Rubén & Alba. Las caricias de mi hermana

Alba sigue intentando conquistar el corazón de su hermano de formas cada vez más tentadoras.

- Rubén & Alba. Las caricias de mi hermana -

Tenemos Educación Física a última hora del día, y la profesora nos hace correr los primeros diez minutos para dejarnos a nuestra bola -nunca mejor dicho, ya que siempre jugamos a fútbol- los cincuenta restantes.

Salgo del vestuario con el chándal puesto -la camiseta del instituto, azul de manga corta, y unos pantalones oscuros- y me dirijo a la pista, pasando por al lado del vestuario femenino, cuya puerta está abierta. Es entonces cuando veo a Nuria frente al espejo, haciéndose la coleta de caballo -la misma que se hace mi hermana-.

Pese a que no me cae bien, mentiría si dijera que no está buena: tiene un culazo de esos grandes y erguidos, unas piernas preciosas -montar a caballo es lo que tiene- y unos senos que, aunque desde luego no son los más grandes, sí se adivinan redondos y bien puestos. Todo ello acompañado por una piel blanca y un hermoso rostro de ojos castaños.

Me debe de haber visto por el reflejo, porque hace ver que se le cae la goma para el pelo -de una forma ridículamente falsa, por cierto- y se agacha para recogerla, ofreciéndome un espectacular primer plano de su trasero. Me la quedo mirando unos segundos, embobado, hasta que, no sé ni cómo, logro salir de mi atontamiento y me voy corriendo con los demás.

-¿Rubén Sanz? -La profesora está pasando lista.

-¡Sí! -Vengo al galope.

Termina y nos manda hacer los diez minutos reglamentarios de footing. Justo voy a calentar cuando alguien me pone la mano en el hombro y me susurra en el oído:

-¿Te ha gustado mi regalito de los vestuarios? -Me provoca Nuria con voz sensual.- Si quisieras, podrías ver cositas como esa cada día jiji.

Me giro hacia ella e inmediatamente después me arrepiento de hacerlo, ya que mi cara queda a apenas unos centímetros de la suya. Nuria me sonríe con una mezcla de malicia y picardía y expira, notando yo impactar el aire en mi boca.

-Rubén, Nuria, ¿qué hacéis? -Nos pide explicaciones la maestra, mientras se acerca a nosotros.

-Na-Nada -respondo, y ahora sí empiezo a correr.

“Todo sería tan fácil si sucumbiera a sus encantos…”, pienso mientras voy adelantando a mis compañeros. “Pero no es solo el físico lo que importa, y Nuria está podrida por dentro. Menos pensar con la polla y más con la cebolla.”

En el fútbol no soy el mejor, precisamente, pero he aprendido a molestar al otro equipo hasta hacerles perder la pelota y entonces pasarla a los del mío. Me rendí con este deporte hace años, más que nada porque soy incapaz de apuntar bien y, por lo tanto, de marcar gol.

A Nuria, en cambio, se le da de maravilla. Oh, sí, Nuria juega los partidos con nosotros, adivinad por qué. La suelen elegir de los primeros, de hecho; a mí, en cambio, me dejan para el final.

Su pelazo rubio se vuelve aún más dorado bajo el sol, casi brillante, y el viento se lo mueve como si de un pañuelo de oro se tratase. Esto, sumado a la agradable fragancia del champú que usa, hace que muchos del equipo rival sean incapaces de pararla. Porque ese es justamente otro de los motivos que la hacen ser elegida: los tíos se quedan embobados mirándola, tanto por su melena como por su cuerpo.

-¡Gol de Nuria! -Chillan los de nuestro equipo.

Se me queda mirando mientras me sonríe y se pone el pelo tras la oreja. Me guiña el ojo y hace el gesto de mandarme un beso con los labios. Aparto mi mirada de la suya y niego con la cabeza. “Está buena y lo sabe, y usará todos sus encantos para hipnotizarme. Pero no debo ceder… No puedo”.

-Rubén. -Me llama el portero de mi equipo.- Has visto cómo te mira Nuria, ¿no? Supongo que sabes que se muere por ti…

-Sí, lo sé.... - Suspiro con desagrado, sin mirar a mi compañero.

-Tío, ¿y esa cara? Ojalá una tía como ella se interesara por mí. No seas tonto: aprovecha, tú que puedes.

Estoy tentado de decirle cómo es ella en realidad, pero me doy cuenta de que hará caso omiso a mis advertencias. Al final y al cabo, es otro más del rebaño de aduladores de Nuria que le lamerían la suela de los zapatos si así lo quisiera.

Acaba la clase y vamos a la fuente a refrescarnos. Nuria se echa agua en la nuca mientras me mira fijamente, tratando de provocarme, y luego deja que se le moje “accidentalmente” la camiseta, dando como resultado que se le vean las tetas a través de la tela. Mientras nuestros compañeros babean por ella, le hago una mueca de asco y me largo.

Odio la Educación Física porque es en la clase que Nuria más me pone.

Por la tarde estoy estudiando en mi cuarto cuando miro por la ventana y me fijo en que mi madre y mi hermana están tomando el sol en la terraza, descansando sobre las tumbonas y vestidas con bikinis rojos.

Tienen una estampa digna de foto de postal veraniega. Como dije en “Desnudando a mi hermana”, Alba es una copia de mamá físicamente hablando. Ambas son de pecho generoso -proporcional a su edad, claro-, culo erguido y bonitas piernas. Y por si esto fuera poco, la melena les brilla, dándoles un toque de lo más sexy.

Decido dejar aparcado el libro un rato para disfrutar de estas maravillosas vistas. Es la primera vez que las veo así desde el verano pasado, y no pienso dejar pasar la oportunidad.

De pronto, mi madre se levanta y se sienta en la tumbona de caras a su hija, a su derecha. Enorme es mi sorpresa al ver que le baja los sujetadores, dejando al aire el precioso busto de Alba, y se pone a masajearlo, despacito y con cuidado. Mamá siempre dice que los masajes son buenos en cualquier parte del cuerpo, porque ayudan a que corra la sangre y a mejorar la circulación. Yo no sé si será verdad, pero el caso es que ella lo hace.

Mi hermana sonríe mientras su progenitora la toca, haciéndola sentirse bien. Yo nunca le he tocado los pechos -y no será porque ella no lo haya intentado veces provocándome, precisamente-, porque es otra de esas cosas que pueden derivar en beso. Sin embargo, me alegra saber que alguien de total confianza lo hace. Me siento un poco menos culpable.

Tras un ratito de caricias, vuelve a ponerle bien los sujetadores, coge un bote de crema del suelo y la esparce con su cuerpo: cara, cuello, vientre, extremidades…

Entonces Alba se levanta y se sienta sobre nuestra madre mientras esta le acaricia las piernas. Al igual que ha hecho ella, mi hermana le baja los sujetadores y le hace un lento masaje en las tetas.

Mi erección ya es tremenda y estoy deseando encerrarme en el baño para cascármela a gusto, pero debo resistir. Saco el móvil y las grabo para tener un buen recuerdo de esto.

A continuación le pone crema por todo el cuerpo, con especial atención a las piernas. Cuando termina, le coloca bien los sujetadores y vuelve a tumbarse.

Llegados a este punto, no aguanto más y me meto en el baño para calmar el calentón que llevo encima. Busco el vídeo que he grabado en la Galería y lo reproduzco.

Apenas me la he empezado a machacar cuando oigo que se abre la puerta principal de casa. Mi padre ha vuelto de hacer la compra. Podría seguir a lo mío, pero sé que como no baje me va a llamar a gritos desde el piso de abajo, y no me apetece mucho oírle. Resignado, me subo los pantalones y voy a echarle un cable.

Mientras sacamos las cosas de las bolsas y las vamos guardando en la nevera, se abre la puerta de la cocina que da a la terraza y entrar mamá y Alba, sudorosas y aún con los bikinis puestos.

-Jo, ¿de dónde salís vosotras? -Papá se queda mirando a sus dos mujeres.

-De tomar el sol, cielo.- Mi madre se acerca a él, contoneándose, y le da un corto beso húmedo con lengua cargado de sensualidad.- ¿Cómo me queda el bikini? -Pregunta, dando una vuelta sobre sí misma.

-Para comerte -acierta a decir su marido.

-Divino, mamá -me sale del alma-. Te queda genial. Y a ti, Alba, también.

-Jiji gracias.

Se van para ducharse y nosotros seguimos metiendo comida en los armarios. En esas estamos cuando mi padre me comenta:

-Hay que ver lo guapas que se ponen en verano, ¿eh?

-Y que lo digas. Y aún estamos en mayo…

-Oye, en confianza, Rubén. Hablemos de hombre a hombre: ¿esta noche te puedes llevar a tu hermana por ahí unas horas? Quiero estar con tu madre tranquilamente…

-Claro, sin problemas. -Entonces hato cabos.- Ahora entiendo por qué has comprado más vino que de costumbre.

-Chico listo. -Hace una pausa, como pensándose lo que decir.- Escucha, ya que estamos con el tema: ¿cómo vas con el tema chicas? ¿Hay alguna que te interese?

-Pues no, la verdad… Tengo algunas amigas, pero nada más.

-Y con Nuria qué tal -me suelta de pronto.

-¿Enserio, papá? -Este tema me cabrea.- ¿Aún piensas en ella?

-Hijo, los dos sabemos que ella se muere por ti, y a ti hasta no hace mucho te gustaba…

-Sí, correcto: hasta no hace muchos AÑOS -remarco el “años”-. La gente cambia. Nuria y yo somos muy diferentes.

Y con esto finaliza la conversación. Ninguno decimos nada, pero los dos sabemos lo que está pensando el otro.

Esa noche me llevo a Alba a cenar al König y acabamos mirando las estrellas en un descampado, estirados sobre el capó de mi coche con unas mantas. Abrazada a mí para entrar en calor, me pregunta:

-¿Puedo saber a qué se debe el estar aquí?

-Sí. Aparte de porque me apetecía volver a salir contigo por ahí, ha sido porque papá quería estar a solas con mamá y me ha pedido si podíamos irnos de casa un rato -le hago cosquillitas en la espalda mientras hablamos.

-¡Oh! Entiendo jiji. ¿Conque nuestros padres querían hacer manitas, eh?

-Eso parece, sí. No le digas que te lo he dicho, ¿vale? Como aún eres pequeña igual no le hace gracia que lo sepas…

-¡Oye, que no soy tan pequeña! Cumplo 15 en agosto.

-Pues eso: pequeña jaja.

-¿Así que esas tenemos, eh? -Me dice, poniéndose mimosa y juguetona.- Pues mira, te voy a demostrar que ya no soy una niña.

Me pone su pierna en la barriga, me acaricia el cuello con la mano y me besa en la barbilla, en las orejas, en el cuello, en la mejilla…

-¿Te gusta, hermanito? -Me pregunta, con voz ligeramente ronca.- ¿Te gusta lo que tu hermanita pequeña te está haciendo?

-Umm… Sí, sigue…

-Jijiji me alegro.

Se pone sobre mí y me deleito con su físico: lleva una camiseta blanca de manga corta apretada que no deja nada a la imaginación, unos pantalones negros también apretados que le realzan el trasero y su coleta de siempre.

Mientras me da besitos por el cuello y la mejilla, me va desabrochando los botones de la camisa. Trato de pararla, pero rápidamente me pone el índice en la boca, indicándome, con una sonrisa picarona, que guarde silencio. Dejo las manos quietas en señal de rendición y ella aprovecha para llenarse el dedo de mi saliva, cosa que yo facilito tocándoselo por dentro con la lengua.

-¿Era esto lo que querías, no? -Le pregunto.

-Ajá… -Asiente con la boca entreabierta.

Saca el dedo y lo chupa, relamiéndose. A continuación, vuelve a besarme en la barbilla y va bajando en vertical con mi cuello hasta llegar al pecho. Mientras lo hace, le voy quitando los mechones rubios que se le van poniendo por la cara a la vez que acaricio su bonito rostro.

-Qué guapa eres, Alba -la alabo.

Me mira con sus preciosos ojitos azules claros y me sonríe dulcemente.

-Gracias.

Se tumba sobre mí y me hace cosquillitas con la nariz en la barbilla. Me da un beso cerca de la comisura de los labios y va subiendo.

-Alba…

-Ssshh… No digas nada… Solo disfruta…

Nuestros labios están a punto de tocarse cuando pasa un coche de los Mossos y se para.

-¡Eh! -Salen del vehículo un hombre y una mujer.- ¿Qué están haciendo?

Nos levantamos del capó en apenas unos segundos y me abrocho la camisa tan rápido como puedo.

-Perdonen. Nos… Nos hemos dejado llevar -acierto a decir.

-Ya nos vamos -añade mi hermana, muerta de vergüenza.

Nos acaban registrando, pidiendo los DNIs y a mí la documentación del coche. Me hacen hasta un control de alcoholemia -debían estar aburridos, yo qué sé-.

Y pasa lo que había imaginado que pasaría, y es que se dan cuenta de que tenemos los mismos apellidos: Sanz Zapatero. Nos miran raro y nos preguntan:

-¿Son hermanos?

-No, lo de los apellidos es casualidad -miento-. No es la primera vez que nos los dicen -invento, para darle un poco más de credibilidad.

-Muy bien: váyanse, que es tarde y Alba mañana debe tener clase -nos dice la mujer, que es quien ha registrado y pedido el DNI a mi hermana -. Buenas noches.

Nada más meternos en el coche, le pregunto:

-Alba, ¿estás bien? -La cojo de la mano.

-Sí, es solo que no me esperaba lo de los Mossos. -Me da un beso en la mejilla y otro en la mano, sonriéndome.- Gracias por preocuparte.

-Tranquila. Te quiero.

-Y yo a ti.

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Rubén & Alba. Desnudando a mi hermana

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