Rubén y Jaime salen de caza
Los dos amigos quedan esta vez para buscar un nuevo amigo para sus juegos.
Rubén y Jaime salen de caza
La llamada perdida significaba que ya estaba abajo. Me metí el móvil en el bolsillo y tras un último vistazo al espejo salí de casa. En la calle me esperaba mi amigo Rubén en su destartalado coche.
-Hola tío –le dije nada más subir.
-Qué tal, ¿preparado para una noche loca? –me preguntó con una sonrisa en la cara.
-Ya lo creo –dije devolviéndole la sonrisa.
Arrancó el motor y nos dirigimos hacia el centro. A la zona de fiesta. Esa noche no iba a ser la típica noche de marcha, unas copas y para casa. Ese día queríamos llevarnos algo más a casa que una borrachera. Me paré un momento a mirar a mi amigo.
-Vaya te has puesto muy elegante hoy –dije son sorna.
-Vete a la mierda un rato –me respondió.
Llevaba un polo azul marino, unos vaqueros claritos y sus inseparables Reebook Classic, gastadas, muy gastadas.
-Creí que querías ligar hoy.
-Qué coño quieres, ¿Qué salga de esmoquin?
-Mejor no –le respondí entre risas.
Ese día salíamos a ligar. Pero queríamos algo especial. Llevábamos bastante tiempo con nuestros juegos de rol donde uno ataba al otro y el otro al uno y estábamos aburridos, queríamos otro participante y aunque a modo de broma siempre habíamos hablado de la posibilidad de llamar a nuestro amigo Adrián, nunca había cuajado del todo la idea. Incluso habíamos pensado en volver a jugársela, pero preferimos no tentar a la suerte de nuevo. Esa noche queríamos un tercero con quién jugar, pero que estuviera despierto. Y a ser posible pasivo.
-¿Oye no dejas el coche algo lejos? –le pregunté al ver que estábamos aparcando en un callejón muy apartado.
-No está bien así, en el centro no hay quien aparque a estas horas –dijo según se quitaba el cinturón de seguridad.
-Bueno, está bien, total no creo que nadie quiera robarte este trasto –le dije dando un portazo.
-¡Eh!, cuidado mi trasto.
Bajamos andando hasta la zona de fiesta y nos tomamos un par de copas en los bares habituales. Estuvimos reconociendo el terreno, preguntándonos el uno al otro si aquel o aquel otro chico nos molaba pero no vimos a nadie que nos gustase, salvo por uno al que estuvimos a punto de entrar cuando apareció su novia.
-Deberíamos ir a un bar de ambiente –le dije tras dar un largo trago a mi copa ya casi aguada.
-Joder no me gustan esos sitios –dijo.
-Ya pero aquí me temo que no encontraremos lo que buscamos –le dije gritándole al oído, la música estaba a tope.
Salimos del bar y fuimos a uno de ambiente bastante conocido en la ciudad. Rubén entró disimulando todo lo que pudo.
-No te harás invisible por mucho que mires a los lados y te rasques la cabeza tío –le dije.
-Sí, ya bueno. Sentémonos ahí y pidamos algo.
Nos pedimos otro par de copas y miramos lo que había por allí. Nada parecía estar al gusto de Rubén. A mí me llamó la atención un chico de casi treinta, pero a mi compañero no le gustaban tan mayores.
-Creo que ha sido una mala idea –dijo desanimado.
-Bueno mira, si al acabarnos esta no encontramos nada, nos vamos a tu casa y…
Le di puse la mano sobre la entrepierna y me sonrió. Era la primera sonrisa que le arrancaba en toda la noche, cuando me dio un manotazo en el brazo.
-Mira lo que acaba de entrar por ahí.
Me giré. Era un chico muy guapo, algo afeminado en los andares y en la forma de vestir. Sólo aseguraría que tenía 18 años porque el portero le habría pedido el carnet, pero no los aparentaba. Era delgado, en torno al metro setenta, de rostro alargado y aniñado, su cabello castaño peinado a la última y sus enormes ojos marrones estaban custodiados por unas llamativas pestañas. La verdad es que daba bastante el cante. Vestía unos vaqueros verdes tan ceñidos que dejaban poco a la imaginación y demasiado al deseo, una camiseta blanca de tirantes holgada y unas zapatillas de tela verdes de marca. No sólo atrajo nuestra atención, también la de un grupo de maduros que estaba en la barra y no hacían más que sonreír y señalarle. El chico parecía tímido y algo cortado, se sentó en un taburete y pidió un refresco.
-No lo dirás en serio –le dije.
-Cómo que no. Llevamos toda la puta noche y nada, vamos, o nos lo levantará el grupo aquel de viejos, creo que uno ya se lo ha follado dos veces con al mirada.
-Que no tío que…
No me dio tiempo a argumentar nada más. Se levantó y se fue junto al chico, para decepción del grupo de maduros. Cogí mi copa de mala gana y me senté con ellos.
-Hola soy Rubén –dijo mi amigo extendiéndole la mano.
-Yo Iván – dijo con una sonrisa de oreja a oreja y lanzándose a darle a mi amigo Rubén dos besos.
-Yo soy Jaime, somos amigos –le dije secamente.
También se acercó a mí y me dio dos besos. Olía muy bien, aunque era demasiado amanerado para mi gusto. Y la verdad es que conociendo a Rubén, también para el suyo, pero a juzgar por su paquete, el muchacho le había caído en gracia.
-¿Estás tú sólo? –le preguntó Rubén.
-Mis amigos son unos mariquitas, no han querido salir hoy, y no iba a quedarme en casa haciendo tan bueno –dijo Iván sin perder la sonrisa.
-Qué cabrones –dije con cierta indiferencia.
Noté como Rubén se estaba calentando por momentos, se frotaba el paquete a veces, se lo estaba comiendo con la mirada.
-Bueno y qué haces por aquí –me decidí a preguntarle.
-No sé, tomarme algo, pasarlo guay… ¿y vosotros?
-Pasarlo guay también –digo Rubén poniéndole la mano en el muslo.
Me quedé sorprendido al ver a mi amigo siendo tan descarado con el chaval, pero más aún al observar al chaval, que parecía una mosquita muerta al entrar en el bar, sentirse más que cómodo con la situación.
-Vamos a ir mi amigo y yo al baño, si te parece seguimos pasándolo guay ahí –dijo guiándole un ojo.
Apenas había digerido lo que le había dicho Rubén, apresuré el sorbo que le estaba dando a la copa y la dejé sobre la barra. Me levanté casi de cuajo del tirón que me dio del brazo mi amigo. Había poca distancia hasta el baño. Rubén eligió el último wáter de una fila de tres y nos encerramos dentro.
-Pero qué coño haces –le dije enfadado.
-Cómo que qué hago, pues conseguir lo que habíamos venido a buscar.
-¿Pero así?, no sé es un poco raro ¿no? -le dije.
-Y qué querías, que fuese haciendo entrevistas de candidatos por todo el bar, o que me mandasen los currículums a casa, o que…
-Vale, vale –dije algo contrariado-. A ver donde nos lleva esto, pero que sepas que no es así como me había imaginado que haríamos esto.
-Tú sígueme el rollo –me dijo aflojándose el cinturón.
No tardé en oír la puerta exterior del baño y unos pasos, acto seguido unos toquecitos a nuestra puerta, donde ya no sobraba mucho sitio, dicho sea de paso. Rubén quitó el cerrojo y con no pocas dificultades dejamos pasar a Iván, que continuaba con su incorruptible sonrisa. No hubo demasiadas palabras. Cerró la puerta una vez con el chico dentro y con la tapa bajada hizo que nuestro afeminado invitado se sentase en el wáter. Contemplé la escena como si no fuese conmigo, Rubén dejó caer los pantalones hasta las rodillas y se sacó sus más de 17 centímetros de rabo de un bóxer azul marino. Cómo si de pura rutina se tratase, Iván se metió el rabo de mi amigo en la boca y empezó a chupárselo.
-MMM que rico –dijo acariciándole la cabeza-. A qué esperas, este cabrón la chupa de lujo.
-Pues a…
No tenía argumentos. Me desabotoné el vaquero y saqué mi polla, que no estaba tan animada como la de Rubén. Iván al verla saltó a la mía y empezó a chupármela con gran dedicación y por qué no decirlo, experiencia.
-Joder pues es verdad, como la chupa el cabrón –dije cerrando los ojos.
Mi polla no tardó en ponerse a plena capacidad gracias al afanoso trabajo de Iván, que no conforme con una quería dos, apretujó mi polla y la de Rubén y se las metió juntas en la boca. La sensación era extraña, pero no por ello menos placentera.
-MMMMMM siii tío mola –dijo Rubén.
-Ufff ya lo creo –dije sintiendo el capullo de Rubén junto recibiendo un masaje fabuloso.
-Este cabrón la chupa mejor que tú –me dijo dándome un codazo.
Ambos disfrutamos durante un buen rato de una mamada, a veces al mismo tiempo, a veces por separado. De pronto Rubén agarró del peló de la nuca a Iván y tiró hacia atrás de él. Nuestros dos rabos salieron disparados de su boca con gran curiosidad por el techo, y pudimos verle la cara de vicio y satisfacción que tenía, solo sonreía, como no.
-Mira que cara de zorra tiene nuestro amiguito –dijo Rubén.
De Pronto le lanzó un lapo en la cara. Bastante copioso y con muy buena puntería. Le impactó en los ojos que por un momento tuvo que cerrar y por primera vez en la noche perdió la sonrisa, aunque no tardó en recuperarla. El lapo empezó a resbalar por sus mejillas y a chorrear hasta el suelo por su imberbe barbilla. Me animé y le lancé otro, con peor puntería, dio de lleno en la frente, pringándole parte de su pelito castaño y dejándoselo pegado a la cara, esta vez ni cambió el gesto.
-Creo que tenemos un ganador –dijo Rubén eufórico.
-Sí, ya lo creo, déjale que termine lo que ha empezado –le dije.
Le soltó el pelo de la cabeza y como un resorte continúo haciéndonos una doble mamada de auténtico escándalo. Yo no pude aguantar más y me corrí en su boca.
-Ufff que bueno, sigue cabrón –dije en medio del éxtasis.
Continúo y continuó hasta que fue Rubén, con un largo gemido quien terminó en su boquita.
-Muy bien cabronazo, límpianos el rabo –dijo Rubén.
El chico continuó haciendo sus deberes hasta dejarnos los nabos relucientes. Mi amigo y yo nos los guardamos en los pantalones.
-Ha estado genial chicos, me ha gustado mucho –dijo Iván sonriente y poniéndose en pie.
-Ya lo creo, qué te parece si te limpias eso y te vienes con nosotros, lo pasaremos bien –le dijo Rubén mientras se colocaba el paquete y me guiñaba un ojo.
-Vale –dijo sin más.
-Te esperamos fuera, no tardes –le dije.
Ambos salimos al bar, había mucha gente por la calle, entrando y saliendo de otros garitos. No era demasiado tarde aún. Miré a Rubén y le sonreí.
-Ha estado de puta madre –le dije.
-Lo mejor está por venir –dijo con un tono de misterio que ya conocía.
No pasaron ni cinco minutos cuando nuestro nuevo y servicial amigo salió del bar. Se había lavado la cara y tenía el pelo algo mojado, aunque conservaba el look.
-Mmmm que rico está –dijo Rubén haciéndole señales con la mano para captar su atención.
-Hola, ¿Dónde vamos?, ¿tomamos algo? –preguntó inocentemente Iván.
-Sí que tomaremos algo –dijo Rubén con sorna- vamos.
Los tres salimos sin hablar demasiado. Iván se sorprendió de que no entrásemos en ningún bar, pero pareció no importarle, cuando entramos en el callejón donde teníamos el coche aparcado paró en seco.
-No iréis a violarme, ¿verdad chicos? –dijo riéndose.
Rubén y yo nos miramos y rompimos a reír.
-Tiene sentido del humor y todo la putita –dijo mi amigo.
Iván no pareció sentirse ofendido por el calificativo, incluso pareció gustarle. Rubén se acercó a mí y me dio las llaves del coche.
-Vamos a mi casa, conduce tú, yo voy algo cocido todavía.
-Como quieras –le respondí.
Me senté al volante, detrás de mí Iván, y junto a él se sentó Rubén.
-Qué coño te crees que soy, ¿un taxista? -le pregunté enfadado.
-Calla y conduce –me espetó.
Apenas arranqué en dirección a casa, pude ver por el espejo retrovisor, cómo Iván había empezado a comerle la polla de nuevo a Rubén.
-Así que cocido, ¿eh cabrón? –dije de mala gana.
Aparqué a escasos metros del portal de Rubén. Cuando paré el motor, el primero en bajarse fue Iván.
-Acuérdate de coger eso de la guantera –me dijo.
-¿Coger el qué? –dije mirando a las plazas traseras donde ya no estaba Rubén sin entender a qué se refería.
Con mis dos pasajeros fuera del coche abrí la guantera y allí estaban. Las esposas que tantas horas de buen rato nos habían dado desde que las comprásemos tiempo atrás. Estaba claro que Rubén quería seguir jugando y al verlas yo también quise apuntarme a la partida. Las cogí y me las guardé en el bolsillo. Salí del coche y me uní a ellos. Un gesto disimulado de Rubén me hizo sacarme a escondidas las esposas y dárselas. Entramos en el ascensor y Rubén me guiñó nuevamente el ojo.
-¡Ahora! –dijo.
No hacía falta más, sujeté contra la pared del ascensor a Iván que no se lo esperó. Rubén en un abrir y cerrar de ojos esposó sus manos a la espalda le dio la vuelta poniéndose cara a cara con él.
-Vas a ser nuestra putita esta noche, y vas a portarte bien, ¿de acuerdo?
-Sí, sí –dijo Iván con la cara aún desencajada por el susto.
Me hizo gracia ver a Iván asustado, aunque fue por poco tiempo. No tardó mucho en recuperar una media sonrisa, además, sus verdes vaqueros no disimulaban lo más mínimo su paquete. Se lo estaba pasando tan bien como nosotros o incluso más. Al parar el ascensor salimos rápidamente, y entramos en casa. Rubén guio a Iván a hasta su dormitorio, que estaba exactamente igual que la última vez que lo había visto, concretamente la noche anterior; como una auténtica leonera, camisetas del gimnasio por el suelo, gayumbos y calcetines currados. Algunos de ellos los había tenido en mi boca recientemente.
Rubén fue bastante brusco con su invitado, lo tiró sobre la cama de cualquier manera. Cayó de lado, aunque se colocó boca arriba, se le veía incómodo por estar esposado pero tremendamente excitado.
-Toma tío, quiero que grabes esto –dijo mi amigo dándome la cámara.
-Como quieras –dije cogiendo la cámara-. Ya empezaba a aburrirme de nuestra primera peli –le dije entre risas.
-No por favor tíos, no me grabéis, eso no, no me gusta –dijo Iván mirándonos con cara de pena.
-Me da igual que no te guste zorra, lo vamos a grabar y si no te gusta te aguantas –dijo Rubén mientras se sacaba las zapatillas con los pies y se quitaba la camiseta.
Iván no respondió. Se limitó a mirarme buscando complicidad, pero no la encontró. Rubén continuó desnudándose. Esta vez tocó el pantalón que con la rapidez habitual salió de sus piernas.
-Si fueras tan rápido vistiéndote como desnudándote no llegarías tarde nunca –le dije.
-Vete a la mierda, y enciende la puta cámara.
La encendí y empecé a enfocarle. Su bóxer estaba tremendamente abultado. Se sentó sobre la cintura de Iván y meneó el culo.
-Aaah, me haces daño –se quejó Iván- se me clavan las esposas.
-Calla la puta boca zorra –dijo soltándole un tortazo.
Le sujetó la cabeza con las manos y le obligó a abrir la boca, le lanzó un lapo dentro y se la cerró.
-¡Traga! –le gritó.
Yo no me perdía detalle, estaba apoyado sobre la mesa sujetando la cámara con una mano y frotándome el paquete con la otra, hice zoom en la cara enrojecida de Iván que finalmente se tragó el escupitajo.
-¿Te ha gustado?
-Sí… -dijo tímidamente el chico.
Tal y como me temía Iván no se libró de uno de los muchos morbos de mi amigo, le obligó a abrir la boca todo lo que puedo y le metió su pie derecho enfundado en un calcetín blanco por el tobillo con el logo de un puma en la parte superior.
-Chupa putilla –le dijo-.
Iván estaba claramente desbordado por la situación, no se esperaba todo aquello ni mucho menos, sin embargo cooperó, le lamió un pie y luego el otro.
-Creí que te había dejado bien limpios esos calcetines ayer cabronazo –le dije a Rubén.
-Si pero hoy se han ensuciado otro poco –dijo estallando en carcajadas.
-Sí ya veo que no tienes de qué preocuparte –dije son sorna.
-¿Qué haces todavía con las zapatillas puestas, quítatelas y ven para que nuestra putita te de un masaje de pies con la lengua.
No hizo falta que me lo dijera dos veces, continuando con la producción de mi nueva película, enfoqué a mis pies y me saqué las zapatillas. Pude ver cómo Rubén no me quitaba ojo de encima y sonrió al verme los calcetines.
-Los grises y amarillos, me encantan esos –dijo sonriente-.
Me senté junto a ellos y le puse los pies sobre la cara a Iván. No hizo falta decirle nada, empezó a lamerme las plantas con gran rapidez.
-Veamos que nos trae, enfoca aquí –me pidió Rubén.
Obedecí. Rubén se fue hasta los pies de nuestro invitado. Empezó a desatar las zapatillas de tela que traía y comenzó a sacar lentamente la de su pie izquierdo. Acercó la cara para aspirar. Hice zoom en su cara de placer y luego en el calcetín de Iván, siguiendo con la tónica de sus pantalones y zapatillas, eran verdes clarito, con el talón y la punta de calor blanco. Mi amigo se incrustó la zapatilla del 42 en su propia cara y se llenó los pulmones con el aire de su interior mientras sujetaba el pie de Iván por el tobillo.
-Mmmmmm me encanta como huele nuestra putita –dijo Rubén completamente extasiado.
-Quítale la otra y pásamela –dije mientras acomodaba mis pies sobre la cara de Iván.
-Claro –dijo Rubén- toma, y eso que no te gustaba este rollo –dijo quitándole la zapatilla que le quedaba.
Cogí la zapatilla. Rubén no mentía, nuestro joven amigo olía delicioso. Miré de reojo a su propietario. Estaba haciendo un buen trabajo con la lengua. Dejé la zapatilla y me centré en la grabación. Rubén se puso de rodillas frente a los pies de Iván y levantándolos por los talones empezó a oler sus curiosos calcetines. A la altura del tobillo había un dibujo de una seta verde del videojuego Mario Bros. Pero la seta no le interesaba lo más mínimo a Rubén que empezó a lamerle la puntera, el empeine, el talón de cada pie y a frotárselos a posterior contra su bóxer. Iván gemía, parecía estar muy a gusto. Por fin, Rubén se decidió a quitarse el bóxer. Su polla salió apuntando al cielo dura como pocas veces se la había visto, esperaba que se fuese a pajear con los pies de nuestro amigo, todo un clásico en Rubén, pero en vez de eso le desabrochó el pantalón y empezó a tirar de las perneras. Yo no perdí detalle mientras continuaba la grabación.
-Vaya mira lo que escondía aquí nuestra putita –dijo Rubén.
Un tanga rosa muy pequeño apareció cubriendo la polla dura de Iván, que sobresalía babeante. Cuando Rubén se deshizo de los pantalones se abalanzó sobre su entrepierna y empezó a sobársela.
-Mmmm –gimió Iván.
-Mira la putita está cachonda –dijo Rubén.
Me bajé de la cama. Noté frio al pisar el suelo. Iván me había dejado los calcetines completamente empapados en babas. Por un lado me resultó algo desagradable pero por el otro me dio mucho morbo. Desabotoné mis pantalones mientras sujetaba la cámara con la otra mano y dejé que cayeran al suelo para quitármelos finalmente con los pies, me saqué el calzoncillo que me venía estorbando desde hacía un buen rato y seguí grabando cómo Rubén le magreaba la polla y los huevos a Iván a través del diminuto tanga.
-Dame la cámara, encárgate tú de esto –dijo Rubén.
Así lo hice, separé sus piernas y me puse en medio. Empecé a sobarle el paquete hasta que decidí quitarle el tanga. Su entrepierna estaba totalmente depilada. Tenía unos huevos más bien pequeños y la polla no le mediría más de 14 centímetros, pero era gordita y resultona. No pude resistirme y me la metí en la boca. Estaba deliciosa y no hacía más que babear. Se la chupé durante un rato mientras Rubén me hacía primeros planos. Al principio me sentí un poco incómodo pero poco a poco me fui relajando. Sus gemidos me fueron poniendo muy cachondo, con una mano aguantaba su polla y con la otra la mía mientras me la meneaba.
-No dejes que se corra –me dijo Rubén de pronto-, quiero que esta zorra esté cachonda todo el tiempo posible.
Le miré extrañado. Él también se estaba pajeando mientras grababa la escena, parecía mentira que nos hubiéramos corrido hacía menos de una hora y estábamos los dos a tope gracias al niñato que nos habíamos llevado a casa. Seguí con la polla de Iván durante un rato. Rubén se cansó de sostener la cámara y la dejó sobre la mesa enfocándonos. Se acercó y se subió a la cama colocándose con las piernas a cada lado de Iván, le levantó los pies dejándole su precioso culo redondo y sonrosado completamente expuesto.
-Vamos a qué esperas, métesela – me dijo.
-Sí, ¡fóllame! –gritó Iván con tono de desesperación.
-Bueno, si os ponéis así…
Me coloqué frente a él y sin miramientos se la metí. Del primer tirón conseguí meterle casi la mitad de mi rabo. Apenas un quejido inaudible salió de su boca.
-Oye esta putita está muy acostumbrada a esto –dijo Rubén.
-Mmm tiene un culo delicioso –dije dando un tirón.
-Aaaah –se quejó Iván.
-Vaya, la putita se queja al fin –rio Rubén-. Dale duro a esta zorra.
Inicié un lento mete-saca bajo la atenta mirada de Rubén.
-Dale duro –me arengó Rubén.
Me vine arriba y empecé a darle fuerte, las embestidas eran brutales, a pesar de estar tres sobre la cama, esta daba golpes contra la pared.
-AAAAah aaaaah aaaaah –gritaba Iván
Seguí y seguí hasta que no pude más y me corrí dentro de su culito.
-MMMMMMMM sii tíooooo me encantaaa –dije.
Cuando paré y la saqué su culo chorreaba. Estaba exhausto, pero estaba claro que ahora me iba a tocar a mí sujetarle las piernas a nuestro amigo. Intercambié la posición con Rubén, me puse sobre él y le agarré por los tobillos levantándole bien su culito recién follado. Rubén se colocó de rodillas frente a él y aprovechando la lubricación que aportaba mi corrida se la clavó sin miramientos hasta el final.
-AAAAAAAAAAAAAAAh dioooss cuidado por favor –gritó Iván.
-Calla zorra, o despertarás a todo el vecindario –le espetó Rubén mientras se lo follaba a saco.
Continúo durante un largo rato dándole fuerte. Ambos gemían, aunque Iván se quejaba más que gemir. Yo sabía lo que era tener el pollón de Rubén en el culo. Por si fuera poco, y para aumentarle el puteo a nuestro amigo, empecé a frotarle el rabo con mi pie aún empapado en sus bababas. Rubén me advertía que tuviese cuidado me repetía que quería que no se corriese todavía, cosa que me divirtió mucho porque cuando estaba a punto paraba y continuaba al poco rato.
Dejé que Rubén sujetase las piernas de Iván cuando me bajé de la cama para recoger la cámara. Quise grabar la escena con mucho más detalle.
-Sí mmm eres una zorrita ¿eh? –dijo Rubén.
-Sii, sí mmm, dame duro –gritó Iván.
Al igual que hice yo, mi amigo se corrió dentro del culito de nuestro amigo. Capté el momento en su cara. Enfoqué de nuevo hacia abajo cuando se la sacó su culo era un manantial de semen, se limpió el rabo en los calcetines de Iván y acto seguido se sentó sobre la cama. Me guio un ojo y dejé de grabar.
-Esta peli nos va a dar para muchas pajas –le dije sonriente.
-Puf ya lo creo dijo.
-Eh tíos, por favor, ¿podéis soltarme?, quiero pajearme estoy a mil –dijo Iván incorporándose levemente.
Rubén y yo nos miramos. Una sonrisa cómplice fue más que suficiente.
-Qué sueño tengo –dije de pronto.
-Sí, deberíamos irnos a dormir –dijo Rubén poniéndose en pie.
Recogió un par de calcetines sucios del suelo y se los acercó a Iván.
-No, espera que haces, déjame que me corra y me marcho –dijo en tono suplicante.
-No vas ni a correrte, ni a irte –le respondió-. Al menos esta noche. Duérmete y por la mañana te vas.
Le metió los calcetines en la boca y se la tapamos con un poco de cinta adhesiva. Iván nos miró con cara de desesperación. Estaba muy empalmado, deseaba poder pajearse a toda costa, pero no pensábamos permitírselo. Salimos de la habitación y nos acostamos juntos en el cuarto de invitados. Durante un buen rato estuvimos escuchando gemidos y quejidos, pero pronto la casa quedó en silencio.