Rubén & Alba. Desnudando a mi hermana
Rubén y Alba se van de cena con sus padres y acaban en los baños, estando la chica medio desnuda.
- Rubén & Alba. Desnudando a mi hermana -
Mi padre, Alba y yo vamos en coche camino del aeropuerto de Barcelona. Sonia, nuestra madre, regresa hoy a España tras pasar un mes en el extranjero por motivos laborales.
Papá conduce con prisas por la autopista, deseoso de volver a ver a su amada. No sé si por miedo a la velocidad a la que vamos o como un simple gesto de cariño -seguramente ambas cosas- mi hermana me tiene cogida la mano, entrelazando sus dedos con los míos, mientras apoya la cabeza en el asiento y me observa con dulzura.
Aparcamos donde podemos, entramos y la esperamos. No tarda en aparecer. Una flamante rubia de ojos azules como Alba, vestida con camisa y tejanos. Siempre tan elegante… Le falta tiempo para echarse encima de su marido y darle un pedazo de beso de tornillo, de esos de película. Se besan apasionadamente hasta el punto que más de uno se los queda mirando. Mi hermana se pone roja de la vergüenza y yo agacho la cabeza, tratando con todas mis fuerzas de no reírme por la situación.
Por fin se sueltan los tortolitos y nos abraza a Alba y a mí, llenándonos la cara de besos.
-¿Cómo estáis, hijos? ¿Me habéis echado de menos?
Mi hermana sonríe y dice que sí con la cabeza, cogiéndola de la mano, y yo la beso en la mejilla como respuesta. Nos montamos en el coche y vamos a cenar a un restaurante, donde ya tenemos mesa reservada.
Aquí me gustaría hacer un inciso para aclarar algo, y es que Alba perdonó a mamá hace algún tiempo. Tal y como conté en “¿Pesadilla o sueño erótico?”, nuestros padres no la creyeron hasta el final. La diferencia reside en que papá es demasiado orgulloso y nunca se ha disculpado, mientras que nuestra progenitora, sí. Aún con esto, mi hermana ha pasado años estando como ausente con ella, fría y seria. No fue hasta unos pocos meses atrás, después de empezar a dormir juntos, que hablé con ella y la convencí de que volviera a ser la hija que, afectuosamente hablando, Sonia perdió.
Hicieron las paces y vuelven a estar bien, pero eso no quita el hecho innegable de que mi hermana sigue sintiéndose cómoda y segura únicamente conmigo. Supongo que el tiempo curará estas heridas… al igual que curará el orgullo nuestro padre, que no parece tener intención alguna de pedirle perdón a su pequeña.
Me levanto y voy al baño. De pronto, se abre la puerta y entra Alba con una sonrisa pícara. Me la quedo mirando a través del espejo que hay al lado del urinario donde estoy.
-Alba, te has equivocado de baño.
-Jiji no. Mejor quedémonos aquí un ratito -me propone con voz melosa.
-¿Por? Se nos va a enfriar la comida…
-Hazme caso. Papá y mamá quieren estar un rato a solas. Me he ido al darme cuenta de que se estaban comiendo con los ojos.
-Entiendo… -Termino de mear y me lavo las manos.- ¿Qué hacemos mientras?
-Tú ayúdame con la camisa. Necesito quitármela un momentito, que tengo calor.
La ayudo a desabrocharse los botones y la deja colgada en el pomo de la puerta. Se queda en sujetador.
-Cada día tienes los pechos más grandes -le comento, viendo la incipiencia de estos.
-Jiji gracias. He salido a mamá.
-Sin duda.
Se echa el pelo hacia delante.
-¿Podrías tirarme un poquito de agua en la nuca, porfi? Estoy acalorada.
-Sin problemas.
Me remojo bien las manos y le hago un masaje en la espalda, esparciendo el líquido por su cuello y sus hombros. Alba cierra los ojos, disfrutando del roce y dejándose hacer.
-¿Te gusta?
-Mmm… -ronronea levemente como respuesta.
Vuelvo a mojarme las manos para esta vez refrescarle los brazos, y la voy besando en la nuca con suavidad. De pronto, me coge por las muñecas y me hace abrazarla por detrás. Nos quedamos así unos minutos. Pienso en decirle algo, pero me doy cuenta de lo a gusto y cómoda que está y prefiero, sencillamente, quedarme en silencio y disfrutar con ella del momento.
Así estamos cuando de repente oímos música. Mi hermana abre los ojos y sonríe.
-Qué te apuestas a que papá saca a mamá a bailar jiji.
-Nada porque yo también lo creo.
Se separa de mí y abre la puerta del baño.
-¡Alba, que no llevas camisa! -le recuerdo, preocupado de que alguien la vea.
-Jijiji no te preocupes, que solo saco la cabeza. -Y eso hace.- Correcto: están bailando. Rubén, somos adivinos.
-Más bien tú, pitonisa.
Se me acerca y me coge de la mano.
-¿Bailamos? -me propone.
-No sé bailar… -siempre he sido algo patoso.
-Ni yo -me sonríe.
Viendo el deseo y la ilusión en sus ojos, suspiro y acepto. Empieza entonces una serie de movimientos acompasados que no logro encasillar dentro de ningún estilo existente -por lo que deduzco se los está inventando-. Aún así tiene cierta gracia, cierto estilo. Me muevo con ella y trato de seguir su ritmo, pero me cuesta bastante.
Observo cómo su melena se va moviendo, cómo se le ponen los pelos en la cara y ella se los aparta con encanto. También sus pechos se bambolean, dándole en general un aire sensual.
La música coge un tono más pausado, y nuestro baile se ralentiza con esta. Rodeo la cintura de mi hermana con los brazos y ella hace lo propio con mi cuello. Nos movemos en círculos, dando vueltas sobre nosotros mismos, en un movimiento de rotación y translación.
-¿Te has planteado enseñarme astronomía, hermanita? -El chiste es malo de cojones y lo sé, pero consigo que se ría entre dientes.
-¡Anda, calla!
Y nos callamos. Seguimos bailando al son de la música y, aunque nuestros pasos son más bien torpes, hemos logrado una cierta estabilidad dentro de su simpleza y del caos.
Alba levanta la cabeza y se topa con mis ojos, que la observan detenidamente. Me sonríe y pasa a acariciarme la mejilla con los dedos.
-Te quiero mucho, Rubén. Lo sabes, ¿verdad?
-Lo sé.
Sus dedos se acercan a mis labios, a tocármelos, y yo abro un poco la boca para mojar un par de ellos con la saliva. Los saca y los vuelve a posar sobre mi cuello. Veo que se pone de puntillas para alcanzarme, de modo que la agarro por el culo y la levanto, quedando a mi altura. Se aparta los mechones rubios de la cara y me observa con la boca entreabierta. Se acerca más a mi cara y cierra los ojos. Nuestras narices ya se están tocando y siento su respiración entrecortada. Va a besarme en los labios…
… pero se abre la puerta y entra un camarero.
-¡Eh! ¡¿Qué hacen, aquí?! ¡Este no es lugar para besarse, pareja! ¡Y póngase algo, señorita!
La ayudo a vestirse apresuradamente y salimos de allí. Nuestros padres no nos ven salir juntos del baño de milagro. Acaba de ponerse bien la coleta y la camisa y volvemos a la mesa. Ambos están colorados y mamá tiene el pelo ligeramente revuelto -supongo que del baile-.
-¿Dónde estábais, que habéis tardado tanto? -Nos pregunta nuestro padre, algo inquieto por un motivo que se me escapa.
-Hemos ido a mirar unos cuadros que había por ahí detrás -se inventa mi hermana con una facilidad que me sorprende.
No hay más preguntas después de esto. Seguimos hablando los cuatro tranquilamente. Me fijo entonces en que Alba se está lamiendo, chupando discretamente los dedos que han quedado impregnados con mi saliva. Ahora no solo estoy seguro, sino que además ella no me lo oculta, pues me mira con una sonrisa picarona mientras lo hace.
Pero no es la única que está haciendo algo sospechoso.
A mi lado, me fijo en que mamá tiene algo en la comisura del labio. Un líquido semitransparente que parece brillar.
La vuelta a casa es de lo más tranquila. Mi madre le va explicando a mi padre cosas del viaje mientras yo escucho música por los cascos y mi hermana está dormida con la cabeza apoyada sobre mi hombro.
La llevo en brazos hasta nuestro cuarto cuando llegamos y la dejo en ropa interior, como a ella le gusta dormir cuando hace calor.
-Veo que sigue durmiendo contigo… -Observa mamá, entrando en nuestro dormitorio.
-Así es.
-¿No te molesta? Tiene que ser un poco incómodo…
-No, ya estamos bien. Se me abraza y duerme prácticamente encima mío. Se está bien.
-Si tú lo dices… -Me acaricia la mejilla con la mano y me besa en la otra.- Buenas noches, Rubén.
-Buenas noches, mamá.
Cierro la puerta de la habitación y me meto en la cama. Instintivamente, Alba se me echa encima. Y así me duermo…
… o al menos lo intento, pues debo pasar más de una hora dando vueltas en la cama, incapaz de que Morfeo me coja el teléfono. Noto como mi hermana se va moviendo, durmiendo plácidamente. Qué suerte tiene…
No sé cuánto rato pasa hasta que lo oigo. Voces. Mis padres están hablando alto. Al principio pienso que están discutiendo, así que poco a poco me levanto de la cama -para no despertar a mi Bella Durmiente- y voy a su cuarto, a ver si me entero de lo que ocurre.
Pero cuál es mi sorpresa al darme cuenta de que no están discutiendo sino follando. Follando como animales. A través de la puerta entreabierta puedo verles revolcándose sobre la cama, tan juntos que parecen una sola persona.
Se están comiendo la boca con lengua mientras papá la magrea y mamá gime. Ella le agarra por la nuca, imposibilitando que su marido se separe, y por la espalda, sintiendo la musculatura que se marca en su piel morena. Él le soba el culo a placer.
-No sabes cuánto te he echado de menos…
-Hhmmm… Créeme, me hago una idea… Ahh… Yo estaba igual…
Yo aún estoy que no me lo crea. ¡Mis padres se están enrollando! Ya sabía que no hacían, pero verlo con mis propios ojos es diferente… Se me está levantando la tienda de campaña, pero debo resistir. A saber cuándo volveré a tener una visión, una oportunidad como esta -si es que alguna vez vuelvo a tenerla-.
Papá baja por el cuello de mi madre y le deja todo un rastro de saliva. Llega hasta los pechos y se los come: los chupa, los manosea, los estruja, los succiona… Y ella responde a todas las caricias de su amado con gemidos y gritos.
-Aahh… Aaahhh…. Ah… ¡Aaahhh…!
Sigue bajando y llega hasta el coño, que frota con rapidez con la mano. Mamá se retuerce de placer, con la mirada perdida en el techo y tocándose los senos con sus manos. De su vagina no tardan en sacar líquidos viscosos, líquidos que papá chupa y se traga sin ningún tipo de pudor ni contemplación. Le mete la lengua por el chochete y se lo come, provocando a mi progenitora todavía más gemidos.
-¡Aahhh…! ¡Aaahh…! ¡Siii…!
Estoy cada vez más palote, pero sé que debo aguantarme lo máximo posible. “Cuando ya no pueda más”, pienso, “me voy al baño y me la casco.”
Algo le habrá dicho mi madre, porque mi progenitor se levanta y vuelve a besarla… para esta vez metérsela. Le da unas señoras embestidas, hasta el punto que las patas de la cama se mueven ligeramente. Llego incluso a preocuparme de que no le haga daño, pero cuando veo la cara de satisfacción que se les ha quedado a ambos, me tranquilizo.
Mamá está en el cielo, sin duda alguna. Tiene los ojos perdidos en algún punto que no logro localizar y se muerde el labio para no despertar a todo el vecindario con sus escandalosos gemidos.
Y todo esto mientras papá la revienta a pollazos.
-Aaaaaahhh… -Gime.- Qué falta me hacía esto, cariño....
No sé si es por la forma en la que lo dice o por la situación en general, pero el caso es que aquello acaba de calentar y me veo obligado a ir al baño a desahogarme. Aún teniendo en la cabeza y los oídos aquella majestuosa visión, apenas necesito cuatro o cinco sacudidas para que un río de semen desemboque en la taza del váter. Me quedo relajadísimo.
Sigo oyendo a mis padres, pero la sangre me va volviendo poco a poco al cerebro y me doy cuenta de que lo más inteligente es volver a la cama, no sea que me descubran…
Y eso hago. Me meto en la habitación y cierro la puerta tras de mí para que Alba no oiga nada y continúe durmiendo. Me echo a su lado y vuelve a abrazárseme.
Esta vez sí que logro conciliar el sueño rápidamente. Sin embargo, antes de que mi mente vuelva a sumergirse una noche más en el mundo de los sueños y la oscuridad, oigo, como un leve susurro, como una voz que arrastra el viento, la voz de mi hermana en mi oído:
-¿Ya te has desahogado después de oír a nuestros padres?
- Anterior relato / "Rubén & Alba. ¿Pesadilla o sueño erótico?" -
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