Rubén y Jaime ajustan cuentas

Tras unos días, Jaime prepara todo para vengarse de su amigo que no sabe la que le espera.

Rubén y Jaime ajustan cuentas

Ese día estaba dispuesto a vengarme de mi amigo Rubén. Después de que días atrás se divirtiese conmigo e incluso me dejase atado a la cama un buen rato, era mi turno como habíamos acordado, y se la pensaba devolver con intereses.

Después de comer, y teniendo más deferencia de la que tuvo él, que me despertó de la siesta, le mandé un sms.

" ola!t kiero ver a las 7 n punto n mi casa, y no t olvids de traer ls sposas,s mi turno "

Seleccioné Rubén en la lista de contactos le di a enviar. Esperaba haber sido claro en el mensaje y que se trajera las esposas que se había comprado, con las que me ató. El consolador que también compramos ya me había ocupado de traérmelo a casa pues Rubén no parecía muy interesado en él.

Esperé un rato, normalmente mi amigo no tardaba tanto en contestarme un mensaje de móvil, así que llegué a pensar que lo mismo estaba haciéndose el sueco para escaquearse de su parte del trato. Pero no fue así, un escueto mensaje suyo me entró:

" Ok ".

No pude si no esbozar una sonrisa al leerlo, había planeado con detalle lo que le iba a hacer, estaba seguro de que no le iba a gustar, pero a mí tampoco me gustó que me dejase atado a la cama con la excusa de que no tenía la llave de las esposas, cuando sí que la tenía, hecho que me confesó un día de fiesta con una copa de más; el alcohol, ese suero de la verdad. Además, desde nuestra pequeña broma a Adrian me creía capaz de hacer casi cualquier cosa.

Tras una larga siesta veraniega me desperté a pocos minutos de las 7 de la tarde, con tiempo suficiente para repasar mentalmente mi plan y ponerme a ver algo en la tele. Encontré una serie que veía a veces y la dejé puesta.

El timbre sonó unos instantes después de las 7, la puntualidad nunca fue el fuerte de Rubén.

-¿Quién es? –dije contestando al telefonillo.

-Soy Rubén, abre.

Pulsé el botón y escuché cómo la puerta se abría. Me quedé junto a la puerta esperando pacientemente, cuando oí el ascensor llegar me quedé en silencio. Silencio interrumpido por el timbrazo de la puerta. No le abrí. Quería que esperase, que supiera que nada ocurriría si yo no quería. Otro timbrazo más, y otro más. Tras unos segundos decidí abrirle.

-Hola – dije colocándome justo delante de él.

-Joder cómo has tardado.

Venía con una camiseta, un pantalón vaquero fino, y sus inseparables reebook classic blanca, además de portar una bolsa de supermercado. Yo le recibí con una camiseta de tirantes, un bóxer blanco y los calcetines de la última vez que nos vimos, blancos con la puntera y el talón en azul claro, de hecho no me los había quitado desde aquel día, en que había comenzado a dar forma a mi venganza.

-Supongo que ahí están las esposas – dije señalando la bolsa con la mirada.

-Sí, sí, tío están aquí.

-¿Me la dejas ver? – dije serio.

-Tómala – dijo extendiéndomela.

Cogí la bolsa y miré, estaban las esposas y las llaves.

-Vaya, te has asegurado de que estén las llaves ¿eh, puto cabrón?.

-Jejejeje sí tío, ¿me dejas pasar?

-Las zapatillas – le respondí mirándole a los pies.

-¿Cómo dices? – me preguntó con cara extrañada.

-Que te las quites – le dije con total tranquilidad.

-Tío, pero

-Joder que te las quites, hostia, que no es tan difícil, ¿recuerdas?, en mi casa los esclavos entran sin zapatillas, pues ya sabes.

-Está bien joder como te pones - dijo agachándose y desatándose los cordones.

Pude ver cómo, mientras se quitaba las zapatillas me miraba los calcetines, sabía que le encantaban, y todo era parte del plan. Los suyos aquel día eran blancos, normales y corrientes.

-Bonitos calcetines – dije con tono sarcástico mirando a sus pies.

-Me gustan más los tuyos, ¿me dejas pasar ya? – dijo con las zapatillas en la mano.

-Claro – dije apartándome – pero las zapatillas se quedan en el felpudo.

-¿Estas de coña? – me dijo con ciertas sorpresa.

-¿Tengo cara de estarlo? – dije muy serio.

-Está bien, está bien, joder como estás hoy.

Se agachó y las dejó perfectamente centradas en el felpudo.

-¿No se las llevarán?. – dijo entrando.

-No creo – dije poco convencido, y cerrando la puerta.

-¿Cómo que no crees? – dijo frunciendo el cejo.

Haciendo oídos sordos a su pregunta, metí la mano en la bolsa y saqué las esposas.

-A ver las manos, delante, yo no seré tan hijo puta, que no veas lo incómodo que es tenerlas atadas atrás.

Extendió sus manos juntas y se las esposé.

-Mira qué bien te quedan – dije con una media sonrisa- espera aquí un momento.

Me fui hasta mi cuarto con la bolsa aún en la mano, extraje la llave, cogí un libro cualquiera la metí dentro dejándolo de nuevo en su sitio. Cuando volví al pasillo Rubén esperaba donde le dejé, mi polla dio un respingo al verle en la distancia esposado.

-Ven, entra – le dije indicándole el salón.

-Voy.

Entró y se sentó en el sofá.

-¿Qué estabas viendo? – me preguntó cogiendo el mando, como solía hacer.

-Fuera de ahí ahora mismo, ¿a caso te he dicho que te sientes?, ¡levanta! – le ordené.

-Joe qué borde estás – me dijo.

-No, borde no hoy eres mi esclavo, así que, como me dijiste el otro día, sígueme la corriente.

Sonrió levemente y se levantó.

-¿Y ahora qué?.

-Túmbate en el suelo, boca arriba, a lo largo del sofá, y date prisita.

Me miró como pensándoselo, pero finalmente se sentó en el suelo y se tumbó. Se quedó expectante, esperando a que hiciese algo.

-Voy a terminar de ver el capítulo – dije sentándome en el sofá y poniendo los pies sobre su pecho.

-Ala que guarros tienes los calcetines – dijo toqueteándomelos.

-Si… ya ves, calla, no me dejas oír.

Llevaba varios días con ellos puestos, ya olían mal y más siendo pleno verano, pero como a Rubén le gustaban tanto, quería que los disfrutase apestosos del todo, y ver si podía fastidiarle así, pero por lo visto erré el tiro.

-Mmmmm que ricos, me encanta - dijo llevándoselos a la cara.

-Son todo tuyos, pero déjame escuchar coño – dije subiendo el volumen de la tele.

De reojo vi, cómo me los cogía con cierta dificultad por estar esposado y se los restregaba por la cara, aspiraba profundamente y me los lamía, acompañando todo de un gran masaje. Mi polla estaba recibiendo un nuevo aliciente para ponerse juguetona.

-Dios me encantan – dijo de pronto.

-Ssssh – dije apretándole la cara contra el suelo – calla joder.

Deslicé el pie derecho lentamente por su pecho, estirándole la camiseta hasta llegar a su paquete. Palándoselo noté que estaba empalmadísimo. Se había confirmado por completo, mi idea de chincharle con unos apestosos y currados calcetines había fracasado por completo, se lo estaba pasando genial, incluso más que yo, que no tenía tanta erección, así que decidí terminar con eso.

Cuando noté que tenía bajo mi pie sus huevos comencé a pisárselos, mientras con la otra planta le presionaba la boca.

-Aaauu tío, me haces daño – se quejó.

-Oops perdona, no era mi intención – dije falsamente liberando algo de presión.

-¿Oye, me puedo quitar los pantalones? – me preguntó a través de mi pie.

-Sí, claro, pero sólo los pantalones, hace calor, el bóxer te lo dejas puesto.

-Jaime tío, porfa déjame quitármelos también, estoy a mil – dijo con tono suplicante.

-¡Que no!, y si insistes te saco los pantalones a hacerle compañía a tus zapatillas – dije apartando las piernas, y calla de una puta vez, joder que está acabando el capítulo.

Miré cómo se sacaba los vaqueros. Debajo llevaba un bóxer azul marino tremendamente abultado. Apenas se los hubo quitado, metió ambas manos esposadas en el interior del bóxer.

-¿Qué cojones haces? – dije dándole una patada a las manos y pisándole el cuello.

-Aaah me haces daño joder, quería pajearme – dijo sacando las manos del bóxer.

-Pues no puedes, no me hagas esposarte atrás. A mí no me diste esa oportunidad, así que ahora te jodes.

Para evitar otras intentonas me quedé lo que quedaba de capítulo pisándole el paquete con un pie y la cara con el otro. Cuando por fin acabó lo que estaba viendo, Rubén parecía haberse calmado, aunque disfrutaba por igual de mi pie.

Apague la tele, me estiré y me puse en pie.

-En mi habitación estaremos más cómodos – dije yendo hacia la puerta.

Por el rabillo del ojo vi que Rubén intentaba incorporarse.

-SSSSsshh eeeeh, nada de ponerse de pie, vas a venir gateando – le dije con una sonrisa malévola.

-Eh tío joder, que con las esposas es difícil.

-Qué pena me das, ala vamos, ve delante de mí – le dije dejándole el camino hacia la puerta libre.

Aunque visiblemente molesto, y rezongando pasó delante de mí a cuatro patas, con bastante problemática debido al poco juego que daban las esposas. Por suerte, mi habitación lindaba con el salón por lo que el camino tampoco fue muy largo. Al entrar se paró y me miró.

-Súbete a la cama, pero no te tumbes, que nos conocemos, igual a cuatro patas.

Dubitativo se subió, tenía un bonito culo marcado por el bóxer, no pude evitar soltarle una gran cachetada.

-Aaaah jajajaja cabrón.

-Andaba bobo, si te ha gustado – dije magreándole las pelotas.

Le dejé los huevos y me coloqué frente a él, aparté la almohada dejando visible un cordón. Lo tenía preparado desde por la mañana, incluso, me había tomado la precaución de probarlo.

-¿Para qué es eso? – pregunto extrañado.

Sin responderle até el cordón a la cadenita de las esposas con varios nudos muy prietos, sólo podría soltarse cortándolo con unas tijeras.

-Bueno ahora que no puedes echarme mano a la polla sí que te quitaré el bóxer.

-Vale – dijo sin más.

Mi plan iba viento en popa. Le saqué lentamente el bóxer. Sus 17 centímetros de rabo aparecieron majestuosos como siempre. Se la agarré y comencé a pajearle con lentitud.

-Mmm gracias tío, gracias joder estoy a mil.

Distraído como lo tenía, aproveché a sacar desde las esquinas otros dos cordones. Los había atado al somier de la cama, al igual que el anterior, los puse frente a sus tobillos y seguí pajeándole. Le agarré de los tobillos y se los puse sobre los cordones.

-A ver separa los pies un poco que si no estoy incómodo – dije rápidamente para evitar sospechas.

-Claro.

No se dio cuenta, estaba disfrutando de la paja. Manipulé los cordeles cuidándome que quedasen por encima del calcetín para evitar en la medida de lo posible que los notase. Y no los notó, aumenté el ritmo de la paja para distraer cualquier otro posible estímulo. Empecé a apretarlos hasta que fui consciente de que un poco más, y se daría cuenta.

-Uff tío lo haces de muerte, es que me encanta.

Necesitaba las dos manos, y se daría cuenta de que su polla ya no estaba siendo pajeada, por lo que tendría que ser rápido. Se la solté, me giré sobre mis rodillas y apreté sendos nudos en sus tobillos con gran fuerza e hice otro par de nudos más para asegurar.

-EEEEEEeeeeh ¿qué haces? – dijo mirándose a los pies.

Su primera reacción fue recoger los brazos pero no pudo, la siguiente sacar las piernas de la cama, pero tampoco, ni siquiera podía juntar las piernas. Yo le miraba cómo trataba de soltarse, la escena también le gustó a mi polla que abultaba mi bóxer ya de forma visible.

-¿Estás cómodo? – dije con sorna.

-Suéltame los pies joder.

-No, y, ¿no habíamos quedado en que nos seguiríamos la corriente?.

-Joder, vale está bien – dijo no muy convencido.

Con Rubén calmado por fin me quité el bóxer. Mi polla esperaba ansiosa unirse a la fiesta, la descapullé y se la acerqué a Rubén.

-Abre la boca.

A pesar de lo poco que le gustaba a Rubén ese tipo de cosas, accedió. Eran contadas las mamadas que me había hecho y la verdad es que tampoco lo hacía muy bien. Sin embargo nada más abrir la boca se la metí entera.

-Con más ganas joder, yo a ti te la chupo con gran entusiasmo.

La regañina pareció surtir efecto, la mamada ganó en intensidad. Como recompensa le agarré la polla que había bajado ligeramente y retomé la paja que le estaba haciendo antes de atarle los pies.

-Mmmm esto ya es otra cosa.

Empecé a disfrutar de la mamada, me estaba succionando cada gota de lubricación, empecé a gemir, y de pronto paró.

-¿Porqué paras? – le pregunté visiblemente molesto.

-Es que… no quiero que te corras en mi boca, tío.

-¿No? – dije soltando su polla y dirigiendo mi mano a su culo.

-Es que no, joder, no puedo.

Sin previo aviso comencé a hurgar en su culo hasta que conseguí meterle ligeramente un dedo.

-AAAAAAAAAh pero que cojones haces – dijo muy enfadado.

-Prepararte el culito –dije metiéndole un poco más el dedo.

-No no, joder tío ya te he dicho muchas veces que eso no me mola – dijo visiblemente más nervioso.

Rubén presumía de ser activo al cien por cien, y lo más que había conseguido era que me la chupase en raras ocasiones. No obstante, empezaba a estar arto de que cuando no encontrase con quien me llamase a mí para petarme el culo. Me hizo acostumbrarme a su no pequeña polla, y ahora me tocaba devolverle la moneda.

-Pues te vas a tener que acostumbrar – dije poniéndome frente a su culo.

-En serio venga, para ya, te estás vengando por haberte dejado atado, pero que fue una coña.

Pasando olímpicamente de sus palabras, saqué el dedo, lancé un escupitajo y se lo volví a meter muy lentamente, siendo muy cuidadoso. Empecé un mete saca lento y monótono. Oí cómo se le escapó un leve gemido.

-Venga hombre, reconoce que te está dando gustito – dije presionando levemente.

Se quedó callado, pero yo esperaba una respuesta, y estaba dispuesto a conseguirla.

-¡Reconócelo! – le dije agarrándole con la otra mano las pelotas que le colgaban y apretándoselas con mucha fuerza.

-AAAAAAAAAAAAAAh para para ya, sí, tío, lo reconozco.

-El qué reconoces – dije apretando más.

-AAAAAah me está gustando lo que me haces en el culo, tío pero suéltame las bolas – dijo.

Se las solté. Saqué el dedo, lancé otro lapo al pequeño agujero, y esta vez metí dos.

-Auu, con cuidado tío.

-Descuida, sobre todo relájate.

No tardó en adaptarse de nuevo a mis dedos y al movimiento. Esta vez, dejándose llevar comenzó a gemir.

-Mmmmm.

-¿A que te gusta? – dije con tono meloso.

-La verdad es que sí – dijo un poco abochornado.

-Si no hubieras sido tan estrecho lo habrías probado antes – le recriminé.

Pero el plato fuerte estaba aún por llegar. Me incliné ligeramente hacia el suelo, levanté un cojín y recogí el gran consolador que habíamos comprado junto con las esposas.

-Ahora vamos a estrenar esto, a fin de cuentas lo pagaste tú – dije enseñándoselo.

-No tío, joder es enorme, por favor.

-Tú disfruta – le dije con una sonrisa.

Me puse a chupar el consolador, era largo, unos 18 centímetros y del grosor de mi polla, que no era tan larga. Cuando lo tuve empapado y bajo la aterrorizada mirada de Rubén, saqué los dedos y metí con cierta dificultad la punta.

-Diossssssssssss, duelee – se quejó.

Seguí apretando muy lentamente, aunque costaba, poco a poco iba cediendo.

-Tío, para para, no sigas joder, me duele en serio.

-Aguanta un poco – le dije apretando más.

-Ufff no tío de verdad.

A pesar de sus quejas seguí apretando hasta que tuvo dentro unos 15 centímetros, que era aproximadamente lo que me medía a mí.

-Ya no meteré más.

-Menos mal, gracias, ¿me lo sacas ya? – dijo mirándome con cara de pena – me sigue doliendo.

-Haré algo mejor, así será más llevadero.

Me tumbé boca arriba y me introduce bajo su polla. De nuevo había perdido algo de erección, que conseguí recuperar tras pajearle un poco. Después de eso me la metí en la boca y comencé a chupársela.

-MMMMM hostiaa gracias tío, lo necesitaba mmmm.

Se la mamé con ganas, no tardó en llenarme la boca con sus babas. Parecía no acordarse de lo que tenía en el culo.

-Aaaah tío tío, para que me corroo.

En ese instante le giré ligeramente el consolador.

-Oooooooooooooooooh siiiiiiiiiiiiiiiiiii mmmmmmmm que ricoooooooo – dijo con un tono que expresaba profundo placer.

Potentes chorros de leche caliente me llegaron a la boca, eran tantos que casi no daba abasto para tragármelos todos y chupar.

-UFFF tío que maravilla.

Lo tenía donde quería, había conseguido que se corriese cuando le manipulaba el consolador del culo, y sabía de sobra que eso haría que a la larga quisiera más.

-Guau tío, ha sido genial, desátame anda.

-¿Te lo has pasado bien? – dije sentándome frente a su culo.

-Si tío, una pasada, ¿me sueltas?.

-Me alegro de que te lo hayas pasado bien, ahora me toca a mí – dije sacándole el consolador del culo lentamente.

-Joder tío, ya te has divertido bastante ¿no?, suéltame ya.

-Tú te has corrido ya, pero yo no – le dije.

-Pues pajéate y ya está – dijo con tono impertinente.

-Claro, lo haré con tu culo.

Nada más sacarle el consolador, le metí la punta de mi polla, que no había perdido ni un ápice de erección.

-Uffff, eres un cabronazo – dijo cerrando los ojos.

Sin dificultad rellené el hueco que había dejado el consolador con mi rabo. Comencé un lento mete saca que provocó nuevos gemidos de Rubén.

-A que te gusta – le dije agarrándole de las caderas.

-Sí, sí, tronco, pero con cuidado ufff.

Yo ya estaba a tope, mi polla rebosaba babas cuando se la metí. Aceleré más y más. Sin embargo, como me pasase con nuestro amigo Adrian, no tardé en correrme.

-MMMMMMMMM aaaaaaaaahhh – gemí cerrando los ojos.

-Jaime hijo puta te has corrido en mi culo, joder.

-Ufff tío, ya – dije con la polla aún n en su culo.

-Eres un puto cabrón.

-Te jodes, que te acabas de correr en mi boca y eso no parecía molestarte, además siempre te corres en mi culo y no te digo nada. – dije sacándola de su culo.

Me puse en pie cogí unas tijeras de la mesa.

-¿Para qué quieres eso? – me preguntó Rubén algo asustado.

-Para cortarte los cordones, o quieres quedarte ahí.

-No, no, vale.

Corté los cordones de sus pies y manos y por fin se puso en pie.

-¿Me quitas las esposas ya? – me dijo mostrándomelas.

-Vaaaaya hombre, ahora sí que la hemos liado.

-Eeeh tío, joder.

-Pues resulta que he escondido la llave aquí, y no me acuerdo de donde, así que, búscala, y no me revuelvas ¿eh?, quiero todo como está ahora.

-Vamos Jaime tío, no seas hijo puta, dame la puta llave – dijo con cara de desesperación.

-Te jodes y la buscas – le dije con indiferencia.

Me marché como hiciese él al salón y me puse a ver la tele, desde luego, tenía para un rato, y me venganza se había consumado.