dejarla gozar. Metí un par de dedos en su concha, mientras seguía clavándole el culo, ese estrecho que tenía, y los llevé a su boca. Otra vez esa carita divina de asco. Esta bien excitado yo, faltaba poco.

Me detuve un momento, le saqué la pija del culo y se lo miré un momento, le sangraba un poco y lo tenía al rojo vivo. Ya no se veía virgen. Le escupí en el ano y volví al mete y saca.

Se lo volví a sacar, la hice abrirse de piernas en la cama, en la posición tradicional, cómo para darle por la vagina y se le metí bien hasta el fondo del culo. Comencé a cambiar, vagina-culo culo vagina. Se la metía en el ano y después en concha. Yo estaba en extasis. No sé cómo estaba ella en ese momento, no me importaba. Le acabé bien adentro de su intestino. Me quedé un rato sobre ella, con el pene dentro de su ano.

La besé en la boca. Después le hice lamerme los huevos y la pija un rato. Después hice lo que un amigo me recomendó, que me lamiera el culo ella a mí. Tuve que moverme rápido, porque cuando sentí su lengua en mi ano, me vino un fuego con unas ganas terribles de eyacular. Se la metí en la boca y le acabé en su garganta. Se ahogó, estuvo tosiendo un rato. Un poco de semen lo tragó y el resto los escupió en mi pecho. Terminada la tos tuvo que comer el semen de mi pecho.

La bañé, le hice cambiar las sábanas, compré un pizza y la hice dormir. Se despertaría atada... con una vela encendida sobre su pecho, con la cera deretida cayendo sobre sus pezones....