Rubén & Alba. Sucumbiendo al incesto

Durmiendo semidesnudo y abrazado a su hermana, Rubén sueña con ella, y Nuria intenta algo a la desesperada.

- Rubén & Alba. Sucumbiendo al incesto

Estoy en mi cuarto acabando unos ejercicios de clase, después de cenar, cuando se oye un trueno y poco después comienza a llover. “Genial… Otra noche de tormenta”, pienso.

Automáticamente, mis ojos se van hacia Alba, quien me observa desde la cama, tratando de dormir. En sus ojitos azules veo miedo.

-Rubén, ¿te queda mucho para terminar?

-No, ya estoy casi. Ahora me meto contigo, no te preocupes.

-Gracias.

Cierro el libro, apago la luz y mi hermana me hace sitio. Se acurruca a mi lado y la abrazo, empezando poco después a temblar al oír los truenos. Me agarra con fuerza y yo hago lo mismo, protegiéndola de alguna manera.

-Ssshhh… Alba, tranquila… -Le susurro al oído con suavidad, mientras con el dedo la voy acariciando en la oreja por detrás.- Estoy aquí… No tengas miedo… -Oigo que hace un sonido raro, con lo que deduzco está llorando. La abrazo con más fuerza y sigo hablando.- Tranquila, desahógate…

Y así paso la noche del viernes, notando a mi hermana temblar abrazada a mí, protegiéndola de la furia de Zeus.

El cielo está negro como la noche, con rayos y truenos iluminando la calle. Ríos de agua sucia, tierra y ramas de árboles descienden, directamente hacia mí, por la carretera.

Entonces la veo.

Alba.

Está en el otro extremo de la calle, parada, sin saber qué hacer. Lleva el pelo suelto, que, igual que el camisón blanco para dormir que viste, se mueve hacia delante con el viento.

-¡Alba! -La llamo. -¡Albaaa!

Me ve pero no se mueve. Sigue ahí plantada, de pie.

Yendo a contracorriente, atravieso el río, que lucha por arrastrarme con él. Trato de agarrarme a las farolas, pero el viento huracanado me lo impide.

-¡ALBA! -Vuelvo a llamarla.- ¡Aguanta! ¡Ya voy!

Pero sigue sin contestar.

Con mucho esfuerzo, logro alcanzarla. Estira la mano para agarrarme, pero no llega.

-¡Alba, no tengas miedo! ¡Dame la mano!

-Me has abandonado al no tener el valor de decirme que me amas -concluye, con voz neutra.

-¡No, Alba! ¡Yo te q…! -Es lo último que alcanzo a decirle antes de que, ya sin fuerzas, la corriente me arrastre…

… perdiendo a mi hermana para siempre.

Me despierto sudando y miro la hora. 10:02. Anoche dejé la persiana subida y ahora todo el cuarto está iluminado. He dormido en calzoncillos por el calor.

Miro a Alba. El sol la hace parecer aún más bella de lo que ya es: su cabellera rubia despeinada brilla como si de oro se tratara, y tiene algunos mechones por la cara; su piel, ya de por sí clara, coge un tono lechoso y reluciente, otorgándole un aire divino, místico; sus pechos, aún recogidos por los sujetadores, se ven a simple vista, erguidos y de buen tamaño, redonditos, y hasta diría que algo hinchados y duros, como los pezones.

Nuestros padres han salido en bicicleta -o eso dicen ellos, porque yo creo que van al bosque a montárselo-, así que estamos solos en casa. Nadie nos molestará.

Decido despertarla como a ella le gusta. Duerme girada hacia mí, con la boca entreabierta y las manos entrelazadas con las mías. Solo sintiéndome puede dormir cómoda y segura.

Con cuidado de no molestar su sueño, libero una de mis manos de las suyas y le acaricio el hombro y la espalda con un dedo, haciendo una línea de arriba a abajo. Levanto un poco la cabeza y la beso detrás de la oreja, haciéndola suspirar y estremecerse.

Tras un ratito así, finalmente abre los ojos.

-Mmm… Buenos días, Rubén… Qué buena forma de despertarme… Gracias…

-De nada, princesa… -Le cojo un dedito y me lo llevo a la boca, chutepeándolo y haciéndola sonreír y morderse el labio.- ¿Te gusta, Alba? ¿Te gusta lo que tu hermanito mayor te está haciendo?

-Sí… Ummm… Qué bien…

Saca el dedo de mi boca y lo lleva a la suya, para después dármelo de nuevo. Se nota que está encantada con la situación. Se pega más a mí, aplastando sus senos contra mi pecho y haciéndome cosquillitas en la espalda. Por mi parte, paso un brazo por detrás de su cuello, haciendo que lo use como almohada, mientras con el otro sigo acariciándola.

Acerca su cara a la mía, tocándose ya nuestras narices, y se queda ahí, quieta, a escasos centímetros de mis labios. Para mi sorpresa, no me mira dubitativa, sino más bien divertida, alegre. Entonces hace el gesto de ir a besarme, pero, en vez de eso, dice:

-Dame un momentito. -Y se separa de mí. Sorprendido, me la quedo mirando. Se levanta un poco de la cama y se quita los sujetadores, mirándome con una sonrisa picarona.- Así estaré más cómoda. ¿No vas tú con las tetillas al aire? Pues yo también.

Salen a relucir sus pechos y deja los sujetadores en el suelo. Hecho esto, vuelve a colocarse como estaba antes.

-Tienes unas tetas muy bonitas, Alba.

-Gracias. Así estoy más fresquita…

-Ya veo, ya.

Me las quedo mirando unos segundos, incapaz de apartar la mirada.

-Puedes… Puedes tocármelas, si quieres…

-Gracias. -Con cuidado, paso un dedo por el contorno, sin llegar a tocarlas, quedándome justo en el límite. Noto que, como pensaba, están duras e hinchadas.- ¿Te gusta?

-Sí, sigue. Lo haces muy bien… -Tiene la boca entreabierta y le tiembla, como si tratara de coger aire sin éxito.- Mmm… Estoy muy a gustito…

Viéndola disfrutar de esta manera, me animo y decido ir un paso más allá. Sorprendiéndola, me pongo sobre ella y la voy besando por el cuello y los hombros, entrelazando mis manos con las suyas.

-Ah… Ahh… Ahhh… -Suspira, con los ojos cerrados. Bajo hasta su vientre y lo beso, dándole también cortas lamidas. Alba se retuerce de gusto.- Mmm… Hhmm... -Vuelvo a subir y la abrazo fuerte, gesto al que ella responde rodeando mi cuello con sus brazos. Me fijo en que está se está poniendo roja. Rodea una de mis piernas con las suyas, dejándome a su merced, y se dispone a besarme.

Justo entonces oímos que se abre la puerta de la calle. Nuestros padres han vuelto. Prácticamente sintiendo su aliento en mi boca, nos separamos y se me queda mirando con los ojos brillantes. Una amplia sonrisa de felicidad recorre su rostro.

Se acerca de nuevo a mí, poniendo las manos en mi pecho, y me da un suave pero largo beso en la mejilla. Cuando vuelve a separarse, me guiña el ojo, recoge los sujetadores del suelo y me pide que la ayude a ponérselos.

En esas estamos cuando se abre la puerta y entra nuestra madre al dormitorio. No nos pilla de milagro.

-Ah, veo que ya estáis despiertos. Buenos días.

-Buenos días, mamá -la saluda Alba-. ¿Cómo es que venís tan temprano?

-Porque se me roto la bicicleta. Se me ha salido la rueda de atrás.

-¿Estás bien? -Le pregunto.

-Sí, sí, no os preocupéis… -Se queda mirando a su hija.- Oye, cielo, ¿no vas muy fresquita?

-Bueno, soy calurosa, ya sabes… -Se explica mi hermana.

-Ya veo, ya. Oye, pero no tortures a Rubén, ¿eh? -Le pide en tono de broma.- Será tu hermano, pero el pobre no es de piedra.

-No te preocupes, mamá -la tranquilizo-. Está controlado.

Suspira y niega con la cabeza, sonriéndonos.

-En fin… Bueno, me voy a duchar que estoy sudada.

En cuanto se cierra la puerta, Alba me mira fijamente. Acto seguido, nos partimos de risa.

Ya por la tarde, Alba se va al cine con sus amigas y yo asisto a una charla que hacen en un local del centro de la ciudad. Cuando acaba, cojo el coche y vuelvo a casa. Sin embargo, mi hermana me llama cuando estoy a medio camino. Me pide que vaya a recogerla al mismo descampado donde nos pillaron los Mossos.

-Gracias -me dice, entrando en el coche.

Sus amigas ya se han ido y no le apetece estar sola en casa, de ahí que me haya llamado.

-¿Qué tal la charla? -Se interesa, poniéndose cómoda en el asiento del copiloto y mirándome.

-Bien, ha venido un hombre de Madrid, ha dado un pequeño discurso y luego hemos estado debatiendo un rato.

Mientras se lo explico, me fijo en su atuendo: lleva la coleta de siempre, una camisa blanca sin mangas y unos

shorts

tejanos, de esos con agujeros. Resaltan sus piernas desnudas.

Pongo la mano sobre una y le hago cosquillitas, gesto al que Alba sonríe. Cierra los ojos y se deja hacer.

-Lo haces muy bien…

-Gracias.

Toco las palancas de los asientos y los echo hacia atrás.

-Mucho mejor.

Se levanta y se pone sobre mí, quedando de caras. Me acaricia el pecho por encima de la camiseta y me va besando lentamente, yendo de la mejilla al cuello.

-¿Te gusta? -Me pregunta.

-Sí, mucho. Sigue.

Se anima y, separándose un momentito de mí, se desabrocha la camisa. Ya en ropa interior de cintura para arriba, vuelve a la carga, aunque soy yo el que la besa en el cuello, haciéndola suspirar.

-Mmm… -Ronronea, como una gatita en celo.- Lo haces muy bien…

-Gracias… Oye, no creo que sea buena idea que estés medio desnuda a la vista de la gente, Alba.

-No pasa nada… Ufff… Nadie nos ve, Rubén… No te preocupes por nada… Tú… Tú solo déjate llevar y disfruta, hermanito… -Termina por quitarse también los sujetadores. Se lleva el dedo índice a la boca y lo va bajando por su cuello hasta llegar a los pechos, dejando un camino de saliva.- Síguelo con la lengua -me pide.

Yendo de abajo hasta arriba y con mis manos abrazándola por la espalda, voy subiendo hasta llegar a la comisura de sus labios, donde me detengo.

Alba rodea mi cuello con sus brazos y acerca su boca a la mía hasta el punto que, mientras besa suavemente mi barbilla, puedo sentir su labio superior casi tocando el mío inferior. También puedo sentir su aliento.

Entonces hace algo que no me espero en absoluto: sin que nuestras bocas se toquen, da leves mordisquitos a mis labios. Esto sí que no me lo esperaba y me pone a cien.

A punto de perder el control, nos sobresaltan el sonido de mi teléfono. Me están llamando. Aún con mi hermana sobre mí, dándome besitos en la frente, hablo con nuestra madre, que nos dice que vengamos a un bar que hay en el barrio, que cenaremos allí.

-¿Quién era? -Me pregunta, ahora acariciándome la mejilla con la mano.

-Mamá, que cenamos fuera. Siéntate y vamos para allá.

Se pone la camisa y arranco. Mientras conduzco, siento que tengo una pedazo de erección. Casi pierdo el control de la situación.

Cuál es nuestra sorpresa al encontrarnos, sentados en la terraza del bar junto a nuestros padres, a Nuria y a sus progenitores.

-¿Rubén, qué coño hace Nuria ahí? -Me pregunta, notablemente irritada y con los ojos abiertos como platos.

-No tengo ni puta idea, te lo juro. Mamá no me ha dicho nada de que estuviera.

-O no ha querido… -Añade, con una mueca de desagrado.

Entonces caigo en la cuenta de que lleva toda la razón del mundo. Mis padres se llevan genial con los suyos y siempre han intentado, de forma sutil, que estemos juntos. Viendo que ahora ya no tengo ningún tipo de interés en ella, pretenden forzar las cosas.

Pues no se lo pienso permitir.

-Alba -la paro antes de que salga del coche, cuando ya he aparcado-. Nuria está aquí por mí, así que tú no te metas. No digas más de lo necesario y déjame que yo lleve las riendas, ¿vale?

-Está bien -me mira fijamente a los ojos, seria-. Confío en ti, Rubén. -Me planta un beso en la mejilla y abre la puerta.

Mientras andamos hacia ellos, me fijo en mi compañera de clase: lleva la melena rubia suelta y lisa, un top blanco y unos

shorts

parecidos a los de mi hermana. Además, se ha pintado ligeramente los ojos. Se nota a la legua que se ha puesto guapa para mí, de modo que me recuerdo la cucaracha que se esconde tras esas curvas para no caer en la trampa por sus encantos.

-Hola, Rubén -me saluda Lola, su madre-. ¿Qué tal, Alba?

Después de darle la mano a Javier, su padre, y dos besos a su progenitora, le llega el turno a Nuria. Está sentada con una postura despreocupada, así que tengo que agacharme. Noto perfectamente que intenta besarme en los labios, pero me aparto a tiempo y logro que se limite a dármelo en la comisura.

Con Alba sí que se levanta, y sé por qué es: quiere volver a ganarse su confianza. Eran amigas hace bastantes años, pero su relación se fue enfriando hasta no ser más que unas simples conocidas. Ella sabe lo unido que estoy con mi hermana, así que imagino querrá ganársela para acercarse más a mí.

Por suerte para mí, Alba la odia.

-Hacía tiempo que no te veía, Alba -la saluda cariñosamente-. ¿Cómo te va en clase?

-Bien, voy haciendo…

-¿Y qué tal con los chicos?

-Bueno... Jiji -algo debe de decirle mi hermana al oído cuando se dan dos besos, porque de pronto la expresión de Nuria se vuelve más seria, como extrañada. Y cuando mi compañera mira hacia mí con el ceño fruncido, me temo lo peor.

Cenamos unos bocadillos tranquilamente, con Alba a un lado y Nuria al otro. Esta última trata de darme conversación, pero mis respuestas son siempre serias.

Mis padres, por otra parte, no dejan de compararme con ella en materia de estudios. Al parecer, estoy sentado al lado de una chica prodigio, a juzgar por los comentarios que hacen sus padres. Está más que claro que hacen esto para impresionarme y que me dé cuenta del bombón que tengo a mi izquierda, pero lo que ellos no saben es que un bombón podrido.

Finalmente, me invento que he quedado y me llevo a Alba conmigo. Por la expresión de Nuria, sé que no se lo traga, pero lo cierto es que me la pela bastante.

-Alba, ¿me dirás qué les has dicho a Nuria al llegar? -Le pregunto, ya en el coche.

-Así que te has dado cuenta, ¿eh? -Me sonríe con malicia.- Me ha preguntado cómo me va con los chicos y le he respondido que mejor que a ella jijiji.

No puedo evitar reírme.

-Alba, por favor… Te he pedido que no te metieras…

-... y no me he metido -trata de corregirme-. Solo he respondido a su pregunta -me guiña el ojo.

Me despido de ella, la dejo en casa de una amiga y llamo a un colega para echar unos vicios en su casa. La noche está bastante bien: pizzas, alcohol, PS4…

Voy camino a casa a altas horas de la mañana cuando oigo voces provenientes de un callejón. Parecen gritos.

-¡No! ¡Por favor! ¡Soltadme! -Una voz femenina pastosa, cuya dueña muy probablemente va hasta el culo de alcohol, pide auxilio.

Corro hacia allí y al doblar la esquina me encuentro todo el percal: cuatro tíos con no muy buenas intenciones alrededor de una chica. Entre todos la tienen inmovilizada y con la mano presionando la boca para que no chille.

No me cuesta más de dos segundos decidir qué hacer.

-¡EH, VOSOTROS! -Les grito, preso de la rabia.- ¡SOLTADLA!

Uno de esos engendros se gira hacia mí, y la tenue luz de una farola iluminado levemente la cara de la víctima.

Reconocería ese rostro aunque estuviera desfigurado.

Es Nuria.

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