Rubén & Alba. Un amor especial

Rubén y Alba, él uña y ella carne. Dos hermanos inseparables.

- Rubén & Alba. Un amor especial -

Me despierta la alarma del móvil a las 7:30 con el tono «Oh fortuna» de Carmina Burana. Estamos a mitad de abril y anoche dejé la persiana subida, así que tengo todo el cuarto iluminado con la luz del amanecer.

Me levanto y abro la puerta del dormitorio para ir al baño a mear. Allí está mi hermana, en ropa interior, lavándose la cara.

  • Buenos días, Alba - le doy una cachetada cariñosa en el culo, gesto al que ella sonríe mientras se pasa la toalla por los ojos.

  • Estás empalmado jiji - observa a través del espejo.

  • El típico empalme mañanero, ya sabes…

  • Sí, sí…

Sonríe y sale al pasillo para ir a vestirse. Me fijo en cómo el sol afecta a su físico: su larga y lisa cabellera rubia brilla y parece un río de oro, su piel blanca se vuelve aún más clara y sus ojos azules parecen contener un mar de agua cristalina dentro. Esto último lo sé porque gira la cabeza y me mira de reojo mientras anda.

Bajo a la cocina a desayunar y vuelvo a subir a lavarme los dientes. Alba ya está vestida y va muy guapa, muy fresquita:

shorts

, camiseta sin mangas y chaqueta tejana fina. Lleva la melena suelta.

  • Qué guapa vas, ¿no? - la piropeo, cogiéndola por la cintura y atrayéndola a mí.

  • Tú que me miras con buenos ojos… - pone las manos sobre mi pecho desnudo y juguetea con los pelos. Soy más alto que ella, así que tiene que alzar la vista para clavar su mirada en la mía.

Agacho la cabeza y nuestras frentes y narices se tocan. Mi hermana abre la boca y veo cómo esta tiembla levemente, como si le costara respirar y tratase de coger aire. A nuestros labios apenas los separan un par de centímetros. Está nerviosa y cierra los ojos.

Exhalo y Alba se estremece. Nuestras bocas prácticamente se están tocando…

… cuando suena el timbre. Mi hermana cierra la boca, sonríe y me mira de nuevo, dulcemente.

  • Me voy a clase.

Rápidamente rodea mi cuello con sus brazos, me da un beso en la mejilla y otro en la punta de la nariz y baja las escaleras con prisa mientras me lanza una última mirada divertida e inocente.

En cuanto oigo que se cierra la puerta de casa, cojo el móvil y me siento en el váter a hacerme una paja. Mi hermana me ha dejado cachondísimo.

Busco una foto suya en la Galería y me la imagino completamente desnuda y entre mis piernas, mirando curiosa mi falo.

-

Mmm… Qué bonito es. ¿Con esto nos dais placer a las mujeres?

-

Sí, vosotras nos lo tocáis y os lo metéis dentro y os da una sensación muy agradable.

Se queda callada un momento, como procesando mis palabras.

-

¿Puedo tocarlo? - me pregunta de forma inocente, con una voz de niña muy mona.

-

Claro, adelante - le doy el visto bueno.

No muy segura de sí misma pero sin duda con ganas, me toca el glande con dedos dedos. Mi pene da un saltito que la hace reír.

-

Jijiji se mueve.

-

Claro, eso es que me ha gustado el roce. Por eso ha reaccionado.

-

¿En serio? Pero si no he hecho nada…

-

Pues entonces imagínate si haces.

Con un poco más de decisión, envuelve el cuerpo con una mano y la otra la lleva a los testículos.

-

¡Está calentito! - exclama, sorprendida.

-

Es que me pones muy caliente, hermanita.

-

Ya veo, ya jiji.

Aún con un poco de respeto (como si la fuera a morder…), empieza a mover la mano y a masturbarme.

-

Aah… - suspiro.

-

¿Así te gusta? ¿Lo hago bien?

-

Sí, sí, perfecto. Sigue…

Me pajea lentamente, con cuidado, como si tuviera miedo de romperme la polla. Se nota que es su primera vez. Ver su hermoso cuerpo desnudo delante me está poniendo cada vez más. Esos pechos redondos y erguidos, grandes para su edad; esos pezoncitos de punta que parecen pedir a gritos que alguien los devore, esa cintura esbelta…

Empiezo a sentir que voy a correrme, así que aumento la velocidad a la que me la machaco. Ya estoy a punto de llegar al orgasmo…

… y de repente me suena el móvil. Doy un bote en la taza a la vez que abro los ojos. Me está llamando mi abuela. Me cago en todo por no haberlo puesto en silencio y se lo cojo (es de esas que hasta que no contestas no paran de llamar).

-

Qué hay, abuela.

No me llama para otra cosa que para saber si estoy bien, si he comido y si tengo algo para comer después. Es una obsesa, y me ha fastidiado por completo la paja.

Cuando cuelgo, ya se me ha bajado. Me levanto y me voy al ordenador.

Por la tarde estoy en casa con los amigos, jugando a cartas en el sofá que hay en el garaje, cuando se abre la puerta y entra Alba.

-

Ah, hola… No sabía si había alguien en casa.

-

Hola, Alba - la saludan.

-

¿Qué hay, chicos? ¿A qué jugáis? - aunque finge mostrar interés, en el fondo sé que le es indiferente.

-

Nada, a una tontería… - dice uno.

-

Entiendo… Bueno, me voy. Estaré arriba - esto me lo dice mirándome a mí directamente.

-

Oye, Alba, espera - uno de mis amigos se arma de valor y la coge de la mano -. ¿Q-Quieres jugar con nosotros?

Mi hermana se gira con un aparente gesto despreocupado, aunque yo alcanzo a ver también la sorpresa en su rostro. Ninguno de los dos nos esperábamos que mi amigo David fuera a echarle huevos.

Alba decide jugar un poquito con él:

-

Creía que habías dicho que era una tontería de juego…

-

Bueno, ya… pero… - está atrapado y no sabe por dónde salir, cosa que me hace gracia.

Mi hermana le pone la mano en el hombro, tranquilizándole:

  • Bueno, no me apetece mucho jugar, pero si queréis me quedo un ratito con vosotros…

  • ¡Oh, sí, perfecto! - exclaman.

  • Muy buen - sonríe pícara -. Dejadme un hueco al lado de mi hermana, porfi.

Se pega a mí y deja la cabeza sobre mi hombro. Le paso el brazo por la cintura y termina de acurrucarse. Le acaricio las piernas y al rato se queda dormida. Nos tardamos en darnos cuenta.

  • Qué guapa está dormida.

  • Sí, es preciosa.

  • Rubén, tío, ya me gustaría tener una hermana así.

La alaban pero sin pasarse, porque saben que al que haga un comentario vulgar de ella lo echo a patadas.

  • Sí que es guapa, sí - corroboro mientras la beso en el pelo y detrás de la oreja, que sé que le gusta.

Después de cenar nuestro padre se va a dormir y nosotros también nos acostamos. Nos quedamos en ropa interior y nos metemos en mi cama. Esto tiene su explicación: a Alba le dan miedo las tormentas y el verano pasado hubo muchas. Se refugió en mi cama desde el primer día y al final se acostumbró, de modo que ahora es incapaz de dormir sin mí. Me abraza y no me suelta.

Estoy boca arriba y ella tiene la cabeza sobre mi hombro, las manos sobre mi pecho y una pierna encima de la barriga. Bastante cómodo. Me va besando en el cuello, en la oreja y en la mejilla mientras hablamos en voz baja.

-

No veas cómo de nervioso se ha puesto David esta tarde, ¿eh? Jijiji.

-

Ya ves. Aunque ha tenido un par de huevos.

-

Sí, eso también. Me he quedado sorprendidísima cuando me ha cogido de la mano.

-

Ya te he visto, ya jeje. Cualquier día se te insinúa.

-

Pues sí, pero no siento nada por él…

-

¿Y por quién lo sientes?

Al oír esto levanta la cabeza y la acerca a la mía hasta que nuestras narices se tocan y nuestros labios quedan a escasos centímetros.

-

¿A ti qué te parece? - me pregunta con voz ronca, sonriendo - ¿Mm?

Mi mano se posa en su espalda y la acaricia y hace cosquillas, gesto al que ella responde ronroneando. Nuestras bocas están tan cerca que noto su respiración en mis dientes. Paso mi otra mano por detrás de su pelo y la dejo en la nuca. Alba se ha colocado boca abajo y está completamente estirada sobre mí.

-

Quizás algún día sientas algo por otro chico. Solo tienes 14 años, Alba. Es lo único que digo.

Oír esto no le ha gustado. Separa su cara de la mía y su expresión se vuelve seria.

-

Y tú 18 y tampoco pareces sentir nada por ninguna otra chica. Soy tu hermana pequeña y te quiero muchísimo. Quiero pasarme toda la vida a tu lado porque te aprecio hasta un punto que no puedes ni imaginar. Que dudes de esto me ofende.

-

No dudo de tus palabras, Alba. Yo también te quiero. Es más: a veces creo que hasta te necesito.

-

Pues ya está - su rostro volvió a animarse -. Nos tenemos el uno al otro. Dos hermanos juntos contra el mundo. No necesitamos nada más.

Me quedo un momento sin saber muy bien qué responder.

-

Pues llevas razón.

-

¿Lo ves? Te quiero, Rubén.

-

Y yo a ti, Alba.

Me da un beso en la mejilla y nos quedamos ahí dormidos, semidesnudos y abrazados en nuestra cama.

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