Rubén & Alba. En el baño

Los dos hermanos se duchan juntos. El cariño que se tienen y el roce de sus cuerpos desnudos producen situaciones de lo más interesantes.

- Rubén & Alba. En el baño -

Me despierta una extraña sensación en el pene. Entreabro los ojos y veo que sigue siendo de noche, pues todo está oscuro y la única luz que hay proviene del reloj digital que tengo sobre la mesa, al lado de la cama.

Me doy cuenta entonces de que mi hermana me está masturbando, lentamente y con suavidad. Su mano tiene envuelto mi miembro y lo va masajeando. Como cada noche, está tumbada y abrazada a mí en ropa interior y con una coleta en el pelo.

  • Alba… - le susurro - ¿Qué haces?

  • Aliviándote, ¿no lo ves?

  • Pero… Alba…

  • Sshht - me hace callar y levanta la cabeza de mi pecho para colocarla al lado de mi oreja, donde empieza a susurrarme cositas -. Tú solo disfruta, hermanito. Quiero ayudarte a descargar la excitación por todas esas veces que te he calentado.

  • Gracias, Alba, pero… No creo que esta sea la forma más adecuada.

  • ¿Ah, no? ¿Y cómo lo hago, si no? ¿Quieres tocarme? Tócame. - Dice poniendo mi mano sobre su trasero. - Desahógate conmigo. Déjate llevar. Deja que tu encantadora hermana pequeña, que te adora, se encargue de todo.

Me mordisquea el lóbulo con dulzura y me da besitos por el cuello y detrás de la oreja. Me está poniendo a mil.

  • Estaba soñando contigo, Rubén. Estaba soñando que me hacías el amor. Estaba disfrutando tanto de tus caricias, del cuidado con el que ibas para no hacerme daño… Entonces me he despertado y he visto que estabas empalmado, así que he decidido darte placer. ¿Te gusta?

Su voz es ronca y sensual a la vez, y me está poniendo enfermo.

  • Sí que me gusta, sí.

  • Jijiji pues disfruta, campeón. Disfruta, que me haces muy feliz…

Siento que el orgasmo está cerca. Ella también debe de notarlo por la dureza de mi polla, así que acerca sus labios a los míos hasta que casi se están rozando.

  • Alba…

  • Lo sé… Relájate…

Mi hermana va a besarme por fin en los labios a la vez que llego al ansiado y delicioso orgasmo cuando todo se vuelve negro...

… y oigo a nuestro padre, que nos despierta a gritos a las 6:30 de la mañana, media hora antes de que nos suene el despertador.

  • ¡Rubén, Alba, despertaos, que llegáis tarde a clase!

Pegamos un brinco en la cama, sobresaltados, y miro la hora.

  • Papá… - empiezo a decir, medio dormido - El instituto empieza a las 8, no a las 7. Baja la voz…

Viéndose atrapado, nos suelta:

  • ¡Bueno, pues aprovecháis para estudiar! Me voy al trabajo. Adiós.

Y cierra de un portazo. Suspiro y miro a mi hermana, que está a mi lado con los ojos entreabiertos. Va en ropa interior y con la cabellera rubia recogida en una cola de caballo.

Me mira con sus ojos azules y niega con la cabeza, como queriendo decir “Será imbécil…”

  • Buenos días, hermanita… - la beso en la frente con dulzura.

  • Buenos días, Rubén - y me abraza.

Nos quedamos así unos minutos, disfrutando del contacto, del tacto de la piel.

  • Oye… Aún queda un rato para que suene el despertador. ¿Nos volvemos a dormir?

  • No, mejor aprovechamos para ducharnos. ¿Te parece?

  • Vale, vamos.

Nos levantamos de la cama y vamos al baño. Estoy poniendo el agua caliente cuando veo que Alba no solo sigue con ropa sino que me está mirando pícara.

  • ¿A qué esperas?

  • ¿Me ayudas a desnudarme, porfi? - pone su encantadora voz infantil.

  • Claro.

Se pone de caras al espejo y yo detrás suyo. Primero le bajo las bragas y sale a relucir su espléndido trasero, redondito y erguido. Lo hago despacito y disfruto del tacto de su piel blanca, de sus muslos, de sus piernas. Me percato entonces de que tiene una mancha en las bragas. Sonrío y no le doy importancia.

  • ¿Qué tal por ahí atrás?

  • Bien, bien, tengo unas vistas espectaculares jeje.

  • Jijiji lo sé.

Continúo con el sujetador. Lo desabrocho por detrás y cae al suelo. El busto de mi hermana es exquisito para su edad: unos pechos muy bien formados y nada caídos. Por último, deshago la coleta y libero su larga melena dorada, que ella misma se recoge y se pone delante, a un lado.

La abrazo por la cintura y beso su espalda. Ella sonríe, cierra los ojos y solo disfruta. Voy subiendo, pasando por su nuca, hasta llegar a la oreja. Beso la parte trasera de esta y llego al lóbulo, que directamente chupo con suavidad.

  • Mmm… - ronronea ella.

  • Ssshhh…

Voy subiendo las manos y acaricio su vientre. Entonces abre los ojos y se separa de mí rápidamente:

  • Venga, que al final no nos vamos a duchar.

Dicho esto, vuelve a sonreirme juguetona y se mete en la ducha. No quiero perder tiempo, así que me quito los calzoncillos con prisa y me meto con ella.

Alba ya está mojada cuando entro. Se ha echado el pelo hacia atrás y el agua le cae por el cuerpo. Está preciosa. Me pongo de caras a ella, bajo el chorro de agua caliente, y le digo:

  • Enjabónate tú primera y así después te pones bajo el agua.

Asiente y empieza por el pelo.

  • Oye, ¿quieres que te limpie yo el cuerpo mientras? - le pregunto.

  • Me encantaría - me contesta mirándome a los ojos, con una sonrisa que derretiría una piedra.

La enjabono entera menos el culo, la vagina y las tetas. Ella cierra los ojos mientras se deja hacer. Después se limpia donde yo no la he tocado y finalmente se pone bajo el agua.

  • Yo ya estoy - anuncia -. Te toca.

Coge el champú y el resto de cosas (ella controla mucho más de esto que yo; mis métodos de limpieza son simples: busco la palabra «pelo» en los botes y me echo el que la contenga, y lo mismo con el cuerpo) y me lo extiende por todas partes menos en la entrepierna mientras yo hago lo propio con mi pelo corto negro.

  • ¿Te está saliendo músculo, eh? - me comenta, tocándome los brazos.

  • Más les vale, ahora que he vuelto a hacer ejercicio.

  • Pues sí jiji.

Bajo la mirada para limpiarme el pene y entonces veo que tengo un empalme de tres pares de cojones. No es raro que me dé cuenta ahora: paso tantas horas palote que ya es como mi estado normal. Mi soldado apunta directamente al coñito de Alba, quien por cierto se lo mira divertida.

  • ¿Cuánto hace que está así?

  • Casi desde que has entrado jijiji. Creía que te habías dado cuenta.

  • Pues no.

  • Bueno, no pasa nada… Es una reacción natural.

Termino de limpiarme y me quito el jabón. Ya estando ambos, mi hermana se me pega, juguetona, y me acaricia los pectorales con las manos. La abrazo y sus pechos se aplastan en mí. Levanta la cabeza con la boca entreabierta y yo agacho la mía. Se tocan nuestras frentes y narices y nuestros labios casi se están rozando. Me doy cuenta de que tiene las mejillas rojas.

  • Alba…

  • ¿Si…?

  • Te quiero.

  • Y yo a ti - traga saliva, nerviosa.

Tenemos las bocas tan cerca que cuando uno habla el otro puede llegar a notar el movimiento de los labios del primero. Por este motivo noto que le tiembla la voz, por no hablar de lo rápido que le late el corazón.

  • ¿Estás bien? - le pregunto.

  • Sí - asiente con la voz ronca.

Entonces cierra los ojos y nos quedamos un ratito así. Finalmente suspira y se aparta de mí.

  • Deberíamos salir - me dice.

Me da un beso en la mejilla y para el agua. Se dispone a mover la cortina cuando la cojo de la mano.

  • Alba.

  • ¿Sí?

  • ¿Seguro que estás bien?

  • Sí, no te preocupes - agarra mi mano con sus manos y la besa en la palma. Después sale.

Salgo yo también y nos secamos con las toallas. De pronto se me queda mirando.

  • Oye, ¿quieres que te afeite?

  • ¿Tan mal estoy? - tenía pensado dejarme crecer un poco las patillas, ni que fuera.

  • No, pero estás más guapo sin pelos en la cara - me sonríe dulcemente poniéndome la mano en la mejilla.

  • Eh… Vale, como quieras - acepto.

  • Siéntate en la taza del váter, que si no no llego.

Le hago caso y se sienta en mi regazo, de caras a mí. Debo recordar que seguimos desnudos.

Me llena la cara de espuma y empieza a afeitarme con la cuchilla. Sus ojitos azules no apartan la vista ni un momento. Es su primera vez y no quiere cortarme. Alba está de espaldas al espejo, así que puedo ir viendo más o menos cómo se está dejando… Y no lo hace mal, precisamente.

  • Esto se te da bien, hermanita. Podrías hacer barbería, o peluquería, o algo de eso…

  • Sí, la verdad es que mal no se me da. Aunque prefería dedicarme a hacer fotos y mandarlas a revistas.

  • Tú lo que quieres es fardar en Instagram jaja - me río.

  • Jijiji cómo me conoces - me besa en la frente con ternura.

  • ¿Y no te gustaría ser modelo? Con el cuerpazo que tienes das la talla de sobras…

  • ¿Te refieres a esto? - refiriéndose a sus tetas, haciéndose la inocente que no sabe de lo que le hablan.

  • Sí. Alba, soy tu hermano y te quiero mucho, pero no soy ciego. Eres muy sexy.

  • Gracias.

  • Te lo digo en serio. Valdrías para esas revistas en las que posan con la ropa que está de moda puesta.

  • No sé… No me veo posando.

  • Pero si ya posas en las fotos que te haces por la calle…

  • En eso llevas razón.

Mientras hablamos, ya ha terminado de afeitarme. Para comprobar cómo de suave me ha dejado la cara, pone su mejilla en la mía y así va de una a otra. Cuando pasa por los labios, levanta un momento la cabeza y me toca con los dedos.

  • Pues te queda bien - concluye, satisfecha.

  • Me lo alegro. Gracias.

  • De nada, hermanito.

Entonces se me queda mirando fijamente los labios. Con los dedos índice, corazón y pulgar me los vuelve a tocar y a reseguir. Se muerde el labio mientras lo hace. Abro un poco la boca y el índice se me mete dentro. Esto dura solo unos segundos, pero suficiente como para que el dedo quede húmedo de saliva.

Me rodea el cuello con los brazos y nos abrazamos. No puedo asegurarlo, pero juraría que mientras estamos así Alba se mete el índice en la boca.

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